miércoles, 27 de marzo de 2024

REPARANDO EN HONG KONG 1973



 

REPARANDO EN HONG KONG 1973




Razones sobraron para condenarnos por tan mala suerte, existieron países considerados cárceles por los marinos cubanos y Corea del Norte era uno de ellos. Casi idénticos lo fueron la China de Mao Tse Tung y Albania, los restantes con banderas “socialistas” resultaron algo tolerables. La culminación o medalla de oro colgada en el pecho de cualquier desgraciado, lo constituía un viaje a cualquier país en guerra. Luego, cuando pasabas por la oficina del Sobrecargo al finalizar el viaje, el sobre con tus salarios acumulados no registraba aumento alguno por los riesgos sufridos. Mucho peor, jugaban con nuestras vidas sin estar cubiertos por ningún “Seguro”. Morías y ya, no se le debía explicación a nadie, el Estado era dueño de tu vida y podía disponer de ella cuando le viniera en ganas. Un diplomita o una medallita de aluminio pintada era suficiente para compensar a tu familia por su pérdida. No se debe olvidar la teoría de los estímulos “morales” empujados por esos delincuentes que se mantienen en el poder desde aquellos años. Aun así y a pesar de tantas desgracias sufridas, hoy podemos considerarnos unos privilegiados. Estuvimos en el lugar y hora exacta donde ocurrieron eventos trascendentales para la historia. No necesitamos acudir a la imaginación o al auxilio de libros escritos con una historia manipulada. Nosotros fuimos parte de esa historia en su estado más puro.

 

Así un día y luego de finalizar las reparaciones en Hong Kong, recibimos la orden de proceder hacia el puerto de Hungnam en Corea del Norte. El cambio era dramático, trágico, violento, fue como tratar de apagar al sol y encender la oscuridad. Sin embargo, muy joven todavía y ávido de experiencias, no rechacé la idea de enfrentar lo que se nos venía encima. ¡Proa a Corea del Norte! Casi grité como un tonto.

 

Habíamos pasado más de un mes reparando en Hong Kong y un pequeño grupo de jóvenes, nos propusimos dividir nuestras miserias para disfrutar de la playa los fines de semana. Ganábamos solamente $5.00 dólares semanales y nos alcanzó el sacrificio para esas frivolidades. ¡Oh! Tampoco íbamos a pasar hambre en la playa, allí la vida era tan barata que nos alcanzaba lo ahorrado para pagar el bus y luego comernos alguna bobería con dos cervezas. No alcanzaba para más, pero era suficiente para escapar del ya viciado ambiente que se iba imponiendo en los barcos. Yo iba ocupando la plaza de Tercer Oficial y una de las secretarías de la UJC, no recuerdo cuál de ellas. Tampoco era muy grande aquel grupo con un líder espontaneo muy jodedor, un engrasador llamado Bienvenido Díaz Mesa. Años más tarde lo vi de Sobrecargo, no sé si al final de su carrera se escachó. Seríamos unos cinco en total y es una pena que no recuerde el nombre de los otros, creo que otro engrasador de apellido Morejón y un Segundo Electricista de apellido Viamonte, un flaquito blanco de pelo rizado y buena gente fueron parte del equipo, se nos sumaría también el Telegrafista de apellido Platt. Llevaba más de dos años en el buque al que llegó como Agregado de Telegrafía, Garbey tomó vacaciones y lo dejó ocupando la plaza, quizás por el cariño que le profesaba. Platt era un muchacho espigado muy noble y sociable, la tripulación le perdonaba los disparates que escribía en los mensajes, como aquel donde una esposa le dice a un marinero que le “iba a mandar al niño”. El cambio del dólar hongkonés se encontraba a $5.00 por cada americano y nosotros separábamos $15.00 hongkoneses para ir a la playa, nos alcanzaba cómodamente y los días de lluvias desviábamos el dinero a la pacotilla.

 

¡Gozábamos, no digo, yo! Viajamos en aquellas guaguas inglesas de dos pisos y el trayecto final era de terror. Siempre montábamos en el piso superior para liberar un poco de adrenalina, imaginen aquella guagua bajando una montaña con precipicios a ambos lados de la estrecha carretera, la playa se encontraba justo al final de aquella peligrosa pendiente. ¡Oye, el que tuviera floja la zapatilla se cagaba! ¡La Farola era niña de teta al lado de aquella peligrosa pendiente! Valía la pena, no digo yo. El precio era caro por los sustos que se vivían, pero una vez en el llano, no pueden imaginar la cantidad de chinitas hermosas que nos desorbitaban los ojos. ¡Nada que ver con las chinitas de Mao Tse Tung! Pobrecitas las chinitas comunistas, algunas de ellas trabajan hoy en las bodeguitas que han comprado los narritas en Montreal. Yo les digo que estuve en China cuando la Revolución Cultural y se hacen las tontas. Acá tengo a una vecina muy sociable que nació y vivió en Shanghái hasta que vino para acá.

 

La reparación en Hong Kong fue una experiencia única, especial, nunca volví a ver algo que se aproximara a lo que resultaba una verdadera curiosidad. Diariamente se formaba una larga cola de trabajadores eventuales a la entrada del dique, cada uno de aquellos seres tenían una bolsita colgando de uno de sus hombros. Dentro de aquellos rústicos saquitos cargaban sus meriendas y las herramientas de trabajo. O sea, una piqueta, rasqueta, espejuelos contra impactos y un cepillo de alambre, no eran todos los que trabajaban con guantes y no se debía al costo de estos, que eran bien baratos. El primer día de trabajo y cuando menos lo esperaba, fueron armando una especie de andamios con bambú desde el piso del dique hasta la cubrir toda la obra viva del casco. Así se le llama a esa parte del casco que tiene contacto con el mar, o sea, la que ustedes ven de la línea de flotación hacia abajo. (Debo hacer esta aclaración para todos esos amigos que leen nuestras cosas sobre el mar y no son marinos).

 

Tampoco comprendí mucho el objetivo perseguido con aquel andamio (amarrado con fibras vegetal donde se unían las cañabravas), yo había participado en una reparación en Bilbao y no recordaba un espectáculo similar. ¿Qué les cuento? Una vez armado aquel andamio que le daba la vuelta a nuestra nave, les estoy hablando de un buque con una eslora de 156.9 metros, daba la impresión de estar ante un buque encerrado en una trampa de bambú. Como si escucharan el silbato de arrancada en cualquier carrera, aquellas decenas de chinos fueron trepando con asombrosa agilidad dentro de aquel enjambre de varas de cañabrava hasta la altura de la línea de flotación. Solo un minuto después, el tableteo de aquellas piquetas sobre las zonas oxidadas del casco era insoportable y ensordecedor. Ruido que aumentaba por el eco producido dentro de las bodegas vacías de la nave. En cualquier país desarrollado del mundo y hasta en países sin ese nivel, como en Cuba misma, la limpieza del caso se realizaba con chorros de arena o agua a presión. Debe suponerse entonces que el costo de esa actividad realizada por decenas de hombres haya tenido que ser más barata. Algo que no me detuve en observar fue, si ese mismo método lo emplearían en la limpieza aplicada al fondo del casco.

 

En aquellos tiempos la relación de las reparaciones a realizar se compartían entre la oficialidad y a mí, por solo citar un ejemplo, me tocó supervisar la limpieza y pintura de las cajas de cadenas y la sustitución del extintor fijo de espuma contra incendio de la caldera. En las tardes nuestro entretenimiento favorito, si estábamos de guardia, era sentarnos para ver despegar los aviones de pasajeros. La pista antigua se encontraba dentro de la bahía, aterrizajes y despegues eran algo complicados para aviones de la envergadura de los Jumbos Boeing 747, toda una atracción. Si no estábamos de guardia tomábamos el tranvía en sentido contrario a la dirección de la playa hasta el final de su recorrido y nos pasábamos parte de la noche en una inmensa plaza, donde se vendía de todo a precios increíblemente baratos. El precio del tranvía era moneda fraccionaria del dólar hongkonés y podíamos darnos el lujo de pasear hasta esa concurrida plaza repleta de bellas chicas. Creo que Hong Kong fue el sitio más barato visitado por nuestras naves, allí se compraban discos de acetato de larga duración por el precio de $5.00 dólares hongkoneses, eran indudablemente falsificados. Es que casi todo lo que se vendía en ese país eran productos de dudoso origen, todo, ropa, zapatos, efectos eléctricos (no recomendados porque eran de 220 volts y 50 ciclos), etc. Recuerdo que un día fui con un par de mocasines españoles de color blanco bellísimos a una tienda a comprarme un par de zapatos y el propietario me pidió permiso para tomarle fotos, la finalidad deben suponerla.

 



En aquellos tiempos las asignaciones de dinero para comida, materiales, reparaciones, ropa de invierno, etc., satisfacían las demandas de los buques y la oficialidad robaba menos que solo dos años más tarde. Casi siempre quedaban satisfechos con las comisiones que les ofrecían que incluían cenas, equipos eléctricos, dinero, bebidas, etc. Un poquitico, solo un poquitico despues, el representante de Navegacion Mambisa en Tokio (Representación encargada de atender toda esa área de Asia), pues esa carpeta fue ocupada por el Gallego Meléndez y desde entonces todas las mascadas correspondientes a esas “ilegales” comisiones, dejaron de llegar al barco. El tipo se daba la puñalada desde tierra y jodía a todo el mundo, no se podía hacer ningún tipo de reclamación. Eso dio origen a nuevos estilos delictivos por parte del mando de nuestras naves, el difunto infiltrado en la CIA tuvo que haber tumbado buena cantidad de plata, ya lo dijo un viejo refrán; “No hay peor astilla que la del mismo palo”. En los tiempos de esta reparación a bordo del buque “Jiguaní” en Hong Kong, el representante de Mambisa en Tokio era “Mister Poveda”, el padre del cantante.

 

En la medida que pintaban el casco, cerraban las reparaciones en máquinas y se aceptaban como finalizadas todas las correspondientes a cubierta y cámara, en esa misma medida nos acercaríamos al infierno comunista de Kim Il Sung. Hong Kong me aportó buena experiencia para mi futuro desempeño como Primer Oficial, las medidas de seguridad eran pésimas y vivíamos sobresaltados, ya un barco gemelo al nuestro, me refiero al “Jigüe”, había sufrido un incendio con tres muertos dentro del cuarto de máquinas.

 

-Proa y popa, aquí el puente. Larguen todos los cabos, popa avisa cuando este libre la propela. Fue la voz del Primer Oficial Luis R. del Valle.

 

-¡Recibido en proa! Fue la voz del Alférez Torpedo (Fernando Miyares Gutiérrez).

 

-¡Recibido en Popa! Fue mi voz… ¡Libre la propela!

 

-Popa, envía personal para recoger la escala del Práctico y arranchar la escala real.

 

-Puente, popa. Enviando al personal para recoger la escala del Práctico y arranchando la escala real.

 

-Proa, puente que te llama.

 

-Adelante puente, aquí la proa.

 

-Proa, continua con el contramaestre en la proa unos minutos más y envía al personal a poner al buque a son de mar.

 

-Recibido puente, poniendo al buque a son de mar.

 

-Proa, puente. Retira maniobra. Proa y popa, quedamos libre.

 

-¡Libre en proa!

 

-¡Libre en Popa!

 

………

 

-Popa, puente. ¡Coloca la escala del Práctico por babor a un metro sobre el agua! Escuché por el walky-talky, habían transcurrido ocho días desde nuestra salida, el paisaje era desolador, triste, sucio. En la lancha del Práctico viajaba un pariente con un AKM, supongo sea un miembro de guarda fronteras con una cara de perro rabioso como los que vi en Caimanera. El Práctico subió acompañado por otro tipo que debió ser un Comisario Político, la lancha tenía atornillada la figura de un caballo alado, después me enteré de que era el “Caballo de Chullima”. No existía espacio a las dudas, acabábamos de arribar al infierno.

 

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2024-03-26

 

 

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