miércoles, 12 de julio de 2023



 

LA GÜAGUA: VIAJE BAHÍA HONDA-LA HABANA

 

Motonave "Renato Guitart", escenario de esta historia.


Hace solo unos minutos hablaba con mi inseparable amigo Eduardo Ríos Pérez por teléfono, hoy se encuentra en Miami. Ambos estudiamos juntos para Oficiales de la marina mercante cubana, compartimos aquella experiencia de ser profesores de Navegación en la Academia Naval del Mariel, en fin, fuimos y somos grandes amigos. Nos reímos mucho con esta ocurrencia de él en aquel pueblo.

 

Me encontraba de Segundo Oficial de la motonave “Renato Guitart” y tenía cuadrado presentar un problema familiar. intentaría provocar mi desenrolo para dejar vacante mi puesto casi a la hora de la salida y que aquella pequeña crisis obligara a la Empresa a ascender a otro gran amigo común llamado Jorge Marcos Joan (alias Cebolla, ya fallecido). En esa oportunidad invité a Ríos a que fuera conmigo hasta Bahía Honda para que me ayudara en la operación de la entrega del cargo. No solo eso, lo entusiasmé diciéndole que en aquel pueblo se encontraban liberados el ajo y la salsa Vita Nova, algo regulado por la libreta de abastecimiento en toda la isla, no le mentía. Bueno, Ríos aceptó porque una vez me había llevado con un cuento parecido hasta el puerto de Santa Lucía en Pinar del Río. Como un gesto de buena voluntad y demostración de que no cometería ninguna locura en el camino, me llevé al menor de mis cuñados a cuestas para que de paso viera por primera vez un barco por dentro. Nuestras esposas, muy entusiasmadas por aquello del ajo y la salsa Vita Nova nos dieron dinero suficiente para una buena compra. Debe tenerse en cuenta que éramos jodedores, pero en términos generales les dábamos el dinero del mes. Bueno, si antes no agarrábamos una de las nuestras. En ese caso lo entregábamos también, pero incompleto.

 

Toda la entrega transcurrió dentro de los parámetros que pudieran considerarse normales para la época, le hice formal entrega del cargo a nuestro amigo Cebollas, ya habían “integrado” a un Tercer Oficial para que cubriera mis guardias. El Capitán era Pedro J. Ferreiro Casas y se encontraba ausente desde que el barco atracara. Vale destacar que nosotros fuimos los que inauguramos, aun sin concluir su construcción, aquel único atraque que existió a la entrada de la bahía. Al frente de su construcción se encontraba un negro muy fuerte que había sido combatiente y conocíamos de La Habana, se llamaba Richard, hace varios años que ese sitio se usa como desguazadero de barcos. Yo recuerdo haber visitado ese mismo puerto unos años atrás a bordo de la motonave “Habana” y atracamos en un muellecito muy próximo a un central azucarero que allí existía.

 

El Primer Oficial era el negro Wilfredo Pineda, quien también andaba volando bajito. O sea, el de mayor rango por cubierta era yo y todo marchó con normalidad hasta unos días antes de mi entrega. Ese día nos complicaron la vida a mí y a Cebolla, resulta que llegó un camión cargado de cervezas y le pregunté al chofer si eran para el viaje a realizar. ¡Vaya, que buena respuesta me dio aquel chofer! -¡No, esa cerveza es para consumir mientras estén en la costa! Es muy seguro que él no supiera lo que estaba diciendo y nosotros tampoco estábamos para analizar sus palabras, las tomamos muy en serio y desde ese instante comenzamos a consumir lo que teníamos asignado. No voy a extenderme mucho, pasamos varios días sin abandonar el barco los tres relevos y de noche organizábamos una cangrejada. Armados de linternas, sacos y cubos recorríamos aquel trozo de costa cazando cangrejos, deben imaginar que amanecíamos chupando muelas que nuestro cocinero “El Trucu” había pasado por un enorme caldero y sazonaba muy especial para la ocasión, El Trucu también era alcohólico. Como al tercer o cuarto día tomamos una tregua y fui por mi relevo, Cebolla quedó al frente del barco y como Richard no se había perdido un solo día de aquel festín, puso un camión de la obra al servicio de la brigada que saldría para La Habana. ¡Que vacilón! Aquello no lo tumban y tampoco lo arreglan.

 

Al día siguiente de haber firmado ambos el acta de entrega y cargando aun la resaca de la última borrachera a bordo de ese barco, nos dirigimos Ríos, mi cuñadito y yo hasta una playita en el bote salvavidas del barco, vale destacar que no llegaban guaguas al nuevo puerto. Hasta la llegada nuestra a la mencionada playita todo marchaba de acuerdo con nuestros planes, pero desafortunadamente al atracar en un pequeño y rustico muellecito dispuesto para lanchas y botes, comenzó a llover torrencialmente y no tuvimos otra opción que esperar en un barcito que allí existía. ¡Qué les cuento! A los pocos minutos de nuestra arribada comenzó un “disparo de laguer” en aquel barcito, muy bien recibido por nosotros, gente carente de fondo y siempre insatisfecha, muy dadas a la cerveza, ron, aguardiente, mofuco, alcohol de 90, walfarina, etc., lo que cayera. La cerveza era una bebida muy fina y no desaprovechamos la oportunidad, comenzamos a beber en aquel solitario lugar acompañados por una agradable turbonada tropical.

 

Nos bebimos el dinero que siempre nos acompañó en escasas oportunidades, luego continuamos con el ofrecido por nuestras esposas para comprar ajo y salsa Vita Nova. Cuando ya no había nada por consumir seguimos con el dinero del pasaje, es cierto que cuando uno tiene cuatro tragos encima le da lo mismo chicha que limoná. Nada tiene importancia, ni nada se toma en serio, el asunto es vivir el momento y en esa estábamos como buenos cubanos. Al final solo nos quedaba un menudo para montar en la aspirina que nos llevaría hasta el pueblo de Bahía Honda, eso sí, éramos muy felices. Estábamos alegres y nos cagábamos entre risas del ajo, del Vita Nova, del pasaje y hasta del cuñadito que yo llevé conmigo para que viera por primera vez un barco. Era un chamaquito, pero como le empujamos dos o tres cervezas se encontraba feliz también y eso nos satisfacía.

 

Con Ríos acabado de llegar a Miami.

Escampó y nos montamos en una aspirina (no olvidemos que el precio del pasaje era solo de 5 centavos), bueno, nos quedaron algunos centavitos en los bolsillos, pero insuficientes para poder viajar hasta La Habana. Al llegar a Bahía Honda vimos un ómnibus interprovincial parqueado y en espera de pasaje para partir. Ríos era un loco en estado normal, con cuatro tragos atravesados en su camino era peor, ya yo estaba acostumbrado -más o menos- a sus sorpresas, solo que esta vez se excedió mucho de mis cálculos.

 

-Nagüito ( su palabra preferida o monono), tenemos que pirarnos en esta rufa. Me dijo y se lo tomé como una broma.

 

-Compadre tú estás loco, no hay varos para eso. Le contesté tranquilamente.

 

-Nagüito te digo que nos piramos en esa rufa, confía en mí que me mando una jeta de salir. No tenía remota idea de lo que estaba fabricando su cabeza, el cuñadito solo nos miraba y se reía, creo que aparte de los traguitos sintió un poco de miedo en quedarse botado lejos de su casa, todavía continuaba muy agarrado a la falda de mi suegra,.

 

-Asere, ¿qué número de espanto vas a soplar en este pueblo?

 

-Nada compadre, tú sabes que este país está lleno de patriotas, voy a pasar el cepillo dentro de la guagua en nombre del internacionalismo. Tuve que reírme y no creí que él se atreviera a tanto, pero me equivoqué.

 

-¡Coño! Está dura esa, tú sabes que la gente en este país no es comemierda.

 

-Oiga compadre a cualquiera le venden gato por liebre en este país, la gente solo anda puesta para el ajo y la salsa Vita Nova, la mente no les da para más, tú verás. Ríos se subió en aquella guagua con su uniforme y charreteras, con su gruesa y quebrada voz se paró en medio del pasillo y dijo lo siguiente;

 

-¡Compañeros, atiendan acá! Hace solo unas horas nuestro barco arribó de cumplir una misión internacionalista en Angola. Dentro de pocas horas debemos partir de nuevo y como el tiempo es tan corto no nos han pagado, necesitamos la colaboración de ustedes para viajar hasta La Habana y de paso ayudar a un pobre recluta que viene con nosotros (ese era mi cuñadito). Yo estaba parado junto a la puerta aguantando la risa y vigilado por el cabrón chofer, un habanero que no se tragó el cuento, pero que tampoco dijo nada. Ríos era un salvaje de la calle y no se había equivocado, terminando sus palabras surgió una patriota que alzó una mano con diez pesos, luego la imitaron otros pasajeros. Ríos le pasó el cepillo a toda la guagua y lo vi descender con la mano llena de dinero hasta la casilla donde vendían los pasajes, después subió y dio otra arenga;

 

-¡Atiendan acá, compañeros! Han sobrado cuatro pesos de la colecta y como la compañera aportó diez. Dijo señalando a la más patriota. -Creo que es justo se le devuelva a ella el sobrante, muchas gracias, “compañeros” (nunca debe faltar esa palabra para darle toque de patriotismo a cualquier acción) Todos nos dirigimos hasta el último asiento donde dormimos plácidamente el efecto de aquellas cervezas, luego, nos despertamos en la capital. Al llegar a la casa tenía olor a cerveza (cualidad que posee la fabricada en Cuba, tienen más fijador que cualquier perfume francés). Mi esposa supo de antemano que los ajos y la salsa Vita Nova se habían ido al carajo.

 

 

 

Esteban Casañas Lostal

Montreal..Canadá

2001-12-25

 

 

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Post Data.- Anoche estuve conversando con Ríos hasta las 10:40 de la noche, es de suponer que regresamos al pasado y siempre mencionamos a alguien, buenos, malos o regulares. Me habla algo bajito de alguna cabronada que hicimos cuando éramos jóvenes, habla así para no molestar a su esposa. Entonces nos reímos en voz alta y la imagino alzando la oreja tratando de adivinar algo. ¡Mira, eso! Se nos pasó recordar esta barbaridad. Ríos hace años que vive en Miami y yo en Montreal, aquel cuñadito también vive en la Ciudad del Sol hace un tiempo. Ninguno de los tres fuimos capaces de predecirlo en aquellos tiempos o montarnos en la máquina del tiempo para llegar hasta aquí, tampoco conocíamos a Walter Mercado para consultarlo.

 


Esteban Casañas Lostal

Montreal..Canada

2023-07-12

 

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