LA GÜAGUA: VIAJE BAHÍA HONDA-LA HABANA
Hace solo unos minutos hablaba con mi inseparable
amigo Eduardo Ríos Pérez por teléfono, hoy se encuentra en Miami. Ambos
estudiamos juntos para Oficiales de la marina mercante cubana, compartimos
aquella experiencia de ser profesores de Navegación en la Academia Naval del
Mariel, en fin, fuimos y somos grandes amigos. Nos reímos mucho con esta
ocurrencia de él en aquel pueblo.
Me encontraba de Segundo Oficial de la motonave
“Renato Guitart” y tenía cuadrado presentar un problema familiar. intentaría
provocar mi desenrolo para dejar vacante mi puesto casi a la hora de la salida
y que aquella pequeña crisis obligara a la Empresa a ascender a otro gran amigo
común llamado Jorge Marcos Joan (alias Cebolla, ya fallecido). En esa
oportunidad invité a Ríos a que fuera conmigo hasta Bahía Honda para que me
ayudara en la operación de la entrega del cargo. No solo eso, lo entusiasmé
diciéndole que en aquel pueblo se encontraban liberados el ajo y la salsa Vita
Nova, algo regulado por la libreta de abastecimiento en toda la isla, no le
mentía. Bueno, Ríos aceptó porque una vez me había llevado con un cuento
parecido hasta el puerto de Santa Lucía en Pinar del Río. Como un gesto de
buena voluntad y demostración de que no cometería ninguna locura en el camino,
me llevé al menor de mis cuñados a cuestas para que de paso viera por primera
vez un barco por dentro. Nuestras esposas, muy entusiasmadas por aquello del
ajo y la salsa Vita Nova nos dieron dinero suficiente para una buena compra.
Debe tenerse en cuenta que éramos jodedores, pero en términos generales les
dábamos el dinero del mes. Bueno, si antes no agarrábamos una de las nuestras.
En ese caso lo entregábamos también, pero incompleto.
Toda la entrega transcurrió dentro de los parámetros
que pudieran considerarse normales para la época, le hice formal entrega del
cargo a nuestro amigo Cebollas, ya habían “integrado” a un Tercer Oficial para
que cubriera mis guardias. El Capitán era Pedro J. Ferreiro Casas y se
encontraba ausente desde que el barco atracara. Vale destacar que nosotros fuimos
los que inauguramos, aun sin concluir su construcción, aquel único atraque que existió
a la entrada de la bahía. Al frente de su construcción se encontraba un negro
muy fuerte que había sido combatiente y conocíamos de La Habana, se llamaba
Richard, hace varios años que ese sitio se usa como desguazadero de barcos. Yo
recuerdo haber visitado ese mismo puerto unos años atrás a bordo de la motonave
“Habana” y atracamos en un muellecito muy próximo a un central azucarero que allí
existía.
El Primer Oficial era el negro Wilfredo Pineda, quien
también andaba volando bajito. O sea, el de mayor rango por cubierta era yo y
todo marchó con normalidad hasta unos días antes de mi entrega. Ese día nos complicaron
la vida a mí y a Cebolla, resulta que llegó un camión cargado de cervezas y le
pregunté al chofer si eran para el viaje a realizar. ¡Vaya, que buena respuesta
me dio aquel chofer! -¡No, esa cerveza es para consumir mientras estén en la
costa! Es muy seguro que él no supiera lo que estaba diciendo y nosotros
tampoco estábamos para analizar sus palabras, las tomamos muy en serio y desde
ese instante comenzamos a consumir lo que teníamos asignado. No voy a
extenderme mucho, pasamos varios días sin abandonar el barco los tres relevos y
de noche organizábamos una cangrejada. Armados de linternas, sacos y cubos recorríamos
aquel trozo de costa cazando cangrejos, deben imaginar que amanecíamos chupando
muelas que nuestro cocinero “El Trucu” había pasado por un enorme caldero y
sazonaba muy especial para la ocasión, El Trucu también era alcohólico. Como al
tercer o cuarto día tomamos una tregua y fui por mi relevo, Cebolla quedó al
frente del barco y como Richard no se había perdido un solo día de aquel festín,
puso un camión de la obra al servicio de la brigada que saldría para La Habana.
¡Que vacilón! Aquello no lo tumban y tampoco lo arreglan.
Al día siguiente de haber firmado ambos el acta de entrega
y cargando aun la resaca de la última borrachera a bordo de ese barco, nos
dirigimos Ríos, mi cuñadito y yo hasta una playita en el bote salvavidas del
barco, vale destacar que no llegaban guaguas al nuevo puerto. Hasta la llegada
nuestra a la mencionada playita todo marchaba de acuerdo con nuestros planes,
pero desafortunadamente al atracar en un pequeño y rustico muellecito dispuesto
para lanchas y botes, comenzó a llover torrencialmente y no tuvimos otra opción
que esperar en un barcito que allí existía. ¡Qué les cuento! A los pocos
minutos de nuestra arribada comenzó un “disparo de laguer” en aquel barcito,
muy bien recibido por nosotros, gente carente de fondo y siempre insatisfecha,
muy dadas a la cerveza, ron, aguardiente, mofuco, alcohol de 90, walfarina,
etc., lo que cayera. La cerveza era una bebida muy fina y no desaprovechamos la
oportunidad, comenzamos a beber en aquel solitario lugar acompañados por una
agradable turbonada tropical.
Nos bebimos el dinero que siempre nos acompañó en
escasas oportunidades, luego continuamos con el ofrecido por nuestras esposas
para comprar ajo y salsa Vita Nova. Cuando ya no había nada por consumir
seguimos con el dinero del pasaje, es cierto que cuando uno tiene cuatro tragos
encima le da lo mismo chicha que limoná. Nada tiene importancia, ni nada se
toma en serio, el asunto es vivir el momento y en esa estábamos como buenos
cubanos. Al final solo nos quedaba un menudo para montar en la aspirina que nos
llevaría hasta el pueblo de Bahía Honda, eso sí, éramos muy felices. Estábamos
alegres y nos cagábamos entre risas del ajo, del Vita Nova, del pasaje y hasta
del cuñadito que yo llevé conmigo para que viera por primera vez un barco. Era
un chamaquito, pero como le empujamos dos o tres cervezas se encontraba feliz
también y eso nos satisfacía.
Escampó y nos montamos en una aspirina (no olvidemos
que el precio del pasaje era solo de 5 centavos), bueno, nos quedaron algunos
centavitos en los bolsillos, pero insuficientes para poder viajar hasta La
Habana. Al llegar a Bahía Honda vimos un ómnibus interprovincial parqueado y en
espera de pasaje para partir. Ríos era un loco en estado normal, con cuatro
tragos atravesados en su camino era peor, ya yo estaba acostumbrado -más o
menos- a sus sorpresas, solo que esta vez se excedió mucho de mis cálculos.
-Nagüito ( su palabra preferida o monono), tenemos
que pirarnos en esta rufa. Me dijo y se lo tomé como una broma.
-Compadre tú estás loco, no hay varos para eso. Le
contesté tranquilamente.
-Nagüito te digo que nos piramos en esa rufa, confía
en mí que me mando una jeta de salir. No tenía remota idea de lo que estaba fabricando
su cabeza, el cuñadito solo nos miraba y se reía, creo que aparte de los
traguitos sintió un poco de miedo en quedarse botado lejos de su casa, todavía
continuaba muy agarrado a la falda de mi suegra,.
-Asere, ¿qué número de espanto vas a soplar en este
pueblo?
-Nada compadre, tú sabes que este país está lleno de
patriotas, voy a pasar el cepillo dentro de la guagua en nombre del
internacionalismo. Tuve que reírme y no creí que él se atreviera a tanto, pero
me equivoqué.
-¡Coño! Está dura esa, tú sabes que la gente en este país
no es comemierda.
-Oiga compadre a cualquiera le venden gato por liebre
en este país, la gente solo anda puesta para el ajo y la salsa Vita Nova, la
mente no les da para más, tú verás. Ríos se subió en aquella guagua con su
uniforme y charreteras, con su gruesa y quebrada voz se paró en medio del
pasillo y dijo lo siguiente;
-¡Compañeros, atiendan acá! Hace solo unas horas
nuestro barco arribó de cumplir una misión internacionalista en Angola. Dentro
de pocas horas debemos partir de nuevo y como el tiempo es tan corto no nos han
pagado, necesitamos la colaboración de ustedes para viajar hasta La Habana y de
paso ayudar a un pobre recluta que viene con nosotros (ese era mi cuñadito). Yo
estaba parado junto a la puerta aguantando la risa y vigilado por el cabrón
chofer, un habanero que no se tragó el cuento, pero que tampoco dijo nada. Ríos
era un salvaje de la calle y no se había equivocado, terminando sus palabras
surgió una patriota que alzó una mano con diez pesos, luego la imitaron otros
pasajeros. Ríos le pasó el cepillo a toda la guagua y lo vi descender con la
mano llena de dinero hasta la casilla donde vendían los pasajes, después subió
y dio otra arenga;
-¡Atiendan acá, compañeros! Han sobrado cuatro pesos
de la colecta y como la compañera aportó diez. Dijo señalando a la más
patriota. -Creo que es justo se le devuelva a ella el sobrante, muchas gracias,
“compañeros” (nunca debe faltar esa palabra para darle toque de patriotismo a
cualquier acción) Todos nos dirigimos hasta el último asiento donde dormimos
plácidamente el efecto de aquellas cervezas, luego, nos despertamos en la
capital. Al llegar a la casa tenía olor a cerveza (cualidad que posee la
fabricada en Cuba, tienen más fijador que cualquier perfume francés). Mi esposa
supo de antemano que los ajos y la salsa Vita Nova se habían ido al carajo.
Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2001-12-25
xxxxxxxx
Post Data.- Anoche estuve conversando con Ríos hasta
las 10:40 de la noche, es de suponer que regresamos al pasado y siempre mencionamos
a alguien, buenos, malos o regulares. Me habla algo bajito de alguna cabronada
que hicimos cuando éramos jóvenes, habla así para no molestar a su esposa. Entonces
nos reímos en voz alta y la imagino alzando la oreja tratando de adivinar algo.
¡Mira, eso! Se nos pasó recordar esta barbaridad. Ríos hace años que vive en
Miami y yo en Montreal, aquel cuñadito también vive en la Ciudad del Sol hace
un tiempo. Ninguno de los tres fuimos capaces de predecirlo en aquellos tiempos
o montarnos en la máquina del tiempo para llegar hasta aquí, tampoco conocíamos
a Walter Mercado para consultarlo.
Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canada
2023-07-12
xxxxxx
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