-Compadre, hace falta que vayas a afeitarte antes de
asumir la guardia. Me sorprendió escuchar ese pedido, hacía meses que
navegábamos juntos y lo tomé como una broma. Aunque solo segundos después
rectifiqué mentalmente, nunca había bromeado con él. Artigas no era mala
persona, pero no gozaba de mis simpatías por aceptar cuanta orden le daban con
pasividad. Se encontraba de Primer Oficial y yo de Segundo, es de suponer
entonces que las órdenes a las que me refiero le llegaban de parte del Capitán,
un individuo detestado por la mayoría de la tripulación.
-¿A qué te refieres? No te entiendo. Le respondí muy
calmado y no le mentía. Gran parte de la tripulación andaba barbuda y en mi
caso, decidí usar barba para ahorrarme el trabajo de afeitarme cada mañana, también
ahorraría dinero en cuchillas.
-Dice el Capitán que el que no se afeite, no puede
asumir la guardia y que será desenrolado inmediatamente por desobediencia. Me
informo así, con esa pastosidad o pendejada que le era característica. Eso sí,
muy educadamente, porque Artigas era una persona muy educada.
-¡No jodas! ¿Así que es una orden del Capitán? Pues
acabo de enterarme que te quedaste sin relevo, me voy a la casa y dile a ese
tipo que haga la guardia por mí. No me demoré mucho y comencé a descender por
la escala del barco.
-¡Oye! No te vayas, déjame hablar con él. Casi me
suplico cuando vio que mis intensiones no se limitaban a la acostumbrada
amenaza de los demás. Era cierto que me marchaba y detuve mis pasos cuando
había descendido unos cuatro escalones. Lo vi desaparecer por la puerta del
portalón hacia el interior de la superestructura y decidí esperarlo.
-Dice el Capitán que es una disposición del Ministro
que debe cumplirse. Creo que la voz le temblaba algo, él sabía que yo no
aceptaría tal disposición o imposición.
-Pues dile al Capitán que llame al Ministro para que
te releve en la guardia o que la asuma él. ¡Voy tumbando! Giré sobre mis pasos
y comencé a descender nuevamente.
-¡Aguanta, aguanta! Déjame hablar nuevamente con él,
voy a tratar de convencerlo. No me dio tiempo a replicar, se perdió nuevamente
por aquella puerta y lo esperé.
-Dice que asumas por hoy, pero que mañana hay una
reunión con la tripulación para informarle sobre las órdenes del Ministro.
Estaba rojo como un tomate, pudo ser la alta temperatura reinante y ese sube y
baja desde el portalón hasta el camarote del Capitán.
-¡Mira! Te voy a relevar con una condición, cuando
llegues mañana, yo no voy a esperar por reunión alguna para discutir lo que no
me interesa. Si quieren prepararme el desenrolo, lo recogeré cuando me toque la
siguiente guardia, pero que les quede bien claro, yo no me voy a afeitar porque
le dé la gana a un Ministro.
Por aquellos tiempos ocupaba la plaza de viceministro
el camarada Romay, conocido en toda la flota como “El Conejo”. Individuo de
corte militar, quien, a pesar de haber pertenecido a nuestra flota, dio
muestras de cierto ensañamiento con los marinos cubanos. “No hay peor astilla
que la del mismo palo”, dirían los viejos y tenían razón. Las peores etapas
vividas en aquellos años correspondieron a los mandatos de Guillermo García y
El Conejo.
Dos días después de aquella guardia, regresé al buque
y ya tenían listo mi desenrolo. Me alegré muchísimo, dejaba a una nave donde
había realizado los peores viajes de mi vida como marino. Con la motonave
“Pepito Tey” estuve a punto de naufragar en medio del Atlántico, y también,
tuvimos una explosión saliendo de Argelia que, nos costó una estancia de tres
meses y medio en el astillero de Barcelona reparando y pasando hambre a la vez.
Mientras me despedía de algunos tripulantes, pude observar que una gran mayoría
se había afeitado, les faltó valor para reclamar algo tan simple como eso. Atrás
quedaba también el recuerdo de gente muy desagradable e hijos de putas con los
que me vi obligado a compartir singladuras. ¿Los peores? Wilfredo Tamayo, ya le
dediqué un capítulo. Otro de esos seres repugnantes lo fue el Capitán Jorge
Torres Portela, a este individuo también le he dedicado varias páginas. Creo
sea uno de los mayores HDLGP con los que he navegado y compite con varios de su
estirpe como Remigio Aras Jinalte y Gabriel Sánchez (entre otros) en
incompetencia.
Cuando vives en un país medianamente civilizado y
miras hacia atrás, descubres y comprendes todas las razones que te obligaron a
abandonar tu tierra. No puede ser que esas cosas tan absurdas fueran aceptadas,
piensas. Pero todo es real, hay mucho miedo entre los hombres y hoy, de tanto
ceder, lo han perdido casi todo.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2014-12-10
"Y si tenéis por rey a un déspota, deberéis
destronarlo, pero comprobad que el trono que erigiera en vuestro interior ha
sido antes destruido".
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