martes, 21 de marzo de 2023

PRIMER OFICIAL POR SUSTITUCIÓN REGLAMENTARIA.


PRIMER OFICIAL POR SUSTITUCIÓN REGLAMENTARIA.

Foto que corresponde exactamente a esa época.

Cordoví se me acercó en el alerón del puente y me sorprendió con un inesperado disparo a boca de jarro; ¡A partir de este momento eres el Primer Oficial del barco! Creo que yo había subido hasta allí para refrescar un poco la curda agarrada la noche anterior, no existía otra justificación. ¡Sí, sí la había! lo hacía diariamente para darle cuerda a los cronómetros del puente, solo que la resaca no me permitía recordarlo.

 

El buque se encontraba amarrado al muelle del astillero de Barcelona desde hacía más de tres meses y no sabíamos cuándo terminaría aquella pesadilla. Mi socio Cebolla se encontraba de paso por ese puerto a bordo del Sandino y casi todas las noches me llegaba hasta su barco para despejar un poco, pero esa noche se me había ido la mano con el brandy. Cañolo siempre me acompañaba, no era un bebedor experimentado como yo y formó tremenda vomitera, pero aquello lo alivió y regresó en mejores condiciones. Resultaba una tortura tener que esperar a vencer la semana en curso para cobrar los miserables $5.00 dólares que nos pagaban, ¿Qué se podía comprar con eso? Apenas nada o casi nada, aun así, hubo gente que hacia maravillas y lograban algo de pacotilla. Se conocían las coordenadas exactas de los sitios donde montaban sus placitas los gitanos, este piquete de gente eran los que salían una vez a la semana solamente, el resto de los días los gastaban viendo televisión, yo me bebía ese dinero, podía alcanzarme para una, dos, tres borracheras, depende. Los víveres llegaban a cuentagotas y comíamos muy mal para encontrarnos atracados, resultaba increíble. Ya estábamos desesperados por largarnos al carajo, mas de tres meses atracados en cualquier sitio es demasiado tiempo para seres con huecos en los bolsillos.

 

La temperatura era agradable y creo que las manecillas del Poljot indicaba la proximidad de la hora de almuerzo. Mi vista se fijaba siempre en el carrito del funicular que atravesaba el puerto de Barcelona y se perdía en las lomas de Montjuic. Siempre hacía el mismo recorrido visual, pasaba por la réplica de las carabelas de Colón, la estatua del gran Almirante, el nacimiento de Las Ramblas, el muelle de los pescadores y por último, caía nuevamente en el astillero. En horas del día era un constante hervidero de trabajadores, grúas, montacargas y bromas que llegaban borrosas hasta mi posición. No le había prestado mucha atención al Capitán del buque y él se dio cuenta, yo solo trataba de superar la galerna vivida la noche anterior.

 

-Te dije que a partir de hoy eres el Primer Oficial del buque. Insistió como queriendo señalarme que estaba a mi lado y se dirigía a mí. Todavía me encontraba algo mareado, pero no era tan idiota como para dejar de comprenderlo.

 

-¡No jodas! ¿Y eso? Fue todo lo que se me ocurrió decir.

 

-¡Na! Que al comemierda de Tamayo se le ocurrió caerle a golpes a Margarita y la dejó madurita. Está toda destimbalada en el camarote. Es obvio que no escriba su verdadero nombre.

 

-¡Ven acá! ¿Y por qué no cuadras la caja con los capitanes de los barcos que se encuentran ahora en el puerto y haces un cambio de Primer Oficial? De verdad que no me cuadra ese cambio a estas alturas del viaje. Además del buque Sandino se encontraba atracado también uno del modelo D'Nieper, donde estaba enrolado de Primer Oficial Amado Carbot, otro que estudió conmigo y Cebolla.

 

-Ya eso lo consulté y nadie quiere venir para acá. Como puedes ver, estoy obligado a aplicarle una sanción disciplinaria y tienes que cubrir, no cabe de otras.

 

-¡Ño! Qué clase de tiñosa, no me agrada la idea, el ambiente está muy caldeado entre la tripulación y lo que me va a dejar es una papa caliente.

 

-¡Mira! Ya la reparación está por terminar y saldremos de regreso. Asume el cargo y dile que te entregue toda la documentación. Si no te es mucha molestia, trata de dejarlo en su camarote, total, para lo que falta no creo que te interese mucho.

 

-No hay tema con eso, no me interesa el cargo ni el camarote, que se quede donde se encuentra. Ambos abandonamos nuestras posiciones y cerré las puertas del puente.

 

-¡Felicidades al nuevo Chief Mate! ¡Bárbaro, al fin le partieron el culo a ese hijoputa! ¡Mira que golpear a Margarita con lo buena gente que es! ¡Ya tú sabes, hay que pasarle la cuenta! ¡Qué cague pelos desde aquí hasta La Habana! ¡Sangre, coño, eso es lo que queremos! Fueron algunas de las manifestaciones de la tripulación cuando llegué hasta el portalón para esperar a que tocaran la campana.

 

-¡Ven acá, Chief! ¿Ya te entregó el camarote? Preguntó uno de aquellos exaltados marineros.

 

-¡No, compadre! Si supieras, el Capitán me pidió que lo dejara en su lugar, ya falta poco para salir del astillero y yo acepté.

 

¡Quéeeeeeeeeee vaaaaaaaa! ¡Qué te lo entregue todo! Que te entregue el camarote, la jeva y hasta al chivato Agustín. ¡Sangre, cojones! Nosotros queremos sangre. Dijo otro.

 

-¡Asere! Desmaya eso, si no te entrega todas las propiedades tú no eres el Primer Oficial del buque. ¡Te lo tiene que entregar todo y que se mude para La Chusmita! Intervino otro de los presentes.


Motonave "Pepito Tey", escenario de esta historia.

-¡Naaaaa, eso no es así! El relevo tiene que ser con todas las de la ley, si no hace la entrega como está establecido, no esperes que te respetemos. ¡Nosotros queremos sangre! Bastante que ha jodido ese hijoputa. No esperé escuchar la opinión de todos los que se encontraban presentes, sonó la campana y me dirigí al comedor de la oficialidad subalterna. El buque poseía tres comedores, el del Capitán, el del Segundo Oficial y el de la marinería. El almuerzo transcurrió entre bromas y comentarios sobre los sucesos de la noche anterior. Dicen que Margarita le estaba pegando los tarros a Tamayo con El Chino engrasador, todos disfrutaban y apoyaban aquella aventura. Era una manera de vengarse con la oficialidad, aunque las relaciones no fueran legales, porque, por otro lado, el hombre era casado y tenía dos hijas mellizas.

 

-Cordoví, búscate otro que asuma el cargo de Primer Oficial, no voy en esa. Le dije en su oficina frente a Chacha, era una mulata medio jabada que ocupaba la plaza de camarotera y hacía las funciones de Primera Dama a bordo. No era mala gente y seguía pensando y actuando como india, nunca llegó a considerarse cowboy como otras camareras que viajaron en nuestra flota, Chacha era muy sencilla en ese aspecto.

 

-Y ahora, ¿cuál es la tiñosa? Preguntó algo sorprendido.

 

-¡Nada, consorte! La gente está pidiendo sangre y no voy a ocupar una plaza a medias.

 

-¿Sangre?

 

-Bueno, no hasta matarlo, aunque hay gente con deseos de hacerlo. Pero todos quieren que le pase la cuenta con todas las de la ley.

 

-¿Y qué piden?

 

-¡Asere! Están pidiendo que lo saque del camarote, que me haga un acta de entrega como está establecido y que me entregue la jeva y hasta al chivato de Agustín.

 

-Bueno, yo traté de que le resultara menos dolorosa la sanción. Si no hay remedios, baja y dile que se tiene que mudar de camarote.

 

Toc, toc, toc. Fueron sonidos secos en la puerta del camarote, hubo cierta demora y repetí los mismos toques, pero esta vez un poco más fuerte. Mientras esperaba, mi vista se detuvo en objetos que había visto infinidad de veces, el extintor y las llaves del cuarto de CO2 del cuarto de máquinas, nunca comprendí las razones de aquella ubicación. La noche de la explosión yo me encontraba de guardia en el puente y bajé para tomarlas antes de que alguien cometiera una fatal imprudencia. Ese error costó la vida a tres marinos del buque Imías o El Jigüe durante un incendio en Hong Kong, no puedo recordarlo con exactitud después de más de cuarenta años, creo haber tomado una decisión acertada. El fuego se pudo controlar con los medios disponibles en el departamento, luego la coloqué en el mismo sitio donde la observaba ahora. La puerta se abrió.

 

-¡Oye! Recoge todo, te mudas para mi camarote. Le dije a secas, sin que mediara explicación alguna, no se la merecía. Sus ojos se encontraban algo inflamados, anunciaban no haber dormido en toda la noche. Su mirada era algo suplicante, imploraba por piedad, compasión, lástima. Tamayo se encontraba totalmente derrotado, mi presencia y palabras resultaban el tiro de gracia, pero nada de su aspecto pudo conmoverme, existían cientos de razones para comportarme implacable y me regresaban a la memoria los pedidos de sangre que hacía la tripulación.

 

-¿Hasta dónde quieren llevarme? Su voz me llegó sin energías, sin la virilidad que alardeaba cuando tenía el poder sobre otros hombres, sentí asco al escucharlo.

 

-¿Hasta dónde? Hasta donde te mereces, y no solo por golpear a Margarita. Así que, llama a tu chicharrón para que recojas tus mierdas, tienes dos horas para mudarte. Tuve deseos de decirle lo del acta de entrega con jeva incluida, pero era algo que no estaba establecido en el reglamento. Lo excluí de las guardias de navegación y su viaje hasta La Habana lo hizo encerrado en el camarote. Fue una auto reclusión no solicitada, solo le dije que al atracar en La Habana bajara todas sus pertenencias y no quería volverlo a ver a bordo.

 

Esa noche regresé con Cañolo al barco de Cebolla, tenía que matar el ratón y pedirle algunos consejos prácticos. Teóricamente hablando, me encontraba preparado para realizar todos los cálculos necesarios para cargar el buque, siempre viajé con mis libros y cuando consideré dominar todo lo relacionado con el cargo de Segundo Oficial, mi atención se desvió hacia otras asignaturas imprescindibles en el cargo superior. Estabilidad y Carga y Estiba son las obligatorias a la hora de cargar un buque, llevaba meses estudiándolas, nunca supe que su aplicación la tuviera tan cercana. Así fue, no le pedí ningún asesoramiento a Tamayo, yo sabía que él esperaba por mi pregunta necesaria, yo sabía perfectamente que no se la haría por una cuestión de orgullo personal, ambos habíamos estudiado juntos y él nunca se había destacado en esa etapa de nuestras vidas, era uno más de la tonga. Las cosas en nuestra tierra funcionan en sentido inversamente proporcional a las causas que la originan, los de arriba actúan como una pelotica de ping pong, se escachan, caen y rebotan. Casi siempre caen pa’rriba, algunas veces esos efectos se sienten en las clases bajas y se cumple aquella teoría de que el partido es inmortal. Contrario a todos los pronósticos inteligentemente aceptables, Margarita fue enviada para Cuba en una de las naves surtas en aquel puerto, la enviaron en el D'Nieper. Era la víctima y aunque se buscaron infinidad de justificaciones, la medida aplicada correspondía a la de una sancionada. Nada, nos quedamos sin una cantimplorita, porque hablando en plata, era muy chévere, pero muy alegre y caliente. Su filosofía de la vida me agradaba, siempre decía; No tengo gaticos ni perritos, mis hijos son mayores, por eso, el tiempo que me queda por vivir, es para beber y templar. Siempre andaba sonada y nunca mostró síntomas de ardentía, nada de molestia, era puntual en su trabajo. Esto lo manifiesto con conocimiento de causa, en el Topaz Island le pasaron la cuenta unos ocho guardiamarinas en un solo ratico y Margarita caminaba muy bien al siguiente día. No pudo mojar el cowboy, pero tampoco lo harían los indios, esas fueron las conclusiones del partido en el Pepito Tey.

 

-¡Joer, Colón! Felicitaciones, Almirante de la mar océano. Dijo un gallego en la puerta de una de las naves del astillero.

 

-¡Dale por culo a ese jilipollas, Almirante! Joer, que es un abuso golpear a Margarita. Dijo otro.

 

-¡Venga, hombre! Comparta una cerveza con nosotros, esperemos que los grados no se le suban a la cabeza. Dijo otro más.

 

-¡Coño, Ñolo! Y esto, ¿qué carajo es? Le pregunté asombrado por varias razones, dos a destacar, que estuvieran al tanto de los acontecimientos del buque y que se refirieran a mí como el Almirante de la mar océano.

 

-¡Asere! No subas más a darle cuerda a los cronómetros de día, hazlo de noche. Tienes fijación con Colón y sus carabelas, anoche fue de truco, men. La suerte es que estos galifas son buena gente, yo te hubiera matado.

 

-¿Por qué?

 

-¿Por qué? Ni te imaginas, empezaste a decir que los galifas eran unos comemierdas antes de los setenta, que no bajaron al pozo hasta la llegada de la democracia. Peor aún, les dijiste zorros porque si nosotros los cubanos lo hacíamos, era por culpa del Almirante, un gallego cabrón que había descubierto a Cuba con una tripulación cargada de mamalones.

 

-¡Coñóoooo! Ñolo, ¿Yo dije esa barbaridad?

 

-No, esa fue poca, yo te hubiera matado.

 

-¡Acérquese, hombre! Cualquiera agarra una borrachera como la de anoche. Dijo uno de aquellos amigables españoles. Compartimos un ratico con ellos y continuamos nuestro viaje hasta el barco de Cebolla.


Motonave "Sandino", donde se encontraba mi amigo Jorge Marcos Joan 
(Alias Cebolla)

Entre tragos escuché atentamente los consejos de mi amigo Cebolla, ¿quién lo diría?, unos años atrás él navegaba conmigo como Tercer Oficial y yo era quien lo aconsejaba. No solo eso, esperé a que el buque estuviera próximo a la partida para presentar un problema personal y solicitar mi desenrolo. La realidad era otra, me desenrolaba y causaba crisis para que ascendieran a mi amigo Cebolla. Luego ya ven, llegó a Primer Oficial mucho antes que yo por militar en el PCC. Solo que Cebolla era un tipo especial y nunca dejó de ser mi amigo, no se empachó con aquel carnet rojo de mierda.

 

Asumí con mucha autosuficiencia el reto que se me presentó y por un motivo de orgullo personal, no solicité otra ayuda que no fueran los consejos de mi amigo Cebolla. Hoy lo cuento con esta calma chicha producida después de aquella galerna ocurrida hace cuarenta y dos años. Se trataba de una nave antigua donde se debían tener consideraciones extras, como, por ejemplo; Se trataba de un barco con superestructura a mitad de su eslora, espacio donde se ubicaba también su máquina principal. En ese caso, la diferencia en tonelaje a cargar entre las bodegas de proa y popa tenían un límite permisible. Es muy probable que ese detalle no fuera común a todas las naves con esas características, pero lo descubrí antes de confeccionar el plano de carga mientras lo estudiaba. Nadie me tuvo que explicar absolutamente nada sobre el Factor de Estiba, Cubicaje de las Bodegas, Broken Stowage, Mercancías Peligrosas, Resistencias de sus Cubiertas y Entrepuentes, Tabla de Trimado, etc. O sea, yo actuaba con una autosuficiencia justificada, era en esos tiempos un Segundo Oficial adelantado a su cargo y época, muy autodidacta. No puedo negar que cometí algunos errores en mis cálculos de estabilidad que, luego fueran descubiertos por el Primer Oficial que me relevó de apellido Artigas. Esos errores fueron la omisión de las correcciones por “superficie libre” a los cálculos de estabilidad, solo eso.

 

El barco fue cargado a full entre los puertos de Tarragona y Bilbao, creo que no quedó espacio libre para cargar una aguja de coser. Llevamos una cubertada de equipos pesados que ocuparon toda la cubierta principal. En La Habana se me presentó una situación algo complicada de la cual pude escapar por la aplicación de la lógica, yo diría mas bien que por la aplicación de un nombre a la lógica mencionada. Se produjo una reclamación por el robo de unos quince “motores de arranque” en camiones marca “Pegaso” cargados en Bilbao. Mi primer pensamiento se dirigió al nombre de la pieza robada, “Motor de Arranque”. Sin conocer absolutamente nada de mecánica me dije; Ese motor o pieza auxiliar solo debe servir para arrancar a un motor principal, es de suponer que una vez arrancado ese motor principal, el de arranque deje de funcionar después de haber cumplido su función. Mientras pensaba esas tonterías en apariencias delante del inspector de averías y una guillotina colgando sobre mi pescuezo, yo veía en el aire a cada uno de los camiones embarcados en Bilbao, como los acomodaban en los entrepuentes del barco y luego de estar en el sitio exacto para su transportación y trincaje, eran apagados sus motores.

 

-¡Compadre, no procede esa reclamación! Esos motores fueron robados en el área donde se encontraban estacionados los camiones en Bilbao. Le expliqué todo lo que acabo de decirles y de poco sirvió que los representantes de la Pegaso se llevaran al negro a comer y beber al hotel Riviera. Muy bueno aquel negro que no dejó comprarse, es una pena que no recuerde su nombre. Claro que hoy, después de transcurrido tantos años, no pueda borrar el orgullo sentido durante mi paso por aquella enorme flota mercante, justificaciones sobran y esta de hoy es una más. Algo dejo bien claro a unos cuantos empachados que se sienten superiores luego de haber obtenido un titulo de ingenieros, antes de que ustedes existieran, toda esa enorme flota fue operada por hombres que solo contaron con el título de Técnico Medio. ¡Ni Cristóbal Colón fue ingeniero! Tranquilos, no es envidia, se trata solamente de una aclaración a varios equivocados.


-¿Qué pasó después con Tamayo?

 

-¿Qué va a pasar? ¿No es el partido inmoral? Digo, inmortal.

 

-¡Titooooooooooo! Se sintió un grito desde la cocina.

 

-¡Quéeeeeeeeeeee! Respondió un niño desde otro cuarto.

 

-¡Llama a tu abuelo y dile que la comida está servida!

 

-Abuelo, dice Yeya que la comida está lista.

 

-Dile que no estoy pa’sus cosas, que no me gusta montar en camello, que no trago el picadillo de soya, ni la pasta de oca, que solo dan tres huevos cada quince días, que…

 

-¡Abuela! Yeyo se ha vuelto loco, está hablando mierdas. Dijo el niño en la cocina.

 

-No le hagas caso, no se ha vuelto loco, quizás está medio borracho, dentro de un rato tumba a Castro del poder y se calma.

 

-¡Ñooo! Voy a tener que cambiar, el Bacardí me está haciendo tremendo daño. Si en lugar de Colón hubieran llegado los vikingos, ¿no serían otros los resultados? Sí, pero tal vez no bajáramos al pozo. ¡Asere, qué bolá! Ya lo dijo Armando Calderón en la comedia silente, ¿qué dijo? Voy a comer.

 

 

 

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2007-09-17

 

 

 

 

Y si tenéis por rey a un déspota, deberéis destronarlo, pero comprobad que el trono que erigiera en vuestro interior ha sido antes destruido.

Jalil Gibrán.

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