LAS
NOVATADAS
Las novatadas pudieron haber sobrevivido un poquito
más allá de la mitad de los años 70, después de esas fechas fueron
desapareciendo por distintas causas, debieron influir el cambio de carácter por
el aumento de la edad, la injerencia de las “organizaciones de masas” con su
trabajo ideológico sobre la juventud, intolerancia del mando, etc. Lo cierto es
que, ante el crecimiento experimentado por las flotas a partir de esa década,
una gran parte de nuestras tripulaciones estuvo compuesta por jóvenes, quienes
arribaron a nuestras naves con las dosis de alegría característica de esa etapa
de la vida.
Aquella alegría fue neutralizada inmediatamente por
individuos que pertenecieron a una generación anterior a la nuestra, apoyados
por otro grupo más joven, los primeros en claudicar ante el lavado de cerebro.
Jóvenes alegres prefirieron una vida condenada al encierro antes de compartir
con esos verdaderos extremistas. Salones y pasillos comenzaron a sentir esa
ausencia, las tertulias posteriores a las comidas enmudecieron y el resultado
no se hizo esperar, la gente era un poco amargada. Hablo de tiempos donde
vestir a la moda era desviación ideológica o masticar chiclet significaba estar
penetrado por el enemigo. Fueron un poco más allá en su ofensiva
revolucionaria, llegaron a vigilarnos en nuestras salidas durante recaladas a
puertos del interior del país y a cuestionar nuestras relaciones con una u otra
muchachita divertida. De esos ejemplares que nos amargaron la vida ya he
escrito en otras oportunidades, Plácido Bosh, Roberto Arche, Flores, Arsenio el
Sobrecargo, Luis Molina, etc., etc. y etc.
Siempre sobrevivió algún jodedor, pero muy escasas
aquellas “novatadas” de los setenta. A finales de los ochenta disfruté una de
las más originales y hasta llegué a convertirme en cómplice de su autor
intelectual. Me refiero a la creada por el Segundo Maquinista del buque “Bahía
de Cienfuegos” de apellido Sabadí, quien se convirtiera en el alma de aquel
fatal viaje y nos regalara incontables momentos de gozo emocional. Su víctima
fue una enfermera del hospital Fajardo en La Habana llamada Ofelia, excelente
persona a la que dediqué el trabajo titulado “Santa Ofelia del Vedado”.
Historias de novatadas abundan y como era de esperar,
las víctimas fueron “novatos” sin importar el cargo que ocuparan a bordo. Los
canallas no estaban dispuestos a realizar selección alguna y allí, donde
existía buena materia prima para realizar alguna maldad, no se hacían de rogar
y acudían casi siempre a la improvisación.
EL PINCEL DE PINTAR FIGURITAS.
Esta novatada nunca fallaba y casi siempre tenia su
origen en el pañol de proa. El Pañolero o el Contramaestre ordenaban a la víctima
ir hasta al puente o al departamento de máquinas a pedirle al oficial que se
encontrara de guardia le devolvieran o prestaran “El Pincel de pintar figuritas”.
En esta novatada cayeron muchachos recién graduados de la academia naval o
algunos que se encontraban en viajes de instrucción. No quisiera equivocarme o
que la memoria me traicione, me parece que una de esas víctimas del dichoso
pincelito, lo fue Miguel Haidar a bordo del buque “Jiguaní”. Luego se pasaría mas
de una semana enojado y sin querer hablar con nadie.
LA LLAVE DEL TANGÓN
Nadie conoce el origen del nombre y supuesto uso de
esa famosa llave que recorrió muchas de nuestras naves. La víctima era enviada
hasta el departamento de máquinas a solicitarla prestada y allí, sin haberse
puesto de acuerdo con la persona autora de esa broma, le entregaban al
desdichado cualquier llave bien pesada, exigiéndole, además, fuera devuelta
inmediatamente que terminaran de usarla. Casi siempre cuando llegaban al pañol
de proa con aquella pesada llave le decían que ya no era necesaria y la regresara
a máquinas.
EL CABRESTANTE
En medio de la maniobra de salida del puerto de Cárdenas
a bordo del buque “Jiguani” y encontrándome de Tercer Oficial, se me acerca el
tripulante de nuevo enrolo llamado Elpidio, luego sería apodado como “Elpidio
Diaz de Laval”, ya le he dedicado unas líneas a este personaje.
-Tercero, dice el Primer Oficial que le envíe el “cabrestante”
para la proa. Por poco me orino de la risa al escuchar su pedido, el “cabrestante”
es la maquinilla eléctrica usada para cobrar los cabos en popa durante las
maniobras y su peso puede ser superior al de una tonelada. Hice un recorrido
visual por la popa para ver que le daba a ese infeliz y mi vista se detuvo en
los escandallos usados en la sondaleza mecánica para medir la profundidad. Se
trataba de una pieza cilíndrica de mas de un pie de longitud y varias pulgadas
de diámetro rellena de plomo, creo que pesaría más de cinco kilogramos.
-Pañolero, entrégale el cabrestante al compañero
Elpidio que lo necesitan en la proa. El hombre me miró algo sorprendido por
tamaño disparate y le señalé hacia el escandallo. Afortunadamente se llevó el
pase y le entregó la pesada pieza al inocente Elpidio, quien aun conservaba
fresca las huellas de una mala alimentación en tierra. -Compañero Elpidio, dígale
al Primer Oficial que cuando termine con el cabrestante me lo devuelva porque
lo necesito para terminar la maniobra. En la proa se encontraba de maniobra el
Primer Oficial Luis R. del Valle, un hombre bonachón, pero muy serio que no
entraba en ningún tipo de jodederas.
-Su atención proa, aquí la popa. Lo llamé por el
walky-talky para alertarlo.
-Su atención popa, aquí la proa. Me respondió según los
códigos establecidos en nuestras comunicaciones.
-Compañero Primer Oficial, acabo de enviarle el
cabrestante que me solicitó.
-Popa-Proa. ¿Cómo es eso, no entiendo nada? Yo no te
he pedido el cabrestante.
-Proa-Popa. Yo tampoco entendí nada y te envié un
escandallo con Elpidio, como no lo vas a necesitar devuélvelo inmediatamente.
-¡Oye, ustedes no se cansan de joder!
-No sé de quién fue esta brillante idea, yo solo envié
el escandallo. Como nos encontrábamos de maniobras no quiso continuar la comunicación.
-Tercero, dice el Primer Oficial que ya no necesita
el cabrestante para su maniobra. Me dijo Elpidio mientras lo colocaba sobre
cubierta, se alejó más aliviado y bañado en sudor.
EL AHORCADO.
Fue un caso de novatada muy famosa en su tiempo y al
que le dediqué un trabajo con ese título. Lo hicieron en un barco especifico
que no recuerdo y en el departamento de cámara exclusivamente. Consistía en
enviar a un novato a la nevera del buque a buscar una tina de agua fría para
servir en las mesas y cuando la víctima abría la gambuza, se encontraba a un tripulante
colgado y balanceándose al ritmo del buque. Indudablemente tenían una cuerda
preparada con un nudo falso como el usado en las películas y cuando el novato
se encontraba frente a aquel espantoso espectáculo salía corriendo y gritando.
Una de aquellas víctimas llegó en su carrera al camarote del Capitán, quien ya
tenía conocimiento de esa maldad realizada en su buque y el final fue muy cómico.
LA BOYA CORREO
No recuerdo donde usaron alguna vez esta otra
travesura en barcos cubanos, pero la use durante mi primer viaje a bordo del
buque angolano “N'Gola”.
-Matuteo, manténgase observando por la amura de
estribor y me avisa cuando observe a la “Boya Correo”. El timonel me observó algo extrañado y tomó unos binoculares para ir a
cumplir la orden que yo le había dado.
-Camarada, ¿usted me dijo que pasaríamos por una boya
correo?
-Si, Matuteo, debemos encontrarla en nuestra guardia.
-¿Y sirve para enviarle cartas a la familia?
-¡Claro, Matuteo! Ese es el uso de esa boya, ¿Por qué
lo preguntas?
-Se lo pregunto porque los portugueses nunca nos
informaron nada sobre esa posibilidad de escribirle a nuestra familia navegando.
-Ya ves, nosotros somos distinto a los portugueses.
-Camarada Piloto, ¿puedo avisarles a los otros
tripulantes?
-Por supuesto, Matuteo, pero no te demores mucho. El
hombre bajó y pocos minutos mas tarde subieron unos tres tripulantes con las
cartas que deseaban enviar a sus familiares.
-¡Asere! ¿Qué es esto? Me preguntó Lazarito una hora
mas tarde durante una de sus frecuentes visitas al puente.
-¡Nada, mi hermano! Es la correspondencia de algunos
tripulantes para entregarla en la Boya Correo, estoy esperando que Matuteo la
vea con los binoculares para poner proa en demanda de ella.
-¡Asere, que tronco de hijoputa tú eres!
-¡No jodas, hay que matar el tiempo en algo!
Hoy pudieran considerarse puras tonterías, pero en
aquellos tiempos no teníamos Internet.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2022-09-28
xxxxxxxx
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