AGUA
QUE NO HAS DE BEBER, DÉJALA CORRER.
-¡Miren, muchachos! Yo les recomiendo que se pierdan
de aquí con esa botella y no se les ocurra entregársela a nadie. El Bienve y yo
fuimos paralizados por aquella expresión que encerraba una velada amenaza.
Bienvenido Diaz Mesa era engrasador en aquella época y yo ocupaba la plaza de
timonel, ambos estábamos enrolados en la motonave “Jiguaní”, donde nos
destacamos por una rebeldía propia de cualquier joven, justificada para unos,
inaceptable para otros, casi siempre los más carneros. La última vez que me encontré
con el Bienve fue en la esquina de las calles San Ignacio y Obispo, estaba
conversando con Wendel Lafita, antiguo colega del mismo barco donde navegara
como Sobrecargo, muy buena persona. El Bienve vestía de uniforme y sobre sus
hombros descansaban las charreteras de Sobrecargo. Luego no nos volveríamos a
encontrar y me enteré por la prensa popular que se había escachado.
El tipo de bata blanca nos dio la espalda y decidimos
largarnos espantados de aquel lugar hasta donde no habíamos llegado
accidentalmente. Unos cuantos metros nos separaban de la calle Infanta y
mientras nos alejábamos de aquella construcción de estilo colonial no
pronunciamos palabra alguna. Se trataba del “Instituto Finlay”, lo conocía porque
anduve muchas veces por esa área donde años atrás vivieran mi abuela y madrina.
Como llevaba el nombre de aquel científico cubano, suponíamos que era el sitio
adecuado para analizar el agua contenida en aquella botella y no fue así por la
respuesta del tipo con bata blanca, mas inclinado por su actitud a ser un
agente represivo encubierto.
No puedo ocultar que el deseo de joder al Capitán del
barco fue la razón que impulsaran nuestros pasos hacia esa institución, pero
fracasamos, corrían tiempos de una rancia efervescencia revolucionaria y
cualquier desliz en el hablar o actuar podía condenarte al ostracismo o la
oscuridad de cualquier celda. Queríamos joderlo por cada una de las medidas
extremistas que nos aplicara durante aquel fatal largo viaje por Asia. Carlos García
ocupaba las plazas de Capitán y la del Secretario del PCC. Aquella dualidad
permitida en esos tiempos le brindaban la posibilidad de actuar a su antojo,
cuando acudías a reclamarle algo de carácter laboral, te la convertía en una
causa política o viceversa. No había forma humana de convencerlo y cuando salías
de su oficina lo hacías con una guillotina flotando sobre tu cabeza. Nunca se
me ha olvidado aquellos días en los que nos pusieran a lavar la superestructura
con agua y jabón con una temperatura de dos grados bajo cero en Shanghai. El
dolor en las manos era horrible y cada minuto debían bajarnos un cubo con agua
caliente para descongelárnoslas, pocos imaginan el dolor que se siente en ese
proceso de descongelamiento y el riesgo a caer sobre cubierta por no poder
sujetarte adecuadamente con las manos. Ni partido, ni ujotacé, ni cetecé, ni un
carajo. Estábamos totalmente desamparados ante los caprichos de aquel cabrón y
el chantaje de ser despedidos de la marina tenía una vigencia terrible en esos
tiempos.
En varias ocasiones he leído opiniones sobre este Capitán
donde han expresado su admiración algunos de sus seguidores, yo no pude
olvidarlo nunca. La última vez que lo vi fue en el aeropuerto de Mirabel en
Montreal, andaba acompañado de unos segurosos del consulado cubano, hacía solo
unos meses de mi deserción. Ambos cruzamos unas miradas infestadas de odio, él sabía
que yo era un desertor. Aun recuerdo cuando me mandaron a matar en la isla y me
enrolaron con Remigio Aras Jinalte en el buque “Otto Parellada” para que
cumpliera esa misión del partido, la que no pudo llevar a cabo por socotroco. Resulta
que estando en Puerto Padre tuve que viajar a La Habana por un problema
familiar y una vez citado en el Departamento de Cuadros, Fidelito me informó que,
si no podía salir a viaje con el Otto Parellada, estaba asignado para hacerlo
en el “Sierra Maestra” donde el Capitán era Carlos García. O sea, mi suerte
estaba decidida, me arrancarían la cabeza de cualquier forma y opté por hacérselos
un poco más difícil, elegí al negro bruto y extremista. Fueron variadas las
formas de desquitarnos con Carlos García, bautizado entonces como el “Capitán
Tareco”, apodo ganado por la cantidad de complejos que vivía. Entre otras, se
destacó la cantidad de carteles que le pintábamos en el barco durante las horas
nocturnas. Letreros que aparecían casi a diario en los cristales de las
portillas del comedor de oficiales, nada pudo contenernos. Es probable que en años
posteriores moderara en algo sus relaciones con el personal subalterno, que se
destacara técnicamente como buen Capitán e incluso, fuera buen padre de familia.
Nada de eso me importa un comino, me estoy refiriendo a su época como Capitán
del buque Jiguaní.
Parados y de izquierda a derecha..
1.-Miguel Haidar (en viaje de instrucción)
2.- Felipe Montano (Primer Oficial)
3.- Wendel Lafita. El sobrecargo (el negro)
4.- Obregón, un engrasador (El negro grueso)
5.-Hermes Cruz (en viaje de instrucción)
6.-Otro engrasador (el negro bajito)
7.-Eusebio (era engrasador y luego trabajó en el Dept. de Personal en Navegación Mambisa)
8.-Carlos García (el capitán y único con abrigo claro)
9.-Luís R. del Valle (agregado de cubierta) Ya falleció.
10.-Villabrille. (en viaje de instrucción)
11.-Otro engrasador (mulato a su lado)
12.-Besú (Tercer Oficial).
13.-Rafael Marziota (Timonel, luego se dedicó al partido y dejó de navegar)
14.-Mendez (Segundo Oficial, llegó a Capitán y supervisor de la flota)
15.-Un camarero (el negro que está al lado de Mendez0
16.-Esmildo Rodríguez (marinero de cubierta y con residencia en Miami)
Agachados y de izquierda a derecha...
1.-Sánchez (cuarto maquinista)
2.-Tejeda (cuarto maquinista).
3.-Morejón (Engrasador)
4.-El Ayudante de máquinas.
5.- El tornero.
6.-Gonzalo Marcos Pérez (iba en viaje de instrucción, años más tarde llegó a capitán).
7.-Esteban Casañas (Timonel)
Tuvo que deberse a un error humano el que nos
condujera a beber aquella agua contenida en la botella, esos barcos no poseían destiladora
y en los viajes largos debía racionarse el agua de consumo. Por suerte, los
servicios sanitarios se descargaban con agua de mar y ayudaba a ahorrar ese líquido.
En las travesías hasta Japón o China, los mas frecuentes en esa época, ese
racionamiento era un poco mas severo que cuando navegabas para Europa e innecesario
si ibas a Canada. No recuerdo exactamente quien era el Primer Oficial del
buque, viendo una foto donde estábamos parte de la tripulación a la entrada de
una exposición en Shanghai, imagino que ese viaje lo fuera Méndez, muy buena
persona. Creo que el Segundo Oficial era Felipito Montano y el Tercer Oficial Besú, todos muy buenos en sus relaciones humanas. El asunto es que
arribamos a Panamá casi sin agua potable y se decidió abastecer al barco tomando
agua del lago Gatún una vez navegando dentro de él.
En esos tiempos Cuba no poseía agencias para atender
a las naves cubanas y menos aun embajada. Recuerdo que, para pasar el Canal de Panamá,
el Capitán debía bajar en una lancha con el dinero cash en un portafolio para
pagar el cruce del barco. Imagino que una solución para esas emergencias debió existir
y no se acudió a ella. Muy simple, todos los capitanes deseaban llegar a Cuba con
un informe de viaje donde se reflejaran todos los ahorros realizados, imagino
los ahorros de Carlos García cuando nos compró aquellos abriguitos de mierda
vendidos por el bandolero de Nakkada en Tokio. Nos convirtió en un pueblo uniformado
y si observan bien la fotografía, el suyo es el único diferente. ¡Dios es
grande! No solo eso, también era marino y cubano, estamos vivos de milagro. Con
la cantidad de enfermedades tropicales existentes en gran parte del mundo y en
especial en nuestro continente, aquella disparatada decisión aprobada por el Capitán
del barco no tenía mucha diferencia a un intento de homicidio.
Si creen que fue la única ocasión en la que se contaminaran
los tanques de agua potable y nos obligaran a consumir ese tipo de aguas no
aptas para consumo humano, simplemente se equivocan. En el mismo buque “Jiguaní”
y esta vez debido a un incuestionable error humano, se tomó agua del lago
Ontario y la tripulación completa sufrió de diarreas. El Capitán de ese viaje
era Raúl Hernández Zayas y su Primer Oficial Luis Céspedes Somoza. No existe
ninguna duda en cuanto a considerarla un error humano y en este caso cometido
por Céspedes Somoza en su calidad de Primer Oficial por una sola razón. Nos
mantuvieron atracados a un muelle de espera a la entrada del Sea Way en
Montreal durante mas de una hora, tiempo durante el cual la nave debía corregir
sus calados para poder navegar hacia Toronto. Todo parece indicar que Céspedes
no tuvo en cuenta la variación que sufren los calados cuando se pasa a navegar
de agua de mar a un río, debido al cambio de densidad entre una y otra agua, el
calado puede variar un 0,2% en ambos sentidos, aumenta cuando entras a un río y
disminuye cuando sales al mar. Para lograr ese objetivo fue necesario
deslastrar toda el agua de consumo y unas horas después se abasteció al barco
con un poco de agua del lago, la suficiente para contaminar al tanque y provocarnos
diarreas. Esta vez no se me ocurrió guardar agua en una botella para llevarla a
laboratorio alguno. El Capitán y la oficialidad eran bellas personas, tampoco
deseaba que me acusaran de contrarrevolucionario en la isla por reclamar mis
derechos. En fin, aquel viejo refrán cambiaría su sentido para nosotros a
partir de aquellas terribles fechas. “AGUA QUE HAS DE BEBER, NO LA DEJES CORRER”.
Todo lo demás es bobería.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canada.
2022-04-19
xxxxxxxxxxxxxx
No hay comentarios:
Publicar un comentario