LOS
TANQUES DE SANCOCHO
La música tuvo su época dorada por los años setenta,
la marina mercante cubana también. Solo que la nuestra se evaporó más rápido que
el rocío de cada mañana, sin apenas darnos tiempo a despertar de ese enfermizo embeleso
que producen los himnos y consignas. Quedamos profundamente dormidos mientras
todo desaparecía a nuestro alrededor, aquellas flotas también naufragaron en
esa maldita pesadilla, sueño para unos cuantos idiotas.
En esos tiempos dorados de la música, existía una
fuerte tradición marinera, donde el barco era la prolongación de nuestras casas
y los tripulantes parte de la familia que dejamos en puerto. La gente común trataba
de cuidar sus casas, el marino lo hacia con sus barcos. Luego llegaron otros
tiempos, donde nada era parecido al ayer y lo nuevo fue borrando el amor que se
sintió alguna vez por viejos cacharros donde nos bautizamos en esta larga
aventura. Ya nunca más se verían hombres corriendo por cubierta arrastrando una
defensa para colocarla en el sitio exacto donde la nave impactara al muelle
durante el atraque. Nadie se preocuparía por colocar los tanques dispuestos
para colectar el sancocho durante los días que permaneciéramos en puerto.
No recuerdo de sus existencias en las naves modernas
y tampoco me preocupé por ellas cuando me convertí en Primer Oficial. Quizás me
producían malos recuerdos, me enojaba mucho cuando me ordenaban aflojarles el
cabo que los mantenía vertical para arrojar su contenido al mar. Si existía algo
de viento, podía salpicarte el rostro con aquel liquido podrido y apestoso.
Tampoco me causaba gracia trabajar en una guindola dándole mantenimiento al
casco debajo o próximo a ellos. Siempre tenían salideros o la peste que despedían
te amargaban la jornada. Aquellos tanques eran bidones de 55 galones a los que
se les practicaban pequeños orificios en el canto del fondo, huecos por donde
se pasaba un pequeño grillete atado a un cabo con una mena de una de pulgada. En
el borde superior se le practicaba un orificio similar por donde se pasaba también
un grillete y cabo. El borde inferior del tanque (fondo) se hacía firme a
cualquier barandilla, el superior también se hacia firme a la barandilla
buscando una posición vertical cuando se estaba en puerto. Al salir a navegar y
algo lejos de la costa, solo era necesario aflojar el cabo superior para que el
tanque (amarrado en el borde inferior) se virara y dejara escapar su contenido.
Pensando en frío y a miles de singladuras de aquella época,
considero que toda aquella maniobra no dejaba de ser un acto de sublime hipocresía.
Evadíamos la multa que pudieran aplicarte en cualquier puerto de países desarrollados,
porque hablando en plata, poco les importaba a los países tercermundistas si
envenenabas sus mares, Cuba incluida. Una vez en el mar y muchas veces dentro
de estos países muertos de hambre, lanzabas sin piedad tus venenos al mar. ¡Ojo!
El sancocho o sobras de nuestras comidas, aunque estuvieran fermentados,
resultaban los mas inofensivos de todo lo que sin piedad alguna arrojábamos al
mar. No olviden las toneladas de basura acumulada en nuestras popas durante las
largas estadías en puerto, estas también eran menos agresivas, si las
comparamos con los cientos o miles de toneladas de aguas contaminadas con combustibles
de nuestras sentinas y también, las aguas de los baldeos de bodegas después de
transportar productos químicos. ¿Nunca lo hicieron? ¡No sean hipócritas!
Hasta donde alcanza mi memoria, no recuerdo a barco
cubano alguno solicitando camiones para extraerles la basura acumulada y menos aún,
gastando dinero en camiones pipas para extraer las aguas contaminadas por petróleo
o aceites de las sentinas del cuarto de máquinas. Es más, La Habana poseyó un
incinerador en su bahía y tampoco recuerdo haber recibido o solicitado sus
servicios. ¿Para qué? Si el mar es el basurero más grande del mundo, hoy he leído
varios temas publicados por ambientalistas de la isla donde, entre otras cosas,
se ha incriminado a la población por la contaminación de la bahía habanera.
Vale preguntarles a ellos ¿Cuántas plantas procesadoras de aguas albañales
existen en esa isla? Durante muchísimos años solo existió una en La Habana, la que
saneaba las aguas del río Quibú antes de pasar por el área donde tienen sus
mansiones la elite del gobierno.
¡Nada! Hoy quise despertarlos con este tema bastante
sucio y apestoso del que nosotros fuimos activos protagonistas. Después de esa época
dorada de nuestra flota, la que nunca se extendió más allá de los tres primeros
años de los 70, no recuerdo la existencia de esos tanques en nuestros buques,
si me viene a la memoria el recuerdo de ese infinito basurero que se extendió por
océanos, golfos, mares y playas. ¡Vamos, que tampoco fuimos tan santos!
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2022-03-29
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