ADUANEROS
-Compañero, ¿tú eres el primer oficial del “Bahía de
Cienfuegos? Me sorprendió aquella pregunta de un individuo al que no conocía,
vestía su uniforme de aduanero, pero lo curioso y despertó todas mis alarmas,
fue que no nos encontrábamos en el puerto, yo estaba en lo que fuera la
compañía de teléfonos del Mariel esperando me conectaran una llamada con La
Habana.
-El mismo que viste y calza, pariente. ¿Qué desea?
Identificar al barco no fue una tarea difícil, solo nos encontrábamos atracados
nosotros en sus muelles. Me llamó poderosamente la atención un detalle, yo no
iba vestido con el uniforme de oficial.
-Me enteré de que vienes cargado hasta el tope de
chancletas y tenis para vender. Me quedé frio, el tipo no se había equivocado,
cómo había obtenido la información, lo desconozco. Hacía unos años que las
pacotillas se mantenían en los camarotes hasta que el aduanero la despachara,
antes de eso, se acumulaban en uno de los salones del barco y debíamos hacer
una colita para entrar y cumplir esa formalidad. El cambio experimentado se
prestaba para muchas cosas, entre ellas, el normal soborno del marino al
aduanero para que le facilitara sacar la mercancía traída en exceso con destino
al mercado negro casi siempre. Nadie protestó o argumentó nada, se beneficiaban
ambas partes con esas operaciones ilegales.
-¡Coño, creo que te han informado mal! No, pariente,
yo no traigo nada en exceso para vender, solo lo permitido para mi familia. Le
dije y estoy convencido de que no me creyó mucho, insistió.
-Yo trabajo en la aduana y te puedo sacar todo,
claro, tiene un precio.
-¡Mi hermano, muchas gracias! Pero de verdad, traigo
mis cositas contadas y además, no pienso sacar la pacotilla en este puerto. El
barco parte mañana para Nuevitas y lo haré allá, no estoy para corre-corre.
Escondía en el fondo una realidad, Mariel y Santiago de Cuba se destacaron por
su extremismo en esta función y muchos marinos les temíamos. Como hacía varios
años que no entraba por el Mariel, no me había enterado de que la aduana de ese
puerto estaba viviendo la misma corrupción experimentada en todo el país.
Tampoco me iba a regalar de jamón con un tipo al que no conocía por mucho
uniforme de aduanero que llevara.
-Compañera, ¿tiene usted nietos? Le pregunté a la aduanera
que me tocó, era nueva y no la conocía. Debía jugármela si quería sacar aquel cajón
repleto de chancletas metedeos y tenis popis marca Puma y Adidas falsificados
en China. Se tomó unos segundos en responderme mientras se sentaba y ponía sus
herramientas de trabajo sobre la mesita de mi oficina, ya saben, papel
precinta, un cuño y su cajita con su almohadita de tinta, algunas libretas de
anotaciones y su cartera. Como estaba sudada le ofrecí un jugo de mango frío y
lo aceptó. Lo saboreaba con toda la calma del mundo, como tratando de recuperar
algún recuerdo lejano, hacía años que esos jugos habían desaparecido del
mercado nacional.
-Tengo dos nietos, una hembra y un varón, ¿por qué me
pregunta eso?
-Porque yo puedo resolverle un par de tenis para
ambos y un par de chancletas para usted. Esta vez observé que le produjo cierto
nerviosismo escuchar aquellas palabras sin mencionarle el precio a pagar.
-Compañero, no me diga esas cosas, acabo de comenzar
a trabajar en la aduana. Si me sorprenden en cualquier tipo de arreglos con
ustedes, ya sabe todo lo que me pasara. Me conmovió escucharla y estuve a punto
de renunciar, pero el pensamiento de aquel cajón era más fuerte y volví al
ataque.
-No se ponga nerviosa, usted no va a correr ningún
tipo de riesgo y les resolverá un problemita a sus nietos. ¿Desde cuándo no le
asignan zapatos por la libreta? Otra cosa, ¿cree usted que los demás aduaneros
que andan por otros camarotes no entraran en negocios con los marinos? No debe
ser tan ingenua, debe aprender a vivir en esta jungla de pícaros y vividores.
Yo no quise sacar la pacotilla en el Mariel porque sabía que aquí lo haría con
mucha tranquilidad a cambio de algo, especias o dinero, así es como está
funcionando este mundo en el que usted eligió trabajar. Esta vez me escuchaba
con mucha atención y se tomó unos segundos para responderme. Tampoco me tragué
el cuento de su ingenuidad, ni seria yo el hombre que le rompería el himen de
su inocencia.
-Hace rato que no les dan zapatos por la libreta a
mis nietos y solo por ellos correría este riesgo, pero yo no puedo salir del
barco con absolutamente nada en las manos. ¿Qué es lo que quieres sacar?
¡Gracias, Dios mío! No lo dije en voz alta, solo lo pensé, bajé a Dios desde el
cielo y lo convertí en contrabandista. Bueno, él nos comprendía.
-¡Mira, quiero sacar esa caja que contiene zapatos y
chancletas! Vamos a revisarla para que veas que no te engaño y de paso
separamos lo que te prometí. No te preocupes, me das la dirección de tu casa y
te llevo el paquetico además de un regalito en moneda.
-No te preocupes por el regalito que mencionas, yo
creo que con lo que me entregas es suficiente para pagarme. Selló la caja con
su papel precinta y lo acuñó por diferentes partes. Me encargué de sacar la
pacotilla para casa de unas amistades y al día siguiente fui a su casa con una
jabita.
-Trata de no estrenar nada de esto hasta que el barco
no salga de Nuevitas, ahí está incluido el regalito que te mencioné.
-¿Quieres una tacita de café? Acepté su invitación y
una vez adentro observé que tenía su casa decorada con mucha cerámica, al
parecer antigua y de posible valor.
-Si llegara a apretarte la situación, yo conozco a un
marino que se dedica a comprar cerámica francesa antigua, aquí te dejo mi
dirección.
-Gracias, lo tendré en cuenta para casos de
emergencia. Nos despedimos y regresé una vez más por ese puerto, solo que en esa
oportunidad lo hice cargado de problemas, me pedían la expulsión de la flota y
no quise visitarla.
-¡Que bolá, Primero! ¿No tienes nada a bordo para
negociar? Lo conocía de mis entradas diarias a uno de los muelles de Regla,
exactamente el que queda próximo a la esplanada donde se descargaban
contenedores.
-¡Asere, siempre hay algo para negociar! Le dije
medio en broma y medio en serio. Ya no quedaba nada de pacotilla a bordo y
estábamos a punto de culminar la descarga de tres mil toneladas de un café de
pésima calidad cargado en Tampico.
-¡Bueno, dispara! Ya sabes cómo funciona esto, una
mano lava a la otra y las dos lavan la cara. Quien me hablaba era el aduanero
de la entrada al muelle.
-¿Tienes carro? Porque sin transporte no me sirves de
nada. Me detuve a escuchar su respuesta, solo bastaron dos segundos para poner
a funcionar la parte mala de mi cerebro.
-Es aquel que ves parqueado allí. Me respondió
extendiendo su índice hacia un viejo Chevrolet del año 56 que nos escuchaba por
la cercanía.
-Si te cuadra, tengo un saco de café, la mitad para
ti y la otra es mía, te doy la dirección y me lo llevas a casa.
-Termino la pincha a las doce de la noche, ¿te
cuadra?
-Es la hora perfecta, todo el mundo está durmiendo y
solo me falta cuadrar con el guardia de portalón. ¿Trato hecho?
-¡Sin falta, trato hecho! Asere, eso es pan caliente.
A medianoche sin falta estoy en el barco con el carro.
-¿Usted es Dora? Le preguntó cuando ella solo abrió unos
centímetros de la puerta después de ser despertada por fuertes y constantes
toques.
-¡Si! ¿Qué usted desea a estas horas? Le respondió bajito,
trataba de no despertar a uno de sus hijos que dormía en la sala.
-Vengo a entregarle algo, abra un poquito mas la
puerta. Ella no preguntó de qué se trataba y le obedeció, tal vez se encontraba
aun medio dormida. El hombre aprovechó el espacio cedido y le disparó el medio
saco de café pactado.
-¿Eso qué es? Preguntó ella muy asustada, el roce de
aquel saco con los dedos de su pie la hizo regresar a la realidad.
-Medio saco de café que es suyo. Le respondió el
aduanero ahorrando explicaciones y mirando hacia ambos lados de la acera.
-¿Mío? No compañero, eso no es mío, yo no quiero
problemas. Trató de sacar el saco a la calle y el hombre detuvo sus
intenciones.
-Le digo que es suyo, no forme bateo, puede despertar
a los vecinos o a la guardia del comité. Diciendo eso, empujó un poco más el
saco hacia el interior de la casa.
-Compañero, le repito que eso no es mío, yo no compro
nada por la bolsa negra y soy una mujer integrada a la FMC (Federación de
Mujeres Cubanas) que hago mis guardias del CDR (Comité de Defensa de la Revolución).
-¡Mire, señora! No haga más dramática esta entrega,
me la estoy jugando. Ese saco es suyo porque se lo envía Esteban y yo me largo,
ya cumplí lo prometido. No se despidió y ella cerró inmediatamente la puerta.
Fue arrastrando el saco hasta el cuarto y lo escondió debajo de su cama para
evitar preguntas cuando amaneciera. Me descargó muchísimo cuando fui a su casa
por la mercancía de la que también se benefició por su inocente complicidad. No
había forma humana de avisarle, no tenía teléfonos en su casa, los celulares
que hoy posee la gente no era un sueño aún.
-¡Buenos días, compañero! ¿Podemos pasar un momento y
hablar con usted? Me dijo un mulato que venía acompañado de otro “compañero” vestido
de aduanero en la puerta de mi oficina en el buque “Viñales”.
-¡Buenos días, compañero! Adelante, ¿en que puedo
servirles? Ambos entraron y cerraron la puerta tras de sí sin yo habérselos
solicitado, los invité a sentarse en los asientos disponibles en la larga mesa
que ocupaba la mayor parte del espacio de aquella oficina.
-Mire, el asunto es que vengo con un camión a recoger
los sacos de la barredura del café que tiene en sus bodegas. Expresó aquel
mulato con aspecto de bandolero.
-Muy bien, he estado llamando desde hace varios días al
muelle de Regla para que retiraran esa mercancía que me esta estorbando para
iniciar las operaciones de carga. ¡Que bueno! ¿Traen algún papel, carta, acta o
documento parecido que los autorice a retirar esa carga? Observé sus reacciones
y creo haberlos sorprendido con la pregunta, muy normal en este giro y país. No
estábamos hablando de tres saquitos, la cantidad estibada en el entrepuente de
la bodega Nr.3 era de unos 28 sacos.
-Realmente se nos olvidó solicitar ese documento. Respondió
el mulato mientras el aduanero mostraba algo de nerviosismo. -¡Mire! Para que
vea que esta operación es legal, vengo acompañado de un aduanero.
-¡Se equivoca, pariente! La presencia de este
compañero no es una garantía de legalidad ante juicio alguno y menos ante los policías
una vez abandonada la entrada del puerto. Sin habérmelo propuesto, creo haber
descubierto un tumbe bien organizado y autorizado desde la dirección del muelle
donde descargamos en Regla. El café era altamente cotizado en esas fechas y 28
sacos reportarían muy buenas ganancias una vez en el mercado negro.
-¡Coño, asere! No nos la ponga difícil, no tenemos
mucho combustible para ir y venir, ya sabe cómo está la situación del país. ¿Por
qué no nos ponemos de acuerdo? ¡Déjanos vivir! ¡El tiburón se moja, pero
salpica! Dinos cual es tu parte y te la traemos.
-Creo que nos vamos entendiendo y te digo algo, me
importa un pito el destino de esa mercancía una vez fuera del buque, pero las
cosas hay que hacerlas como lo hacen los blancos. ¡Mira! Yo voy a redactar un
acta de entrega que me firmarán ambos, es una carta de garantía en caso de que
los detengan en la calle, se protegen ustedes y de paso yo me cuido el culo. Si
no sucede nada antes de la salida del barco, una vez que largue todos los cabos,
yo desaparezco esa carta. Otra cosa, no me interesa ninguna mascada de ese
tumbe y si los agarran en la movida, eso es cosa que solo les pertenece a
ustedes. Aceptaron la proposición y con calma redacte aquella acta mencionada.
La Habana. Octubre 20 de 1991
Puerto Pesquero. “Año 33 de la Revolución”
Del.- Primer Oficial de la M/N “Viñales”
Al.- Quien pueda interesar.
Ast.- Extracción.
Ref.- Veintiocho sacos de café.
A quien pueda interesar.-
Por medio de la presente se comunica que, en el día de
hoy, han sido extraídas de esta nave la cantidad de 28 sacos conteniendo
barreduras de café pertenecientes a la carga recientemente transportada. La
mencionada mercancía ha sido entregada y recibida por los abajo firmantes.
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Primer Oficial Aduanero
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Inspector de Averías del muelle de Regla.
-Lesmes, necesito que me cuadres con algún aduanero
socio tuyo para poder saca una radiograbadora nueva. Era el sobrecargo del
barco y vecino mío desde hacía muchos años, manteníamos buenas relaciones y ese
viaje coincidimos en el buque “Aracelio Iglesias”. Coincidimos nuevamente en el
año 1991 a bordo del buque “Viñales” de donde deserté siendo Primer Oficial.
-Sabes que tienes que aflojarles algo, esta gente no
se mueve de gratis. ¿Con qué piensas pagarles?
-Digamos que le voy a soltar un refrigerador de uso
de los que compré en Japón. Lesmes abrió los ojos asombrado, estaba pagando
bien caro por sacar un solo producto y yo lo sabía, tampoco me interesaba mucho.
Corrían aun tiempos difíciles en nuestras relaciones con las aduanas y deseaba regalarle
a mi hijo una doble casetera estereofónica con ecualizador incluido, uno de los
últimos gritos de la moda en aquellos años.
-No hay lío, mañana mismo hablo con uno de mis socios.
Me contestó, yo sabía que probablemente él se quedaría con el refrigerador para
negociarlo por su cuenta, Lesmes era un caimán. El refrigerador era de los que
no hacían hielo en el congelador y solo disponibles al alcance de los marinos
que viajaban al Japón en esas fechas, estaban muy bien cotizados por esos años,
unos $1500 pesos cubanos cuando nuestra moneda valía algo todavía. Solo tuve
que pasar por su casa unos días después a recoger mi equipo. Creo haya sido el
valor mas alto pagado por mí para introducir alguna mercancía fuera de las
normas establecidas por la aduana y como he manifestado, corrían tiempos bien difíciles
en el país. La corrupción luchaba por imponerse sin medidas, lo logró
finalmente y el precio del soborno bajó un poco en este mercado.
PASARON VARIOS AÑOS.
Desaparecieron todas las flotas y nuestros queridos
depredadores aduaneros quedaron desamparados. Su campo delictivo se vio
reducido de la noche a la mañana, mientras las necesidades tocaban en las
puertas de sus casas. ¿Desapareció? Comete un gran error quien asegure eso,
solo se mudaron de territorio y esta vez lo hicieron con mas saña. Los
aeropuertos y Correos de Cuba se convirtieron en los nuevos feudos delictivos
de estos “compañeros”, solo que ahora son mas despiadados y odiados, no solo
por la población cautiva en la isla, ese desprecio hacia ellos se multiplicó
dentro de la comunidad cubana en el exterior. Víctimas de todo tipo de
atropellos, violaciones y cuantas irregularidades existen en ese país, los
viajeros se vieron obligados a practicar las mismas técnicas para comprar
conciencias que usaran los marinos cubanos varias décadas atrás. La inmoralidad
entre los miembros de las aduanas en los aeropuertos supera a la mostrada por
sus abuelitos, muchos de ellos desaparecidos del escenario por leyes naturales
de la vida. Estos engendros de la sociedad cubana son más voraces y violentos
que sus antecesores, insaciables y rabiosos, despreciables. Individuos ante los
que se debe ceder si se desea ayudar a cualquier pariente desesperado en la
isla cárcel.
Solo queda un campo de abuso impune y sin probabilidades
de comprar por sobornos. Este pertenece a la Aduana que trabaja en coordinación
con el Correo de Cuba. Además de robar con frecuencia y descaro el contenido de
los envíos que se realizan hacia la isla, han impuesto una serie de tarifas no
practicadas en una gran parte del mundo. Cada paquete enviado a Cuba es abierto
para verificar su contenido e imponer una tarifa de importación por el valor
que ellos estimen conveniente, además del peso. En la mayor parte de los casos,
el precio por recibir esa ayuda enviada a familiares, duplica el costo de los
productos y el pagado por el envío desde cualquier país del mundo. No hablo al
azar y les voy a poner un solo ejemplo de lo que manifiesto, ningún paquete
enviado a Canada es abierto en este país una vez recibido en las oficinas de
correo. Se confía en las declaraciones realizadas por la persona que lo envió y
solo se abren si existen sospechas de contener sustancias prohibidas,
detectadas por medio de equipos o animales especializados en esas búsquedas. O
sea, no se cobran impuestos a mercancías que no representen propósitos de ser
comercializadas. Esta práctica se aplica a las maletas de los viajeros que
arriban a Canada y los Estados Unidos, nadie es molestado en estos aeropuertos
sin una justificación. En Cuba solo respetan las maletas de los turistas, los
nacionales que viajan a la isla son ciudadanos de segunda.
Deben existir personas honestas laborando en este
giro dentro de la isla, desafortunadamente no los conocí y hoy no los conozco. La
sola mención de sus existencias me provoca muy malos recuerdos y créanme, no me
perdono llevar tantos años escribiendo sobre la vida de los marinos y olvidar a
esta lacra que tanto lucró con nuestras necesidades.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2022-03-27
xxxxxxxxxxxx
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