LA VIDA ES PROFUNDA
La noticia me llegó
amarga, real e irreversible. La nota enviada por mi amigo, el capitán Reinerio Zaldívar,
aunque muy escueta, me paralizó y por un momento fui incapaz de otra reacción
consciente "acaba de fallecer el capitán Celso Barroso"
Quienes conocimos a Celso,
sabemos que los elogios que se le atribuyen no resultan gratuitos. Lo mismo sucede
con algunos criterios, discutibles, expresados por marinos que estuvieron bajo su mando.
Vivió así, con sus
contradicciones armónicamente conjugadas, su profesionalismo académico
salpicado de su experiencia empírica. El
particular estilo de elegir a sus amigos, su sinceridad y esa hombría
superlativa acentuada por su físico recio.
Celso, fue un capitán
que convence de que un mítico "hilo rojo" lo cohesionó a su bregar
marinero. Para él, su barco fue su casa,
sentimiento que albergó durante más de cuatro décadas. En ese tiempo capitaneó las M/N Las Villas, Puerto de Vita, Grette,
Habana y el B/T 9 de Abril entre muchos
más.
Lo conocí en diciembre de 1977 en Navegación
Caribe, durante mi primera semana de trabajo en la subdirección de Seguridad
para la Navegación. Llegó una mañana acompañado por el capitán Raimundo
Montenegro y luego de un breve saludo y sin esperar a ser anunciados, entraron
al despacho del jefe de esa dependencia capitán Otto Giroud . ¡¡¡Y de qué
manera lo hicieron!!!
Al rato se escucharon voces que subían de tono, después mucho más
altas. Mientras tanto yo seguía en mi
silla, detrás del buró, sin mover un músculo y un poco extrañada de la indiferencia
que demostraban los capitanes, Gómez, Ferrer y Carballo. Ellos, Inmutables,
permanecían revisando los informes técnicos acumulados en sus escritorios, como
si nada sucediera
_Uy, esto va a terminal
mal- pensé. Era mi primera semana como
oficinista en Seguridad para la Navegación y mira lo que me tocaba...
Por fortuna, el
incidente duró unos pocos minutos y al
abrirse la puerta, yo que pensaba ver correr la sangre, vi tres rostros risueños,
amigables de los que colgaba una jocosidad sorprendente.
Celso Barroso y Raimundo Montenegro, no
necesitaron de intermediarios. Se presentaron, con una cordialidad y finura que
la verdad me hizo poner en guardia. Hablaban con armonía, hasta con calidez y
la verdad aumentó mi confusión.
El más sospechoso, fue Montenegro,
después supe que no me equivocaba. Ese mulato simpático, connotado Quijote,
aunque no era manco y su historia no tenía nada que ver, con los molinos de
viento.
Finalmente me di cuenta
de que estaba frente a dos personajes carismáticos, sagaces y hasta los
encontré muy agradables.
Y así conocí a Celso, temperamental, observador,
analítico y a su amigo Montenegro, un tanto transgresor, sanguíneo,
conquistador. Muy diferentes y a su vez convergentes.
Ustedes los marinos son muy directos. Por ese
motivo sin muchas vueltas, derrochan piropos y halagos con total
desinhibición. Supongo que entonces, devolví
el cumplido con ese residuo de timidez que trato de disimular y entonces
desconocedora del terreno que pisaba.
Aquella experiencia tuvo resultados
didácticos. Inició una verdadera amistad.
Y lo más curioso, ese día comencé a entender que mis adorables hombres
de mar, jamás serán como los que desarrollan su vida en tierra.
La confianza depositada
en Celso creció en Angola. Llegué a ese país a mediados del 85 y en el
aeropuerto me esperaba él, con Juan Manuel Costela, un gran amigo nuestro, especialista en transporte
marítimo quien cumplía misión en ese enclave.
Permanecí tres meses en
Angola como corresponsal de prensa. La ayuda de Celso fue determinante para
realizar mi labor a bordo de la M/N Habana y navegar en línea de cabotaje entre
los puertos de Moçámedes y Lobito. Y se ocupó en ese enclave de acompañarme a lugares
como los hospitales, centros históricos y de interés cultural.
Lo recuerdo incansable en las exigencias de rigor al
cuidado de su buque en un país en guerra. Atento, a los horarios de buceo y de
los lanzamientos de los explosivos a las aguas, para proteger el barco. Decretó estricta vigilancia
nocturna. El control de la estiba y la descarga de las transportaciones y el
cumplimiento de un reglamento que implementó a bordo. Además de supervisar
junto con el enfermero, las medidas higiénico-sanitarias de la motonave y su
dotación por citar algunas de sus funciones.
A su regreso a Cuba, la noticia del
hundimiento de la M/N “Habana” lo golpeó fuerte, me atrevo a asegurar que le
fue difícil recuperarse de esa pérdida. Se que en parte se debió a no poder salvarla
ni despedirla.
Mi gran amigo, ahora somos
nosotros los nostálgicos y no estás tú para arrancarnos ese sentimiento.
Recuerdo la frase que nació en la cubierta del “Habana” y tú repetías con la
intención de espantarnos el gorrión angolano a Juanqui y a mí " La vida es profunda"
Te envío un mensaje en
nombre de todos los que te vamos a extrañar:
Que vientos alisios te
acompañen en tu eterno viaje por los siete mares.
Puppy Castelló Herrera
Mi blog: http://www.puppycastello.blogspot.com/
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