BLANCO EL BLANCO
CAPITÁN OSVALDO BLANCO IN
MEMORIAM
-Su atención “Playa
Larga”, aquí “Pepito Tey” que te llama. Tuve que aferrarme fuertemente al radar
y evadir los objetos que rodaban por el piso. Cuando el buque logró recuperarse,
me dirigí al clinómetro para comprobar si había dejado registrado aquel
monstruoso bandazo. El alerón del puente estuvo muy cerca a la cresta de la ola
y aunque todos los presentes trataban de ocultar el miedo, sus rostros los
delataban, yo lo sentí igual que ellos. Leí y me invadió cierto pánico,
quedaron marcados 45 grados. Ya había vivido experiencias similares en el buque
“Habana” cuando era timonel, solo que no se me ocurrió observar hasta cuánto
nos inclinamos aquella vez que estuvimos a punto de naufragar en el Golfo de León,
eran detalles poco importantes para un simple timonel.
-Su atención “Playa
Larga”, aquí “Pepito Tey” que te llama. ¿Quién coño estará de guardia en el
puente? Me preguntaba mientras era presa de cierta inquietud, no divisaba las
luces de aquel barco que había recibido la orden de remolcarnos hasta Lisboa.
Llegaron con comida preparada para nosotros, pero fue imposible todo intento de
acercarse a nuestro buque, estábamos muy cerca del centro de aquella infernal galerna.
Deben estar lejos para que se encuentren fuera del alcance lumínico de sus
luces, puede que no estemos sincronizados en el vaivén de las olas y cuando
ellos se encuentren en la cresta nosotros andemos perdidos en el seno. Pensaba
preocupado.
-“Pepito Tey”, aquí “Playa
Larga”, adelante. No se escuchaba muy bien, la atmósfera estaba envenenada y
aquella voz llegaba con mucho ruido. Tampoco el VHF era de los modernos que usáramos
años posteriores y su potencia muy limitada.
-“Playa Larga”, ¿quién
por esa?
-Por acá el Capitán
Blanco, ¿con quién hablo?
-¿Blanco el blanco o
Blanco el negro? Eran dos los capitanes que compartían el mismo apellido y solo
se diferenciaban por el color de su piel, ambos bien queridos y respetados por sus
subordinados, pero se imponía la necesidad de diferenciarlos y no hubo demora
en hacerlo, el populacho se encargaría de hacerlo.
-Acá Blanco el blanco, ¿quién
por esa?
-¡Por acá, Casañas! Un
gusto saludarte, no sabia que comandabas ese buque. Hacia varios años que no sabia
de su paradero, casi una decena de ellos. Era muy normal en nuestro giro, se perdían
los contactos con buenos amigos debido a las grandes navegaciones y no
coincidir en ningún puerto.
-¿Cómo estás, flaco?
Mucho tiempo sin saludarnos. Dime, ¿por qué llamaste?
-Master, ¿se encuentran
muy lejos de nosotros?
-Estamos a unas 12.5
millas de distancia, tuve que alejarme un poquito porque como estamos en lastre
abatimos muy rápido. ¿Tienen algún problema?
-Sí, tuvimos un gran problemón
hace unos minutos. Fíjate que lograron arrancar la planta de emergencia los
otros días y hoy hubo que apagarla.
-¡Coño, que fatales están!
¿Qué fue lo que sucedió?
-Algo inesperado, el
amianto que cubre las tuberías de escape de esta planta en el área de la
chimenea provocó tremendo fuego. Como el buque es tan viejo, todo parece
indicar que estaba vencido ese amianto.
-¡Que desgracia! ¿Y
ahora?
-Ahora te sugiero que te
acerques un poco a nuestra posición, cuando se descarguen las baterías de
emergencia nos quedaremos sin comunicación y solo dependeremos de los walkies-talkies.
Ya sabes que el alcance de esos aparaticos es muy limitado y tampoco tenemos
muchas pilas de repuesto. Ahora nos estamos alumbrando con lámparas de keroseno.
-¡Okey, flaco! Procedo a
acercarme a ustedes, un fuerte abrazo y conversamos en otro momento.
-Otro para ti y vamos a
ver si tenemos la suerte de navegar juntos. Cuando me disponía a colgar el
equipo, escuché su voz ordenando ¡Full avante! ¡Todo a estribor!
Aquella fue la última
vez que conversé con “Blanco el Blanco” y me llegaron a la mente las
circunstancias en las que nos conocimos, no solo yo, todos los que formamos el
grupo de estudiantes conocidos como “F1”. Blanco nos impartió dos asignaturas según
recuerdo. “Maniobras” y también “Carga y Estiba”. Comenzó a torearnos cuando
nos encontrábamos estudiando en Jaimanitas y luego continuo con nosotros en el
buque escuela “Viet Nam Heroico”.
Tenía que torearnos y
paciencia le sobraba, se enfrentaba a un numeroso grupo de jodedores profesionales,
nunca lo vi enojado con nosotros. Era de ese hablar pausado y sereno que se
impone con el respeto. Nunca lo escuché pronunciar ese popular coño tan
disponible en la boca de cualquier cubano, muy decente y caballero para
desplazarse en nuestro giro.
Recuerdo que en una
recalada a Nicaro, nos empatamos con dos amigas que vivían en Levisa. Varias
veces perdimos la ultima guagua para regresar al puerto y nos vimos obligados a
caminar, lo hacíamos conversando de todo para consumir la distancia que
separaban a ambos pueblos. Una vez en el puerto de Nicaro, debíamos dormir en
la lancha hasta el siguiente día que nos regresara al barco. No entendíamos de
cansancio, bancos duros donde reposar nuestros cuerpos, ni los mosquitos a los
que servíamos de festín, se imponía la juventud de entonces y la aventura por
vivir una experiencia nueva.
Estando atracados en el puerto de Bizerte-Túnez me vi obligado a acudir a la agencia que atendía al buque para solicitarle una ambulancia que transportara al Capitán hacia una clínica de ese país. una vez en la oficina fui atendido por una hermosa mujer tunecina, no le faltaba nada, estoy hablando de una descendiente lejana de Cleopatra. Cara, cuerpo, rostro, una hermosa cabellera que servía para cubrir aquel ingles pronunciado con acento árabe.
-Por casualidad conoce usted al Capitán Osvaldo Blanco? Preguntó sin ningún tipo de titubeos, sin sonrojarse, carente de prejuicios por su origen y diferencia de culturas.
-No solo lo conozco, Blanco es amigo mío. Ella detuvo su intención de hacer una llamada, tal vez a la ambulancia y le brotó un reflejo de alegría en el rostro.
-¿Sabe algo de su vida? Hace muchos meses que no tengo noticias suyas.
-¿Cuando fue la última vez que supo de él?
-Harán unos seis meses que me escribió desde Singapur.
-Pues debe considerarse afortunada, somos amigos, trabajamos en la misma compañía naviera y a veces nos pasamos años sin saber de algún amigo nuestro.
-Ya lo imagino. Respondió con resignación y una vez realizado el trámite de la ambulancia nos despedimos. Andaba por las polvorientas y calientes calles de aquel pequeño puerto y conmigo viajaba la imagen faraónica de aquella hermosa mujer. ¡Coño, que tronco de jeva levantó Blanco! No es fácil llevarse una prenda así en un país árabe, se ganó la lotería. Si fuera yo... Si fuera yo... Todavía estuviera alquilando camellos.
Hace unos años recibí con mucha pena la noticia de su fallecimiento, muchos de los nuestros iban
quedando en el camino y hoy se encuentran reunidos en el reino de Neptuno. Hoy
me vino a la mente este buen amigo con el que compartí muy poco, no por culpa
de nosotros, la barrera fue puesta por alguien que amamos tanto y por igual, el
mar.
Sirvan estas líneas para
rescatar del olvido a Blanco el Blanco.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2019-05-05
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Estimado Esteban Casañas, soy hijo de Blanco el Blanco, muchas gracias de todo corazón por esta publicación que ha hecho revivir en mi esos sentimientos eternos de orgullo, admiración y sobre todo amor por mi padre. Gracias también de parte de mi hermana y mi madre. Un saludo!!!
ResponderEliminarCon mucha razón deben cargar ese orgullo que sienten por su padre, fue un gran hombre, amigo y mi profesor por el año 72. Blanco fue uno de los capitanes mas queridos en nuestra flota, es imposible que escuches a alguien expresandose mal de el. Un fuerte abrazo para todos ustedes y te digo algo, merecia mucho mas que estas humildes lineas escritas de corazon.
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