sábado, 9 de marzo de 2019

NO HAY GALERNA SIN VIENTO


                               NO HAY GALERNA SIN VIENTO




Motonave "Bahía de Cienfuegos", foto de Arnaldo González.



-Doctora, en esta situación que usted plantea hay algo que no entiendo. Si la marina mercante en sus inicios contaba con viejos barcos de vapor y alguna que otra pequeña motonave, donde las condiciones de vida para el marino eran en extremo duras. No se contaba con los medios de entretenimiento que disponen los actuales buques, los camarotes no eran individuales, careciéndose de esta forma de todo tipo de privacidad y eran en extremo inseguros de acuerdo con las normas internacionales de navegación. Hoy contamos con modernos buques con todas las comodidades habidas y por haber, camarotes confortables, equipos de música, video, salas de deportes en algunos de ellos, piscina, agua disponible las veinticuatro horas del día cuando en tiempos anteriores esta debía ser racionada. Magníficos equipos de navegación que sitúan a estas naves a la altura de cualesquiera de los países desarrollados y tenemos, además, tripulaciones con un nivel cultural superior a las que tripularon aquellas viejas naves. ¿Cómo se puede justificar el incremento de la violencia a bordo y otras manifestaciones delictivas, acompañadas por el desinterés total al trabajo y el desamor por sus buques en estos tiempos? Se hizo un silencio total mientras yo exponía algo que estaba sucediendo desde hacía varios años. Era ese silencio que solo impone el miedo, sin embargo, aquel pequeño teatro estaba ocupado por una parte de los Capitanes y Primeros Oficiales de la flota. Hombres con años de experiencia en las labores del mar, gente con la piel curtida por la sal y el sol implacable de los trópicos, estómagos que en muchas oportunidades conocieron el dolor que produce el hambre. 

 
Era un silencio que necesitaba también de una explicación, yo no podía concebir a gentes que se habían graduado de hombres, desafiando los peligros que producen los ciclones, huracanes y galernas, con temores a plantear preocupaciones que les chocaban directamente en su calidad de dirigentes. Se trataba de seres con marinos bajo su mando y de los cuales podían depender sus vidas o las de ellos. 
 

En Cuba es así, estas preguntas son consideradas peligrosas, son indebidas, inoportunas, conflictivas, irónicas, por esta razón nunca encontrarán respuestas. En múltiples ocasiones llegué a dudar y cuestionarme, ¿en realidad somos verdaderamente hombres? 


Andas la isla, el mundo, atraviesas muchos mares en busca de una respuesta a tus inquietudes y el día que la encuentras, ellas te conducen al exilio, porque al hallarlas, comienzas a sentir desprecio por ti mismo.
 
 
La Psicóloga que nos impartía la conferencia comenzó a titubear ante aquel planteamiento. Se notaba nerviosa y no sabía cómo comenzar la respuesta que al final no la era. Oírla me trasladaba a esas entrevistas que Fidel le concedía a periodistas extranjeros, donde solo contestaba con evasivas y se largaba magistralmente del foco de la pregunta que le hacían. 

 
La Doctora era la foto de Fidel encima del escenario, nosotros éramos el pueblo delante de la pantalla del televisor consumiendo aquella batalla entre preguntas y respuestas, donde al final, quedábamos en el mismo lugar de donde habíamos partido. 
 

No estábamos estudiando Psicología, solo recibíamos conferencias como parte de nuestra preparación para dirigir mejor a los hombres, esta era la segunda oportunidad en la cual yo recibía esas charlas, la primera fue en la Academia Naval. En ambas, se hacía mucho énfasis en el dominio de la identificación del temperamento del hombre para su utilización en las tareas desarrolladas en su medio. Al pasar los años pude comprender la inutilidad de ese tiempo gastado. 
 

En nuestro país esa teoría tiene muy poca aplicación, en la práctica, al hombre con el temperamento más sanguíneo del mundo, se somete como han sometido a toda esta nación, con hambre. 
 

Con hambre han hincado de rodillas a los más bravos hijos de este país, le han hecho perder la memoria, borrar su orgullo y vender a sus hijas para poder sobrevivir. Ha sido mucho más fuerte la miseria que la Psicología y por esa razón, el hambre nunca ha desaparecido del panorama cubano en más de cuatro décadas, situación similar a la vivida por el pueblo de Corea. 
 

No podía escribir sin dedicarle unas páginas a esos hombres que, durante tanto tiempo compartieron conmigo esta larga agonía, porque esa es en realidad la vida del marino cubano. Premiada de sacrificios, peligros, guerras, hambre, el saber constante que tu vida pende de un hilo que en cualquier momento se puede partir por una sola decisión, porque la vida para ellos no vale nada, menos valor tiene para aquellos que la dirigen desde un cómodo buró en La Habana. 
 


Es posible que dentro de estas narraciones que les presento, acompañadas de varios artículos que escribí a principios de ingresar al Internet, solo con el propósito de denunciar las condiciones en que viven mis antiguos compañeros de trabajo, se encuentren las respuestas de aquellas y otras preguntas. 
 

Después de mi deserción se produjo una avalancha, Montreal recibió a más de cuarenta marinos desertores. En Miami existe una gran cantidad de ellos, otros se encuentran diseminados por distintos países de Europa. Algunos de los que se quedaron en Cuba han fallecido, muchos quedaron sin empleo al disminuir la cantidad de barcos y luego desaparecer la flota en esta gran crisis de los años 90. Otros pocos han naufragado, como aquellos infelices que perdieron la vida a bordo de la vetusta nave “Guantánamo” y a muchos de sus familiares les compraron el silencio con la entrega de viviendas y otros objetos. 
 

 
LA GALERNA .-
  
 Son fenómenos meteorológicos similares a los ciclones pero que tienen sus orígenes comúnmente en regiones extra tropicales. En el mar son temidos y se trata de evitar cuando existe la posibilidad. Producen olas de hasta 45 pies de alturas y sus vientos sobrepasan los cien kilómetros por hora. 

 
No han sido pocos los barcos desaparecidos al ser sorprendidos por las galernas, existen zonas donde se producen con mucha frecuencia en el invierno. Destacándose entre ellas las islas Azores, donde generalmente en esta época se estaciona una baja barométrica. Otra muy temida, ya que son raros los años en los que no ocurren naufragios de pequeñas embarcaciones, es el Golfo de Vizcaya. En ambas he pasado buenos sustos, estoy seguro de que todos los Capitanes y Oficiales que se encontraban en el teatro de la empresa recibiendo la conferencia que nos impartía la Psicóloga, eran gente experimentadas en estos accidentes que la naturaleza ponía en nuestros caminos con mucha frecuencia. 
 

Su contacto con ellas lograba con el tiempo que dejara de temérseles, así eran los marinos de entonces, gente que desafiaba la muerte en cada travesía. Nunca he podido comprender como se pierde tan fácilmente la valentía. 
 


En ese teatro reinó el silencio por mucho tiempo, la exponente divagaba nerviosa, su trayectoria estaba llena de curvas y nunca dio la respuesta que yo estaba esperando, la respuesta a miles de preguntas que nunca se hacen por miedo. 
 

¿De qué le sirvieron entonces los cinco años de estudio en la Universidad?, ¿de que nos sirvió a nosotros el estudio de la meteorología? Todos sabemos que no puede haber galernas sin viento, la Doctora y nosotros sabemos que, no puede haber causas sin efectos. Ningunos ignoramos que no puede haber preguntas sin respuestas, todos comprendemos que tenemos miedo.
 






 
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
1999-10-25

 
 

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