NUESTRAS FLOTAS, COMO VECTORES DE CONTAMINACIÓN.
Motonave "Coral Islands", perdido durante un incendio en la bahía de La Habana.
Recuerdo que por el año 1968 me encontraba trabajando como marinero en un barco pequeño de nombre “Tania”. Estaba atracado en el astillero de Casablanca y cuando terminábamos las faenas, nos tirábamos desde la proa de la nave a las aguas de la bahía. Aun se observaba limpia, manchas de sardinas y sábalos saltaban para atrapar la mirada de quienes viajaban en las lanchitas, unos huyendo y otros cazando. También se alborotaban las gaviotas deseando participar del festín, había vida en nuestra rada. Cuando entraba un barco al dique y cerraban la compuerta, una vez sacada en agua, varios trabajadores bajaban hasta el fondo para capturar a los peces que habían quedado atrapados. Algunos marinos se dedicaban a pescar durante sus guardias, no solo sábalos y sardinas vivían en aquellas aguas, se atrapaba uno que otro gallego.
Recuerdo que por aquellos tiempos era muy normal arriar la balsa de faena y darle mantenimiento al casco, no importaba si estuvieras fondeado o atracado, ese era el primer trabajo que se realizaba cuando se llegaba a puerto. Todavía era permitido alrededor del mundo darle mantenimiento y pintar los exteriores del buque. Aquí les muestro una foto donde estoy laborando junto al timonel Febles en la amura del buque “Jiguaní”, esa fotografía fue tomada en el puerto de Tokio.
A la izquierda el timonel Jose Febles y a la derecha yo cuando era timonel.
Aquella felicidad y buena salud de nuestra rada fue mermando a pasos agigantados, fueron desapareciendo los peces y las gaviotas hasta que no quedó ninguna de ellas adornando nuestro paisaje. La bahía habanera resultó pequeña para recibir tantos barcos, banderas socialistas, griegas, y chipriotas se disputaban cada átomo de viento para volar donde antes lo hicieran las gaviotas. Nuestras flotas fueron creciendo al ritmo del descontrol que envenenara aquellas aguas interiores de pobres corrientes y mareas. No existía una policía marítima que detuviera el crimen y las noches se convirtieron en el principal cómplice de aquellos despiadados imbornales que, amparados en la oscuridad, vomitaban con todo el descaro del mundo su veneno hacia nuestras aguas.
Primero fueron apareciendo ronchas negras que una vez unidas en su deriva, llegaron a formar natas espesas de aceites y combustible pesado. La contaminación fue en progreso ante la indiferencia de quienes debían velar por la salud de la bahía, solo que esa vez no podían culpar al imperialismo, nunca apareció culpable alguno, bueno, finalmente lo encontraron al final de los años 90, el pueblo, así lo demuestra un documental que les ofrezco al final de este trabajo. Nuestra flota no se mantuvo inocente ante ese crimen, creo que se comportó como otro victimario más y no solo colaboró a la destrucción de nuestra fauna en La Habana, la experiencia como agente contaminador se extendió a toda la isla, no hubo puerto nacional que se resistiera al ataque de aquellos imbornales venenosos.
En 1973 se firma el convenio de MARPOL que fue desarrollado por la OMI (Organización Marítima Internacional), organismo especializado que responde a la ONU. Aunque se aprobó en 1973 no entró en vigor inmediatamente, tuvo modificaciones en 1978 y vino a imponerse en 1983. Ya para esa fecha nuestras aguas estaban totalmente muertas y se convirtieron de paso en muy peligrosas, no solo por el alto grado de contaminación. Una prueba de lo que acabo de mencionar, lo constituye el incendio sufrido por la motonave “Coral Islands” con pérdida total el día 25 de Septiembre del 1976. El siniestro se originó por la acumulación de combustibles y aceites flotando entre esa nave y la motonave “Conrado Benítez” a la cual se encontraba abarloada. Pueden sacar cuenta de los años transcurridos entre esa fecha y el año en el que yo me bañara en las aguas de la bahía, como pueden observar, solo habían transcurrido ocho años. O sea, no había transcurrido mucho tiempo para acabar con toda la fauna de nuestra bahía, sus aguas fueron pestilentes y la atmosfera respirada en sus cercanías era nauseabunda, eso lo recordaran quienes tenían que atravesarla o permanecer en ella con frecuencia. Tampoco era necesario comprobarlo en su exterior, los barcos antiguos utilizaban el agua de mar para la descarga de sus servicios sanitarios. Ya deben imaginar el mal olor que invadía baños y camarotes cuando descargabas esos servicios, horrible. Si por una necesidad exigida por la estabilidad del buque necesitabas lastrar algún tanque del doble fondo, debías considerar el peligro que representaba deslastrar esas aguas contaminadas en puertos extranjeros.
Aun adquiriendo carácter de obligatorio cumplimiento el convenio de MARPOL en 1983, el gobierno cubano no mostró interés alguno en su aplicación en nuestras aguas y a las condiciones mencionadas en La Habana, se sumaron otras bahías nacionales que fueron un paraíso antes de este flagelo. Debe sumarse a este alto grado de contaminación otros factores no menos importantes, mencionemos la estiba de fertilizantes químicos a la intemperie, cuyos productos eran arrojados al mar por el viento y las lluvias. Sumemos los pequeños ríos altamente contaminados que arrojaban sus aguas a la bahía y por último, las aguas albañales de una ciudad carente de plantas procesadoras de aguas residuales. Ya para esas fechas resultaba imposible darle mantenimiento y pintar el casco del barco en la rada habanera. Muchas veces el buque regresaba de una reparación general con su casco debidamente pintado y en la medida que descargaba sus mercancías, se iban dibujando líneas de flotación negras a lo largo de su eslora. Aquella tarea de la pintura fue sustituida por la del lavado de su casco y se observaron a muchas naves limpiándolas mientras permanecían fondeados. Para esa labor se utilizaba diésel, diluentes y otros desgrasantes químicos. ¿Qué hacíamos entonces? Devolverle a la bahía lo que era suyo y agregarle otros productos para contaminarla un poco más.
Motonave "Playa Larga" mostrando derrame de combustible por los imbornales de cubierta.
Existieron países desarrollados que inmediatamente aplicaron las normas establecidas por MARPOL sin haberse establecido su obligatoriedad, Japón fue uno de ellos y se nos prohibió darle mantenimiento al casco dentro de sus aguas. Para el año 1983 comenzó a exigirse la instalación de “separadores de sentinas” a todos los barcos y aquellos que no la tuvieran estaban obligados a solicitar los servicios de patanas o transportes para evacuar sus aguas contaminadas. Se instauró de paso el “Libro de hidrocarburos” donde entre otros detalles, debía hacerse constar la posición geográfica de la zona donde se deslastró esas aguas al mar, una ves sometidas al proceso del “separador de sentinas”. No recuerdo exactamente si era el Segundo Maquinista el encargado de llenarlo, si puedo afirmar que asistió en muchas oportunidades a mis guardias para tomar posiciones del buque y reflejarlo en el libro. De algo estoy totalmente convencido, en toda mi vida de marino, nunca se solicitó los servicios de transporte alguno para trasegar aquellas aguas contaminadas, todas tuvieron como destino final el mar.
Corriendo el riesgo de enfrentar grandes penalidades, navegué en buques cubanos que cuando la situación y niveles de las aguas depositadas en la sentina de maquinas era alarmante, se procedió a su deslastre en bahías extranjeras. Por solo mencionar algunos, recuerdo muy bien la ejecución de esta operación en puertos chinos, Amberes-Belgica, Rumania, España, etc. Solo unos pocos de nuestros buque fueron sorprendidos en estas macabras maniobras y multados, como sucedió en Canadá en una oportunidad. Vale destacar que en viejas naves cubanas se instalaron “separadores de sentinas” que nunca llegaron a funcionar. La instalación se realizaba con todas las apariencias necesarias para engañar a los inspectores que comenzaron a frecuentar los buques en puertos internacionales, y créanme, lograban sus propósitos, todos salían convencidos de que el buque poseía el equipo exigido por MARPOL. Si la memoria no me traiciona, no fue hasta mediados de los años 80 que se adquirieron naves modernas con esos separadores de sentinas.
Motonave "Ignacio Agramonte" mostrando varias líneas negras en su casco.
En el año 1998 el gobierno cubano se acordó de tener una bahía en el seno de su capital, como pueden observar, fue necesario que transcurrieran 40 años para recuperar la memoria. Surge entonces esa organización “ambientalista”, por supuesto, dirigida por el gobierno, donde se enfocan en enseñar a las nuevas generaciones sobre la necesidad de la conservación ambiental de la bahía habanera. Por qué, ¿no? Plausible el empeño hipócritamente creado. Así lo manifiesto porque en el fondo busca culparse a generaciones pasadas sobre el desastre experimentado en la rada habanera y no a la indiferencia o poca voluntad del régimen para protegerla. Llega tardía porque ya uno de los principales vectores de contaminación ha desaparecido y el saneamiento se ha producido por obra de la propia naturaleza. La bahía se encuentra generalmente vacía desde la época de el “Periodo Especial” y se perdieron casi todas sus flotas. Esta organización habla solo de festivales realizados con la población para crear conciencia sobre la protección del medio ambiente, pero en ninguna de las partes se hace referencia al trabajo físico realizado para sanear la bahía, es que realmente no lo han hecho. Pero bueno, ya todos conocemos esa costumbre del régimen en culpar a los demás de sus fracasos y en ese orden se encuentra el bloqueo norteamericano, le siguen los huracanes y en tercer lugar siempre tiene algo de culpa la población. Antes de salir de la isla solo existió un “incinerador” encargado de limpiar la bahía de materiales sólidos flotantes, aparato que se pasaba la mayor parte del tiempo fuera de servicio, todo lo demás es cuento de caminos.
Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2018-04-04
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