martes, 30 de enero de 2018

LA DOCTORA LEDO


LA DOCTORA LEDO

Hospital "Manuel Fajardo" de La Habana, centro donde se atendían los marinos mercantes cubanos.



-Lo siento, no tienes la posibilidad de tener hijos. La puerta de su consultorio se encontraba abierta y en los bancos de espera estaban sentados unos cinco tripulantes, una camarera entre ellos. El calor era terrible ese día y supongo haya sido la razón para mantener la puerta abierta.


-¿El último? Todos giraron el rostro hacia mí, la camarera me pidió silencio apoyando su dedo índice derecho sobre sus carnosos y encantadores labios, un tripulante se sacudía ambas manos como si las tuviera mojadas, trataba de decirme algo, como que la cosa estaba en candela y gozaban. Por señas me insinuaron que si yo hablaba en tono alto les aguaba la fiesta.


-¿El último, coño? Solo así levantó la mano un moreno que me parece era engrasador, lo hizo con mucha lentitud y vagancia, yo lo conocía de vista nada más. -¿Qué paso? Pregunté en un tono tan bajo que pareció escapar un susurro o uno de esos gemidos reprimidos cuando vives agregado.


-¡Na, que estamos en el chisme pa'entretenernos! Pero si te pones a gritar nos cierran la puerta y nos morimos de aburrimiento. Dijo ella muy joconda, olía bien, ¡claro!, a los perfumes baratos que comprábamos en España y eran unisex por su precio. Estaba buena, ya la había vacilado en varios encontronazos fortuitos en la empresa. Bonito rostro, buenas tetas, no pude evaluar el culo ahora que estábamos tan cerca por estar sentada, pero lo imaginaba, me parece que se lo vi debajo de un jean similar al que vestía ese día. ¿Cuántos cañonazos tendrá? Seguro que le gana al Morro. Me preguntaba y respondía al mismo tiempo. ¿Qué importa? La tranca no deja huellas digitales. El auto consuelo siempre es permitido antes de disparar cualquier bala, aunque sean de salvas.


-Debe ser interesante ese chisme para mantenerlos tan concentrados y silenciosos. Le dije casi al oído y aspiré profundo para robarle un poco de su perfume.


-¡Yo no puedo creerle, doctora! Cuando llego de un viaje del Japón, vengo cargado y cuando me acuesto con mi mujer le suelto un chorro de leche que usted no se imagina. No sé por qué, pero aquella voz tenía cierto condimento negro.


-¡Me estoy cansando, negro! Llevo media hora tratando de explicarte que en este cuento no se trata de cantidad, para preñar se requiere calidad y tú no la tienes.


-¿Cómo va a decirme eso? Con el chorro de leche que le sueno a la negra es para que quede preñado todo un ejército. 


-Te lo he dicho y te repito, en esa leche viajan unos bichitos que se llaman espermatozoides, solo se pueden ver con la ayuda de microscopios. Cuando te vienes, hay uno de ellos que sale disparado, uno solo, carajo. Ese hijoputa sale corriendo velozmente y fecunda un óvulo que tu mujer libera estando apta para procrear. ¡Coño! Con razón este piquete de cabrones estaba gozando y me contagiaron con lo que estaba escuchando.



-¿No me va a decir usted que dentro de ese chorro de leche no existirá un puto de esos bichitos que pueda preñar a mi mujer? O el tipo se encontraba borracho o se trataba del individuo mas burro de la flota, no le encuentro otra justificación, pensé.


-¡Mira! Por ultima vez te lo digo, tengo a varios compañeros esperando para consultarse conmigo y no voy a dedicarte toda la tarde. Tus putos espermatozoides son unos vagos de mierda que no corren para nada, permanecen durmiendo y el óvulo se cansa de tanta mariconería. Así que hemos concluido el tiempo de tu turno.


-Pues voy a consultar con otro médico, no confío en una sola palabra suya.


-¡Puedes ver a quien te dé la gana! Hemos terminado esta consulta. ¡El último! Se escuchó enojada la voz de aquella amable y servicial doctora muy querida entre los marinos cubanos. Segundos después vimos partir al negrón con su carga de leche entre las patas y entró uno de los que esperaban. La camarera y yo conversamos un poquito y la eliminé enseguida, me dijo entre otras cosas que era la esposa de no se cual Capitán y me encojonó. ¿Esposa de qué? De navegación debe ser, pensé y guardé la pistola.


-¿Y esto qué es?


-Meao. Le respondí con toda la ecuanimidad existente en el mundo y al instante soltó mi historia clínica. Fue hasta el lavamanos y se lavó con demasiada insistencia, frotaba sus manos como si se tratara de un pecado imperdonable.


-¿Cómo vas a darme una historia clínica meada sin avisarme?


-Porque usted la tomó sin preguntarme.


-¿Cómo se te ocurre mear este documento tan serio?


-Que no he sido yo, ha sido un amigo suyo.


-¿Un amigo mío, quien?


-El doctor Labrada.


-¿Labrada te meo la historia clínica? Yo sabia que era jodedor, pero no hasta este extremo.


-Fue en una borrachera, doctora.


-¿Borrachera? Perra borrachera seria, ¿cómo ocurrió?


-¡Nada! Estábamos bebiendo en mi casa y cuando estuvo en nota lo acostamos en mi cama. ¿Qué le cuento? Seguimos festejando en la sala y al parecer, Labrada se levantó borracho, abrió una gaveta de mi cómoda y meo pensando que era el baño.


-¿Y cuándo se dieron cuenta?


-Al día siguiente, yo estuve borracho cuando él se despertó. Se puso un par de guantes y fue ojeando toda mi historia. Me ordenó algunos análisis de rutina y que regresara en dos semanas.


La ultima vez que la vi fue entrando a su casa, ella vivió en Santos Suárez muy cerca de la casa de mi suegra. Una gran mujer y doctora, un ser muy querido por la mayor parte de los marinos que nos atendíamos con ella. Visitó en distintas ocasiones los barcos donde me encontrara como Primer Oficial y la atendí como se merecía. Ledo era una mujer muy sencilla y campechana con todo el mundo, como mi amigo, no se andaban con falsos protocolos y podían descender al nivel de cualquier ser humano que se sentara ante ellos. No sé si la doctora Ledo se encuentre viva, ¡ojalá así sea! Ella atendía a los marinos mercantes en el hospital Fajardo del Vedado. Sirvan estas cortas líneas como homenaje y recordación de quienes apreciamos sus servicios y cuidados tan humanos. ¡Oh! Se me olvidaba, ella también disfrutaba con los traguitos.



Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá.
2018-01-30


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