martes, 5 de septiembre de 2017

POR LA SAGA DE LOS MARINOS CUBANOS (6). Caso: Profesionalidad, competencia.



POR LA SAGA DE LOS MARINOS CUBANOS (6). Caso: Profesionalidad, competencia.



Vapor Río Caonao.

Cuando comencé a navegar lo hice como timonel y no podía comprender técnicamente lo que ocurría en el puente. Pocos años más tarde estudié con entrega total, mucho interés en descubrir los secretos de una profesión a la que siempre he amado.

Aquellos barcos disponían de ayudas a la navegación sumamente pobres y exigían todo el conocimiento de los hombres que los tripulaban. Podemos referirnos a una época romántica muy cargada de profesionalismo y competencia que, sumado al amor que sentían esos seres por sus naves, imponían respeto, admiración y unas relaciones entre ellos muy familiares. Los oficiales eran oficiales, salvo contadas excepciones. La marinería era integrada por viejos y jóvenes lobos de mar que cuidaban a la nave como si fuera su propio hogar. 


Con el decursar del tiempo, aquella preparación de sus hombres y amor por la nave, fue cediendo ante la presencia de elementos carentes de interés por la profesión. Si usted se considera una persona debidamente preparada y su trabajo a bordo de los barcos contó con la competencia requerida para ello, le sugiero que no se incluya en esta referencia.


¿Cuáles eran los equipos disponibles en el puente para aquellos oficiales? Muy pocos y de tecnología que hoy pudiera ser considerada algo medieval cuando la aproximas a estos tiempos. Hablemos de radares con anillos fijos de muy poco alcance, poca ganancia y pobre nitidez. En la mayoría de sus casos debían recibir un periodo de calentamiento antes de ponerlos a funcionar, eran de bombillas o válvulas, todavía el transistor se hallaba en fase de gestación. Además del radar, ellos disponían de un radiogoniómetro de operación manual, ya deben imaginar sus tragedias a la hora de determinar desde dónde les llegaba la señal correcta de un radio faro para poder tomar una radio marcación nada segura. Vale destacar que los alcances de aquellos radiofaros eran limitados y muy pobres cuando te alejabas de la costa. 


Contaban también con ecosondas para determinar la profundidad, no con la tecnología de los actuales, pero servían para evitar problemas en recaladas, pasos por aguas restringidas y tener una idea aproximada de la posición mediante el uso de las líneas isobatas representadas en las cartas náuticas. Algunos poseían ´correderas¨, equipos para determinar la velocidad, nada confiables. No existían los equipos de comunicación por VHF, lo que hace suponer que aquellos oficiales tenían dominio de las comunicaciones por banderas y señales lumínicas. 

Para la determinación de la posición del barco una vez comenzada la navegación de altura, solo se disponía de sextantes, almanaques náuticos, tablas, cronómetros, etc., se supone entonces un amplio dominio de la astronomía náutica. Lo mismo pudiera decirse de los conocimientos sobre meteorología náutica y los escasos equipos a su disposición. Como puede apreciarse, me estoy refiriendo a hombres muy bien preparados teóricamente y con vasta experiencia para garantizar el éxito de una aventura por el mar, porque en eso puede sintetizarse una travesía de aquellos tiempos, una aventura.

Navegué como timonel y luego como oficial con diferentes cargos por mares sumamente transitados. Esas zonas requerían de todo el conocimiento, habilidad y experiencia de aquellos hombres. Como dije con anterioridad, aquellas travesías se realizaban con pobre ayuda de equipos auxiliares, pero debemos sumar algo que exigía aún más de sus conocimientos y pericia. Muchas de las cartas náuticas utilizadas en nuestros buques se encontraban desactualizadas y las causas eran variadas. Abandono del oficial a cargo de ellas, impericia, poca o ninguna información recibida a bordo  [Notices to Mariners], etc. La Empresa de Navegación Mambisa contó desde muy temprano con un departamento llamado Cartas Náuticas, allí trabajaron oficiales y capitanes muy competentes, pero les sucedía lo mismo, no recibían la información necesaria con la frecuencia requerida y no todos los segundos oficiales llevaban las cartas del próximo viaje para actualizarlas. Existía la posibilidad de actualizarlas en Holanda u otro puerto europeo, todos conocíamos la existencia de aquella eficiente agencia dedicada a esta labor, me refiero a la Observator. Hubo tiempos con presupuesto para usar ese servicio y los que no lo hicieron, se debió a impericia, abandono o simplemente ahorrar plata en busca de méritos personales.


Con todos los antecedentes mencionados, nosotros navegamos por todo el Canal Inglés, Mar del Norte y llegamos a lo más profundo del Mar Báltico sin asistencia alguna de Prácticos. Muchas veces pasamos solos el Estrecho de los Dardanelos y algunos cruzaron el Bósforo sin Práctico cuando era opcional hacerlo. No existió sitio alguno donde se pudiera navegar sin asistencia que no lo hiciéramos, estábamos bien preparados y confiábamos en nosotros. Se organizaban las guardias del puente de tal manera que permanecieran dos hombres en esos trayectos. El Capitán con el Tercer Oficial y el Primer Oficial con el Segundo, fueron las guardias más frecuentes, pudo variar en otras naves la composición de esos dúos. Recuerdo que incluso, navegando a bordo del buque angolano N´Gola, las guardias las hacíamos solos los oficiales en nuestros turnos. ¡Oh! Pero contábamos con cartas de navegación actualizadas, buenos y modernos radares y un sistema DECCA Navigator no conocido en nuestra flota. Estas notas las he señalado en varios trabajos y es necesario repetirlas. Precisamente muchos de esos personajes se encuentran hoy viviendo en USA y disfrutando de asistencia económica pagada por los contribuyentes. Son tan inmorales que, gozando de esos privilegios, insisten en defender a ese sistema con el cual colaboraron tanto para destruir a nuestro país.


Los tiempos cambiaron para mal y desprestigio de nuestra profesión. Los últimos viajes que di a cualquiera de los puntos mencionados, hechos en naves modernas y equipados con aparatos de última generación incluyendo el satélite, los capitanes solicitaban el servicio de Prácticos para navegar desde Francia hasta Finlandia, Polonia, Alemania, Dinamarca, etc. ¿Tienen una idea aproximada de lo que acabo de mencionar? Hay que tener en cuenta el costo de ese servicio en distancias tan grandes y luego multiplicarlos por la cantidad de las naves de nuestra flota que frecuentaba el área, y les digo, eran muchas. Fue una epidemia y comenzaron a solicitar Prácticos para cruzar los Dardanelos, entrar al rompeolas y fondeadero de Colón en Panamá ante la burla del Práctico, etc. Hubo uno que quiso pedir esos servicios para navegar por el Estrecho de Singapur y si no lo hizo, se debió al miedo que le infundí y explicarle que yo lo había pasado en varias ocasiones y lo conocía. Les aclaro en esa falta incurrieron tanto los capitanes competentes como los ascendidos por su incondicionalidad.


- ¿Por qué solicitas esos servicios? Le pregunté un día a uno que considero con toda la competencia del mundo y su respuesta me sorprendió.


-Si lo hace todo el mundo, ¿Por qué no voy a hacerlo yo? Vamos durmiendo más tranquilos y si lo hacemos nosotros no hay un incremento en nuestro salario. ¡Qué pague Liborio! Su respuesta no dejaba de guardar parte de razón.


La marina se pobló de muchos incompetentes, indolentes, indiferentes, irresponsables, ladrones, etc. No podemos estar hablando solamente de nuestros méritos y virtudes, ignorando estas páginas oscuras de nuestra historia. Digo, si deseamos ser honestos con nosotros mismos.




Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.
2016-10-08


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