martes, 15 de agosto de 2017

MI BARCO (XVIII) Motonave “Topaz Islands”


MI BARCO (XVIII) Motonave “Topaz Islands”






No dispuse de mucho tiempo para contemplar La Habana como cada partida, una vez que doblamos en El Morro me llamaron con urgencia desde el puente. Llevaba una hora a bordo de aquella nave y debía comenzar por aprenderme el acceso a todos los pasillos y escaleras. Frente a la mesa de ploteo encontré a un Capitán algo enojado, solo tenía disponible el plano del puerto de La Habana. No existía otra carta lista para comenzar la navegación, y lo peor, yo desconocía dónde demonios se encontraba todo. No pudo descargar su mal humor conmigo, nos conocíamos de vista, pero enfrentaba una situación algo anormal, nadie me había hecho entrega del cargo.
¡Coño, Sapiche me embarcó! Pensé mientras abría una u otra gaveta. Yo sé que la expresión correcta es decir “embaucó”, también les pago en oro al cubano que lo exprese así.


Comencé por sacar las cartas que fueron utilizadas antes de arribar a puerto y con apremio tracé algunos rumbos para ganar tiempo. Ese tramo de derrota lo conocía de memoria, pude llegar hasta el faro de Maternillos, próximo a la entrada del puerto de Nuevitas.


El camarote era amplio y tenía su baño dentro, estaba exactamente al lado del Primer Oficial, plaza que ocupaba inexplicablemente Guillermo Alenas, otro miembro de mi promoción que pertenecía al grupo de los “brutos”. Recuerdo que estando en el buque N’Gola, coincidimos en el puerto de Szczecin en Polonia, él se encontraba navegando en el buque Agate Islands comandado por el Capitán Cams si la memoria no me traiciona. Lazarito y yo lo mantuvimos bebiendo en mi camarote toda la noche, además de brindarle algunas botellas para que las llevara a su barco. Esa misma noche le entregué una parte de la canastilla destinada a mi hija por nacer, había entre los artículos un perro de peluche bien grande y hermoso. También le envié un estuche de perfumes para bebé que había comprado en España. Varias semanas más tarde tuvo que ir mi amigo Eduardo Ríos a reclamar esas pertenencias sin entregar al destinatario, Alena vivía en Ayestarán para esa fecha. Cuando Ríos llegó a su casa encontró al hijo de Alenas jugando con el perro de mi hija y los pomos de perfume y talco habían sido rellenados con productos nacionales marca “Fiesta”. Señalo este detalle para que tengan una idea sobre el personaje del que estoy hablando, porque vendrán sorpresas. Alenas y el Capitán hacían muy buena yunta, eran como dijéramos, muy buenos hermanitos, eran también “camaradas” del partido comunista.





Esa tarde y para sorpresa mía, la comida se puso en varias mesitas del salón de tripulantes. Alguien había pescado un hermoso Dorado y se asó para disfrute de toda la tripulación entre cajas de cervezas. Como yo entraba de guardia a las doce de la noche y tratando de mantener una disciplina que me impuse siempre, solo consumí tres cervezas y me retiré al camarote. ¡Claro! Sin dejar de observar el paisaje que aparecía ante mis ojos. Aquel primer contacto con la tripulación me ofreció una imagen agradable del ambiente que se respiraba a bordo, todos compartían como si fueran una hermosa familia.


La Blanquita tenía unas tetas descomunales, debían darle por el ombligo cuando se quitaba los ajustadores. Las exhibía provocadoras y apetitosas con los escotes que usó durante todo el viaje. Iba haciendo pareja con El Blanquito, un apodo recibido por el color enfermizo de su piel y algo anacrónico en nuestra tierra. Nada alarmante como hombre, flaco, feo, algo descojonado, pero como toda cajita de sorpresa, nadie sabe cuál era el truco para satisfacer a su hembra, supongamos que tenía “musiquita”.


Había una mulata de camarera que tenía un culo descomunalmente exagerado, todavía no me explico como aquellas débiles piernas podían soportar su peso. Tenía espacio para mil jeringuillas en cada nalga, demasiado culo para un solo cuerpo, fue un acto de egoísmo dárselo todo a ella. Era mulata clara y simpática de rostro, algo madura sin llegar a pudrirse, apetitosa fruta para largas navegaciones. Iba empatada con el Tercer Oficial un mulato oscuro natural de Matanzas. No había posibilidades de comer aquí tampoco.


La traductora era la mejor pieza enrolada en aquel viaje, su plaza no era común en ningún buque, su trabajo consistía en traducirle al Jefe de Máquinas ruso que viajaba con nosotros. No puedo recordar si era el mismo hijo de puta nieto de Stalin que explotó al Pepito Tey, creo que sí. Viajaba además otro Jefe de Máquinas que había pertenecido a la Flota Cubana de Pesca, no puedo recordar su nombre. La traductora vivía en el camarote del Práctico que estaba situado al lado del puente, razones para que coincidiéramos muchas veces en cualquiera de los alerones. Tenía los antebrazos superpoblados de vellos y aquel detalle me enloquecía, siempre fui amante de esa montaña de pelos que hoy se afeitan las mujeres y algunos hombres. 


 Para sorpresa mía me encuentro en el salón con Margarita (no es su nombre por razones obvias), la misma camarera a la que Tamayo le cayera a trompones en el buque Pepito Tey. Esta vez no iba de Primera o Segunda Dama, realmente ninguna de las mujeres a bordo ocupaba esas plazas, lo cual no quiere decir que Margarita se mantuviera alejada de la corte. La observé muy romántica y melosa con el Sobrecargo del buque, un individuo del que no recuerdo su nombre, pero de rostro muy parecido al de Tamayo. Esa mujercita no tenía un solo pelo de boba, se encontraba en la misma mata donde se controlaba el alcohol, la fuma, los víveres y la plata de la tripulación. 


Una vez me manifestó, eso ocurrió cuando se encontraba en el Pepito Tey: “Lo que me queda de vida, es para templar y beber”. Me lo manifestó con tanta sinceridad que a partir de entonces la admiré y respeté. Era mayor que yo y ahora ando por los sesenta, si se encuentra viva debe ser toda una ancianita que viva de sus recuerdos. Algo hay de cierto, no hay quién le pueda quitar lo bailado. Ella tenía algo que arrebataba a los hombres, tuvo que ser una actuación maravillosa en la cama, porque físicamente no era nada que pudiera deslumbrar a un hombre caminando por nuestras calles. Marga tenía cierta separación entre las piernas y daba la impresión de que se le había escapado un caballo. Mulata muy clarita y de origen oriental, divertida, con frecuente aliento etílico, dicharachera y muy buena amiga. Tenía embrujado al idiota del Sobrecargo, quien asumía en todo momento la actitud del buen esposo para inspirar respeto, algo que no logró entre el numeroso grupo de agregados que viajaban en ese barco. 





Tal y como lo esperaba, las discrepancias entre las posiciones estimadas y las obtenidas por posiciones a los astros llegaron a superar las treinta millas. De muy poco sirvieron mis reclamos para considerar el desvío de la tablilla en los cálculos de nuestros rumbos. Ya he contado por ahí que el Capitán había inventado una novedosa teoría para descartar el uso de la Tablilla de Desvío, una verdadera salvajada. El buque tenía un solo radar y bastante antiguo, hablo de aquellos que requerían cierto tiempo de calentamiento antes de ponerlo a funcionar. El Capitán había dejado la orden de no encenderlo si la situación no lo exigía, pero esa orden era muy amplia a diferentes tipos de interpretaciones.


Después de tantos contratiempos y correcciones a la derrota, logramos pasar el Estrecho de Gibraltar y un poco más adelante soy llamado por el Tercer Oficial al puente. No encontraba la isla de Alborán y navegaba con el radar apagado por las causas que ya expliqué. Lo encendí inmediatamente, nos encontrábamos en una zona de bastante tráfico. Pocos minutos después de permanecer junto a él, logramos una posición y comprobamos haber pasado a la isla de Alborán por babor. Cualquier navegante que esté leyendo estas notas comprenderá lo que estoy diciendo, siempre esa islita le quedará por estribor a cualquier nave que navegue entrando al Mediterráneo. Le sugerí que no volviera a apagar el radar y pocos días después enfilábamos la entrada al puerto de Alexandría. 


En una mala maniobra de aproximación al puerto, el Capitán le dio un golpe a una de las boyas de señalización y la hundió, yo me encontraba en la proa del buque. En este puerto nos descargaron fondeados y no se solicitó servicio de lancha para la tripulación, tampoco nos pagaron ni se compró víveres frescos. Continuamos viaje rumbo a Jordania a través del Canal de Suez y el Golfo de Aqaba.


Permanecimos fondeados durante varios días o semanas, no puedo recordar exactamente y allí se repitió la misma película del puerto anterior, o sea, tampoco llegaba el dinero para pagarle a la tripulación. Por gestiones o negocios realizados por el Capitán con el proveedor del buque, se logró que nos adelantaran $10.00 dólares de nuestro pago. 


Dando tumbos de babor a estribor logramos cruzar el Mar Egeo, Dardanelos, Mar de Mármara, Bósforo y luego penetrar al Mar Negro. Nuestro puerto de carga sería Constanza en Rumania, no servía de nada que nos pagaran allí y tampoco podíamos acumular la divisa para el viaje siguiente. Todo un mecanismo diabólico pesaba sobre nuestras cabezas y por tal razón eran muy pocos los que deseaban realizar viajes al “campo socialista”. Ya había visitado ese puerto en ocasiones anteriores, hermosas mujeres, una prostitución silenciosa y clandestina. Un mercado negro como otro que conocía y te asediaba en cada esquina. El mismo aspecto oscuro, frío y sucio con rostro de tristeza que ofrece la austeridad. 


Finalizada la carga, nos destinaron al puerto de Odessa para tomar combustible, allí permanecimos fondeados varios días, tiempo durante el cual, solo supe de la existencia de tierra por medio del radar. Un denso banco de niebla se mantuvo estacionario y en esas condiciones se acercó el barquito que nos suministraría combustible. Subí al puente a la hora de mi guardia y en la proa se escuchó el repiquetear de la campana. -¡Ancla en pendura! Escuché por el walky-talky que descansaba en uno de los ventanales. El Capitán y Alenas se encontraban dentro del cuarto de derrota. -¡Llévala al escobén y ponla lista para fondear! fue la orden que le dieron al Tercer Oficial.


Lograron salir de la derrota, tal vez recordaron que se encontraban de maniobra, lo hicieron dando tumbos. El Capitán dijo algo con la lengua enredada y se marchó. Alenas quiso explicarme algo y no pudo, su aliento a alcohol era detestable a esa hora. Le respondí algo y le pedí que se marchara, necesitaba concentrarme y saber qué rayos haría. Fui hasta la carta para observar la última posición, el fondeadero se encontraba próximo a una zona de separación del tráfico y me dirigí al radar. Luego de plotear la posición le dije al agregado que pusiera “Despacio Avante” en el telégrafo, la máquina respondió y ordené un rumbo al timonel. En el puente reinaba un absoluto silencio, todos estaban conscientes de la situación que atravesábamos con la ausencia del Capitán y el Primer Oficial. La niebla se mantuvo durante el resto de la noche y el día siguiente. Yo permanecí de guardia en el puente hasta el mediodía, el Tercer Oficial se mantuvo en la proa varias horas más y debía dejarlo descansar un poco.


Después del almuerzo subió Alenas tan fresco como una lechuga, no tenía ideas de lo sucedido la noche anterior. Era la hora en la cual yo debía entrar de guardia y le recordé que había permanecido en el puente desde la noche anterior, almorcé algo y caí rendido. Muy bien pude haber fondeado nuevamente el ancla y esperar a que se les pasara la borrachera a ambos. Técnicamente me entregaron un buque al pairo, pude haber evadido esa responsabilidad. De haberlo hecho, es muy probable que se disparara la guillotina sobre la cabeza de aquellos individuos. Afortunadamente y gracias a mi autosuficiencia, todo salió bien y ninguno de los dos me reclamó nada, tampoco me dieron las gracias.




Regresamos por el mismo camino, Mar Negro-Bósforo-Mármara-Dardanelos-Mar Egeo. De acuerdo a la derrota planificada, puse proa al Cabo Spassero al sur de Sicilia, ya lo había hecho en viajes anteriores y me conocía el camino a casa. 


Continuábamos con aquella estupidez de no considerar el error del compás magnético, ahora no lo comprendía, no teníamos cargamento de alambrón a bordo desde que abandonamos Jordania. El resultado no se hizo esperar, fuimos a recalar a la isla de Malta. En “Los billetes del chino” explico con lujo de detalles este evento, solo puedo repetir que aquello colmó la copa y le reclamé nuevamente al Capitán, pero esta vez demostrándole con números las razones de nuestra recalada a Malta. 


-¡Tú estás encaprichao con esa dichosa tablilla! ¡Haz lo que te de la gana! Se retiró enojado del puente y los agregados le sonaron una trompetilla. Continuamos viaje realizando los cálculos de rumbo como Dios manda y nos enseñaran en la academia, todo regresó a la normalidad.


Durante el viaje hice un exhaustivo y bien detallado inventario de todas las cartas y publicaciones existentes en aquel desordenado puente. Tuve tiempo de realizar algunas correcciones a las cartas en uso y cuando el tiempo mejoró, me dediqué por entero a pintar los mamparos y pisos del puente y su derrota. Ese mes me propusieron de “vanguardia” en la asamblea de producción que realizaba el sindicato, yo lo hacía por placer y amor a mi trabajo.


Junto al Práctico de La Habana embarcó el agente de la seguridad cubana llamado Raidel, lo conocía hacía mucho tiempo y tuvimos un fuerte encontronazo en el Pepito Tey. Mal presagio cuando un individuo de estos embarca de esa manera, algo estaba pasando a bordo y yo nunca me enteré, no le dí mucha importancia. Como era costumbre, nos concentraron en el salón de oficiales y desde allí éramos llamados para realizarle sondeo al camarote. Esta historia completa puede leerse en el tema titulado "Los billetes del chino". 
https://estebancl1949.blogspot.com/2019/08/los-billetes-del-chino-version-corregida.html


Fue un milagro que no cayera detenido y me aplicaran el peso de la ley por "convicción", tal y como procedían cuando la santa inquisición y repiten en la isla.  La tripulación era buena, compuesta en su mayor parte por jóvenes muy entusiastas. La nota negativa viene de su mando, Capitán y Primer Oficial incompetentes y alcohólicos sin limites que, consumieron gran parte de las asignaciones destinadas a la tripulación. 


Han pasado más de veinte años y aún mantengo las mismas preguntas dentro de mi cabeza. ¿Dónde fallé?, ¿cuál fue mi error?, ¿qué les hice?, ¿por qué me delataron esos hijos de puta? Espero que Gabriel se esté pudriendo en el infierno, hace varios años que falleció en un accidente. No sé de la vida de Alena, ¡ojalá se encuentre en Cuba! Si está allá, debe estar sin trabajo. Si se halla en el exilio, solo deseo encontrarme un día con él para leerle estas historias, solo le refrescaré la memoria.


A los pocos días de arribar a Cuba me integraba al grupo de oficiales que iniciaron el curso en un aula de la Manzana de Gómez y culminó en la nueva academia de Baracoa. Varios de aquellos jóvenes se encuentran dispersos por el mundo, algunos navegan, otros como yo, decidimos colgar los guantes y contamos cada uno nuestras vidas. Todas pertenecen a una flota que se hundió junto al sueño de varios cubanos.






Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2010-05-19


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