UNA MISIÓN DEL PARTIDO.

UNA MISIÓN DEL PARTIDO

Todavía se conservaban frescas las huellas de aquella cacería desatada contra los homosexuales en Cuba, hacía muy pocos años que la mayoría de ellos desfilaron por los campos de concentración de las llamadas UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción). Sin embargo, esa guerra sin cuartel no había terminado, se impuso detectar también a quienes llevaran la mariconería adentro, muy oculta. Serlo era sinónimo de contrarrevolucionario, el que lo fuera de esta manera, tenía que medir muy bien el timbre de su voz al hablar, también sus gestos cuando se encontrara dentro de un colectivo de hombres. En la marina mercante ser cundango era un pecado imperdonable, nuestro mundo solo aceptaba a verdaderos machos.

A principios de nuestro ingreso en la flota, Manolo fue llamado al seno del partido. El tipo era un guajiro muy bruto de Pinar del Río, creo que solo había dado dos viajes al extranjero. Allí le explicaron las sospechas que el partido tenía sobre la auténtica sexualidad de Robertico y le piden que, por ser la persona más allegada a él, colaborara en un plan para definir de una vez y por toda esta embarazosa situación. El partido, máxima representación del proletariado en nuestra isla, no podía aceptar la infiltración de un ganso en el seno de nuestra gloriosa flota, se imponía aplicar medidas ejemplarizantes a toda costa.

Manolo, guajiro y burro al fin, aceptó la propuesta realizada por los secretarios a bordo. Consistía en que él sedujera al supuesto mariconcito en su camarote y que transcurrido un tiempo prudencial, ellos entrarían en el mismo utilizando la llave maestra.

Esa noche y obedeciendo los mandatos de aquella noble tarea del proletariado, el guajiro le sacó conversación a Robertico y lo condujo poco a poco por el camino deseado. Solo que el noble y bruto guajiro no pudo soportar la tentación de la carne (aunque fuera de gallo) y sucumbió ante la excitación que cualquier bugarrón experimenta ante su presa. Los secretarios llegaron tarde al lugar convenido, cuando la puerta del camarote se abrió, encontraron a Manolo como si fuera un buque remolcado, y Robertico actuando como un remolcador.

El secretario del partido no pudo contener su orgullo en la reunión de emergencia celebrada al día siguiente, fue muy secreta, al parecer. Solo que las noticias siempre se filtraban y llegaban hasta nosotros, “los simples”, como gustaban llamarnos para distinguirnos de aquella masa compuesta por hombres ejemplares. No cabía la menor duda, teníamos un maricón a bordo, un enemigo, un contrarrevolucionario. Era necesario proceder y aplicar todo el peso de las leyes vigentes en una sociedad nueva que se impuso borrar vicios del pasado.

A la llegada del barco a puerto cubano, Robertico fue expulsado de la marina mercante deshonrosamente. Por otra parte, Manolo fue llamado al seno del núcleo del partido y allí se le informó que causaba baja del mismo por bugarrón, también fue separado de la flota. Debo destacar que el hombre no era un pendejo cualquiera, era sumamente bruto, no cabe la menor duda y se defendió como cualquier fiera emboscada.

-¿Cómo carajo me van a pedir la cabeza ahora? Así inició su alegato.               -Ustedes saben que yo estaba cumpliendo una misión del partido. Aquella expresión provocó cierta duda entre los que estaban ajenos al pacto realizado, entonces, el secretario del partido, muy combativo él, le respondió con toda la energía propia de un líder comunista.

-¡Si, camarada! El partido te encomendó una honrosa misión, pero nunca te orientamos que se la metieras.

 

Basado en un hecho real ocurrido en el año 1968.

 

Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2001-03-24

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