Motonave Bahía de Cienfuegos, escenario de esta historia.
Ofelia es o era una diminuta mujer, hace mucho tiempo que no sé nada de su vida. Poseía un cuerpo cilíndrico o tubular, nada en ella sobresalía desde los pies hasta la cabeza, esta última unida directamente a los hombros con la ausencia de un cuello que le sirviera al menos para usar algún collar o simplemente un poco de espacio para que le dieran un matecito.
No podía presumir tampoco de poseer una linda cabellera, comenzaba a mostrar las huellas de los hombres mayores cuando van perdiendo el pelo en la medida que avanza la edad. En algunas regiones de su desproporcionada cabeza, mostraba con descaro parte del cráneo cuando el viento la despeinaba. Su rostro siempre había sido feo, debe haber sido así desde que nació, eso es, Ofelia era la copia humana del Patito Feo, solo que ella nunca evolucionó, se quedó tal y como la trajeron al mundo.
La tez era como las cubiertas de los barcos muy viejos que habían sido atacados por la corrosión, por mucho mantenimiento que le dieran y pintura que se gastara, no podían ocultar los infinitos e incontables huequitos. Tuvo que haber sufrido un terrible acné en la época juvenil, si es que alguna vez fue joven porque pienso que ella nació bastante añejada. Es probable que por esa razón nunca haya probado el sabor de un beso varonil. Ya les digo, no había por donde agarrarla, no se le notaban senos que justificaran la necesidad de usar ajustadores, me la imagino cambiando ese cupón de la libreta por otro para adquirir blúmer o bombillos. No podía sentirse orgullosa de tener nalgas que sirvieran cuando menos para inyectarla, ni me imagino como se sentaba en la tasa para hacer sus necesidades.
Ofelia era muy parecida a una morsa, solo que
caminaba, para acabar de rematar todos esos defectos que la naturaleza reuniera
en una sola persona, tenía un tic nervioso que a primera vista le daba cierta
gracia y distinguía de los demás, luego, cuando pasabas media hora hablando con
ella te atacaba la desesperación y sentías deseos de amarrarla. Decía que no
constantemente con la cabeza, nunca paraba, tenía más carga que cualquier
batería para relojes digitales, y lo peor, cuando se ponía nerviosa aumentaba
las revoluciones de su servomotor y bien se podía usar de abanico. Se la
imaginan entonces haciendo el amor, para poder darle un beso sería necesario
primero enyesarle la cabeza a los hombros, terrible para ella.
Ofelia trabajaba en un hospital de La Habana, era
jefa de salón y por todos sus méritos laborales y revolucionarios, fue
merecedora de un viaje de estímulo en el buque "Bahía de Cienfuegos".
Atraída como todos los pasajeros que transporté en mi vida de marino, gustaba
gastar parte de su tiempo libre en el puente, esa curiosidad por ver trabajando
todos los equipos y una enorme consola llena de relojes y bombillitos es
inevitable para el que las observa por primera vez, a mí me ocurría algo
similar cuando montaba un avión y la puerta de la cabina se encontraba abierta.
Después de partir y al pasar los días, la vida se
convierte a la misma monotonía de siempre, en ese caso, su sola presencia nos
sacaba de ella. Subía diariamente a mi guardia y luego bajaba conmigo al
comedor, era una tragedia ver la puntería que tenía para adivinar la boca con
una cuchara de sopa. En esas prolongadas tertulias diarias durante los días de
navegación entre La Habana y Túnez, me contó que había estado como colaboradora
en Angola, donde permaneció tres años como enfermera de un hospital.
Así y mientras pasaban los días, ella adquiría más
confianza conmigo, hasta que un día me confesó en susurros para que no la oyera
el timonel de guardia, que continuaba siendo señorita. Imagínense ustedes por
un solo segundo cuál no sería mi sorpresa al encontrar a una cubana con
cuarenta y pico de años, más los que se quitó, manifestándome su virginidad.
Agravó aquella confesión el hecho de haber pasado por Angola y sobrevivir a los
constantes ataques de machos desesperados por templar, bueno, esto lo saben
perfectamente los que estuvieron allá.
Esos guardias no dejaban títere con cabeza, a un palo
de escoba le ponían una saya y con ella bailaban una pieza. Por eso, al oírla
manifestarme aquello y no quedarme dudas que decía la verdad, comprendí que me
encontraba ante la presencia de una virgen, Ofelia es o era una Santa y de ello
deberá tener conocimiento el Papa. Nosotros los habaneros podemos tener también
a nuestra virgencita y nos ahorraríamos mucho dinero y molestias en esas
peregrinaciones hasta El Cobre.
Durante el viaje se dedicó a limpiar y organizar la
enfermería del buque, debo destacar que era excepcional en la organización de
su trabajo. Todas las mañanas les realizaba chequeos a varios tripulantes
diabéticos a bordo y mantenía un estricto control sobre ellos. Era muy fácil
adivinar que ella era enfermera, todo el viaje lo realizó vestida con su
uniforme, otras veces los combinaba, pantalón y blusa blancos, pantalón blanco
y blusa verde, pantalón verde y blusa blanca, eso sí, era muy limpia. Sus
defectos eran solamente físicos, era una mujer de un gran corazón, sencilla,
bondadosa, gentil, servicial y amante de su profesión. Sus sobrinas lo eran
todo para ellas y hacía planes de llevarle algunas cositas ese viaje.
Es una tortura llegar con 14 000 Tm. de azúcar a
granel y luego ver que la descarga se realizará envasando esa azúcar en sacos
dentro de las bodegas. Eso nos sucedió en Túnez y creo que fue la única
oportunidad en toda mi vida de marino, diariamente embarcaban decenas de
estibadores y bajaban a las bodegas a llenar sacos. Las operaciones
sobrepasaron el mes, tiempo aburridísimo cuando se permanece en un país árabe.
Se nos agotaban las provisiones y aunque existían posibilidades de comprarlas,
el Capitán y Sobrecargo no deseaban hacer las compras allí. A ellos no les
interesaba la situación de la tripulación, mucho más importante era realizar
las compras en un país capitalista donde recibirían alguna limosna de comisión,
ambos eran miembros del partido.
Nosotros teníamos por norma hacer las guardias con un
walkie-talkie, le dábamos uno al guardia de portalón para que nos llamara en
caso de necesidad. Era lógico si se tiene en cuenta que un buque como aquel
posee una eslora superior a los 150 metros, nos ahorramos muchas marchas
innecesarias. Como Ofelia se ofreció para hacer guardias y aunque no le
correspondiera por su calidad de pasajera, la incluí en una de las tres
brigadas, ella se sintió muy orgullosa por esta nueva tarea que la revolución
puso en sus manos.
Uno de esos aburridísimos días, me asomo por la
portilla del camarote del Segundo Maquinista y la veo en su puesto de guardia.
No sé por cual razón de la vida se me ocurrió llamarla por el walkie-talkie
imitando la varonil voz de Capitán.
-Guardia de portalón, Capitán. La llamé mientras
continuaba observándola.
-Guardia de portalón, Capitán. Ella seguía en
Babilonia.
-Guardia de portalón, Capitán. Observo como un
tripulante la toca por el hombro y le señala el aparato de radio, lo toma y se
pone a hablar sin apretar el botón de enviar.
-Oiga guardia de portalón, ¿con quién habla usted?,
¿el Primer Oficial no le enseñó a manipular ese aparato? Apriete el botoncito
que tiene en la parte derecha del radio cuando hable y luego suéltelo. El
Segundo Maquinista y el Tercer Oficial se asomaron también por la portilla y
nos reíamos de ella, apretaba y hablaba dos palabras, soltaba el botón sin
terminar y lo que recibíamos eran simples disparates.
-Ofelia por favor, relájese, apriete el botoncito y
hable, cuando haya terminado de hacerlo, suelte el botón y escuche. Parece que
comprendió.
-¡Óigame, Capitán! ¿Dónde se encuentra usted?
-¡No se preocupe, Ofelia! Yo estoy en todas partes,
todo lo veo y escucho.
-¡Aaaah! ¡A sus órdenes! Respondió mientras buscaba a
su alrededor.
-Para comenzar, deme el parte sobre el estado de
salud de todos los diabéticos.
-Bueno, Capitán, todo marcha con normalidad. Juan
Corales es el único que lo tiene un poco alterado hoy, el cocinero se encuentra
en los parámetros normales, el engrasador también, luego en la tarde les
repetiré la prueba y le informaré.
-¡Muy bien, Ofelia! Usted siempre tan eficiente,
oiga, ¿qué rayos hace ese árabe a su lado?
-¿Qué árabe, Capitán?
-Ofelia, ese individuo que usted tiene a su lado,
¿qué hace ahí?
-Bueno, la verdad es que no sé.
-¡Entonces bótelo al carajo del portalón! ¿Me oyó?
-¡Sí, Capitán, la orden será cumplida! Con la misma
vemos a la vieja emprenderla a empujones contra un asombrado árabe que no
comprendía ni papas de lo que ella le decía. El hombre se asustó y partió,
observamos la satisfacción en su rostro por la misión cumplida.
-¡Capitán, portalón! Llamó ella para rendir el
importante parte.
-Su orden ha sido cumplida y el árabe abandonó el
área.
-¡Muy bien, Ofelia! Nunca olvide que estamos rodeados
de enemigos y cualquiera de ellos puede ser agente de la CIA. Nosotros vivimos
en una constante amenaza y su trabajo ahora es importantísimo.
-No se preocupe, Capitán, los enemigos de la
revolución no pasarán.
-Así me gusta, Ofelia. Usted es una digna
representante de la mujer cubana, bueno, quedamos libres.
-¡Libres! Ella continuó en el portalón más vigilante.
Otro de aquellos negros e interminables días, se me
ocurrió la brillante idea de hacerle una carta amorosa anónima y en la noche se
la pasé por debajo de la puerta del camarote. A la mañana siguiente Ofelia se
levantó radiante de felicidad, se reía con todos y sus movimientos negativos de
la cabeza eran más lentos. Puse al tanto de la situación al Tercer Oficial y se
le ocurrió la magnífica idea de buscarle una pareja a Ofelia entre todos los
tripulantes. En el camarote del Segundo Maquinista de apellido Sabadí y vecino
de Guanabacoa, fuimos analizando uno por uno a cada candidato y todos
coincidimos que el elegido perfecto para ese romance era el camarero de los
oficiales al que la tripulación llamaba “Musiquito”.
Musiquito era un individuo que se acercaba mucho al gallego por la textura de su piel, nunca lo vi bronceado, es de esa gente que cuando toman el sol se ponen rojos como un camarón. Tenía la cabellera bastante larga y ensortijada, la usaba así para ocultar las enormes orejas que adornaban su cabeza y lo hacían parecer a un auto con las puertas abiertas. No me imagino de donde llegaría el origen de su apodo, porque de música no sabía absolutamente nada, debió haber sido su gusto por ella. Luego me lo encontré con mucha frecuencia en mi barrio Alamar, él vivía en los edificios de doce plantas. Sabadí y el Tercero se dedicaron a comerle el cerebro a Musiquito, cada vez que pasaban por su lado le decían algo de Ofelia;
-¡Compadre, está la jeva que
se le cae la baba por ti! ¡Mírala, coño! Esas miradas que te dirige matan a
cualquiera. Así era todos los días, hasta que Musiquito se lo creyó y se puso
pa las cosas.
-¡Compadre! ¿Cómo tú crees que la jeva se va a poner
para un simple camarero? Le dijo al Tercero en una oportunidad.
-No te preocupes, yo te voy a confeccionar unas
charreteras de Capitán de salón, en definitiva, tú eres el camarero de los
oficiales y de un nivel superior al de los tripulantes. Luego voy a hablar con
el Primer Oficial para que a la hora de la comida te llame por el audio como
Capitán de salón, eso no falla.
-¿Tú crees que el primero entre en la cosa?
-Claro que sí, pa eso es mi socio y no se negará a
ayudarte.
-Ta bien, si tú lo dices. Ese día y a la hora
prevista, el Musiquito vestía de uniforme con unas charreteras confeccionadas
por el Tercero y yo lo llamé por el sistema de audio interno.
-Atención a la tripulación, tengan todos buenas
tardes y muy buen provecho, al Capitán de salón Musiquito favor de llamar al
puente. Segundos más tarde sonaba el teléfono.
-Oigo.
-¡Si, Primero, es el Musiquito.
-Muy bien, perfecto, seguro que la jeva está grabando
este momento. Ahora muy tranquilo regresa a tu trabajo y de vez en cuando
tírale una miradita, ese pollo no hay quien te lo tumbe, ya me han contado.
-Ok y muchas gracias Chief. Luego la gente me contó
sobre la velada y el Musiquito continuó usando sus charreteras durante todo el
viaje.
De Túnez partimos para la Alemania democrática en
lastre, fueron otros largos días de penuria y dieta forzada a arroz, frijoles
sin apenas sazón y carne rusa. En el paso del Canal de Kiel el buque fue
abastecido por Leyva, un chileno que trabajaba como proveedor en Holanda, como
es de suponer, el Capitán y el Sobrecargo recibieron su limosna, pero la
cantidad de víveres solo alcanzaba para pocos días, el dinero asignado para las
compras siempre fue disminuyendo hasta que en oportunidades no aparecía y
pasábamos hambre navegando. Fondeados frente al puerto de Wismark y estando yo
de guardia llaman por el VHF.
-Your attention
motor vessel Bahía de Cienfuegos, it is Rostock Radio calling you, over. Coño,
no sé por qué me imaginé que aquello era jodedera, el acento de los alemanes
hablando inglés era muy diferente al que recibía en aquellos momentos.
-Rostock Radio,
it is the Cuban vessel Bahía de Cienfuegos, go ahead, over. Respondí
mientras Ofelia permanecía en el puente acompañada también por el timonel.
-Motor vessel
Bahía de Cienfuegos, we have a call from Cuba for madam Ofelia Martínez,
please, change to channel 98. Claro que había identificado el
origen de aquella llamada, al momento le dije a Ofelia que tenía llamada de Cuba.
-Okey Rostock
Radio, changing to channel 98. Cambié de canal.
-Very well, now
you are connected with Havana. Me respondió el HP que usaba el
walkie-talkie y le pasé el teléfono a Ofelia.
-Aloooooó, Ofelia, ¿estás por ahí? Se escuchó del
otro lado de la línea.
-Si, soy yo, ¿es Ofelia la que habla, quién por esa?
-Soy yo, tu hermana.
-Pero cuál de ellas, es que yo tengo varias hermanas.
En esos momentos se oyó un gran ruido en la comunicación, efectos de fuertes
interferencias.
-¿Pero cuál de ellas? Repitió muy nerviosa y traté de
calmarla un poco explicándole el problema de las comunicaciones, en eso
interviene el timonel.
-Ofelia, ¿cuántas hermanas tiene usted? Ella
ingenuamente le dio el nombre de cada una de ellas y yo vi cuando el tipo bajó
corriendo del puente mientras el ruido continuaba, luego se restableció la
comunicación nuevamente.
-¡Alooooó! Ofelia, ¿estás ahí? El timonel entró
nuevamente sin que ella se diera cuenta.
-Si, estoy aquí, pero ¿quién me habla?
-Oye vieja, es Margarita.
-¡Ahhhh! Me lo hubieras dicho desde el principio.
-Cómo quieres que te lo diga si esta mierda no se oye
bien.
-Oye Marga, ¿cómo está la niña?
-Ni me hables, la muy puta se fue con el novio hace
unos días.
-¿Cómo es eso? Si todavía es una muchachita.
-Mierdas, Ofe, aquí se les calienta la pepa muy
pronto, en fin, se largó y ahora debe estar templando por la libre.
-Tan seriecito que parecía el muchacho.
-Yo no lo culpo a él, la puta es tu sobrina que no se
cansaba de sonsacarlo, imagínate, él es hombre.
-Bueno, ya eso no tiene remedio.
-Oye Ofe, te llamaba además para darte una buena
noticia.
-No será como la anterior.
-No, vieja, el asunto es que distribuyeron unos autos
Ladas en tu trabajo y la gente te propuso.
-Qué bueno, ¿quiénes se lo ganaron?
-Tú fuiste uno de ellos Ofe, mis felicitaciones y ya
tenemos carro para ir a la playa. Cuando ella oyó aquella noticia dio un salto
tan grande que por poco choca con el techo del puente. ¡Cojones! Me parece que
a estos hijoputas se les fue la mano, pensé.
La conversación terminó y Ofelia se encontraba tan
feliz que su movimiento negativo de la cabeza era triplemente acelerado, ese
día y a pesar de que llevábamos más de un mes comiendo pura mierda a la hora de
las comidas, Ofelia le regaló su bistec a otro de la mesa, me imagino que no
haya dormido y hasta se le olvidara el romance construido anteriormente. Para
ella no existía nada más importante que el Lada, continuar siendo señorita era
algo secundario en su vida y ya estaba acostumbrada, montar un auto propio era
mucho más importante que una verga masculina. Después de aquella guardia bajé
al camarote de Sabadí, allí se encontraban el telegrafista Arnaldo González y
el gordo. Pusieron a funcionar una grabadora y solo se escuchaban ruidos de
interferencias, sonidos de timbres de teléfonos y momentos en los que se
tecleaban números desde un teléfono, etc. Todo un material en manos de
verdaderos jodedores.
-¡Coño, caballeros! Yo creo que se les fue la mano.
Les dije después de oír la grabación.
-¡No jodas, Casañas! Este viaje está de pinga, no hay
jama, no hay pacotilla y estamos aburridos, esta vieja nos cayó del cielo para
hacer el viaje.
-Yo no me opongo, pero carajo, el número del carro
está muy duro, hay que quitárselo antes de llegar a Cuba, si a esta vieja le da
por meter un bateo vamos a cagar pelos.
-¡Ni, cojones! ¿Estás apendejao ahora? Esa vieja
sigue con su Lada hasta Cuba, no te imaginas la felicidad que sentirá durante
todo el viaje, la pobre, es tan fatal que le ha tocado un viaje donde no podrá
comprar nada. ¡Oye! Dile que no vaya a botar los uniformes del hospital. Todos
se rieron y me fui al camarote a descansar.
Uno de esos días fondeados en Wismark aquellos
cabrones velaron que el Capitán se encontrara en el puente y repiten una
llamada desde Rostock Radio.
-Hola Capitán, mire, le hablo desde el equipo de
trabajo del Comandante en Jefe, ¿usted me copia?
-Por supuesto, es el Capitán a la escucha.
-Muy bien, lo he llamado para informarle que su buque
ha sido seleccionado para cumplir una misión. Cuba trabaja en un convenio
internacional sobre meteorología auspiciado por la UNESCO. Pues bien, esa tarea
la inició el buque Frank País, pero tuvo que retirarse sin concluirla, usted
sabe que ese barco es algo viejo.
-Bueno y en qué consiste esa misión. Preguntó el
Capitán mientras Ofelia permanecía a su lado sin quitarle la vista.
-¡Pues mire, Capitán! En su regreso a Cuba debe
realizar una navegación de círculo máximo muy próximo a los polos. Luego
recalará en Canadá y continuará viaje hacia Cuba sin tocar tierra. Es un
experimento sobre el comportamiento del cuerpo humano soportando bajas
temperaturas intensas que pudieran llegar a los menos veinte grados Celsius,
pero la importancia radica en esa resistencia del organismo humano consumiendo
el mínimo de víveres posibles.
-Creo que es una aventura muy arriesgada. Comentó el
Capitán.
-Si, Capitán, para ello se requiere de hombres
saludables y fuertes. Usted tendrá autorización suplementaria para la
adquisición de bebidas alcohólicas fuertes que le ayudarán a combatir el
intenso frío, pero como le dije, se debe consumir el mínimo posible de víveres.
Mañana lo llamaré de nuevo para que me brinde la lista de aquellos que por
problemas de salud no pueden participar en la misión. También la de aquellos
que no deseen participar en el experimento, debo aclararle que el partido no
tomará medidas contra esos compañeros, en fin, mañana nos ponemos en contacto
de nuevo.
-OK, mañana le tengo la lista de compañeros con
impedimentos.
-Pues si no hay más nada quedamos libres.
-Libres. Repitió el Capitán rodeado por el silencio
de todos los presentes. Solo unos segundos después aquel repentino silencio fue
roto por Ofelia.
-Por supuesto que a mí me saca de ese potaje, yo vine
en un viaje de estímulo y no tengo que participar en esa locura. Además, desde
ahora le informo que ninguno de los compañeros con diabetes puede participar en
esa extraña misión polar. Lo dijo con un enojo desconocido para nosotros.
-Se hará como usted dice Ofelia, mañana confecciono
la lista y se la daré al compañero del Comité Central cuando llame. Fue todo lo
que respondió el Capitán, quien como es de suponer, se encontraba totalmente
ajeno a la broma que se estaba corriendo. Sonó la campana de la comida y todos
los presentes bajaron al comedor. Una hora después subían los que siempre
dedicaban un rato a hacernos una media logrando que las cuatro horas de guardia
se acortaran. En esos instantes entra Juan Corales el diabético y se le
enfrenta al Capitán.
-¡Mire, Capitán! Para nada me excluya de la misión
orientada por el partido, yo soy militante e iré a donde me orienten. Todos nos
quedamos fríos, evidentemente el timonel (quien tampoco sabía nada de la broma)
había corrido la bola entre los tripulantes a la hora de la comida. Yo tampoco
creía en la sinceridad de Juan, me inclinaba por otras razones, como, por
ejemplo, se había hablado de abundancia de bebidas alcohólicas y él era uno de
los borrachos más destacados de la tripulación.
-Usted no puede ir por su condición de enfermo. Le
respondió Ofelia.
-¡Se equivoca, compañera! Yo he participado en otras
misiones mucho más peligrosas con mi enfermedad a cuesta, no olvide que yo fui
combatiente de la Sierra. Ahora el enojado era Juan.
-Pues bien, si va, lo hará bajo su entera
responsabilidad y tendrá que firmarme un papel.
-Yo le firmaré todo lo que usted quiera, pero de que
voy, voy. Giró sobre sus talones y se retiró del puente.
-Yo creo que Juan tiene razón, Ofelia, tú sabes cómo
son las cosas en Cuba. Va y el tipo no participa por su condición de enfermo, y
viene un anormal, y le pone en el expediente que es un rajao. Ella me miró muy
seria y luego se dirigió al Capitán.
-Pues mire como son las cosas, Capitán. Usted me pone
de número uno en la lista porque yo siempre he sido y seré de Patria o Muerte.
Todos los presentes nos reímos con aquel cambio tan brusco en su rumbo.
El viaje fue un desastre para toda la tripulación en
lo que respecta a intereses económicos, la gente compraba sus boberías para
luego revenderlas en Cuba y en esa oportunidad llegaríamos con las manos casi
vacías. En Túnez no le pagaron a la tripulación, en Wismark no valía la pena
pedir dinero y todo lo ganado durante el viaje, solo alcanzó para comprar unas
boberías de mala calidad en Polonia.
Durante el viaje de regreso ella continuaba haciendo
medias en el puente y al entrar en el Golfo de Vizcaya, nos sorprendió una gran
galerna fuerza 9 que nos obligó a reducir la velocidad hasta cuatro nudos. En
una de esas noches durante las cuales no podíamos permanecer sentados y me
obligaba a estar muy cerca del radar, oigo que me llaman por el VHF.
-Su atención Bahía de Cienfuegos, aquí motonave
Echeverría que te llama, cambio.
-Vamos a ver Echeverría, aquí Cienfuegos, adelante.
Ya sabía que era jodedera pues había reconocido la voz de Sabadí.
-¿Quién por esa?
-Por acá el Primero.
-Coño mi hermano, estamos atorados en medio de esta
galerna en una situación de emergencia.
-Dime qué les pasa y en qué podemos ayudarlos.
-Chico, resulta que tomamos a una pasajera con tres
niños de Rostock para Cuba, una de las criaturas es de pecho, pero la pobre
mujer está a punto de deshidratarse y el bebito no para de llorar. Creo que
deba ser por hambre, pero imagínate, yo no sé ni timbales de esto porque soy
solterón.
-Compadre, ¿no tienen enfermero a bordo?
-Positivo, pero es como si no lo tuviéramos, es
Pepito el borracho. Imagínate que con lo mal que está el tiempo se empujó él
solo una botella de vodka y está virao al revés.
-¡Coño, Pepito no cambia! Yo lo conozco porque navegó
conmigo en el N’Gola.
-Es un irresponsable, un borracho, un canalla al que
se le confían vidas y mira cómo responde, en cuanto llegue a Cuba lo voy a
informar para que le partan los cojones. Intervino Ofelia totalmente indignada.
-Mira mi hermano, te voy a pasar con una buena enfermera
para que te aconseje cómo proceder en el caso. Diciendo esto le pasé el
teléfono a Ofelia y así la estuvieron trajinando como media hora más. Ella se
esmeraba todo lo que podía para explicarles cómo tomarle las venas a la mujer y
ponerle un suero, qué darle de alimento al niño, etc. Cuando se cansaron la
dejaron y le comunicaron que en caso necesario la llamarían de nuevo.
Otro de esos días navegando en medio del Atlántico,
Ofelia me confiesa que tenía un pretendiente que era Coronel del MININT, que el
tipo estaba muy interesado en ella, pero que realmente a ella no le gustaba
mucho. Después de todo no dejaba de asombrarme esa mujer, aun sabiendo que si
se le iba ese tren probablemente no pasaría otro y ella no se apuraba en
comprar el boleto, así es la vida. Siempre me quedó la duda de que pudiera ser
un alarde de ella para dársela de caliente, ya al Musiquito se le había quitado
la calentura con ella. De todas maneras, me reuní con todos los de la compañía
telefónica a bordo.
-Caballeros, ahora sí que es serio, a esa vieja hay
que quitarle el cabrón Lada que ustedes le dieron, solo faltan unos días para
la recalada a La Habana y esa mujer está muy ilusionada.
-Coño compadre y ahora qué bicho te picó.
-¿Qué bicho me picó? Pues fíjense que la vieja tiene
un enamorado que es Coronel del MININT.
-Coño y tú te tragaste esa, no jodas compadre, no ves
que hasta el Musiquito le vendió.
-¿Y si resulta que es verdad?
-Pues nos joderemos, a cagar pelos se ha dicho, pero
esa viejita llega con su Lada al patio.
-Si tú quieres se lo podemos rebajar a un Fiat
polaco. Me dijo el Tercero.
-Váyanse todos a la mierda.
Así fue, Ofelia dio todo el viaje con la ilusión de
su auto y cuando el buque entró por el canal de la bahía, pudo distinguir a su
hermana y sobrina en el muro del malecón. Gritando les preguntaba por su Lada y
aquellas no comprendían en medio de tantos cruces de voces. Fuimos directos al
atraque en el muelle Juan Manuel Díaz, durante la maniobra de atraque yo me
encontraba en el puente y pude ver a un militar de rango caminando muy cerca de
la proa en dirección a la superestructura. Me alejé un poco del grupo y llamé a
la popa.
-Popa, Puente.
-Puente, aquí la Popa.
-Oye, candela, ahí está el bacán de Ofelia.
-¿Estás seguro?
-Claro que sí, hasta ella le hace señas con un
pañuelito.
-De pinga entonces, a prepararnos para lo peor.
-¡Cojones! Mira que les dije que le quitaran el
singado Lada a esta vieja, pero no, ahí estaban ustedes encaprichados en
otorgárselo, nada, esperemos entonces.
Nada, como les cuento, no ocurrió absolutamente nada.
Todos se marcharon del buque e incluso, yo no la vi bajar porque estaba
atareado en el inicio de las operaciones de descarga. Regresó a los pocos días
a recoger sus pertenencias y la pobre pacotillita y se marchó. Días posteriores
la esposa del Tercer Oficial se la encontró por la calle Obispo y de jodedora
le preguntó por el carro. Ofelia con toda la tabla del mundo le respondió que
lo había dejado, pero que no le habían dado un Lada sino un polaquito.
Pasaron varios años y un día tuve que ir al hospital
Fajardo para hacerme una gastroscopia. Qué les cuento, a la primera persona que
me encuentro al entrar al hospital fue a Ofelia, muy cariñosa me comió a besos
y me preguntó por varios tripulantes. Luego me fue pasando por varios
consultorios presentándome a cuanto médico y enfermeras ella conocía, es de
suponer que los conocía a todos y en esas presentaciones gastamos casi una
hora.
-Miren, para que conozcan a mi Primer Oficial. Así
repitió hasta la saciedad, me presentaba como algo de su propiedad, antes de
entrar a la sala de gastro le pregunté por su pretendiente y me respondió que
lo había despedido porque no le gustaba, Ofelia continuaba tan señorita como
había llegado al mundo, seguía siendo una Santa, la única cubana de su edad en
su condición. Por eso ahora, cuando termine de hablar con ustedes me sentaré a
escribirle al Papa.
Montreal..Canadá.
2002-09-15
xxxxxxxxxxxx
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