lunes, 17 de julio de 2017

JESÚS LUACES, EL SEGUNDO OFICIAL


JESÚS LUACES, EL SEGUNDO OFICIAL



Motonave "Bahía de Cienfuegos", escenario de esta historia.


Su camarote quedaba exactamente debajo del mío, quince minutos antes de las doce de la noche yo sentía el timbre de su teléfono, era el tiempo justo para cerrar el libro que estuviera leyendo. Cuatro horas después se escucharía el mismo timbre en mi camarote, yo era su relevo. El tipo usaba botas de vaquero, comenzaba a sentir sus pasos desde que las calzaba. Luego, cuando cerraba la puerta de su camarote, yo lo seguía hasta la puerta de acceso a la escalera, contaba cada escalón en la medida que subía. Oía el accionar del picaporte para entrar al piso superior, y por último, el tirón de la puerta del puente, después no escuchaba nada. Gustaba usar jeans, creo que tiraba el viaje entero con uno de ellos sin lavarlo, lo hacía por estar a la moda o por sucio, quién pudiera saberlo. Su melena era un poco ensortijada, color canela claro y cargada de grasa por falta de agua. Barba tupida y en ocasiones exhibiendo cañones de tres días, rostro brillante, ojos claros, entre grises y verdes.


Luaces era un tipo extremadamente tranquilo, mudo, apartado, sin rumbo definido, siempre con un libro en la mano, solitario, muy solo dirían algunos. Pasivo, indiferente, poco comunicativo, sin participación en las “actividades”, debieron expresar en sus evaluaciones los partidistas. No se metía en nada, no perjudicaba a nadie, él era así, ¿por qué cambiarlo? Ese no era mi problema. Su camarote lo conservaba militarmente organizado, no recuerdo si antes de entrar a la marina mercante perteneció a la de guerra. En las visitas poco frecuentes no podías adivinar un solo pliegue en sus sábanas, siempre la mantenía exquisitamente lisa. Los días de inspección aquel camarote brillaba y la punta del cepillo de dientes no se adelantaba un milímetro del tubo de pasta. En formación militar podías observar todo lo que se encontraba encima de su buró, libros, casetes, fosforera, bolígrafos, fotos, cenicero y revistas. Las toallas estaban colocadas con ese lujo y gusto militar, los zapatos punta con punta, su camarote obtenía la calificación de excelente, era el mejor. Amante de fumar en pipa, consumía la música de una walkman constantemente, aún en sus horarios de guardia en el puente. Su melena ocultaba los audífonos, podías verlo tarareando desafinadamente una canción con letra difícil de traducir, amaba el rock.


Fue de aquellos pocos segundos oficiales subordinado míos con una preparación técnica muy buena, Luaces dominaba su cargo de punta a cabo, era un buen navegante, su mundo siempre fue limitado a ese romance existente entre cartas náuticas y publicaciones. No le exigieras sin embargo algo sobrenatural, como un chiste, un cuento sobre alguna aventura con jevas, una experiencia humana cualquiera como una borrachera, un palo, una bronca, un bizne, un contrabando, nada, en ese aspecto era un extraterrestre. No se le conocía pasado alguno, no tenía antecedentes, no se le conocía una aventura amorosa, nadie había salido con él, no se conocían sus gustos, era un enigma. Carecía de gracia al reír en voz alta, algo inusual en él, nunca se le escuchó una frase bonita, bueno, como un disparo a cualquier pollo, porque en ese campo tratamos de brillar los cubanos, solo silencio, Luaces era un misterio.


Nunca agarré lucha con aquellas virtudes que al paso del tiempo se convirtieron en defectos, el tipo era así, introvertido o reservado, ese era su problema y no el mío. Solo me interesaba y era muy importante una cosa, si le impartías una orden él, la cumpliría tal y como la hubo recibido, nada de versiones libres o aportaciones, el tipo era militar y dejaba poco espacio a las equivocaciones.


Aquel día el Capitán me llama al camarote, después del recorrido por la escalera le dije que eso mismo me lo pudo haber expresado por teléfono, pero era un tipo medio comemierda. Me dijo que el padre de Luaces había muerto, me pidió que fuera hasta el puente a darle el tradicional pésame, algo que siempre he detestado, pero yo era su jefe inmediato y no podía negarme a cumplir aquella misión encomendada por el Capitán.


-¡Ven acá! ¿Cómo rayos se enteró de la muerte de su padre? Era una pregunta lógica, todos los mensajes recibidos desde La Habana tenían que entregarse al Capitán y en casos de fallecimientos de familiares cercanos, nunca se les entregaban al tripulante hasta encontrarnos en puerto. Después y de acuerdo al tipo de familiaridad, el tripulante podía o no ser trasladado a Cuba vía aérea.


-De verdad que no tengo la más remota idea, pero él me confirmó que su padre había fallecido. No tuve otra alternativa y partí para el puente, solo disponía de escasos segundos para elaborar aquel desdichado mensaje de condolencia. Al ir consumiendo cada escalón lo iba preparando mentalmente, soy algo rápido para estas cosas. En fin, cuando me encontré frente a la puerta del puente respiré profundo y traté de adquirir una imagen solemne. Abrí con lentitud la puerta y penetré pensando encontrarme a un hombre abatido por el dolor y la desgracia de perder a su padre a miles de millas de distancia. Nada de eso, próximo a la banda de estribor y junto al radar, me encuentro a Luaces con la walkman puesta y tirando unos pasillos. Sin que se diera cuenta cerré nuevamente la puerta y bajé a mi camarote, no quise interrumpirlo porque son muy variadas las vías utilizadas por el ser humano para escapar de momentos dolorosos. Yo escapo con la bebida, una buena botella debe ser toda la compañía que pido para esos momentos, no desearía oír nada ni a nadie, solo beber, recordar y escapar. No desearía tampoco contar con testigos de las lágrimas que se me escapen, no quiero compartirlas, tal vez es solo un complejo de macho, pero de la misma manera que solicitaría respeto para esos momentos tan íntimos, yo respetaba los de Luaces aunque parecieran locos.
Cuando lo relevé a las cuatro de la mañana le di mi pésame, lo recibió con esa frialdad característica en él, con esa disciplina militar, siempre me lo agradeció y fue sincero.


-¡Ven acá mi socio! ¿Cómo te enteraste de la muerte del viejo. Le pregunté con fingida inocencia, él me miró a los ojos.


-Muy fácil, yo soy caimán en esta rumba, no por gusto pasan los años, ¿no?



-Por eso te lo pregunto, tú sabes lo mismo que yo. Le respondí sin esquivar la mirada.



-El viejo estaba jodido con cáncer antes de salir de viaje, él mismo me pidió que saliera de viaje, ya sabíamos que se encontraba en la recta final y siempre quiso que fuera lo menos doloroso para mí.



-Es duro, no imagino cómo puedas sentirte ahora, creo que eres bastante fuerte, pero no me has dicho cómo rayos te enteraste.


-Muy sencillo, la mulata y yo pactamos una contraseña para que no fuera detectada por el telegrafista ni el Capitán.



-¡Coño! No puede negarse que fuiste guardia, ¿cuál fue?


-Nada asombrosa, le dije que si el viejo moría me mandara un cable diciéndome que se habían mudado para el Vedado, tú sabes que allí se encuentra el cementerio de Colón.


-Muy original, de todas maneras lo siento por ti. Yo continué mi guardia pensando en aquel truco, Luaces bajó después de ajustarse sus audífonos.



El viaje posterior lo realizamos a Túnez, la estancia en aquel puerto fue agobiante y muy larga. A pesar de todos los inconvenientes vividos en ese viaje, puedo asegurar que fue uno de los más divertidos en todos mis años de navegación. La tripulación no era tan mala, en apariencias, porque el viaje siguiente esa misma nave se convirtió en un verdadero infierno, solo fue necesario la presencia de un personaje con el cargo de Político. En fin, a pesar de que las condiciones comenzaban a empeorar en el mismo puerto, el espíritu de los tripulantes era bastante elevado. Cuando menciono esas “condiciones”, deben suponer que casi siempre me refiero a la alimentación de todos nosotros, inadmisibles cuando el barco se encuentra atracado y con posibilidades de ser abastecido.


Partimos con destino a Wismark en la antigua Alemania Democrática, nos habían asignado unas once mil toneladas de abono químico con destino a Cuba. Un día después de la partida, me puse a trabajar en función de las operaciones de carga en el puerto de destino. Es una práctica muy normal llegar al mencionado puerto con los planos de carga listos, en ocasiones se exige el envío de éstos por correo cuando las operaciones son muy rápidas, como las de los porta-contenedores por ejemplo. Nos encontrábamos muy cerca del Cabo de San Vicente al suroeste de Portugal y navegando en demanda de Finisterre. En el relevo de las cuatro de la mañana encuentro un reguero muy grande de cartas náuticas en el cuarto de derrota.


-¿Ya hiciste el cálculo de estiba para Wismark? Me preguntó Luaces con algo de sorna.


-¡Coño! ¿Quién se acuerda de eso? Le contesté con tranquilidad.


-¡Jojojojojo! Pues límpiate el culo con todos esos cálculos, se canceló ese viaje. No puedo negar que me molestó muchísimo aquella noticia, el cálculo de estabilidad y distribución de la carga de un buque consumía muchas horas de trabajo. Aunque en ese caso el tiempo era reducido a la mitad por tratarse de un tipo de carga homogénea. Pero lo que me molestaba era la risotada de Luaces, no tenía una pizca de gracia para reírse tampoco, era sumamente cínico y burlón al hacerlo.


-Bueno, no es la primera vez que sucede, ya me pondré a trabajar cuando salga de la guardia. ¿En cuál puerto vamos a cargar?


-Vamos para d’Arcachon, mira el cable que me entregaron. Lo tomo en mis manos.


Capitán.-

Su buque ha sido destinado para cargar 15 000 tm. de trigo a granel en el puerto d’Arcachon. Cancele carga asignada en Wismark. Confirme ETA (Estimated Time of Arrival) al puerto de destino y a nuestra dirección.

Saludos..

Capitán Lu
ís Rodríguez.
J’ de Grupo Operativo


-No cabe la menor duda si el cable fue enviado por Lu
ís, ¿dónde coño queda ese d’Arcachon?


-Al suroeste de Francia, ya tengo preparada la derrota, son dos o tres cartas a partir de Finisterre. Ahora estoy borrando y guardando todas esas cartas de la derrota hasta Alemania.



-Bueno, tengo tiempo para trabajar cómodo aún. Luaces se retiró dejando un buen paquete de cartas encima del sofá del cuarto de derrota. Me dediqué entonces a prestarle atención al movimiento de buques en esa zona, algo intenso por la presencia de barcos que bajan del norte de Europa, barcos pesqueros, y los que arriban y salen de Lisboa. La navegación es muy entretenida y las cuatro horas de guardia pasan volando entre tomas de posiciones y maniobras. A las siete de la mañana el olor a café llega hasta el puente, puede resultar increíble porque el puente se encuentra a unos cinco o seis pisos de altura, muchas veces más. Puede que ese olor sea transportado por el sistema de extracción existente.


-No me digas nada, voy a desayunar y a fajarme de nuevo con los cálculos de estabilidad, fíjate en el reguero que tiene Luaces encima del sofá. Le dije al Tercer Oficial cuando me relevó a las ocho de la mañana.


-¡Ni se te ocurra! Me dijo al instante.


-¿Qué me quieres decir? Pregunté con vago asombro.


-Que ni se te ocurra borrar o romper los cálculos que hiciste.


-¿Y eso por qué?


-¡Compadre! Porque eso es una máquina que le estamos corriendo al Segundo.



-¿Cómo una máquina? Él me enseñó el cable que mandó Lu
ís desde La Habana.


-¡Compadre! Ni se le ocurra borrar nada, ese cable lo preparamos nosotros.


-¡Coño! Pero ese loco ya tiene borrada la derrota anterior. Fíjate que en Finisterre cae a estribor y se mete de lleno con un rumbo por el golfo de Vizcaya.


-Ni te preocupes, ya tengo conmigo el mensaje donde se cancela este viaje y nos ordenan continuar con rumbo a Wismark.


-Están jugando con fuego, si ese loco se entera los va a matar.


-No te preocupes mi socio, hay que gastar el tiempo en algo porque este viaje está de madre, ni pacotilla, y mucha hambre.


-¡Allá ustedes! No olviden que Luaces es medio loco.


Esa tarde lo relevé y lo vi atareado reconstruyendo la derrota nuevamente, para hacerlo feliz y me soltara otro Jojojojojo, le dije que yo había realizado los nuevos cálculos de estabilidad y distribución de la carga.


-Pues límpiate el culo con todos esos cálculos. ¡Mira qué clase de bayú hay en La Habana. Tiró el nuevo mensaje sobre la mesa de ploteo y yo fingí sentirme enojado.


De Wismark salimos a rellenar en Polonia, allí embarcó una polaquita muy linda con un niño. Tan bella era aquella muchacha, que ella sola supo poner en celo a todos aquellos machos desesperados por un tibio huequito. Entre aquellos animales furiosos por una hembra se encontraba Luaces, recuerdo que la polaca me tocó muchas veces para que lo sacara del camarote. Allí lo encontraba sentado frente a Musiquito, así como les cuento, uno frente a otro mirándose la cara y esperando a ver quien se levantaba primero. Entonces yo llegaba con mucha diplomacia y los sacaba, les decía que la pasajera estaba protestando, etc. No ofrecían resistencia los muchachos, el duelo era entre ellos solos.


Luaces es el primero de izquierda a derecha.


El caso del Segundo comienza a llamarme la atención cuando nos encontrábamos navegando a la altura de las islas Azores. Me dice una madrugada que había hablado con el buque Echeverría por VHF, y me narra una larga historia sobre una tormenta por la que se encontraba atravesando aquella nave. Cuando le pregunté por la posición de aquel barco, me saca una carta general y me la muestra correctamente ploteada. El Echeverría se encontraba en el medio del Golfo de Vizcaya, bueno, tal vez para ustedes eso no signifique nada, pero cualquier navegante sabe que eso es imposible, observen que no digo difícil. Pues bien, caigo en cuenta de que Luaces no anda bien de la cabeza, porque como dije anteriormente, era un tipo muy bien preparado técnicamente, pero coño, parece que suspendió en la asignatura "Comunicaciones". 


El asunto es que ese equipo tiene un alcance máximo de unas 25 millas teóricas, claro, ese alcance puede ser menor o superior en dependencia de las condiciones de propagación de las ondas. En algunas áreas llega a ser extremadamente anormal, como ocurre en el Mediterráneo, donde muchas veces hablé fondeado en el puerto de Argel con la estación de radio de Cabo de Gata al sudeste de España. Si miden la distancia creo que supera las cien millas. Ese fenómeno lo observé también en el Océano Indico, pero nunca en otro lugar de la tierra. Aquello dio origen a una serie de tomaderas de pelos inimaginable, los canallas del barco y por medio de un walky-talky, establecían contactos en apariencias accidentales con nuestro buque. 


Casi siempre yo me encontraba presente en esos momentos, el puesto de mando de aquellas comunicaciones era el camarote de un maquinista de apellido Sabadí, un gordo jodedor de Guanabacoa ya fallecido. Otra noche nos encontrábamos navegando al norte de Cabo Cabrón en República Dominicana, ya solo nos faltaban horas para recalar a nuestra tierra, son esas horas en las cuales la gente se encuentra algo alterada. Muchos se dedican a lavar toda la ropa, limpiar sus camarotes, y la oficialidad a organizar toda la documentación exigida al finalizar cada viaje.


-Su atención motonave Lázaro Peña, aquí motonave Frank País. No hubo respuesta, pero los canallas eran pacientes.


-Su atención motonave Lázaro Peña, aquí motonave Frank País. Repitieron con su carnada.


-Vamos a ver motonave Frank País, aquí Bahía de Cienfuegos. Todos nos reímos en el camarote del gordo, había mordido, todo lo demás estaba en manos de Sabadí mientras nos tomábamos unos traguitos.


-Adelante Bahía de Cienfuegos.


-Nada mi hermano, que los escuchaba llamando al Lázaro Peña, ¿por dónde andan ustedes?, cambio.



-Nosotros estamos en estos momentos al norte del Paso de la Mona, vamos navegando rumbo a Europa, ¿y ustedes?


-Nada, tranquilos, ya pasamos Cabo Cabrón y vamos para La Habana. ¡Oye! ¿Cómo está la cosa por el patio?


-¡Mira, muchacho! Ni te imaginas lo bueno que está la cosa por allá, ¿qué tiempo llevan fuera de Cuba?


-Van a ser cuatro meses cuando recalemos, bueno, deja caer algo.


-¡Si, pero agarra papel y lápiz para que no olvides nada! La cosa está buenísima, fíjate que hemos salidos encabronados.


-Bueno, dispara que ya tengo donde anotar.


-¡Ahí va! ¡Mira! La cerveza está a tres patás, puedes comprar las cajas que te salgan de los timbales.


-¡No jodas! ¿Y eso como es?


-Ni lo preguntes, tiene que ser un milagro, imagínate que de buenas a primeras aumentó la producción y hay cerveza donde quiera.


-¡Ñooooó, qué bárbaro! Deja que se enteren los curdas del barco, sigue disparando.


-Te voy a dejar lo mejor para el final. ¡Anota ahí! Al Director lo tronaron por maricón.


-¿Por maricón?


-¡Si compadre! Lo agarraron clavado en su oficina, tenía un bacanal formado y en esa cayeron gente del aparato y del partido.


-Ese número es de espanto, de truco cuando la gente se entere de eso, ¿y qué más?


-¿Te acuerdas de la Jefa de Cuadros?


-¡Coño, claro!


-Pues cayó también por tortillera y curda.


-Bueno, lo de curda era de conocimiento general, lo de tortillera es nuevo, nada asombroso, pero el patio, ¿Cómo está el patio?


-¡No te apures, no te apures! La cosa está buenísima.


-¡No jodas! Me tienes desesperado con estas bombas, dispara.


-¡Mira muchacho! Arribaron una pila de guaguas cómicas del área capitalista y el transporte está suave, las guaguas vacías y los taxis apestan. ¡Vaya! Y no te hablo de la jama.


-¿Qué bolá con la jama?


-¡Qué te cuento! Abrieron tiendas como Centro en todos los municipios de La Habana, después van a extender la cadena a todo el país. ¡Ahhhh! Y bajaron los precios.


-¡Ñó! Llegó el comunismo de verdad.


-¡Muchacho, ni te imaginas! Esto si es el paraíso y lo demás es bobería.


-¡Oye! ¿No te falta nada? Me dijiste que lo mejor era pa’lo último.


-¡Pa’hacerte sufrir! ¿Qué pensabas, que te la iba a soltar de jamón? Hay que sufrir un poco mi socio.


-¡No jodas, asere! ¡Dispara!


-Bueno, amárrate los pantalones con esta noticia. ¡Asere! Autorizaron la compra de autos en el extranjero.


-¡Coñoooooó! Esa es la dura, la buena, la sublime de verdad. ¿Cómo es la rumba?


-No es tan jamón, pero bueno, del león un pelo, algo es algo.


-¡Asere, dispara! Me tienes sufriendo.


-Bueno mira, el asunto es que fue un tema muy discutido en una asamblea efectuada en el teatro de la empresa y en la que estuvo presente el comandante.


-¡No jodas, asere! ¿El comandante estuvo en esa asamblea?


-¡Así como lo oyes! Allí estuvo patilla en vivo y en directo, a todo color y con sonido estéreo.


-¡Oye, de la repinga! Ni te imaginas cuando yo suelte la fresca mañana. ¿Y como va a ser la rumba?


-¿Qué rumba, compadre?


-¡Asere! Esa de la repartición de los carros, no me dirás que va a ser así de jamón.


-¡Consorte! Yo no te he dicho que vayan a repartir nada, solo que se va a poder traer carros, porque fue una cosa discutida con el tipo, bueno ya sabes, con patilla.


-¿Y?


-Bueno, mi ambia, tiene sus regulaciones, pero algo es algo ¿no? Antes no existía esa posibilidad, pero tú sabes que este pueblo se zumba y se manda, es tan valiente, por eso vamos a tener carros.


-¡Asere! Desmaya la trova, oká, valiente, se zumba y se manda, ¿pero cuáles son las condiciones?


-¡Apunta ahí! ¡Mira! Se acordó que por cada viaje se podían traer dos carros, eso correspondería primero a la gente con más antigüedad en el buque.


-¡Ven acá mi socio! ¿No entra ese truquito de los méritos y deméritos y las misiones internacionalistas, etc.?


-¡No consorte! En vivo y en directo como te estoy sonando. Patilla es otro tipo, ni tú mismo vas a conocerlo. El cambio es total, pero bueno, nosotros hemos salido encabronados porque ya sabes como son las cosas en el patio.



-¡Ño! ¿Qué me quieres decir?


-¡Nada mi socio! Que esto se toma su tiempo con el papeleo, ya sabes, no se ha superado el burocratismo, pero bueno, ustedes pueden disfrutar de estos cambios.


-¡Ahhhhhhhhh! Esa madrugada Luaces me esperó con su relación encima de la mesa de ploteo.


-¡Tienes el uan! Me dijo cuando fui a relevarlo.


-¿El uan en qué, compadre?


-¡Coño! Que eres el más viejo en el buque, el viaje que viene vas a tener tu carro, yo tengo que esperar por el tercer viaje. Me fue explicando cada uno de los puntos de aquella extensa lista y yo le presté mucha atención. Luaces soñaba, deliraba hasta lo irracional, continuaba suspenso en Comunicaciones, era imposible hablar por VHF de Cabo Cabrón al Paso de la Mona. 









Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá
2004-04-18


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