jueves, 18 de abril de 2024

NAVEGANDO ENTRE SUBMARINOS. Singladura Nr.22


NAVEGANDO ENTRE SUBMARINOS.

Singladura Nr.22




 

"Solo, yo voy solo entre la gente

que me mira indiferente

sin sentir curiosidad....

 

Solo, como un perro callejero,

como barca sin velero,

solo con mi soledad...

 

Poco importa si me pierdo

por un triste callejón;

solo me queda el recuerdo

de cantar esta canción...

 

-¡Ay mi querido amigo,

"Gitano Señorón", ¿por qué tuviste que morirte?... Ella, ellos y yo, todos te queremos aquí, no importa tu ausencia…

 

Bella copla que pareciera un poco echa para mis andares marineros durante la Guerra. Muchos viajes intracosteros y por el Golfo de Saint Lawrence y su Río hicimos y muchos y muy variados minerales, madera, y también cervezas cargamos de los distintos puertos canadienses a Los Estados Unidos y viceversa.

 

Armando Hernández, el chico de Sagua La Grande andaba de camarero de la tripulación y yo en la cubierta de timonel. Y un buen día, en New York, nos dicen que vamos a Cuba. ¡A la Isabela, a mi casa!

 

Y seguimos solteros, como nave. Nos gusta tanto la copla que la actuamos antes que esta fuera escrita. Y fuimos a mi pueblo.

 

Nuestra alegría era tal y tanta alegría, como la de aquel tipo muy religioso que se murió y se encuentra con que lo mandan al cielo... o como el niño aquél a quien la vecina lo manda a la tienda, se equivoca y le da dinero de más, y a este se le va haciendo aguas su boca al pensar en los caramelos que se va a comprar con esos centavitos extra, como al que le cayeron del cielo.

 

Y no hubo miedos esta vez, no; al contrario, si nos preguntan tal vez hubiéramos respondido lo de aquel borracho feo: "A mí me matarán, pero yo gozo." Poco nos importaban las minas, ni los torpedos que nos soplaban los alemanes, ni los despachos horrendos de barcos nuestros que eran hundidos a diario por todos los mares. Ni si el "Liberty" era un barco endeble porque su diseño era defectuoso, porque los soldadores improvisados hacían malas costuras, o si Hitler orinaba sentado. Solos, el andar solos, era un andar bastante jo...o, pero nosotros dos, cubanos jóvenes y atrevidos, estábamos contentos. Es curioso que, aunque Armando y yo éramos muy diferentes en casi todo lo que hacíamos y pensábamos, una cosa nos unía, yo era el osado, el curioso, el aventurero... Él, Armando, era el indiferente, el ajeno, el lejano, casi insensible a la existencia de todo lo que no fuera vestirse bien, comer y beber su whiskey.

¡Vaya!, que, si el barco se hunde, ya nos recogerá otro barco.

 

Y la Isabela se vistió con sus mejores velas en la bahía y Sagua con sus más bellas flores de dos piernas y hasta la banda municipal, formada por bomberos voluntarios nos dio una retreta... de música, ¿eh?, que no de patadas.

 

Y a cantar la copla de nuevo con mi amigo Garrido: ...“solo, como barca sin velero”... que New York nos espera. Y el tío Samuel me tiene una cartita escondida bajo la manga de su gabardina.

 

El Capitán manda al "Stirman", (Tercer Oficial), Olsen, a llevarnos, a Armando y a mí, a la Iglesia Noruega, cerca de Wall Street, en Battery Place, Manhattan.

 

Allí nos habla, por separado, a Armando y a mí, el cónsul noruego. Y a mí me dijo el hombre que probablemente mi barco saliera a una misión sumamente peligrosa, que bien podía ser, a la misma Noruega. Yo le dije en el acto: "YO VOY."

 

El diplomático me había citado a la Iglesia Noruega, que es donde todos los asuntos de tripulaciones noruegas se manejan. El Párroco noruego me mira muy seriamente y me pregunta a boca de jarro: "¿Por qué te ofreces, si ya has visto muy bien los riesgos que hay, y si te embarcas en este viaje, es posible que no haya regreso?” ...

 

-"Hay que derrotar a Hitler, Reverendo y Señor Cónsul." El Cónsul me abrazó y vi una brillosa rayita en sus mejillas... y se alejó en silencio, porque los escandinavos no lloran, tienen fama de fríos.

 

El religioso me dijo; -Tu barco va al astillero, ve abordo, recoge tus pertenencias y vete al Hotel Chelsea, allí tienes una habitación separada mientras se hacen los preparativos. Aquí tienes todo el dinero que tienes ganado hasta hoy, pero el hotel yo lo he pagado ya. Va por el Reino…

 

-Una cosa quiero decirte. Cuida de no hablar de esto que has oído aquí, estamos en guerra, bien lo sabes. Me di media vuelta para salir de allí, pero el Ministro me detuvo…

 

-Y hay algo más, el Gobierno Americano puede que te invite a una oficina. Lo que decidas o hables es asunto ajeno a mí, pero debes proceder con mucha seriedad en estos asuntos.

 

-Reverendo, ¿es solo a mí que se me está hablando... quiero decir, al otro cubano, Armando también?...

 

-No estoy en libertad de responderte, pero creo que sí. Al día siguiente me entrevistaban en una oficina de la "US War Shipping Administration", en el Downtown de Manhattan. Un centenar de preguntas en inglés clásico algo superior a mis conocimientos en ese momento. Pero pasamos el charco.

 

-Lo Felicito, amigo cubano; ¡Mire estos papeles!... en un deficiente, pero entendible idioma español

 

-¡Huy, cuantos datos de mi vida y las de mis familiares!     Hasta mi abuelo paterno, muerto durante la Guerra de Independencia en Cuba estaba allí.

 

-Mr. yo soy un pobre chico de una familia pobre de Cuba, navegando en un barco noruego, ¿Cómo es posible que usted tenga en sus manos prácticamente todo el árbol genealógico de mi familia?

 

-A nosotros nos gusta conocer a nuestros amigos, y que siempre esos amigos nos digan la verdad, y yo le felicito. aquí puede leer lo que sabemos de usted y compararlo con lo que me ha dicho.

 

-Le vamos a entregar un Certificado de su Inscripción con este Ministerio, así como una póliza de Seguros de Vida a favor de, como me ha dicho, su madre y su hermana. Desde hoy usted está directa e indirectamente al servicio de Los Estados Unidos de América. ¡Welcome! Y me dio un fuerte abrazo.

 

Salimos los dos al Luncheonette de frente al Edificio Federal y disfrutamos juntos de una taza de mocha y un "apple pie."

 

 

-0h, no más por hoy, hermanos, vamos por cuentagotas. Estoy rendido de sueño, mañana continuamos esta singladura.

 

Continua más abajo...

 

 

Un par de días más tarde, mientras yo leía el libro, "Two Years Before the Mast", de Jack London, sentado a la orilla del pequeño lago en el Central Park, en New York, se me acercaron dos hombres altos, muy bien vestidos y me mostraron sus cartas de identificación. Era dos Agentes Federales, francamente me asusté.

 

-Necesitamos que nos acompañe... Así, amable, pero secamente.

 

En mi cuarto en el hotel, me dijeron: -Pick up your stuff" (recoge tus cosas) vas a otro lugar ¡Hummm! Esto pinta mal, me dije yo. Pero no hice comentario alguno.

 

Unas horas más tarde estaba yo ya acomodado en una como escuela, donde había dormitorios y muchos equipos que yo nunca había visto. Muchos uniformes llenos de oropeles había allí. Todos me saludaban cortésmente cuando se me cruzaban en los distintos lugares, pero ninguno me hablaba. Hasta que al fin, un sargento de los "US Marines," me invita al comedor y me ofrece un café.

 

-¿Sabes dónde estás? En inglés, claro está, de aquí en adelante todo ha de ser en el idioma de los yankees.     -Estás en una Academia Exclusiva para Personal de Servicios Especiales. Se respondió el mismo a la pregunta que formulara.

 

-Y yo, ¿qué hago aquí, estoy preso acaso?...

 

-Tanto como preso, no. ¿Por o para qué? Ya muy pronto tendrás la respuesta, pero yo no la sé... y francamente, si la supiera, no te la diría.

 

Esa noche no dormí. Pensaba y me preguntaba una y otra vez, ¿En qué diablos de lío estaré yo metido ahora?...

 

El desayuno era bueno y abundante, pero las preocupaciones mías corrían de babor a estribor en la cabeza, como cuando navegamos con el mar por un costado. Me tomé un montón de tazas de coffee entre sonrisas y saludos militares sin que nadie me hablara. Y cada vez veía más oficiales.

 

Como a eso de la diez de la mañana me llaman a una oficina. Allí estaba el Capitán de mi barco, muchos oficiales americanos, unos oficiales ingleses y varios antorchados daneses.

 

-Mr. Fernández...

 

-Perdón, mi apellido es Rodríguez...

 

-Your last is Fernández. Don't try to change that.

 

-But, Sir, my name is Rodriguez, by my father...

 

-¡Enough!" Y me clavaron el apellido de mi madre porque ese era el último, el "last name", que los gringos llaman al apellido y que tantos hispanos hemos tenido que tolerar al llegar a estas tierras, porque ellos no respetan ni aprenden otras culturas.

 

-Now. usted viene aquí seleccionado para un entrenamiento especial, en un proyecto secreto. Yo le voy a decir a usted lo que ha de hacer. Y usted me va a decir si se somete a nuestro proyecto, o si se quiere salir antes de comenzar. Pero tenga presente que, si acepta y se ofrece, su decisión ha de ser enteramente voluntaria, pero eso sí, una vez que usted sabe algo de lo que aquí hacemos, no hay regreso. ¡Piénselo bien!... si quiere puede pensarlo hasta media noche... después de esa hora si no se ha decidido queda fuera del programa.

 

-Go Ahead; I'm in.

 

-¿Está usted seguro?

 

-Sí.

 

Y ahí comienza mi vida a deslizarse por los hielos del tiempo y las más inesperadas -al menos para mi- aventuras que un guajirito isabelino pudiera imaginar, como no fuera leyendo a Salgari, a Jack London ó a Jules Verne... aunque el pobre Verne nunca pudo navegar.

 

No puedo yo aquí, aún hoy, hablar mucho de lo que hicimos allí, pues no recuerdo que me dijeran si se podía hablar de eso, o no. Mas, baste decir que un sinnúmero de equipos, máquinas, armas, y equipos eléctricos y electrónicos hasta entonces no conocidos del pueblo estaban allí. En las clases que nos (nos digo), porque luego habían otros más, como yo, que nos daban con mucho sigilo, aunque para esta hora ya constituíamos parte del proyecto.

 

Supervivencia en el hielo, terrenos posiblemente minados, comidas raras de la naturaleza a la boca, una raza ajena y distinta, lenguas hasta ahora desconocidas para muchos de nosotros, y como lograr hacer amistades con esos seres humanos. Armas especiales, como manipular ciertas cargas de equipos científicos, etc. Tanto que aprender, en tan corto espacio de tiempo y cuanta brillantez de los maestros que nos preparaban. ¡Asombroso proyecto! ¿Proyecto?

 

Unas cortas semanas allí y me devolvieron a New York, luego de tomarme un juramento muy severo. Allí supe que Armando no había sido invitado a participar.

 

Pero regresamos al mismo barco... solo que ahora casi no lo reconozco. Lo han cambiado todo. Parece que hicieron otro en su lugar.

 

Al salir de New York por el canal intercostero, ya teníamos abordo, yo no sé cuándo las pusieron allí, en la bodega de popa, unas enormes cajas, como algunas que yo había visto en la "escuela." Y llegamos a Boston.

 

Luego fuimos recogiendo cajas y equipos en Portland, Maine, Halifax, Sidney, Chicoutimi, Saint John's, Newfoundland, y también mucha papa, pepinos encurtidos y cerveza canadiense, enormes cantidades, antes de partir hacia el norte.

 

¡Ah, me decía yo, que presea para un submarino alemán!...

 

Y a navegar solitos de nuevo. Mas, esta vez nuestra nave se vestía de lujo con su tripulación y los otros. Nos habían cambiado algunos de los tripulantes regulares, y trajeron unos nuevos, mucho más educados y hábiles.

 

Un Capitán danés que representaba allí a su país, tres altos oficiales de los US Marines, varios científicos americanos y una dotación de técnicos bien templados para el papel.

 

Proa al norte y al vendaval. Cuatro días corriendo a toda máquina hacia el norte y, al final, cuando el tiempo amaina, estamos exactamente a una milla al sur de el punto donde habíamos estado cuando la tormenta comenzaba. Mucha carga y mayor oleaje.

 

Pobres estómagos rellenos de leche evaporada. Mas nunca la he podido ni mirar.

 

Y llegamos Ivigtut, en La Groenlandia, pasando por Christianhaaven.

 

Y por primera vez vi un esquimal.

 

¡Ay, amigos; que gentes lindas esos animalitos inocentes en cuerpos de hombres y mujeres! Son más parecidos a los Mayas de Centro América que a nosotros. Y más dóciles que el perrito de Chuchi.

 

Pero eso que me quieren preguntar acerca de los esquimales y sus mujeres... Oh, mejor esperan un poquito.

 

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2009-04-05

 

 

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lunes, 15 de abril de 2024

CONGELADOS Singladura Nr.21



 

CONGELADOS

Singladura Nr.21





Aquella, mi primera noche encerrado dentro de un barco aprisionado entre las inmensas fauces del monstruo de las nieves, me hacía oír una extraordinaria cantidad de sonidos, cuyas formas y expresiones, no se parecían al choque de las olas contra las bordas, ni al rugir del viento en las jarcias, ni tampoco a una banda de gorilas descarriados por el monte. ¡No, todo era distinto! El cielo era blanco, blancas las nieblas que nos negaban visibilidad y blanco también era el mar que nos rodeaba ahora congelado. A las cuatro de la madrugada, cuando terminé mi guardia en el puente, más como guardián que otra cosa, miré por el frente de la proa. La cadena del ancla lucía ser de una tonelada de peso en cada eslabón. Hielo eran las cubiertas, no había nieve alguna, solo hielo cristalizado al punto del acero fino en la fragua. Y más blanco.

 

Me sentía perfectamente bien y solo un poco curioso de todo lo que veía que era a la vez, nuevo para mí. Me dormí al instante, pero no por mucho tiempo. Como el barco estaba encerrado en el hielo de la bahía de donde no podía moverse, difícil iba a ser que una ola lo moviera. Pero un sacudón del camastro me puso sobre mis pies. ¿Qué pasó? Muchos corrieron a sus puestos de emergencia y el Capitán salió a cubierta. -¿Qué está pasando aquí?

Por primera vez veía yo a todos los oficiales juntos al mismo instante. "Presión" me dijo el viejito Olsen, mi jefe de guardia y segundo piloto.

 

El Skibforer y los Steermen todos se echaron fuera de borda a recorrer todos los costados del barco caminando sobre la plana superficie helada. Comenzaron los estudios, el barco se elevaba sobre su propio calado tratando de liberarse de su encierro. Tres pulgadas, dijo uno de los oficiales. Tres pulgadas menos de calado, el hielo está rechazando el barco y de la misma presión que estos hielos hacen tratan de expulsar al intruso y echarlo fuera del agua. Pero hay más aún, la presión que ejercía el hielo contra las bodegas y fondos del barco ya se hacían sentir. La presión era inmensa y los temores de un desastre no se hacían esperar. Comenzaron a traquetear las paredes, los remaches de los costados empezaban a saltar uno tras otro. Se nos desarma el barco, anunció el primer oficial. Hay ya paredes, (Bunkers) a punto de rajarse. Los traquidos lloran a menudo. ¿A quién llamar?

 

Marineros somos y en el mar andamos, pero este, ¿este es el mar ahora? Este barco está en medio de un enorme valle de hielo que le presiona por todos lados

 

Los ruidos de la presión hacen que se le tenga miedo a una achatarrada pila de planchas de un momento a otro, donde ayer hubo un barco. El Capitán ordenó sacar colchones y frazadas fuera del barco y los abrigos, para tratar de descansar sobre el hielo y así evitar pérdidas de vida. "Stavanger" era mi compañero de guardia, alto flaco pálido como una doncella asustada y con una sonrisa casi infantil a sus 28 años. Nada sorprendía a este muchacho.

 

-¡Eah, cubano, vámonos a esquiar! Yo no pienso dormir y hay unos cerros por allí que me gustaría explorar...

 

-Oye, pero están a muchas millas me dijo un esquimal ayer mismo…

 

-¡Na, narenah! En minutos estamos allá. Y a esquiar nos fuimos en solo minutos.

 

-¡Caray! Si aquel flaco sobre el hielo era un cohete. Mucho tengo que agradecerle sus enseñanzas en aquel ambiente. Gracias a ese muchacho que se me pegó de hermano cuasi real, como en la realidad era conmigo, pude yo sobrevivir, disfrutar y servir los propósitos deseados en mis viajes alrededor del Polo Norte. Nos echamos a correr.

-¡Hear, vait, vait fer me! Mal inglés el de Scorgen pero que diantres, si era nuestro violinista abordo. ¡Y qué violinista! Con el teníamos la ópera, el concierto, La Scala, Radio City Music Hall, el mejor salón abordo. Y con lo corpulento que era pronto me dejaba atrás. Estos noruegos nacen patinando. Media hora o más había pasado cuando los ruidos del movimiento de los hielos nos aturdían y aun así un sonido metálico sobrepujando todos los demás nos conmovió. -¿What was that?

 

El oído musical tan delicado de Scorgen era un instrumento de la más delicada sensibilidad a las vibraciones. -¡Halt! Nuestro barco. Volvamos. ¡Presto!

 

-¡Nuestro barco!... ¡Vaya un par de instrumentos los de este violinista!

 

Feo fue el despertar de aquella pesadilla. Parte del costado de estribor estaba rajado a la altura del centro, allí por donde estaba la máquina, unos metros detrás del puente. La plancha de acero estaba doblada un metro hacia adentro y la loma de hielo que a su lado crecía lucía amenazante. En cualquier momento el hielo rompe hacia adentro. -¿Que? Ya está dentro de la casa de máquinas

 

-No se asuste nadie, estamos en tierra firme.

 

-Stavanger, para de decir tonterías, cuando afloje la presión del hielo el barco se nos hunde.

 

-Bueno, por eso yo quiero irme a esquiar a las montañas. "¡Fanny e helvete!" "¡Nah, nah, nareanáh!"

 

Los días se alargaban, las semanas corrían y el hielo seguía sin ceder un palmo. Afortunadamente el propio crecimiento y la presión iban empujando el barco hacia arriba según crecía uno y aumentaba el otro. Tanto así que hubo momentos al mes en que se temía que el barco se virara de costado porque ya estaba demasiado elevado y amenazaba con virarse. Ya tenía unos 38 grados de escora.

 

Un ingeniero danés de la mina de Ivigtut y unos ingenieros y soldadores de los US Marines que nos asistían habían quebrado el hielo y liberado las planchas rajadas, pero no se atrevía a reparar todavía por múltiples razones. Había que esperar, pero entre el Capitán y el ingeniero de minas trazaron un plan de emergencia. Trajeron una bomba, largos tramos de manguera y una barrenadora. Perforando el hielo lograron llegar al agua líquida debajo de la capa de la superficie y comenzaron a bombear a gran velocidad por el agua se congelaba de instantáneo.

 

¡Voilá! El agua así extraída era regada a todo lo largo del costado del barco y según esta caía y se congelaba una enorme pared de hielo se iba formando para que el barco, recostado allí, no pudiera seguir escorándose. Doce metros de altura construyeron así y justo a tiempo. Debo decir que esos tiempos y en medio de la guerra parecíamos una pobre palomita esperando por los alemanes con sus torpederas, pero no vinieron. Tal vez pensaron que la naturaleza ya se había hecho cargo de nosotros. Un enemigo menos sin gastar balas.

 

Pero tampoco las necesitaron. Unos días más tarde los ingenieros de las minas trajeron sus equipos, cortaron una brecha en el hielo hasta llegar al punto donde las planchas estaban rajadas y se preparaban para empezar a soldar unos parches cuando de pronto se nos viene encima una de estas tormentas de hielo y viento que arranca palmas mochas y secuestra doncellas grises. Poco no fue el esfuerzo para sobrevivir en esos tres días que le siguieron al vendaval. La congelación ahora fue tal que el barco quedó sepultado, no ya bajo una nieve blanda, no, quedó bajo una montaña de hielo sólido. Y ahora los meros y los Marines no podían ayudarnos porque la situación se había tornado crítica a esas alturas del planeta y necesitaban todos sus equipos en las minas y la vigilancia antisubmarina.

 

Tres barcos fueron hundidos por los alemanes durante esos días a unas pocas millas de distancia hacia el sur. Y nosotros sentados hurgándonos las narices. La comida empezó a escasear, aunque teníamos mucha cerveza de la que le llevábamos para los oficiales de los Marines y de las minas. Yo, que tenía el estómago un poco dudoso me mantenía de papas y hervidas y por la madrugada me metía en el refrigerador y comía unos pepinos en vinagre grandísimos que habíamos traído del Canadá y nadie los comía.

 

¿Mal del estómago y comiendo pepinos en vinagre, dice usted? Bueno, lo otros estaban ya comiendo carne de animales cazados por los nativos, cruda y congeladas... ¡Uf! Por eso es que yo no como sushi japonés.

 

Casi cuatro meses allí, en esas condiciones. Los US Marines nos habían acogido en una de sus barracas de acero, calentitas y bien abrigadas. Lo único malo era que no nos dejaban meter allí a las "esquibuenas" porque decían que eran "esquimalas". ¡Vaya usted a ver!

 

Y eso que el lobo con hambre le mete el diente a cualquier cosa. Bueno.

 

Un día llegaron cargamentos de comida en trineos esquimales y equipos para nosotros los tripulantes de mi barco. ¿Y el barco, qué hacemos con el barco?

 

La naturaleza es sabia, dicen. La respuesta no se hizo esperar. De pronto la temperatura dió un enorme giro y el hielo comenzó a derretirse. Bastaron unas cuarenta horas para darnos la respuesta a la pregunta. Según el hielo aflojaba el barco comenzó a bajarse de su alta loma de hielo, y al principio, empujado por la alta pared que le habían construido junto al costado de estribor, empezó a enderezarse... y bajar. Lentamente al principio... Lentamente.

 

Pero según pasaba el tiempo, el tiempo se hacía más corto, el hielo se derretía a mayor velocidad y lo resbalones hacia abajo se hacían más y más estruendosos hasta que allá por la segunda madrugada, de pronto. ¡BBBBRRRRUUUUMMMM!

 

Hierros, hielo, agua, espuma y estruendos atormentadores. Una o dos horas pasaron cuando el ingeniero jefe de la mina y el coronel que mandaba los US Marines nos ordenaron alejarnos hacia tierra firme. La cubierta congelada del mar había comenzado a mostrar quebraduras, era demasiado riesgoso el permanecer allí esperando.

 

.¡BBBRRRUUUMMM! ¡Splash!

 

Truenos y largas columnas de espuma se elevan del ahora hueco donde había estado recostado nuestro barco...

 

Una leve imitación de columna de humo congelado subía como la mano del amigo muerto en medio de la batalla, diciéndonos su último lúgubre adiós.

 

Con el barco se fue al fondo uno de mis dibujos más queridos. Era ella, era la mujer que desde muy niño soñaba yo que un día sería de mi amar, una ilusión, una carita de magia. La que he seguido buscando en las luces y las sombras de los días y las noches, en los puertos y la salas, y hasta hoy en el regazo de sus cabellos enredados que un día serán míos.

 

 

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2010-05-02

 

 

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miércoles, 10 de abril de 2024

EL "NEGRO" LEGORBURU Singladura Nr.20



EL "NEGRO" LEGORBURU

Singladura Nr.20




 

"Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar"

José Martí.

 

El mal olor venía con la brisa anunciando el paso de algún animal muerto por las arenosas calles del pueblo. Las caras de los parroquianos isabelinos se volvían en busca del sucio carretón de la basura, que no debía andar muy lejos.

 

El verde mar, color con el que hubo sido pintado alguna vez, pujaba por mostrar una sonrisa por debajo de los chorros colgantes de pútridas sustancias que un día fueron tal vez manjar en nuestras mesas. Y aquél cuadrado cajón, ancho arriba y menos abajo, que pudo haber sido el que transportaba oro en alguna mina oriental, era allí, en nuestras arenosas calles, el "aura tiñosa" que cargaba en sus entrañas los desechos "perfumados" de cada rincón del pueblo.

 

Desde La Punta hasta el cabo del pueblo recorría llenándose la ancha panza en cada jornada. Montado sobre dos grandes ruedas de madera cubana forradas con zunchos de hierro a puro fuego, tal vez hechas por Perico Véliz en la Fundición que tenía allá en el patio de su casa, cerca de la carretera. El viejo carretón era fiel compañero y silente cómplice en guardar los secretos de la cocina de cada isabelino. Complicidad silente y servil la suya, porque trabajaba con "El Negro"... y este casi nunca hablaba.


Tiraba, si es que a eso se le puede llamar así, del carretón, un gigantesco mulo color chocolate que, bien mirado, podía confundirse en color y catadura con el infeliz carretonero. Ya dijo el chuzco maldito al hacerse cargo del corral: "Estos burros que llevan tanto tiempo juntos en el mismo corral todos se parecen por el pelo". Hombre y animal eran grandes, de pelo y piel oscuras. Pacientes eran los dos, más pacientes digo, que Jean Valgean actuando como Cuasimodo en la película francesa titulada "El Jorobado de Nuestra Señora de París". Nada, lluvia, viento, chillidos burlones de los golfillos callejeros, pregones, ni la trompeta del Capitán Nemo, si Jules Vernes se la hubiera mandado, perturbaban la paz mental o alentaban la parsimonia del hombre ni la del animal. Tenían su paso.

 

Solo los jueves cambiaban de paso. El pobre mulo vestía sus orejas de fiestas, moviéndolas casi cual si fueran de conejos enamorados de la zanahoria. Era día de romería, de campo abierto, de yerba fresca, de agua bebida al filo de las lagunas de El Dorado, de...

 

Y en la soleada faz de el "Negro", un como sutil brillo en la voz se notaba al arrear su animal. "Hala, vamos, arrea, mulo". Eso era en aquél solitario ser humano una especie de medio de alegre expresión, esparcimiento, descanso. Ah, sí, hermano; hay almas que gozan y descansan de sus cadenas si un día las pueden arrastrar por las calles fuera de sus paredes.

 

El "Negro" y su mulo gozaban de asueto los jueves. Viajaban muchos quilómetros para encontrar yerba de guinea y, hoz en mano, cortar y atar en sendos "masos de yerba", el verde alimento para alimentar durante la semana venidera al rudo animal. Y el mulo se aprovechaba con la picardía de saber que hoy el podía comer toda la yerba fresca que sus maxilares triturar pudieran. Y mientras tanto, el "Negro" sudaba.

 

Muchos años duró esta rutina. Yo era un niño cuando empecé a ver esta ESTAMPA ISABELINA. Nadie parecía sentir interés por "El Negro de la Basura". Que dicho sea de paso, no era negro de raza. "El Negro" Legorburu era oriundo de Las Islas Canarias, como tantos en nuestra provincia Villareña, pero más parecía marroquí que español por su piel.

 

Vivía muy solitario, yo no recuerdo haberle conocido amigos ni haberlo visto en comercio o bar alguno. Se decía que era miembro de la familia Legorburu, que era una muy distinguida y buena familia de Sagua y la Isabela, pero yo no lo sé. (Por cierto, Carlitos Legorburu fue por mucho tiempo alcalde de la Isabela. Y muy bueno y luchador que fue.) Al "Negro", todos le miraban indiferentes, como si el mal olor de los desperdicios de sus propias casas, recogidas por este ser humano, fuera el mal olor permanente y único del infeliz carretonero. Casi nadie se dirigía a él.

 

Y, oh, perdón, error que cometo, una vez oí al sibarítico juez Enrique Ardabín haciendo piruetas con su larga boquilla de marfil, mientras prendía uno de sus ovalados cigarrillos preguntarle si le hacia un cierto favor.

 

El mameluco u overol que vestía, que una vez fue de dril azul, (de esos que llaman Levy's hoy día) también se igualaba con el verde extraviado del carretón. Y solo le vi uno oscuro cuando pasó el ciclón. ¡Dios santo, cuánto es capaz de trabajar un ser humano por el bien de sus hermanos! Regalo humano era el "Negro de la basura" a nuestro pueblo de Isabela.

 

Yo me fui a cabalgar por las sierras ajenas que Dios me diera. Y pasaron los años. Y vinieron las imágenes retratadas en el cerebro. La última imagen que los ojos ven, la computadora de nuestra vida la conserva permanentemente como su historia. Y si la vimos niña, muchos años después, desafiando la realidad, nuestra memoria nos exige que la veamos niña todavía, como miran las madres. Tanto así, que en Francia, allá por los años 30, científicos policiacos con la colaboración del Doctor Israel Castellanos, ese genio cubano de las ciencias policiales, llegaron a crear un tipo de fotografía de la pupila de los humanos muertos violentamente para poder ver qué y quién fue la última persona vista por el difunto.

 

Un día volví de visita a mi pueblo. Y pregunté, sí, yo pregunté por el "Negro".

"El nuevo alcalde lo despidió (¡Arrea!) lo botó y puso un hombre limpio en su lugar." Me dolió un poquito esa expresión. Caray, me dije; durante tanto tiempo este pobre hombre nos mantuvo nuestro lindo pueblo limpio y es esto lo único que se nos ocurre decir...

 

Me fui por los barrios a ver no sé qué... Pero vi desperdicios en las calles. Había una gato destripado cerca del Ancla en el arenal de La Punta y desperdicios de comidas junto al Muelle del City Bank. Bajé hasta el Muelle de Amézaga y en el Bar de Muti, que todavía no se llamaba Barrilito, allí me presentaron a un señor que hablaba de política, comparaba aguardientes, reía con las putas deambulantes y vestía camisa blanca. Me dijeron que era el nuevo recogedor de basura del pueblo. Me pareció que en ese momento mi querido pueblo era traicionado por los condenados políticos de afuera, y le pregunté al buen hombre cuando había recogido la basura por última vez. Pero no esperé la respuesta. Me despedí.

 

Mientras el avión que me llevaba de regreso a New York atravesaba el Estrecho de La Florida, en mi cerebro revoloteaba, cual si ala de mariposa asustada fuera, una idea peregrina y mi voz descuidada sacudió a los pasajeros: ¡Qué diantres, "el Negro" era el mejor!

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2009-04-19

 

 

 

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lunes, 8 de abril de 2024

UN BREVE PASEO POR PYONGYANG



 

UN BREVE PASEO POR PYONGYANG


Motonave "Jiguaní", escenario de esta historia.
 

 Imagine there's no heaven.

It's easy if you try


John Lennon


¡Imaginen! Porque de eso se requiere mucho en estos viajes por el tiempo. Si desean ganarse un boleto deben tener mucha imaginación o simplemente creer que solo se trata de un sueño. Bueno, más bien una pesadilla en este caso que hoy les traigo.

 

Imaginen que llegan a la Terminal de Ómnibus de La Habana y compran un boleto para viajar con destino al pueblo de Aguada de Pasajeros, antigua capital del “Choripán”. El viaje lo realizarán en aquellas atrevidas guaguas checas nacidas cerca de los montes Cárpatos y bien distante de cualquier puerto marino. Curioso, ellos tenían barcos. Para que sus imaginaciones sean mas exactas, piensen por un instante que viajan dentro de un pepino con seis ruedas y ventanillas, eso es todo.

 

¿Ya se montaron en esa máquina del tiempo? Ahora regresen a tierra nuevamente y lancen su ancla en el fondeadero del puerto de Hungnam- República Popular Democrática de Corea  (RPDC, en coreano: 조선민주주의인민공화국). ¡Señores, acaban de arribar al infierno!

 

-Puente, aquí Proa. Grillete número 4 ahogado y llamando de proa.

 

-Proa, firme la cadena y retira maniobra hasta nuevo aviso. Segundo Oficial, diríjase a la escala real para recibir a las autoridades y condúzcalos al salón del Capitán.

 

-¡Oká, puente! Firme la cadena y me dirijo a la escala real a esperar por las autoridades.

 

-¡Atencion a la tripulación! Deben dirigirse a sus camarotes y permanecer en ellos hasta que se les realice el sondeo. Fue la voz del Capitán.

 

Transcurriría mas de una hora desde que lanzamos el ancla hasta que un soldado coreano acompañado por un perro Pastor Alemán penetraran en mi camarote. El animal detuvo su mirada cuando se cruzó con la mía y lo comprendí, se excusaba por la penosa labor que realizaba. Olfateó con vagancia y le comunicó a su amo que no había nada importante dentro de aquellas cuatro paredes. Otro individuo, el que controlaba las labores del perrero, se paró casi militarmente a unos centímetros de mi buró y abrió la gaveta superior, pero su vista se desvió hacia un tocadiscos Sanyo que había comprado en Tokio y yo mantenía sobre el buró para escuchar algunos de los discos falsificados comprados en Hong Kong. Volvió a cerrar la gaveta sin mirar su contenido, yo no le quitaba la vista de encima, me mantuve muy atento al movimiento de sus manos. La gente preñada de necesidades son hábiles prestidigitadores y estos tenían mucha similitud a los guarda-fronteras de la isla, cargan consigo cuatro varas de hambre y necesitan de todo. Ya había tenido amargas experiencias en La Habana por ser demasiado confiado, no se podía creer en ninguno de ellos, solo los perros eran honrados. Unos años mas tarde vi la repetición de esta película en Bulgaria, Rumania y la Unión Soviética, todos tenían el mismo modus operandi. No cabía la menor duda de que se habían graduado en la misma escuela, tenían el mismo estilo y rostro.

 

-Atencion a toda la tripulacion, ocupando puestos de maniobra. Se les informa que una vez atracados nadie puede bajar a tierra y los oficiales de guardia deben portar su pasaporte cuando bajen a observar los calados. Esta vez fue la voz del Primer Oficial Luis R. del Valle.

 

No cabía una sola gota de tristeza en aquel sucio muelle donde reinaba el color negro, no escaparon los charcos de agua oscura y tal vez pestilentes que no servían para reflejar nada, ni al cielo. La gente vestía igual, la mayoria con uniformes de color azul prusia, otros de gris y verde olivo los militares que velaban sus movimientos. Unos jóvenes y quizás activistas políticos, se encargaban de colocar enormes bocinas de corneta muy próximas a nuestra superestructura. Minutos más tarde nuestra paz era destruida por una repulsiva y estridente música que se escuchaba en dosis de himnos, aplausos, consignas, etc. Aquella indecente bulla lograba penetrar cada rincón de nuestra superestructura y neutralizaba cada intento por escuchar algo diferente en nuestros camarotes.

 

La vida se transformó en pocas horas en un verdadero y monótono calvario solo interrumpido por las largas pitadas de una locomotora a vapor, la encargada de mover los vagones de carga en la medida que se iba embarcando la mercancía traída. No se nos permitía darle mantenimiento al casco del buque, también estaba prohibido pescar, tal vez fuera para evitar que se midiera la profundidad de sus aguas. Aquel encierro en un pais que solo contaba con un canal de televisión, el que trasmitía a determinadas horas del día y la mayor parte de ese tiempo era dedicado a la figura del “Gran Líder” Kim Il Sung, luego convertido en el “Presidente Eterno”, era lógico que deteriorara el estado de ánimo de cualquier tripulación. Muy cercano al puerto existía una elevación donde se observaba lo que sería un emplazamiento de cañones antiaéreos, batería que siempre mantuvo el mismo ángulo de elevación en sus cañones y nunca realizó zafarrancho de ataque aéreo del eterno enemigo imperialista. Esa calma y rígida inmovilidad la supieron guardar durante muchos años, pude comprobarlo quince años mas tarde.

 

Como nos portábamos bien, eso pienso, nos permitieron bajar a un terrenito muy cercano al muelle de carga para jugar pelota. Mas adelante, transcurrirían unos diez días desde nuestra llegada, se nos permitió ir hasta el Seaman Club. Este se encontraba a solo unos doscientos metros del buque y siempre dentro de las instalaciones portuarias. Se nos advirtió bien claro que bajo ningún concepto podíamos salir a la calle. ¡Vaya hermanitos que nos echábamos! Por nada del mundo coreano alguno podía acercarse a nosotros o tratar de establecer conversación. No podían hacerlo por varias razones; Solo hablaban su lengua, eran fuertemente vigilados y entre ellos, como sucedía en Cuba y todo el campo socialista, debían tener infiltrado algún chivato. Ese miedo o pánico silencioso sentido por ellos, era el mismo que ha existido en la isla desde 1959.

 

Los buques aun no contaban con aparatos de videocaseteras y las películas que se ofrecían a la tripulación, eran proyectadas mediante el uso de aquellos aparatos rusos que hacían mas ruido que un tractor. Las películas suministradas no superaban las cinco o siete para esos largos viajes, recuerdo que el operador de aquel tareco ruso era un engrasador del partido llamado Lorenzo, un mulato bajo de estatura y con huellas de un terrible acné juvenil. Era un individuo para temer o mantener alejado, como que las experiencias con seres bautizados o inscriptos con ese nombre no fueron muy agradables que digamos posteriormente. Ya habíamos repetido aquellas pocas y aburridas películas, casi todas rusas y la mente de cualquier joven trabaja febrilmente en busca de algún entretenimiento en medio de aquella horrible prisión. Fue así como un día y mientras la locomotora de vapor con su caballo alado pegado en la parte delantera y un cuadro del gran líder en el centro de la cabina. Además de estar decorada con varias banderitas rojas, las que muy alegres revoleteaban al compás del viento y los himnos que se escuchaban de las enormes bocinas. Mientras aquel enorme tareco pasaba junto al portalón, se me ocurrió la brillante idea de hacerle señas al operador de la locomotora para que sonara el pito y que les cuento, aquel viejo artefacto sería de marcha muy lenta, pero el pito le funcionaba muy bien, nos estremeció a todos. Pudimos observar el rostro de satisfacción de aquel posible militante coreano y la solicitud no se hacía esperar mucho cada vez que pasaba junto a nosotros. Muchas veces pitaba sin nosotros pedírselo y saltábamos asustados por la inesperada sorpresa. Créanme que le agarré el gusto a esas ya familiares pitadas y se me fue la mano, yo le hacía la misma señal al operador de madrugada y el tipo, además de comprender nuestra solicitud, pitaba muy emocionado, como tratando de cumplir una tarea de su partido. La gente cuando se encuentra estresada es de sueño muy liviano y para que contarles, el Primer Oficial me llamó la atención y se me jodió el entretenimiento.

 

-Casañas, ya no eres timonel, perteneces a la oficialidad de este buque y no acabas de dar ese salto que necesitas para tener éxito en tu profesión. No puedes ser cowboy y continuar pensando como indio, muchos de ellos se aprovecharán de esta debilidad tuya y la explotarán. Luego, cuando mas los necesites, te traicionarán y comprenderás de una vez el tiempo que perdiste. Del Valle aprovechó la oportunidad de llamarme la atención por mi jodedera con el pito de la locomotora para decirme unas palabras que tuvieron vigencia durante los años que me mantuve de oficial. No sabe cuánto se lo agradecí, nadie imagina el dolor que se siente al ser traicionado por los suyos, los mismos que trabajaron codo a codo contigo y por quienes te propusiste ser su defensor. Tuve que rectificar mi postura y situarme en el lado que había elegido cuando estudié, ya no era indio y me perjudicaba continuar pensando y actuar como tal.

 

No valía la pena bajar al Seaman Club, no tenía nada que sirviera de distracción y la cerveza era pésima, todo era muy caro y las posibilidades de hacer pacotilla eran nulas. Solo sirvió de atracción, pero por un solo día, haber descubierto una bebida coreana que tenía una culebrita dentro de la botella. ¡Nada extraordinario y que provocara desvelos! El mismo truco de la Guayabita del Pinar, luego probé esa bebida y no valía la pena gastar un solo centavo en ella. No recuerdo en qué gastamos el poquito dinero que nos dieron, como tuvimos asignado este puerto de carga, recuerdo que nos adelantaron parte de la plata en Hong Kong, que no era mucha tampoco, recuerden que ganábamos $5.00 dólares a la semana.

 

Hasta Hungnam llegó un día el embajador cubano y las autoridades políticas locales le organizaron un banquete para no sé cuántas personas en el restaurante del Seaman Club. La chicharronería tiene el mismo mecanismo de funcionamiento en todos los países comunistas y Corea, aunque aislado, no dejaba de ser la misma porquería. Fui uno de los invitados al mencionado evento junto a parte del mando y la gente de las tres letras, ya les mencioné que yo pertenencia a la UJC por obra y gracia del Espíritu Santo. Si digo lo contrario sería un malagradecido, la cena estuvo estupenda y abundó la bebida, allí probé el trago de la culebra. En la mencionada cena el embajador les solicitó permiso a las autoridades locales para llevar a un pequeño grupo de la tripulacion a una excursión por la capital del país, Pyongyan. No creo hayan sido muchos los marinos que disfrutaran de ese privilegio antes o después de nuestra visita. Estamos hablando de un pais herméticamente cerrado a los extranjeros.

 

Imaginen ahora que viajan en el vagón de un tren dedicado exclusivamente a extranjeros, solo estaba ocupado por nuestro grupo y fuertemente custodiado. Por el pasillo no cruzó un solo pasajero coreano durante todo el trayecto realizado en horas de la noche, no se veía absolutamente nada hacia el exterior, solo algún bombillito perdido en la negrura de aquella absoluta oscuridad, como si se tratara de una luciérnaga siempre volando en dirección contraria a la nuestra. La cabina estaba dispuesta para dos personas y además del asiento con una mesita, donde había dos botellas de agua con gas, si no me equivoco tenían el nombre de Zaida y un termo con Té verde sin azúcar, sobre nuestras cabezas existían dos camitas tendidas con sabanas muy limpias. A menudo abrían la puerta con cualquier pretexto y se excusaban en coreano, debo imaginar que se tratara de eso.

 

Llegamos a la estación de Pyongyang al amanecer y tampoco pudimos ver mucho de la ciudad por esta vía. Una vez en un amplio salón de la terminal dedicada al uso de exclusivo de extranjeros, se nos presentó un funcionario cubano de la embajada y de paso nos hizo saber que el coreano que lo acompañaba sería nuestro traductor durante los tres días que duraría aquel tour. Después del protocolar Té de bienvenida fuimos conducidos en un microbús hasta el hotel donde nos hospedaríamos, que resultó ser el Hotel Pyongyang, si no me equivoco, el mejor de los pocos existentes en aquellos tiempos.

 

Hotel "Pyongyang" donde estuvimos hospedados, el mejor de aquella época.


El lobby del hotel se encontraba totalmente vacío, aparentemente nosotros seríamos los únicos extranjeros que se hospedarían en él. Nos pidieron, eso nos lo dijo el traductor, que nos pusiéramos de acuerdo entre nosotros para elegir al compañero de habitación, nos hospedarían a dos en cada una de ellas. Sentados en el lobby y disfrutando de un Té verde sin azúcar de bienvenida, Cancio, quien ocupaba la plaza de Segundo Maquinista, me propone compartir la misma habitación y no lo rechacé, era buena persona. Cancio vivía en el poblado de Casablanca y en aquellos instantes atravesaba una situación emocional bastante delicada por problemas matrimoniales. En el buró nos dieron la llave de la habitación y nos informaron que dentro de unos minutos nos ofrecerían el desayuno antes de partir al punto inicial de aquel tour, imagino que aburridamente estudiado y planificado. Apenas intercambiamos palabras cuando entramos a una confortable, pulcra y bien decorada habitación. Observamos entre las dos camas un cuadro a relieve del Gran Líder con suficiente espacio para albergar un micrófono, la paranoia de espionaje no contemplaba todavía la existencia de cámaras, pudieron existir en ese país, no lo dudo, solo que no éramos tampoco objetivos de interés.  Una vez fuera de la habitación, Cancio y yo acordamos hablar solamente de temas sin importancia cuando nos encontráramos dentro. Estábamos muertos de hambre y el desayuno, muy al estilo coreano, fue abundante, variado y aceptable. Nuestra primera visita, planificada para esa mañana sería al Museo de la Revolución Coreana.

 

El monumental museo se encontraba presidido por una estatua del “Gran Líder” Kim Il Sung con una altura de 22 metros. A cada lado del inmaculado monumento hay figuras de personas representando la lucha contra los japoneses (Corea fue colonia de Japón durante unos 35 años) a la derecha del Presidente Kim Il Sung y contra los americanos (durante la Guerra de Corea) a su izquierda. Hay más de 200 esculturas formando los grupos escultóricos situados a cada lado de la estatua del líder, cada persona con una altura media de cinco metros de altura y se extienden más de 200 metros.


Gigantesca estatua de Kim Il Sung en la fachada del Museo de la Revolución Coreana en Mansudae, Pyongyang.


El gigantesco Museo de la Revolución Coreana tiene nada menos que 4.5 kilómetros de superficie total y créanme, es agotador recorrerlo totalmente en un solo día. Al tratar de hacerlo, ser atropellan imágenes, sonidos y representaciones animadas de batallas importantes. Lo mas destacado de ese museo es el profundo culto a la personalidad contenido en su interior, todo lo allí expuesto, al menos el 90%, son creaciones del gran líder, incluyendo no se sabe cuantos cientos de libros escritos por él. Luego de recorrer casi todos sus espacios guardando un silencio sepulcral, solo roto por las detonaciones producidas en las representaciones animadas de alguna batalla dirigida por el Gran Líder, finalizas el recorrido mas confundido de lo que estabas antes de entrar. Te surge o martilla en la mente una pregunta que no eres capaz de formular al traductor; ¿Solo un hombre fue dotado de inteligencia en este desdichado pais? La respuesta que me darían ya la imaginaba; ¡Si!, todos los demás eran simples carneros privados de mente y condenados a obedecer y amar a su líder por encima de todas las cosas.

 

Viajábamos de regreso al hotel extendiendo en el microbús el mismo silencio guardado en aquel monumental museo, no de la revolución coreana, mas bien de Kim Il Sung. Almorzamos y nos dieron una hora de descanso antes de partir a un punto algo alejado de la ciudad. La próxima visita fue a una supuesta granja agrícola, donde entre otras cosas, se empeñaron en mostrarnos las condiciones de vida de los campesinos en aquel paraíso socialista. Solo maravillas y cifras de super producciones por años se escuchaban, y como era de esperar, nos pasaron a un saloncito, donde nos mostrarían algunos productos logrados en la granja por las recomendaciones del Gran Líder. Pensaron ellos, imagino, que nosotros éramos tan tontos como su gente y nos tragaríamos así de fácil todo lo que nos decían. No les pasaba por la mente a los guías de cada sitio visitado que esas películas las veíamos diariamente en el Noticiero Nacional de Televisión, espacio dentro de la isla donde nunca faltaba nada, se sobre cumplían todas las metas y los productos eran de excelente calidad. Para culminar nos llevaron a la casita de un granjero para mostrarnos su interior y allí estaban aquellos elegidos con esa sonrisa eterna que no muestra alegría.

 

-¡Pinta, pinta! Me dijo bajito Morejón cuando estuvimos cerca del televisor expuesto en el mobiliario de aquella confortable vivienda. Como por arte de magia y sin ponernos de acuerdo, todos decidimos utilizar el argot de nuestro bajo mundo para dejar perdidos a los traductores y guías.

 

-¡Asere! ¿Qué pinto? Estoy botao. Fue mi respuesta cuando le hice un examen visual al televisor.

 

-¡De verdura que no estas en na! Pinta que no tiene tomacorrientes cerca y tampoco cable de antena.

 

-¡Coño, Cirilo Villaverde! Estos narritas son la trampa para marearte, se ve que tenemos buena escuela.

 

Esa tarde cenamos opíparamente y al salir del restaurante le pregunté al traductor si podía caminar por la calle. Antes de responderme me sometió a un pequeño interrogatorio donde a veces el mismo respondía sus preguntas, se apartó de nosotros por unos minutos y lo observé consultando con otro de los tantos empleados del hotel, posiblemente un seguroso. Regreso y me respondió afirmativamente, entonces invité a Cancio a estirar un poco las piernas. Saliendo del hotel éramos seguidos por un individuo, despues de andar unos cien metros nos seguían dos y cuando divisé a otros que nos esperaban en el trayecto por andar, decidimos regresar nuevamente al hotel para evitar que movilizaran a una caravana de agentones. ¡Coño, y eso que éramos hermanitos!

 

El desayuno fue bien fuerte y bien recibido, lógico que así fuera cuando no existía la posibilidad de merendar algo antes de ir a la cama. ¡Oh! Antes de que se me olvide, aun habiendo cerrado la puerta de la habitación con su pestillo, ellos la abrieron de madrugada y entraron a inspeccionar. Imagino que le pasaría a cualquier pareja que se encontrara haciendo eso, buen susto ante un acto sorprendente e inesperado. Pero, bueno, solo se trata de una imaginación o suposición, el hotel se encontraba totalmente vacío. Continúo preguntándome en que gastaban las horas esa gran empleomanía existente.

 

El Guía nos comunicó en el lobby que hoy visitaríamos uno de los lugares más sagrados en Corea del Norte, el sitio donde naciera el “Gran Líder” Kim Il Sung, quien naciera el 15 de abril de 1912 en Mangyongdae, Pyongyang, Corea del Norte. Alertado quizás por sus superiores o tal vez desde la misma embajada cubana sobre el carácter jodedor de nuestra gente, el traductor nos hizo algunas advertencias sobre el comportamiento que debíamos mantener en aquel santuario donde naciera el líder coreano por obra y gracia del espíritu santo. Cualquier infracción sería severamente castigada, ya deben imaginar el aire angelical que nos acompañaría durante el largo recorrido.


Mangyongdae, sitio donde se encuentra el pesebre en el que naciera el niño Kim.

En un capítulo reciente manifesté que los chinos eran especialistas en el arte de falsificar o copiar todo, los coreanos, no. Tal parece que ese arte no es dominado por todos los asiáticos y en el caso coreano era frenado cualquier intento por la ideología “Juche” promulgada por el “Gran Líder”, donde se expresaba en uno de sus capítulos; “Lograr el desarrollo económico del país sin ningún tipo de dependencia con el exterior” (Tal vez escrito con otras palabras). Tal fue el grado de desarrollo e independencia lograda que, aun en esos años se fabricaban aquellos camioncitos rusos que rodaron en Cuba, me refiero a los GAZ-63, pero fabricados artesanalmente y con los techos de la cabina sostenidos por algunos puntos visibles de soldadura. ¡Eso, sí, mostrando con orgullo al caballo alado de Chullima y la imagen del “Gran Líder”! Sin embargo, creo que todo el éxito en el campo de la falsificación, lo emplearon en la fabricación de aquel santuario donde nació el “Gran Líder”. Si la virgen María hubiera tenido algo rasgados los ojos, pueden estar convencidos de que la hubieran declarado la “Gran Madre o la Madre Eterna” del Gran Líder y de la Patria, porque hasta esos extremos llega el fanatismo, ceguera y culto a la personalidad profesada en Corea del Norte hacia el “Presidente Eterno”.

 

Nació en un pesebre igualito que el niño Jesús y no se te ocurra decir nada. Ya sabes la suerte que podías correr y no te cuento del ciudadano común coreano, quien cualquier acto de rebeldía era suficiente motivo para condenar hasta dos o tres generaciones de su familia. Yo solo observaba en silencio los rostros de los militantes que formaban parte del grupo y les hacia mentalmente la misma pregunta a todos; ¿Es esta la mierda que ustedes desean para nuestro pais?

 

-¿Por qué se encuentra cercado ese árbol? Alguien le preguntó a la guía que nos acompañaba.

 

-Porque en ese árbol, la madre del venerable Gran Líder, el camarada Presidente Eterno Kim Il Sung, columpiaba a nuestro guía cuando era un niño. No era solo escuchar aquella alucinante explicación sobre la cerquita que rodeaba a un árbol común y corriente, se trataba del tono celestial usado por la guía para referirse a una deidad divina que iluminaba a millones de almas y era capaz de conducirlas al suicidio para elevar su alma hasta la luz infinita. ¡Para cagarse, queridos amigos! Me perdonan, pero no puedo expresarlo de otra manera, cualquiera se encabrona ante disparates de este calibre y aun hoy, cumplidos 51 años de aquel recorrido, me hierve la sangre al recordar que en la isla existieron parientes que no me creyeron lo que yo les contaba.

 

-¿Por qué se encuentra cercado ese pedazo de césped? Quiero pensar que no fui yo quien le hizo la pregunta a la consagrada guía de aquel sagrado monasterio coreano.

 

-Porque cuando niño, nuestro Gran Líder peleó con otro niño japonés en ese lugar. Si nuestro gran animador y comentarista Armando Calderón nos hubiera acompañado en aquel recorrido, estoy convencido de que lo hubieran fusilado y en ausencia de sus generaciones familiares, quizás nosotros pagaríamos por ellos. ¡Que tronco de disparate! Despues de recorrer en su totalidad aquel sagrado recinto, regresamos, gracias a Dios, al hotel. Ya tenía deseos de regresar al buque, estaba cansado de escuchar tantas soberbias estupideces, necesitaba escuchar el disco de Tom Jones comprado en Hong Kong o el de The Beatles. ¡Ojalá que a Orlando del Río le quedara al menos un trago de ron en el camarote para digerir todo esto!

 

Después de la opulenta cena, esta vez fue un banquete ofrecido por la embajada cubana en Pyongyang y a la que asistieron varios miembros del cuerpo diplomático, nos anunciaron que asistiríamos al Pyongyang Grand Theatre. No nos quedaba muy lejos, creo que solo debíamos cruzar una amplia avenida al frente del hotel por donde no transitaban autos, tampoco bicicletas o personas a pie. Imagino nos encontrábamos en lo que en la isla se conoce como “zona congelada” (y no por el frio).


Pyongyang Grand Theatre, donde disfrutamos la opera "La Florista"

Nunca en mi vida había sentido tanta pena o vergüenza, por la mente no me hubiera pasado que mi presencia sería usada para humillar a personas que nacieron en ese país. Nosotros seguíamos a un guía o acomodador de aquel gran teatro que llegó hasta la primera fila y con solo una señal le ordenó a un grupo de personas que se levantaran y abandonaran sus asientos. Ellos obedecieron mansamente la orden recibida y no se atrevieron a mirarnos el rostro. ¡Que pena! ¡Que dolor! ¡Que humillación! Años mas tarde esa misma situación la vivió un amigo mío, al que obligaron a entregar la habitación donde disfrutaba su Luna de Miel en el Hotel Habana Libre para darle entrada a una persona de la “Comunidad Cubana en el Exterior”. Mi amigo se reveló y lo amenazaron los miembros de la Seguridad del Estado. Al menos sobrevivían rasgos de rebeldía en nuestra gente, un tiempo mas tarde, no tanto, aquellos síntomas de hombría fueron asesinados.

 

Estoy confundido ahora y no recuerdo exactamente cual que el titulo de aquella maravillosa obra. Es que asistí a dos y ambas eran ellas, una fue en China y la otra en Corea. Sus títulos fueron “La Linterna Roja” y “La Florista”, creo que esta última fue la coreana. Se trataba de un drama muy bien explotado para manipular los sentimientos humanos y durante su ejecución, los coreanos sentados a nuestra espalda o lados lloraban a moco suelto. Era indudable que nos encontrábamos rodeados de victimas a las que ya les habían vaciado el cerebro. Durante el intermedio de aquella magnifica opera fuimos conducidos a un salón destinado exclusivamente a extranjeros, donde nos ofrecieron un Té de cortesía.

 

-¿Ustedes no lloran ante las manifestaciones de dolor mostradas en esa ópera? Preguntó el traductor a cada uno de nosotros individualmente, ¡claro!, cumpliendo órdenes de sus superiores. Las respuestas fueron muy variadas y en dependencia del nivel educacional o cultural de las personas. La mía fue muy parca, no deseaba extenderme mucho en un tema que me molestó desde el momento que levantaron a los coreanos para sentarnos a nosotros. “Yo solo lloro ante mis muertos”. Curiosamente esa misma respuesta la di quince años mas tarde atracados en el mismo puerto y gobernando el hijo de Kim Il Sung.

 

Al día siguiente y después de desayunar nos pasearon primero por algunas partes seleccionadas de la capital. Nuestro primer punto de contacto fue la estatua del caballo alado de Chullima y más tarde, abundante de un esmerado orgullo, nos fueron mostrando una ciudad donde predominaba una arquitectura aburrida y monótona. Muy limpia, pero parecida a lo que sería después el barrio de Alamar en La Habana y copia de barrios similares en Bulgaria, Unión Soviética, Rumania, etc. Dos horas más tarde recorreríamos un extraordinario zoológico solo concebido en la mente del “Gran Líder”, conteniendo en sus jaulas a animales con historias muy curiosas e interesantes. Por ejemplo, la guía nos mostró a un elefante que le regaló el Tío Ho Chi Min al sobrino coreano. Nos contó ella con esa voz divina y angelical poseída por todas, que aquel elefante había sido “Héroe en la Guerra de Dien Bien Phu”. Parece que el animal conservaba, muy a pesar de los años transcurridos desde aquella batalla (1954) y nuestra visita al zoológico, aquella vitalidad sexual de su juventud. En los precisos momentos en los que la guía nos hablaba sobre expediente guerillero del elefante vietnamita, el animal intentaba treparse encima de una joven elefanta en celo y de sus entrepiernas salía un pedazo de tronco o poste eléctrico. Nosotros nos reímos y ella, pobrecita, se sonrojó.


Se dice que los elefantes en el zoológico son uno de sus principales atractivos, todos los elefantes son descendientes de una familia de un "elefante héroe" obsequiada a Kim Il-sung por Hồ Chí Minh en 1959. (Nota tomada de Wikipedia)

 

-Este cocodrilo fue un regalo especial del líder cubano Fidel Castro Ruz a nuestro Gran Líder Kim Il Sung. Nos expresó con toda la solemnidad del mundo y le ahorré hacer el ridículo ante nosotros.

 

-…Y combatió en Playa Girón zampándose de una vez a diez mercenarios…

 

-¿Qué dijo usted? Pregunto ella con mucho interés.

 

-¡Nada! Disculpe, solo pensaba en voz alta. Después nos llevó hasta una jaula donde se exhibía a un papagayo que, según ella, tenía unos 80 años y hablaba 20 idiomas. Le dijimos unas cuantas malas palabras nuestras y el animal las repitió para demostrarnos que dominaba el español. Cuando terminamos de recorrer aquel magnifico zoológico diseñado por el Gran Líder, regresamos al hotel para bañarnos, comer y prepararnos para el regreso nocturno al puerto de Hungnam.

 

Una vez en el barco le conté a los amigos mas cercanos y confiables sobre aquella experiencia. Creo haber orado para que esa pesadilla no llegara a la isla, solo que mi mensaje no fue descifrado o no pudo escucharse. Resultaba increíble al nivel de fanatismo, miedo, fe perdida y esperanzas evaporadas a las que condujeran con esa diabólica ideología al pueblo coreano. Todo era un globo mal inflado que aun hoy se encuentra blindado resultando imposible pinchar, el daño actual es mucho mas grave, los seres de ese pais deben actuar como individuos de mentes vacías y voluntades huecas que solo responden al llamado de sus amos.

 

Kim Il Sung fue un producto elaborado en la Unión Soviética y desde allí le fabricaron o inflaron una historia para imponerlo en Corea y les sirviera a sus intereses. El tal Kim nunca combatió, como dicen algunos libros de historia en la guerra contra los japoneses. Todo es una película muy parecida a la rodada en el Caribe y según se comenta, fabricada por la CIA. El tipo que reposa en el seboruco de Santa Ifigenia tampoco combatió en guerrita alguna y la única vez que pudo sumarse un poquito de gloria, el auto en que viajaba se perdió cuando se dirigía al Cuartel Moncada por no poseer GPS. Una vez en el poder el del lado de acá, se dedicó -como Kim- a la eliminación de todos sus opositores y disidentes. No puede negarse que se formaron en escuelas parecidas y después le pasaron el balón a su familia como si se tratara de una corona heredada.

 

Regresé a Corea del Norte durante el gobierno del incompetente y déspota Kim Jong Il. La situación había empeorado al extremo de que murieran mas de dos millones de coreanos por hambre. Todo se mantuvo en silencio hasta que la situación fue insostenible y obligó al dictador a mendigar alimentos. Sin embargo, existió oro para enchapar la estatua de su padre, oro que se vieron obligados a retirar ante el enojo y reclamos de China por malgastar la ayuda que se le estaba brindando.


Gigantescas estatuas de Kim Il Sung y Kim Jong Il en la fachada del Museo de la Revolución Coreana en Mansudae, Pyongyang.

 

Hoy pueden verse documentales de una Corea que muestra rascacielos, la gente mejor vestida y una marcada diferencia de clases entre los que tienen el “privilegio” de vivir en la capital y los del interior del pais. La estatua con unos 22 metros de altura que adorna el Museo de la Revolución Coreana fue modernizada y acompañada con una estatua de su sucesor e hijo. Ese pueblo necesita que el museo cuente con tres estatuas para que finalmente puedan un día aplicarles un ajuste de cuentas en nombre de todos los muertos producidos por esos asesinos y su criminal ideología.

 

Imagino que desciendo del pepino con ruedas en el que viajé parado desde el pueblo de Amarillas hasta La Habana, ese fue el precio pagado por ir a visitar a una noviecita en 1967. Imagino que me bajo hoy de esa incómoda guagua en la que he viajado más de medio siglo a refrescar malos recuerdos, me tomé una breve pausa para ver un eclipse total de sol. El próximo ocurrirá cuando yo me encuentre en otra dimensión y nadie recuerde nada, como le ha sucedido al pueblo coreano y al cubano.

 

Imagine there's no heaven.

It's easy if you try♫…

 

You may say I'm a dreamer

But I'm not the only one.

I hope someday you'll join us

And the world will be as one♫…

 

 

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá

2024-04-08

 

 

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