FALLECE EL JEFE DE MÁQUINAS EDGARDO MARTÍNEZ
CALDERÍN.
.
“Una muerte poco anunciada”
Lamento llegar
tarde, he estado atravesando algunos contratiempos con la salud y me prometí
-cuando regresara- dedicarle unas pocas líneas a este gran hombre.
La noticia de su
muerte me llegó como llegan casi todas en este mundo cibernético, la compartió Yraida,
una amiga suya que está en mis contactos el día 13 de Agosto del 2025. Lo sentí como en casos anteriores,
donde he cumplido la sagrada labor de despedirlos. Sin embargo, una nota de
condolencia encubriendo un acto de hipocresía o cobardía, logró disparar ese
enojo que me caracteriza. decía aquella nota de condolencias que; el amigo
Edgardo había sido “fundador” de un grupo de exes, donde se agrupa de todo, lo bueno
y lo malo de nuestro nada inmaculado mundo.
Entonces me pregunté
enseguida; ¿Por qué no le dedicaron un obituario similar al empleado con otros
exes que integraron la misma cofradía? Recorro gran parte de la página
perteneciente a quien dirige ese grupo y es redactor de los mencionados
obituarios, lo comprendo inmediatamente. Edgardo no falleció en Cuba, dejó de
respirar en la lejana Uruguay. Tierra que ha abrazado a muchos cubanos que
abandonaron la isla en la búsqueda de esa libertad o futuro inexistente. ¿Se convirtió
en un “Traidor a la Patria”? Ya ese término no se usa mucho entre las nuevas
generaciones, pero sobrevive en las mentes enfermizas de algunos degenerados de
la nuestra. Es muy probable que por igual motivo dejaran de comunicarse conmigo
algunos timoratos de esa pandilla, fracasaron en sus intentos por corregir la
historia, se requiere de inteligencia, voluntad y pantalones, ya lo dije, se
trata de unos infelices timoratos. Solo basta recorrer las biografías de unos
cuantos para comprender lo que manifiesto, allí entre ellos se destaca ese gordo
con su perrito, siempre dispuesto y colaborador para lavarle el rostro al régimen.
Él se auto titula Comodoro, yo no dejo de llamarlo Inodoro. En fin, Edgardo no
calificaba como toda la “pléyade” a la que esos individuos han despedido con
sus fanfarrias y salvas disparadas. Es mejor que así sea, parte limpio de todas
estas impurezas contaminantes.
Navegamos juntos a
bordo del buque “Habana” o del “Jiguaní”, no `puedo recordarlo con claridad, ya
los años me van traicionando. Si puedo afirmar que en esos viajes mantuve unas
excelentes relaciones con aquel Edgardo joven como yo. Iba subordinado de otro
gran hombre, me refiero al Jefe de Máquinas Orlando del Río, yo era un inquieto
Tercer Oficial que apenas acababa de descubrir al universo.
Edgardo tenía un carácter
muy especial y aunque más tarde solo coincidíamos en muelles, la acera de la Empresa
de Navegación Mambisa, las lanchas para abordar a nuestros buques fondeados,
etc. Siempre sobrevino el abrazo o el fuerte apretón de manos, nunca, fíjense bien,
nunca escuché a nadie hablar mal de él. Han pasado muchos años desde la última
vez que nos vimos y no creo haya cambiado durante mi ausencia. Como tampoco lo
han hecho muchos miserables que hoy viven en el exterior sin ocultar sus
añoranzas por aquellos tiempos de calamidades. Como tampoco lo han hecho algunos
miserables que viven en la isla, ciegos a la destrucción que han causado a su
tierra y su gente.
Hoy apuramos una
jarra de cerveza en la piloto del “Two Brother's” mientras esperamos una lancha
que nos lleve a nuestras naves. Lo hacemos sin complejos, aunque vestimos
charreteras, lo hacemos sin imaginar que tan profundo andamos hundidos dentro
de aquella podrida sociedad. Nos gritan desde la entrada al muelle Sierra
maestra Nr.3 Sur, vemos como se aproximan las lanchas y cruzamos la avenida del
puerto desafiando al tráfico de aquellos tiempos. Masacote nos saluda con su
boca de sábalo; ¡Colaboren, colaboren, colaboren! Siempre pide algo, cualquier
cosa es útil y necesaria en aquella insaciable tierra. Edgardo aborda la lancha
para el área norte de la bahía, ya su buque se encuentra de salida. Yo me
dirijo al sur y antes de desaparecernos nos saludamos.
Dos horas mas tarde
escucho cuando su buque se desliza por el canal de entrada a la bahía, imagino
a los niños corriendo por el malecón paralelos al muelle. Hoy son muchachos
viejos dispersos por gran parte del mundo, a unos pocos no les importa la
suerte corrida por sus parientes. Se escucha una pitada larga que estremece
toda la bahía, ya no hay barcos entrando o saliendo, los Prácticos mueren de
viejos o aburrimiento. Los imagino desapareciendo entre la bruma de la nada y
su nave cae a estribor una vez vencida la bolla nr.1. Otro buen hombre que se
nos va, ya quedamos pocos.
Mis sentidas y
sinceras condolencias a toda su familia, amigos y colegas de profesión. Hay cosas
que debían decirse y las dije sin remordimientos o arrepentimientos.
Esteban Casañas
Lostal.
Montreal..Canadá.
2025-09-22
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