viernes, 16 de septiembre de 2022

LA MADRE DE TODAS LAS FUGAS


LA MADRE DE TODAS LAS FUGAS


Motonave "North Islands", escenario de esta historia.


Ya les he comentado en diferentes oportunidades sobre las vías o estilos de escape utilizados por los marinos cubanos, algunos de ellos no dejan de ser asombrosos. Unas veces se han destacado por esas muestras de inteligencia desplegadas durante sus planificaciones y casi todas por el valor demostrado cuando se ejecutaban. Por experiencia particular solo puedo aportar un detalle muy importante en cada caso, la serenidad nunca puede abandonar a los protagonistas. No olviden que esas acciones se desarrollan dentro de un medio donde se establecen unas relaciones en las que, cualquier ojo puede detectar síntomas de nerviosismo o inseguridad que pudiera poner en peligro la misión planificada con tiempo de antelación.

 

Como ejemplo de una planificación inteligentísima para escapar de la isla y luego lograr que la hija y nieta se les uniera en Madrid, tenemos “La fuga perfecta del Capitán López Sánchez”. Ese es el título del trabajo que escribí sobre esa fuga que estuvo a punto de frustrarse, resulta interesantísima esa historia vivida por el Capitán López Sánchez, su esposa Anita, la hija de ambos y la nieta.

 

Entre esos escapes que exigió una fuerte dosis de adrenalina, valor, locura y desesperación, se encuentra el escape de Yarel Domenech, quien, sin pensarlo mucho, se lanzó al mar con el buque en movimiento a unas dos millas de la costa. “DESAFIANDO A LA MUERTE. LA DESERCIÓN DE YAREL DOMENECH”, ese es el título del trabajo donde se narra esta locura. Creo fuera en esta oportunidad donde más se haya arriesgado la vida buscando libertad.

 

En el caso de los cubanos en general existen decenas de ejemplos, donde unos han logrado sus objetivos y otros han perecido en el intento. Hace solo unos días mencioné la vía usada por un aduanero cubano, toda una acción irracional y peligrosa que atenta contra la lógica humana. Peligrosa porque los marinos pudieron soltar el tanque para que arrojara su contenido al mar e ilógica porque a pocos se les hubiera ocurrido esa idea. Sin embargo, por muy poco riesgosa que resultaran algunos escapes, todas contenían una fuerte dosis de irracionalidad.

 

Cada una de las fugas narradas o conocidas merecen un “Oscar” dentro de sus diferentes categorías. Solo que, en mi criterio muy personal, esta fuga que narraré a continuación y contada por el principal planificador de la misma, merece ser considerada “LA MADRE DE TODAS LAS FUGAS”. ¿Por qué? Se preguntarán muchos de ustedes y mi respuesta es muy simple en apariencias, pero muy importante. Casi todos los escapes producidos por nuestros marinos se han realizado con las naves surtos en puertos extranjeros, no ocurrió lo mismo en este caso. Ellos escaparon encontrándose en la isla y todos los marinos conocen los rigores del sondeo que se les hacen a los barcos por soldados acompañados de perros policía. Cuando me refiero a ellos, hablo de cuatro hombres donde dos eran oficiales de la nave y los otros dos eran parientes de quien nos contara los detalles de aquella fuga, solo me resta una palabra, “insólita”.

 

A Boris lo conocí por el año 1994 cuando desembarcó o -como gustan llamar en la isla- desertó del buque “North Islands” en el puerto de Montreal. Expresión muy común entre los marinos de la isla y aceptada en la mayoría de los casos… “El delito de deserción en su modalidad base es eminentemente doloso; no se puede sancionar la conducta culposa, aun cuando esta pueda ser factible”… Encuentro entre sus definiciones, sin embargo, el régimen de La Habana no lo interpreta de esa manera y condena el abandono de quienes son considerados “propiedad del estado” con penas que en aquellos años comprendían cuatro años de separación familiar y que aumentó en nuestros días a unos ocho años. Luego, actúa como agravante si te manifiestas en contra del régimen, la condena puede extenderse hasta el destierro definitivo.

 

Era en aquellos tiempos un joven muy sociable y alegre, carácter que conserva intacto después de transcurridos veintiocho años. Teníamos en esas fechas una organización en período embrionario llamada “Hermanos del Mar”, estaba destinada a recibir y ayudar en lo posible a los marinos cubanos que abandonaban sus naves en Montreal o llegaban de otros puertos. Boris asistía junto a su inseparable amigo a cuanta fiesta o reunión realizábamos, participaba activamente en la asistencia que ofrecíamos a personas necesitadas aun después de desaparecer esa organización. Fue en esos tiempos donde me contó todo lo relacionado a los preparativos y luego éxito de aquel inaudito escape que no dejó de asombrarme. Lo escuchaba y no dejaba de disfrutar aquella disparatada aventura sin parangón en la historia de nuestras flotas. Siempre quedé con deseos de escribir estas líneas para contarlas a los jóvenes marinos y cubanos que me leen desde hace varios años. Conservaba frescas una gran parte de aquellas notas en mi mente, solo que los años causan daños en el disco duro de cualquier persona mayor y debía buscar aquellos eslabones extraviados entre tantas maniobras de fondeos. Bueno, una parte de esta hazaña se conserva intacta desde aquellos años y solo ha sido enriquecida con los últimos encuentros mantenido con Boris en Enero de este año y hace solo unas horas por conversación telefónica.

 

-Mi hermano, hace un tiempo que deseaba conversar contigo para ultimar algunos datos de aquella fuga espectacular. ¿Tienes tiempo para hablar?

 

-Estoy manejando bajo tremenda turbonada rumbo a casa, pero no te preocupes, voy a tomar mis precauciones en el timón mientras hablamos.

 

-No voy a dilatar mucho la conversación para que te mantengas atento a las locuras de Miami…Lo escuché sonreír al escuchar estas palabras.

 

-Menos mal que conoces el campo donde me muevo, ¡nada, dispara!

 

-Boris, ¿en cuál barco fue que tu arribaste a Montreal cuando la deserción?

 

-Yo estaba de maquinista en el “North Islands”.

 

-¿Quién era el Capitán?

 

-El Capitán era Montenegro y el Primer Oficial era Viera?

 

-¡Coño, Viera! Hombre, amigo, reservado. Yo navegué con él, ahora no recuerdo el barco. Él llegó a Capitán y después fue sancionado, no recuerdo las causas.

 

-Hace varios años que falleció.

 

-¡Qué pena, no lo sabía! ¿En qué año se produjo tu deserción?

 

-Nosotros salimos de La Habana un Día de las Madres que cayó un 8 de Mayo en el 94. Ya sabes, ocho o nueve días más tarde ya estábamos aquí.

 

-Volvamos nuevamente a la capital cubana para reconstruir la fuga de ustedes. ¿Quién fue el organizador de esta increíble acción? Lo manifiesto así porque conociendo el terreno donde nos movíamos puede resultar una misión imposible.

 

-¡Mira, hay un poco de todo! Esa fue una idea que compartimos en varias oportunidades el Segundo Oficial del barco y yo, te hablo de mi amigo, más que hermano, socio, compañero o conocido. Eso solo lo podías comentar con una persona de extrema confianza y bien lo sabes. Tuvo también algo de espontaneidad o improvisación porque de buenas a primera, sin pensarlo dos veces, pasé a mi hermano para el barco. No le fue difícil burlar la aduana porque él trabajó un tiempo en los talleres del Margarito Iglesias. Ya en el caso de mi tío fue un poco más complicado, imagina convertir a un guajiro rudo y tosco en un marino. Te hablo de una persona que no tenía el más mínimo conocimiento de nuestro mundo y por su aspecto era muy fácil de descubrir. Debía pulirlo muy bien para acercarlo a nuestro ambiente, y te repito, no resultó nada sencillo. Se detuvo y escuché la pitada de un auto.

 

-Imagino haya sido algo así como transformar a Carlos Ruiz de la Tejera en Alain Delón. Lo interrumpí para darle algo de tiempo en concentrarse, temía que la turbonada cortara aquella interesante conversación por la que tanto había esperado.

 

-No tienes idea de su imagen, bueno, un guajiro natural con todos sus atributos. Cuatro años atrás yo había tenido una conversación con él y me pidió que si algún día pensaba escapar que no me olvidara de avisarle. Nos llevábamos muy bien, se trata del hermano de mi madre con el que estuve muy apegado desde niño. Teniendo a mi hermano a bordo me acordé de la promesa que le había hecho y una vez en casa le dije a mi madre; “Vieja, llama al tío y dile que trate de venir a más tardar mañana, si no le es posible, dile que se olvide de este mensaje”. Mi madre tuvo que sospechar algo, pero no le dije absolutamente nada de mis propósitos, ya sabes cómo funcionan las cosas en Cuba.

 

-Yo tampoco le dije nada a mi familia, cualquier indiscreción que cometieran podía destruir los intentos de escapar y conducirte a una carcel.

 

-¿Qué te cuento? La familia del sur de Camagüey se encontraba involucrada en la deforestación de un pantano con el objetivo de sembrar arroz, luego venderían la cosecha y con esa plata tenían pensado comprar una lancha para largarse. Tenían un régimen de trabajo continuo de tres días por tres de descanso. Por suerte mi tío se encontraba descansando, y por fortuna, se acordó de la conversación mantenida cuatro años atrás. ¡Mira, muchacho! Al día siguiente ese guajiro estaba en La Habana, pero no imaginas la facha que tenía. La ropa era un desastre, estaba tan peludo que parecía un león y con una barba blanca que le daba el aspecto de Santa Claus. ¡Por supuesto! Sin trineo y con las huellas de haberle pasado un tren por encima. ¡Hay que pelarte y afeitarte urgentemente! Le dije, con esa figura no te puedes acercar a la aduana sin que te descubran. Le conseguí ropa de la que usamos nosotros, lo desempercudí un poco y le fui dando instrucciones que debía cumplir al pie de la letra. Ni te imaginas el cambio experimentado, al día siguiente era todo un yuma, el único peligro que existía era si hablaba.

 

-¿La vieja no se llevó el pase?

 

-Tuvo que haberse dado cuentas, pero no preguntó nada, era mejor que así fuera.

 

-¿Tuviste que conseguirle alguna identificación para presentar en la aduana?

 

-Dos días antes yo le había pedido el carnet de marino a un socio, no recuerdo cuál explicación le di. Agarré aquel carnet que estaba plastificado y con mucho cuidado le hice unos cortes bien cerca de donde se encontraba su fotografía, la retiré y coloqué una del tío que le habíamos tomado en el capitolio. ¿Tú te acuerdas de aquellos fotógrafos ambulantes?

 

-¡Como, no! ¿Todavía existían?

 

-¡Por suerte había uno que se estaba comiendo un cable! No olvides que mientras todo eso sucedía estaba corriendo la debacle del Período Especial. Para no cansarte, volví a sellar el carnet pasándole una plancha caliente y quedó espectacular. Ya todo estaba listo para pasar al tío por la aduana del muelle Sierra Maestra Ne.3 Sur, ya sabes que allí se tomaban las lanchas que nos trasladaban hasta los barcos fondeados.

 

-¿Imagino que el viejo estaría nervioso? Si era descubierto nadie lo paraba hasta Villa Marista.

 

-No lo dudo, pero el tío era una persona fuerte, sabía que si lo descubrían yo agarraba cárcel también. Así que empleé todo el día y noche anterior dándole instrucciones. El barco se encontraba de salida con destino a Thunderbay, es un puerto canadiense localizado en el Lago Superior.

 

-Yo pensaba que se habían quedado en Montreal.

-¡Cierto, nos quedamos en Montreal! Pero esa es otra historia que nos apartaría de la escapada.

 

-Tienes razón, nos quedamos en la noche anterior a la salida del barco. Podía escuchar el choque de la lluvia contra su parabrisas, conocía muy de cerca aquellas turbonadas tropicales que se producían en La Florida.


Motonave "North Islands"

-Bueno, llegó la hora de fuego, la primera barricada a burlar, la implacable y corrupta Aduana. Temprano en la mañana nos dirigimos en bicicleta desde la casa hasta el puerto, yo viajaba con una jevita en el caballo de la mía. Mi hermano y el tío viajaban en otras, por suerte el guajiro sabía montarla. Una vez en las proximidades del Sierra Maestra Nr. 3 Sur nos despedimos sin mucho protocolo, abracé a mi hermano sabiendo que tal vez sería la última vez que nos viéramos. La despedida con la jevita fue musical, nada de tristezas o promesas, ella no sabía nada de mi fuga. Regresó a su casa en el caballo de la bicicleta de mi hermano y yo consumía los últimos minutos en afinarle la puntería a mi tío; “Tienes que mantenerte todo el tiempo delante de mí, ni se te ocurra hablar, yo me encargaré de todo”.

 

-¿Y la despedida con la vieja?

 

-Tú mejor que nadie sabe lo que se siente, yo leí tu escrito titulado “Escapando del Paraíso” y sé que me comprenderás muy bien, hay coincidencias en los sentimientos, así debió sucederles a muchos de los nuestros. Todo se convierte en una comedia trágica, tú tratas de ocultar esos sentimientos que te torturan y queman el alma. Ella llora por dentro y tú la imitas, ella sabe que posiblemente será la última vez que te abrace, tú también lo sabes y ocultas esas lágrimas que te consumen por dentro. Solo los que hemos experimentado esa horrible situación lo comprendemos. Ella sabía que yo mentía en cada sonrisa que le regalaba y sacrificaba su dolor, mi madre prefería saberme libre. ¿Qué más pudiera decirte?

 

-Yo sé de qué me hablas y te aseguro que, aun después del tiempo transcurrido desde la partida, esa es una cicatriz que nunca cierra.

 

-¿Para qué vamos a torturarnos con este dolor? Regresemos a la entrada y ese contacto con el aduanero. Recuerda que siempre le dije a mi tío se mantuviera delante de mí en cada paso por dar. Creo que fuimos los últimos en entrar al muelle para esperar la lancha, mi tío iba delante de mí con su bicicleta. Presentó su carnet de marino y cuando el aduanero se dispuso a realizarle una pregunta yo intervine sin demora; ¡Asere, aquí tengo lo que te prometí! Inmediatamente le extendí por encima del hombro de mi tío un cartón de Populares. Te imaginas estar en Período Especial y que te caiga del cielo un cartón con 24 cajetillas de cigarros. Eso lo sabe una pila de comemierdas puritanos e hipócritas que conocen como funciona aquello. ¡Al carajo la CIA y los imperialistas con su gastado bloqueo!

 

-¡Coño, consorte, no fumo desde ayer! Me respondió el aduanero.

 

-¡Pa'que veas, pa'que veas! Existimos marinos solidarios con todas tus penas. En lo que andaba enredado con esta trova, mi tío burló la barricada de la aduana. Algo estaba demostrado y no han comprendido los yanquis. No hacía falta invasión alguna, solo era suficiente algún bombardeo con bolsas de pollo, jamón, carne de res, arroz, frijoles, pan, café, cigarros y cuanta mierda sirviera para llenar panzas hambrientas. Así funcionaba y aun se mueve la sociedad cubana, doble moral y agotamiento del pueblo, nadie ha alcanzado el sitio donde coño se encuentre el futuro prometido por el cacique en 1959.

 

-¿Las bicicletas? Se me escapó esta pregunta y me arrepentí.

 

-¿Qué? Preguntó él con cierta intriga o curiosidad, digamos que sorpresa.

 

-¡No, nada! Aquella pregunta no escondía malicia alguna, la hubiera hecho cualquier ser dotado con un mínimo de cerebro. Si pensaban desertar o escaparse del país, ¿qué coño pintaban estas bicicletas en el escenario? Rectifiqué y me situé en el absurdo, estúpido e irracional teatro cubano. Allí todo marchaba a la perfección mientras más absurdo, imbécil, incomprensible, disparatado, fantástico o inaceptablemente humano fuera. Comprendí que mi pregunta estaba fuera de contexto y debía someterme a la experiencia vivida por algunos, entre ellos, yo. Muy bien pudo tratarse de una maniobra destinada a desviar esa atención que practican casi todos los cubanos sobre la vida de los demás, desinformar al enemigo.

 

-¡Nada, una vez adentro le dije que se colocara cerca de la pared de la casita del Control Sanitario Internacional, allí dejé también mi bicicleta mientras me movía entre la gente apretando manos. Como siempre fui muy sociable, tuve que dedicarle unos minutos a cada tripulante. Realmente deseaba alejarlos de la figura de mi tío y que lo acosaran con preguntas de nuestro mundo, el guajiro no sabía el significado de babor o estribor y cualquier detalle podía delatarlo. Llegó la lancha y viajamos en su exterior, ya le había dicho que se mantuviera delante de mí y que cuando entrara por la puerta doblara a la derecha y me esperara. Creo que fuimos los últimos en subir por la escala real y desde la lancha pude divisar que el Tercer Oficial se encontraba de guardia en el portalón, no era buena señal y a mi mente acudió una idea para neutralizarlo. Mi tío logró sobrepasar el plato de la escala y cuando el Tercero intentó abordarlo, yo lo bloqueé con la rueda delantera de mi bicicleta.

 

-Muchacho, lo que te tengo es faisán, ya cuadré con una amiguita de mi jeva, si el barco no sale la vas a conocer hoy. Los ojos se le encandilaron, el Tercio era un animal en celo y por ahí decidí atacarlo.

 

-¿De verdad, mi consortico? No se dio cuenta de mi trampa y el tío desapareció por la puerta de acceso a la superestructura. ¡Eso no falla, mi hermano! Tú sabes lo caliente que somos los cubanos, cuando les mencionas una jeva mandan al carajo todo lo que les rodea. A esa hora no hay consignas ni enemigos que valgan, yo sabía que el Tercio estaba bruja y no la veía pasar desde hacía rato.

 

-¡Ni te imaginas el tronco de pollo que te he cuadrado! Ya te digo, si no sale el barco nos vemos en la tarde. Bueno, mi herma, me piro porque debo hacer algunas preparaciones en máquinas, luego hablamos.

 

-¡Perfecto, luego nos vemos! Respondió muy alegre y con la esperanza de poder enterrar el muñeco. Cuando entré me encontré al tío esperando y por suerte no había pasado nadie por ese pasillo, debíamos subir a la cubierta inmediata que era donde se encontraba mi camarote. Sentí deseos nuevamente de preguntarle por las bicicletas y me abstuve de hacerlo para no interrumpirlo o que se enojara conmigo. Muy bien pudo guardarlas en algún pañol o que su amigo llevara una a su camarote, todo es posible.

 

-Disculpa que te interrumpa, no veo a tu amigo el Segundo Oficial en todo este recorrido.

 

-No te preocupes, falta un poquito para que aparezca en escena y te aseguro, fue muy importante su colaboración para el éxito de esta fuga.

 

-Okey, ya estamos en el camarote.

 

-Pasé el seguro a la puerta y me dediqué con urgencia a esconderlos. Les pedí que se desnudaran y los embadurné totalmente de diesel oil, saqué de su sitio algunas planchas del falso techo que quedaban exactamente encima de mi sofá. No había mucho espacio disponible y acomodé primero a mi hermano, era bastante delgado en esa fecha. Mi único temor era que el petróleo le provocara alguna reacción por su condición de asmático, también por el hecho de que justamente frente a su cara, existían algunos pelos de fiber glass usados de aislamiento y le produjeran cualquier estornudo inoportuno. Con el tío fue algo más difícil esa operación, el guajiro estaba mas fuerte y apenas cabía en aquel hueco. Cuando estaba a punto de rendirme, mi tío hizo algunas contracciones que redujeron su volumen y pude colocar las planchas del falso techo que faltaba. No sé hasta qué punto pudieran resistir en esa posición sin poder virarse, no sabía exactamente las horas que faltaban para zarpar el barco, aun se encontraba pendiente el suministro de aceite para la máquina principal. Estaban advertidos de que no podían hablar, estornudar o tirarse pedos cuando sintieran que se abría la puerta del camarote. Esa tortura fue -entre otros- el precio que ellos pagaron por su libertad y te aseguro, no todos pueden soportarlo. Inmediatamente coloqué en diferentes partes de camarote ropa sucia y embarrada de petróleo con la que había trabajado en máquinas. Para darle un toque especial que neutralizara el olfato de los perros, polvoreé todo el camarote con pimienta negra. Para culminar y a modo de señuelo, puse sobre la mesita del camarote una botella de ron y un vaso. Trampa de la que mas tarde me arrepentí, el resultado fue mucho peor del que yo esperaba.


Motonave "North Islands"

-En mis tiempos dejábamos cosas de escaso valor para la gente del sondeo, algunos eran honrados y lo pedían, otros era vulgares delincuentes y te robaban, había que vigilarlos mientras realizaban el sondeo. Casi siempre yo dejaba algún jabón, cajetillas de cigarros, bolígrafos u otra bobería a la vista, eso no fallaba, ellos estaban tan desesperados como todo el pueblo, solo que algunos de ellos eran unos miserables fanáticos.

 

-Muchacho, llegó la hora del sondeo y nos ordenaron permanecer en el camarote con la puerta abierta. Entró el tipo del perro y el animal ni se molestó en inclinar el olfato, sabia que si se equivocaba se iba a quemar con la pimienta dispersa dentro del camarote. El perrero me pidió permiso para darse un trago y qué te cuento, se sirvió un vaso entero, es algo que hacen casi todos los alcohólicos en la isla, la mayoría de ellos son glotones y no respetan si la botella alcanzará para otras personas. Bueno, se disparó todo el vaso en dos sorbos, se sentó con el perro a su lado y, ¿qué crees que pasó?

 

-Ni ideas, se pondría a dar muelas a esa hora, digo yo.

 

-¡Nada de eso, mi hermano! El tipo se quedó dormido casi al instante y yo no me atrevía a despertarlo porque el perro no me quitaba los ojos de encima. ¡Le roncan los timbales! No creas que fue uno o dos minutos, hasta roncó el muy hijoputa.

 

-¡Coño, compadre! ¿Para qué le diste ron? El socio está alcoholizado y ya ha tenido muchos problemas por eso. Me dijo otro de los guardafronteras que entró a mi camarote acompañado por otro perro.

 

-¿Qué carajo tengo que ver con eso? Me pidió un traguito y no se lo pude negar. Lo estuvo zarandeando un rato hasta que el borracho volvió en sí y salió del camarote dando tumbos mientras su compañero lo sermoneaba. Una o dos horas más tarde dejábamos La Habana, yo participé en la maniobra de salida en el departamento. Mi tío y hermano debieron conformarse con la larga pitada de despedida e imaginar el paisaje, ellos nunca habían disfrutado esa adorable vista de nuestra ciudad desde el mar. Nunca pudieron verla como nosotros los marinos, ocultando sus pestes y suciedad, columnas, muros y paredes que iban cayendo ante la complicidad que solo brinda la indiferencia. Niñas que se vendían a extraños a lo largo de ese muro adorado por los habaneros, quizás por un sándwich. Mi tío y hermano partían como peligrosos fugitivos de la agobiante cárcel grande donde se evaporan almas de cubanos en despiadadas cárceles chiquitas. Cuando tuvimos régimen normal de navegación regresé a mi camarote para sacar a mis parientes de aquella casi mortal trampa. Mi tío era un animal salvaje, soportó todo aquel tiempo con un alambrón clavado en su espalda y luego de bañarse lo curé con algo. Sabían que desde esos instantes debían hablar lo necesario y bien bajito, yo procuraba dejar un radio que tenía en el camarote encendido.

 

-¿Cómo resolviste el problema de la alimentación?

 

-Al principio fue una tragedia, no es fácil llenar tres tripas con la ración de una sola persona, pero le encontramos solución, ahora te hablo en plural.

 

-¡Fíjate, este viaje voy tumbando! Me dijo al día siguiente o dos después de la partida mi amigo el Segundo Oficial. Ya te conté que varios viajes anteriores habíamos tocado ese tema.

 

-¡Yo también voy tumbando este viaje, mi hermano! Pero no lo hago solo, traigo escondidos en mi camarote a mi tío y a mi hermano. Se sorprendió con mi respuesta y tuve que hacerle la historia del tabaco que ya te he contado. Le pedí ayuda para poder alimentarlos y estuvo colaborando hasta nuestra llegada a Canadá. Por mi parte me mantuve muy ocupado en máquinas, trabajaba horas de mas para mantenerme algo alejado del resto de la tripulación y tener un pretexto para solicitar mas comida de la normal. El procedió mas o menos igual y no sé cómo los cocineros no se preguntaban que no experimentara, aunque fuera un leve aumento de su peso, ya sabes que era flaco como una vara de pescar. Por otro lado, varias veces estuve a punto de ser descubierto por este par de cabrones, hablaban sin parar y hasta discutían por cualquier pedo escapado. El vecino de mi camarote protestó varias veces por el volumen del radio, etc. Luego, toda la tripulación me reclamaba por esas relaciones mantenida con ellos y mis constantes jodederas. Nada, fue una travesía saturada de sustos y sobresaltos. Por fin llegamos a Montreal y nos atracaron en un muelle de espera que existe al lado de la isla Santa Elena, es a la entrada del Sea Way, imagino que la conoces.

 

-¡Claro! Varias veces estuve atracado en ese muelle cuando viajaba al lago Ontario, yo estuve en el primer barco cubano que inauguro esa navegación hacia Toronto, Hamilton y Port Welles.

 

-Bueno, nos realizaron una inspección y no nos aprobaron navegar por los Grandes Lagos. Ya sabes que las autoridades canadienses son muy exigentes y nos descubrieron varias trampas.

 

-Imagino cuales hayan sido, no funcionaba el separador de sentinas, el tratamiento a las aguas albañales, los tanques dispuestos para ese uso, etc. Esos equipos los colocaron en varios barcos viejos con la finalidad de burlar a los inspectores, pero es como dices, los canadienses no son tontos.

 

-Se comentó que el buque sería destinado a continuar viaje para Europa y lo analizamos entre los cuatro. El fin de nuestro destino era llegar a tierras de USA, no se nos había perdido nada en Europa. Decidimos contactar a unas amistades chilenas de mi familia que vivían en Montreal para pedirles ayuda y coordinamos una hora exacta de noche para escapar todos juntos, ellos estarían esperándonos para después llevarnos hasta la frontera de USA. Esa noche se encontraba de guardia en el portalón una camarera llamada Deysi, mi amigo y yo la convencimos de que se fuera a dormir con la promesa de que continuaríamos su guardia. Al principio estuvo algo indecisa, pero la frialdad existente estuvo de nuestra parte y se convenció. Pasada una media hora o más, bajamos todos por la escala y nadie nos vio, un rato después viajábamos rumbo a la frontera.

 

-Compadre, ustedes no sabían que en ese trayecto desde Montreal hasta el lago Ontario se deben pasar siete esclusas y dos de ellas son norteamericanas. En la primera de ellas nos atracaban y sondeaban el barco desde la quilla hasta la perilla.

 

-¡No jodas!

 

-Así como te lo cuento, es muy probable que tu amigo el Segundo Oficial no consultara los cuarterones o planos de esa trayectoria. Si lo hubieran hecho, ustedes se habrían quedado directamente en territorio norteamericano.

 

-Ni te imaginas los dolores de cabeza que nos hubiéramos ahorrado, resulta que nos presentamos ante las autoridades norteamericanas de la frontera para solicitar asilo político y como nuestro inglés era de indios tiraflechas, nos trajeron a una yuma que mas o menos masticaba el español. Desde el principio ella nos invitó a que solicitáramos asilo en Canadá, que era un país maravilloso, bla, bla, bla,


Fin de la motonave "North Islands" en Chile.


-No creas que eso les ocurrió a ustedes solamente, ella no mentía cuando se refería a Canadá, nada que ver con el país actual. Si te digo algo, por aquellos años y varios posteriores, existió una marcada xenofobia en contra de los cubanos que decidían abandonar al paraíso socialista. Increíblemente, esos sentimientos de desprecio y discriminación oculto para muchos, partía generalmente de individuos con ideas izquierdistas radicado en ambos países. Estos tipos, casi siempre de orígenes latinoamericanos, han sido sembrados aquí y en otros países incluyendo a los EU precisamente para eso, envenenar el ambiente de estos nobles pueblos, los resultados obtenidos son actualmente imposibles de ocultar. Se disfrazan de liberales, progresistas o demócratas, pero en el fondo son lo que nadie puede ocultar, unos vulgares comunistas. De los cubanos que conocí en esa misma época y se presentaron en la frontera a solicitar asilo político, no recuerdo que hayan aceptado a alguno. Luego, se veían obligados a pagar los servicios de coyotes para penetrar el territorio norteamericano. Es obvio de que existieron excepciones, yo conocí a muchos latinos que nos comprendían y solidarizaban con nosotros, no hay dudas. El problema también es que arribábamos con una mente infantil porque nos creímos todo ese cuento de que los latinos eran nuestros hermanos, cuando en realidad no lo fueron. Llegamos al extremo de preferir ser hijos únicos y huérfanos por todas las traiciones, trampas, delaciones, etc. que recibimos. Te hablo en fechas durante las cuales la comunidad cubana de Montreal no sobrepasaba las trescientas personas y creo que es una cifra elevada. Todavía no se había formado ese despelote de la entrada de nuestra gente casada con canadienses para huir del país.

 

-Si, es como dices, fueron varios a los que se les trabó el paraguas en la frontera y nosotros formamos parte de ese pelotón. De nada sirvieron nuestras súplicas y pedidos de clemencia realizados por nuestros familiares. Nos mantuvieron detenidos bajo una constante presión y amenazas de ser deportados hasta que no tuvimos otra opción que regresar a Canada y formalizar nuestro pedido de asilo en este país.

 

-Bueno, ya todo esto es periódico viejo, pero muy oportuno compartirlo con las nuevas generaciones. Yo conocí a tu hermano Pavel y esposa, ambos fallecidos. También conozco a ese gran amigo tuyo del que no menciono su nombre por no contar con su autorización. No recuerdo muy bien si alguna vez conocí a tu tío, ese guajiro natural. Como quiera que sea, muchas gracias por compartir con nosotros cada detalle de esta escapada sin precedentes en toda la historia de nuestras flotas. Creo yo que muy bien puede considerarse “La madre de todas las fugas” y ser merecedora de un Oscar en su categoría.

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2022-09-16

 

 

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