Nos conocimos unas tres horas antes de abordar el
avión con destino a Luanda, un calor bochornoso azotaba a La Habana, correría
el verano de 1977. La guagüita VW que nos conducía al aeropuerto se detuvo
frente a una vieja casa en lo que sería “La Timba”, la gente se aferraba a
llamarla “El Vedado”, como avergonzada. Le dio un beso a su esposa y cargó una
enorme maleta que no recuerdo dónde la acomodo, así nos conocimos los
integrantes de aquel pequeño grupo. Alguien propuso comprar una caja de ron
entre todos para ir consumiendo durante el extenso vuelo, creo que fue Freixas,
tuvo que ser él, su afición por el alcohol fue demostrada durante el trayecto y
confirmada varios días más tarde. Decidimos sentarnos en la cola de aquel DC-8
como el que volaron en Barbados, allí sería nuestra primera escala. Creo que
esa idea vino del propio Velozo, luego nos explicó -entre tragos- que
estaríamos muy cerca del pantry del avión y así la turba de guajiros
disfrazados de civil no joderían cuando le solicitáramos algo a las aeromozas. Se
extendió en su explicación y nos dijo que había sido piloto de combate. Con la
intensión de demostrarnos que no nos mentía, le preguntó a una de las azafatas
el nombre de los pilotos y al escuchar su respuesta, le solicitó enviara
saludos de su parte luego de decirle el nombre completo, eran antiguos
compañeros de estudios, le explicó.
El vuelo fue bien divertido, es cierto que los tragos
ayudan mucho, creo que al cuarto de ellos ya me había olvidado del avión que
explotó a la salida de Barbados. Nuestra próxima escala seria en Sierra Leona y
durante ese trayecto, los pilotos llegaron a compartir con nosotros. Recuerdo
que en una de aquellas oportunidades estuvieron los dos y cuando les
preguntamos si había otro piloto en la cabina se rieron, nos respondieron que sí,
el piloto automático. Si lo desean creer, bien, y si no lo creen, también.
Ustedes saben perfectamente cómo funcionan las cosas en el patio y aquel era un
vuelo militar donde los únicos civiles éramos nosotros. Una parada de dos horas
en Sierra Leona y continuamos con destino a Luanda.
Algo estaba muy claro, ninguno de nosotros sabía cuál
sería nuestra “misión internacionalista” en Angola. Allí nos recibió el Capitán
Raimundo René Calero Torrientes y de su boca escuchamos que formaríamos parte
de la tripulación de un barco angolano, algo sospechábamos. A Velozo no le cayó
muy bien aquella noticia y me lo comentó a medias al día siguiente. Ya él se
había graduado de Capitán y en la flota no existía la plaza de “Agregado de Capitán”,
la más cercana nominación fue la de “Capitán Numerario” y no fueron muchos los
que desfilaron por ella. Tenía toda su razón, así se sintieron muchos de los
nuestros en diferentes cargos cuando se sabían “competentes” y se graduaron con
buenas notas académicas. A mí tampoco me cayó bien encontrarme con Fernando
Miyares Gutiérrez en aquel buque, individuo con mala reputación en nuestras
naves y destacado incompetente. Hubo una gran diferencia entre Velozo y yo por
una situación similar, aunque yo cargaba las charreteras de Segundo Oficial y
era avalado por una vasta experiencia, además de buenas calificaciones en
cuanto curso de recalificación asistí o evaluación técnica realizada. Sin
embargo, no esperé transcurrieran muchas horas para personarme en el camarote
de Calero y solicitarle me enviara de regreso a Cuba por la presencia de dos
Segundos Oficiales a bordo. Él me calmó diciéndome que la plaza era mía y en un
hábil movimiento ajedrecístico mató a dos pájaros de un tiro. Velozo viajaría
de “Inmediato”, una plaza que existía en ese buque cuando perteneció a los
portugueses y que probablemente correspondería a la del Primer Oficial o quizás
a la del “Agregado de Capitán”. Le continuaban el Primer Piloto, el Segundo
Piloto y el Tercer Piloto. Le dije claramente que yo no compartiría mi trabajo
con Miyares y que no deseaba que estuviera metiendo las narices en mi plaza,
Calero me aseguró de que eso no sucedería y cumplió con su palabra. Velozo
navegaría como “Inmediato” y se encargaría de las operaciones y cálculos de la
carga, quedaba exento de guardias de navegación. Miyares iría cubriendo la
guardia de navegación correspondiente al Primer Oficial sin ninguna otra obligación.
Yo iría haciendo la guardia que pertenece al Segundo Oficial y un muchacho de origen
angolano-portugués llamado Amílcar, haría la que correspondiente al Tercer
Oficial. La diferencia entre Velozo y yo a la que hice referencia unas líneas atrás,
se debía a nuestras condiciones políticas. Él era militante del partido y yo no
jugaba en ningún equipo de esos. Yo podía -como hice a la mañana siguiente de
haber arribado- reclamarle con todo mi derecho a Calero y Velozo tenía que
someter su voluntad a las decisiones del partido, tal y como se vio obligado a
aceptar. Creo que la solución de Calero fue en parte elegante, solo que el
alivio duró muy pocos meses. Cuando regresamos de Europa, el grupo en el que llegué
a Angola reclamaron su regreso a Cuba, alegaron que el compromiso hecho con
ellos fue de seis meses. Compromiso del que nunca me enteré y me mantuve
callado, lograron su relevo y partieron dejando a Freixas preso por quitarle la
vida al telegrafista Collazo.
Arribamos al puerto de Bejaia en Argelia, este
pequeño puerto se encuentra a mitad de camino entre Argel y Annaba. Llegamos en
una fecha fatal, se encontraban celebrando el Ramadán y las operaciones
portuarias son extremadamente lentas por la debilidad que experimentan los
estibadores al trabajar en ayunas. Como consecuencia de esa situación nos
mantuvieron fondeados más de dos semanas que, traducido a la vida cotidiana, se
transforma en una especie de castigo cuando el barco no posee televisión -y
aunque la tuviera- deben imaginar cuales serían las transmisiones para esas
fechas. El tedio multiplicado va invadiendo cada mamparo del buque hasta que la
existencia se hace insoportable, solo escapábamos con el auxilio del alcohol. Uno
de esos aburridos días, nos enteramos de que era el cumpleaños de Velozo,
compartíamos con mas frecuencia uno que otro traguito, él no era bebedor.
-Asere, baja y trata de entretener a Velozo fuera de
su camarote. Le solicité a Lazarito en el puente, ya les he comentado sobre
este chamaco, viajaba de Sobrecargo y fue mi yunta durante todo el tiempo que
permaneció a bordo.
-¿Qué se te ha ocurrido?
-¿No te enteraste que hoy es su cumpleaños?
-Sí, yo lo sé, ¿qué piensas hacer?
-Tú solo bajas y trata de llevarlo a un salón o al
camarote de Feixas, cuando se encuentre contigo me das un timbrazo para
moverme.
-Coño, pero no me has dicho lo que vas a hacer.
-Asere, mira la portilla de su camarote. Lo llevé
hasta el alerón de babor y se la mostré. -Cuando tú me llames yo voy a tirar un
cabo para bajar y colarme en su camarote. Le voy a vaciar el refrigerador de
las bebidas que tiene y nos vemos a las cuatro de la tarde en mi camarote para
celebrarle el cumple, encárgate de subir algunos saladitos.
-Asere, tú estás loco.
-No jodas, hay que matar el tiempo en algo. Ayudado
por Leandro, quien ese viaje navegaba en mi guardia como timonel, esperé por el
aviso de Lazarito para tirar el cabo, la bebida la subió Leandro en un cubo que
teníamos en el puente.
-¡Happy Birthday,
to you! ¡Happy Birthday, to you! ¡Happy Birthday, Velozo! ¡Happy Birthday, to
you! Se
veía muy feliz, un pequeño grupo se reunió en mi camarote para festejar.
Regalarle un poco de felicidad al ser humano no cuesta mucho, bueno, en este
caso solo una pequeña maldad.
-¡Oye, tú y Lazarito son par de hijoputas! Me lo dijo
al día siguiente sin poder ocultar una sonrisa, no nos reclamó nada.
Aquel viaje a Europa duraría más de tres meses,
tiempo que, sumado a las estadías en puertos angolanos por la lentitud de las
operaciones portuarias, superó los seis meses de plazo que ellos alegaron fuera
el compromiso del Ministerio de Transporte con nosotros. Compromiso que nunca
escuché y del que se beneficiaron los que se unieron a la tripulación mientras
se encontraban en Angola. Solo compartí con Velozo mientras me encontraba a
bordo, por otro lado, he contado mis aventuras con Lazarito en los puertos
visitados. Éramos los más jóvenes de aquel grupo y nos dedicamos a vivir “la
vida loca”, mucho antes de cantarla Ricky Martin y que saliera del closet. Nos
mantuvimos alejados en todo momento de la vida política, lo de nosotros era
vacilar y derecho teníamos, no éramos militantes. No pudimos despedirnos de ese
grupo por las razones que ya he explicado, Freixas quedó detenido por
dispararle dos veces a Collazo, quien unas horas después se convirtió en
cadáver.
Varios meses más tarde Velozo regresó a Angola para
capitanear al buque “Las Villas”, lo hizo acompañado de uno de los locos más disparatados
de la flota, me refiero a Manuel Balsa Larrinaga. Ya escribí sobre la noche que
me fue a buscar en una canoa de dos remos para llevarme a su barco, Manolito
era el Primer Oficial de Velozo. La celebración de aquel encuentro duró toda
una noche y me mantuvieron secuestrado durante varios días. No puedo ocultar la
alegría que me produjo compartir nuevamente con ellos y con Luisito el
telegrafista entre otros tripulantes. Luego dejamos de coincidir en Angola,
creo que ese encuentro se produjo una vez más, oportunidad en la que los
acompañé a vender varias cajas de ron que le habían “decomisado” a los
militares. Estaban verdaderamente locos, esa noche íbamos armados Luisito,
Manolito y yo con AKM, la venta se realizo en uno de los barrios mas peligrosos
de Luanda. Luego me contaron que ellos entraban por una puerta practicada en el
cuarto de máquinas y daba acceso a la bodega Nr. 3, donde realizaban sus golpes
a los militares. Nos perdimos en el tiempo, tal y como solía ocurrir en nuestra
vida de marinos. Velozo y yo pasamos muchos años sin coincidir en tierra,
tampoco gozábamos ese nivel de amistad que te obliga a un contacto frecuente
con su familia.
DOCE AÑOS MAS TARDE.
-Fíjate que vengo a relevar al individuo que se
encuentra de Capitán en este buque, pero antes de subir a su camarote para
firmar el Acta de Entrega, necesito que me pongas al corriente de la situación
a bordo. Nadie puede imaginar la alegría que me produjo saber que él sería el Capitán
con el que compartiría las siguientes singladuras. Después
de un fuerte abrazo y estrechón de manos, no necesité invitarlo a sentar, lo
hizo como si se encontrara en la casa de un viejo pariente.
-Bueno, bueno, voy a tratar de sintetizar lo que
resulta ser una larga historia. Te pasaré la información mas importante y luego
con calma me extenderé.
-¡Dispara, soy todo oídos! Me dijo mientras se
acomodaba en el butacón para un mediano viaje.
-No puedes imaginar el Clan que hay formado en este
buque alrededor de Remigio, lo adoran y protegen como si se tratara de un
cacique o rey. Alrededor del 90% de la tripulación es negra y el racismo
practicado contra los que no sean de su color, racismo que extienden hasta los
negros amigos de los pocos blancos a bordo, es intolerable. Lo jodido de todo
es que no puedes acudir a nadie, porque tanto el partido, la juventud comunista
y el sindicato, son integrantes de ese Clan que te menciono. Como eres
militante pasarás algo de trabajo para imponerte, pero puedes contar con mi
apoyo incondicional. El secretario del partido es un gruero de apellido Scull,
un negro de casi seis pies de estatura, pero bien pendejo. Yo lo expulsé de mi
camarote el día de la arribada, no me dio la gana que entrara sin tocar mi
puerta y tuvimos una fuerte discusión, ya te dije, es un cobarde. El
telegrafista se llama Sixto Polo, es el secretario de la juventud comunista,
incondicional de Remigio. Individuo al que le asignaron un Fiat polaquito sin
apenas contar con mucha trayectoria laboral. Auto concedido por el secretario
de la CTC en Mambisa y al que todos conocen por el seudónimo de “El Niño”. No
es casual que este buque quedara de vanguardia nacional en la supuesta
emulación, ya ha sucedido con los buques a los que pertenecieran otros
secretarios como este descarado. El secretario de la CTC era un cojo chivato
llamado Regino y al que por poco le reviento el rostro en una asamblea, ya se
desenroló por vacaciones y la plaza se encuentra vacante hasta la nueva
elección. Una parte de esa pandilla se quedó de vacaciones y la que permanece a
bordo se ha propuesto cuidarle el feudo a Remigio, eso es lo que me ha llegado
hasta el momento. Todos, absolutamente todos los que continuarán con nosotros,
han participado en actos de chivatería y racismo en este barco. Ya te los iré
presentando durante la navegación. ¡Oh se me olvidaba! El Sobrecargo es un
blanco gordo que vive en Regla y se llama Lázaro, es un incondicional de
Remigio también. El Segundo Oficial es de apellido Amador es de nuevo enrolo,
estudió conmigo y es Primer Oficial, solo que está sancionado por colisionar y
hundir un zampán en el mar de China. El Tercer Oficial es un negrito llamado
Emilio, es de nuevo enrolo, lo veo muy bien recibido por la tropa de Remigio y
pudiera resultar en una cabeza de playa o líder para ellos.
-¿Y por máquinas? Preguntó cuando me detuve a
respirar un poco después de la ráfaga soltada.
-El equipo de máquinas se encuentra en movimiento,
hay que esperar por los relevos. El comisario político es de nueva adquisición
y no lo conozco.
-Okey, voy a subir y regreso cuando haya firmado el
Acta de Entrega. Partió sin más, creo que en la síntesis le había expresado los
puntos más importantes que debía conocer.
-¡Oye lo que te voy a decir! Ya soy oficialmente el
Capitán de este buque y mi primera orden es la siguiente; ¡Látigo con todos
estos racistas desde ahora hasta que nos desenrolemos! ¡Si no lo haces, los
latigazos te los voy a dar yo! No esperó a la hora del almuerzo y se marchó.
Tampoco creo que necesitara insistir en el cumplimiento de esa orden, no
necesitaba ser extremista o vengarme por todas las cabronadas que hicieron
durante el viaje anterior y el tiempo de reinado que ellos mantuvieron en aquel
barco. La sola aplicación estricta del Reglamento de la Marina Mercante Cubana
sería su verdugo y así lo hice. Comenzaron a saborear el sabor de ese látigo en
los puertos nacionales y no pudieron despojarse de el hasta el mismo instante
en que me desenrolé en Puerto Padre.
COMPARTIENDO SINGLADURAS.
En la misma medida que vencíamos millas desde Cuba a Panamá,
Nicaragua, Wampoa en China, Thailandia, Bombay y luego esa infinita navegación
hasta La Habana por el sur de África, así fue consolidándose nuestras
relaciones. Diariamente subía a su camarote después de la comida, donde
Martica, su esposa y camarotera del buque, nos preparaba un delicioso café. Compartíamos
una agradable tertulia acompañados a veces del Sobrecargo, el Jefe de Maquinas
o el Segundo Oficial. Cuando nos encontrábamos solos las conversaciones eran de
un contenido mucho mas interesantes y me iba enterando de muchas páginas -no
solo ignoradas por mí- creo que desconocidas por millones de cubanos. Fue así como
en la medida que aumentaba la confianza entre ambos, Velozo se iba abriendo y deshacía
una pesada carga que arrastraba como lastre en su alma.
-Primero me desempeñé como piloto de Mig-15. Me contó
un día y me explicó la razón por la que causara baja en la aviación militar. Si
me matan ahora, no la recuerdo, pero creo que estuvo relacionada con su sistema
nervioso. -Después estuve piloteando una avioneta que pertenecía al cuerpo de
guarda fronteras, esa pequeña aeronave llevaba un artillero detrás de mí. Las
misiones rutinarias consistían en recorrer una parte de la costa norte para
evitar la salida ilegal de balseros o la infiltración desde los EU. Se detenía
de vez en cuando y se apretaba un punto del abdomen cuando sentía molestias por
una hernia discal o hiatal, no lo recuerdo bien. -Cuando sobrevolábamos alguna
balsa y con órdenes de disparar, yo veía a madres alzando en sus brazos a niños
y nunca, fíjate bien, nunca los puse en el colimador del artillero para que les
dispararan. -¡Pasa de nuevo para corregir el tiro! Me pidieron algunos de
aquellos hijoputas sin alma y nunca lo hice. Participé en operaciones conjuntas,
donde vi a helicópteros cubanos lanzando desde el aire sacos de arena a esas indefensas
embarcaciones. Solo Dios debe saber la cantidad de seres que han sido
asesinados en ese mar. Llegó el instante en el que no pude soportar esa carga
de angustias y solicité mi baja del ejército, fue entonces que realicé
gestiones para ingresar en la Marina Mercante. En este punto me detengo, solo
hay dos opciones, creerle o culparle, mentía o me decía la verdad. Conociéndolo
a fondo, yo le daba su absolución, Velozo era un tipo inofensivo incapaz de
hacerle daño a nadie.
Casi al principio de este trabajo mencioné su
condición de militante porque lo era, lo fue como muchos cubanos que hoy viven
arrepentidos en Cuba o Miami, como lo fueron miles de ellos que murieron en
ambas orillas sin el valor de entregar su carnet de militante. Si puedo
asegurar que Velozo solo era militante de cuerpo, su alma era tan libre como la
de nosotros los “simples” y si de algo se le pudiera criticar, sería esa
resistencia para soportar vivir tantos años con doble personalidad, rostro y
moral. ¿Cuántos de ambas orillas no han sufrido esa tortura? Puede que miles o
millones tal vez. Siempre que muere un pariente o conocido existe la tendencia
a beatificarlo, casi todos fueron buenos y basta el tiempo que dura su velorio
para perdonarle el daño que produjeron en este paseo por la tierra. No es el
caso de Velozo, aun después de perder su contacto durante largos años, tiempo
durante el cual los seres humanos pueden cambiar, me atrevería a correr el
riesgo de decir que él nunca cambió.
Ese viaje con él pude desarrollar muchos de mis
conocimientos como navegante, nos conocíamos desde el “N'Gola” y él sabía
perfectamente cuales eran mis límites o posibilidades. Pertenecíamos a una época
preñada de navegantes, anduvimos solos en nuestras guardias por el Canal Inglés,
Mar del Norte, Báltico, etc. Me soltaba cada vez que se presentaba una
oportunidad y lo hacía para ayudarme, no como otros que, bajo ese mismo manto,
escondían sus miedos e incapacidades. No fueron pocas las recaladas, maniobras
o cambios de fondeaderos en los que delegara en mí su responsabilidad y eso se
lo agradecí toda la vida. No fue un hombre perfecto, nadie lo ha sido en esta vida,
hicimos una que otra trastada de menor coste, ¿cuántos no lo hicieron? Eso sí,
nunca robó lo que le pertenecía a la tripulación como hicieran otros miserables.
Cuando nos tuvimos mas confianza, la mayor parte de
nuestras conversaciones transcurrían conspirando de la única forma que hacían
los cubanos de nuestra generación, hablando pestes del gobierno. No solo en el
buque, lo visité en varias ocasiones a su casa, una de ellas para pintarle el
apartamento y allí, asombrosamente, iban a conspirar personas que trabajaban en
el Comité Central del PCC. ¿Cómo se mastica eso? ¡Nada, también a esos niveles
se vivía con una careta! Esas visitas no eran accidentales, Martica, la madre
de sus dos hijos, había trabajado en esa dependencia del gobierno. ¡Increíble!
Yo me reía de aquellas gusanerías de alto nivel, donde el payaso era siempre el
tipo que hoy reposa en un cenicero en Santiago de Cuba.
TREINTA Y TRES AÑOS MAS TARDE.
Dejamos de vernos durante este largo periodo de
tiempo, navegamos juntos en el 1989 y en el 1991 yo deserté. Lo imagino riéndose
con la noticia de la misma manera que hice cuando se escapó López Sánchez o el
propio Manuel Castañeda. Estando en Cuba nos separamos por menos de dos años,
tiempo insignificante entre marinos, yo mismo me pasaba años sin ver a mi
hermano. Tampoco es una justificación a la pérdida de cualquier amigo, pero es
algo inevitable en nuestra profesión. Muy bien pudo él ir a mi encuentro o yo
al suyo, nada de eso sucedió y se repitió con muchos otros. El sentido de la “amistad”
se fue desvalorando y solo lograban sobrevivir aquellas con raíces poderosas.
Los demás se traducían en socios, amigos de viajes Norte y Sur, como las travesías
de los barcos.
Hace unos días publiqué la noticia de su
fallecimiento y créanme, sentí su partida como pocos, realmente desconocía se
mantuviera vivo hasta ese instante. Es que cuando decides abandonar aquella
isla maldecida, pierdes muchas cosas de valor, no solo la casa o el barrio, tus
muebles, auto, vecinos y conocidos, tu profesión y raíces, tu identidad. Pierdes
en esa huida a los pocos, escasos amigos que dejas atrás y luego, temes tratar
de rescatar su contacto para protegerlos o ser rechazado. Porque cuando lo
abandonas todo, te convierten en una especie de virus contagioso y muchos de
aquellos que una vez comieron de tu mano, se apartan de tu familia, la
abandonan en ese estado de orfandad, mucho más doloroso es cuando te traicionan.
Hoy existen las posibilidades de comunicación que no se soñaban en nuestra época,
me alegro por ellos. Explotando esa vía de comunicación, han aparecido varios
individuos con pésima memoria y lo hacen solicitándome amistad. No saben que yo
gozo de la memoria de la que ellos carecen y no me olvido aquellas llamadas de
auxilio que les envié por ayuda para los míos, mis hijos no lo olvidan tampoco.
¿Cómo van a olvidarlo si no salían de mi casa cuando yo estaba en las buenas? Velozo
no era así, no fue bueno porque murió, lo fue estando vivo. Estas eran unas líneas
pendientes, una deuda con él y lamento no haberlas escrito cuando aun estaba
entre nosotros, no disfruto con el homenaje post mortem.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal.Canadá.
2022-08-05
xxxxxxxx
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