jueves, 25 de octubre de 2018

PEDRO EL PAÑOLERO



                            PEDRO EL PAÑOLERO


Motonave "N´Gola"

 
 
La tripulación del buque N'Gola fue una de las mejores con las que me tocó compartir largas singladuras, un año y medio de ellas, tiempo suficiente para conocerlos y compartir este tiempo de mi vida con ellos, descubrirlos. Una gran mayoría era analfabeta, sin embargo, no los conocí mejores marineros, laboriosos y disciplinados. Tenían sus problemas internos, ¿dónde no los hay?, solo que los suyos eran diferentes a los nuestros. 
 
 
Allí convergieron seres de diferentes raíces culturales, aunque nacieran en un mismo país, existían fronteras invisibles muy bien marcadas. No todos eran angolanos tampoco, había varios ciudadanos de las islas de Sao Tomé y Príncipe, otros del archipiélago de Cabo Verde, más o menos en la misma proporción, uno que nació en Zaire, y para completar esta extraña amalgama de hombres y lenguas, nosotros los cubanos, quizás peores que todos ellos juntos. Allí hablaban distintos dialectos entre grupos afines cuando querían que los demás no los entendieran, unas veces en Kimbundu, otras en Umbundu. Los menos en creole y casos aislados de otros dialectos solo dominados por dos personas máximo. Para entendernos estábamos obligados a expresarnos en portugués, una lengua dócil y fácil de aprender para los de habla hispana.
 
 
El mayor problema manifestado entre ellos lo fue el racial, imaginarán que nos discriminaban por blancos y se equivocan, nos toleraban. Sin embargo, eran implacables con los mestizos, creo que no les perdonaban haber degenerado la pureza de su raza. No existió un solo trompón perdido que no alunizara en el rostro de un mulato y hubo casos donde se trató de verdaderos abusos. ¡Claro! Los abusadores sabían del palo que se rascaban, nadie le levantó la mano al pañolero Pedro o al Cuarto Maquinista Ángelo, se trataba de dos mulatos bien fuertes. Nosotros no podíamos intervenir en esos problemas, pero tampoco iba a soportar que huevón alguno me maltratara estando tan lejos de mi país. Un día los reuní en la popa y se los advertí, ya escribí sobre esto alguna vez. Algo me hizo sentir muy cómodo entre toda esta gente con sus problemas regionales, no detecté en el año y medio de permanencia en aquel buque un solo caso de “chivatería”. Eran en todo el sentido de la palabra “hombres” y resolvían sus problemas a su estilo, virtud o defecto que los diferenciaban muchísimo de nuestras tripulaciones.
 
 
El primer viaje tuvimos de Contramaestre a un joven que era “jabao”, ya deben suponer lo difícil que le resultaría imponerse sobre la marinería. Al regresar de viaje solicitó su desenrolo y la plaza quedó vacante, era de esperar que designaran para ese puesto al de la plaza inferior, al pañolero. No fue así, el problema es que el pañolero era mulato y de Cabo Verde. Fue ascendido el timonel Leandro, quien hasta entonces hacia la guardia conmigo. Lo premiaron solamente por ser un negro influyente en las decisiones que tomaban en su sindicato, aun con poderes en aquel país. Era muy bueno como timonel, pero carecía de experiencia para ocupar la plaza de Contramaestre.



Leandro a mi izquierda en la foto y el camarero José a mi derecha.
 
 
Debo confesar que aquella medida me cayó muy mal por varias razones, las había sufrido en Cuba y me jodió la pasividad con la que fuera aceptada por el mando del buque. Fue una sonada injusticia cometida contra uno de los mejores pañoleros con los que he navegado en mi vida, probablemente con el mejor de todos. Yo estaba capacitado para evaluarlo, no olviden que ocupé esa plaza en dos buques diferentes durante mi etapa de marinero. Además de tener un dominio completo del sistema de engrase en cubierta y mantenerlo en optimas condiciones, el pañolero perjudicado era un excelente carpintero. Muchas de las reparaciones menores y algunas estanterías que poseía aquella nave, fueron elaboradas por sus manos en un pequeño taller que tenia en el alcázar del buque. Pedro tomó con mucha calma aquella arbitrariedad, quizás deseaba evitarse problemas innecesarios, tal vez el sueldo que devengaba satisfacía sus necesidades, pensé. 
 
 
Ya les hablé que mi amigo de aventuras en ese buque era Lazarito, solo que su presencia a bordo fue limitada a un solo viaje, se descarriló, abandonó prácticamente su trabajo y Calero, con el dolor de su alma, puedo asegurarlo, se vio obligado a mandarlo para La Habana. Ya se había realizado el relevo del primer grupo que operó a esa nave con el desfavorable resultado de un muerto, también escribí sobre esto en varias oportunidades.
 
El buque “N'Gola” estuvo condenado a la mala suerte por la parte cubana, como premio al desastre experimentado durante los primeros seis meses, nos enviaron en el grupo de relevo a uno de los tipos mas extremistas de la marina mercante cubana. Ya lo conocía y habíamos navegado juntos a bordo del buque “Jiguaní”, me refiero a Placido Bosch. Para aumentar la desgracia, vino designado como Jefe de Máquinas sin poseer experiencia en el cargo, estar totalmente incapacitado para ocuparlo y tal vez sin poseer el titulo que otorga la Academia Naval. Pienso que como se trataba de una “Misión Internacionalista”, era suficiente con su incondicionalidad al régimen, y de paso, aquel espíritu comunista o revolucionario resolvería todos los problemas que presentara una máquina MAN de unos 11 600 caballos de fuerza. Creo que se equivocaron en la selección o análisis partidista, este individuo produjo una avería en la máquina principal superior al millón de dólares, ya lo he mencionado en otra oportunidad.
 
 
De los arribados en aquel segundo grupo como relevo, puedo afirmar que yo no conocía a ninguno de sus integrantes, esta vez militantes al 100%. O sea, los únicos que continuamos sin militancia a bordo éramos Pepito el enfermero y yo.
 
 
Mis relaciones amistosas con Pedro comenzaron cuando Lazarito se encontraba a bordo, no solo nos hicimos amigos de él, también lo fuimos del Agregado de Sobrecargo y Comisario Político angolano llamado Ellzworth Webber. Una bella persona que no tiene punto de coincidencia alguna con los comisarios políticos cubanos, le debo algunas merecidas líneas a este hombre. Compartimos en distintas oportunidades con ellos por separado, aunque para serles franco, preferimos en todo momento salir solos a la calle por las razones que ya les expuse una vez. 
 
 
Sin la compañía de Lazarito, me encontraba en un estado de orfandad terrible y no confiaba en los recién llegados por razones obvias. Fue entonces cuando mis visitas al alcázar del buque para conversar con Pedro mientras trabajaba se hicieron mas frecuentes, pasaban los meses y no estaba enterado de la muerte del telegrafista, nos habían solicitado discreción y así procedí, creo que voluntariamente me dispuse a olvidar al difunto y toda la tragedia ocurrida.
 
-Creo que esa mulata quiere algo contigo. Me dijo un día cuando nos tomábamos una cerveza en un restaurante de Sao Tomé, esa fue mi primera salida con Pedro fuera del buque.
 
-¿Por qué lo dices? Pude haber mostrado algo de sorpresa luego de escuchar aquellas palabras suyas, yo no le había insinuado nada a la mulata, ni con la vista. Se trataba de una “medio tiempo” de tez bastante clara que hablaba el español con acento de España, luego me contaría que había vivido en Las Palmas de Gran Canarias.
 
-Ya te dije que yo viví en esta isla antes de marcharme para Angola y conozco sus costumbres. Por la manera tan especial que te atiende, por la forma en que te mira y habla, te aseguro que ella esta puesta para ti. ¿No te gusta?
 
-No sé ni que rayos decirte, tengo un miedo terrible a meter el pito en este continente tan enfermo. ¡Claro que me gusta! Yo he estado con mulatas como ella. Pedro reservó un arroz con pollo para las seis de la tarde y nos marchamos en el auto de un taxista amigo suyo de los años a un recorrido por aquella hermosa isla.



Pedro es el segundo de derecha a Izquierda. A los extremos dos amigos suyos de Sao Tomé

 
 
Creo sin temor a equivocarme, Sao Tomé era uno de aquellos paraísos naturales mas bellos visitado hasta entonces en mi vida de marino. No solo me deslumbró su exótica naturaleza, la educación de sus habitantes era algo anormal en los tiempos que corrían, niños y mayores te saludaban con familiaridad cuando andabas caminando por la calle. No encontré un solo sitio sucio en aquella pequeña capital y me sentí muy confiado al consumir sus productos, tampoco me pasó por la mente la posibilidad de ser asaltado.
 
 
Sao Tomé y Príncipe eran disputadas por intereses políticos foráneos que comenzaban a mostrar su presencia. Cuba mantenía en ese momento a dos “microbrigadas” construyendo dos edificios como los de Alamar y recuerdo haberme encontrado con un electricista de la marina destacado en aquel grupo que, como es lógico, yo evitaba cualquier tipo de contacto con ellos.
 
-¿Tú eres viuda? Le pregunté a la mulata esa tarde cuando fuimos a comer, se había cambiado de ropa para continuar trabajando en el turno de la noche y estaba muy atractiva.
 
-Si, yo soy viuda, pero muy bien puedes ocupar el espacio que le pertenecía a mi marido. No puedo ocultar el nerviosismo que me produjo escuchar aquellas palabras. Sirvió el agua y se dirigió al mostrador esperando que el cocinero la llamara para despachar la orden.
 
-¿Tú eres maricón? ¿No acabas de escuchar lo que te dijo la mulata?
 
-¡No sé, Pedro! Tengo mas miedo aun, no estoy acostumbrado a estas cosas tan fáciles. 
 
-¡Mierdas! Yo no lo pensaría dos veces. Muy bien te puedes quedar a dormir en su casa y regresar en la lancha mañana por la mañana.
 
-¡No jodas, Pedro! No insistas, no se la voy a meter. 
 
 
Esa noche regresamos al barco en la lancha a las doce de la noche, antes de partir la mulata me pidió de favor que le llevara  una encomienda a una amiga suya en Las Palmas de Gran Canarias y le prometí regresar al día siguiente. Creo que Pedro andaba algo enojado por mi negativa a acostarme con aquella mujer y después de abandonar a Sao Tomé, yo también me encabroné conmigo.
 
-¿Cuánto te queda de plata? Me preguntó Pedro a la mañana siguiente en el alcázar. Sobre cubierta se habían acomodado varios vendedores ambulantes mostrando todas sus mercancías, era una nueva experiencia a la que no estaba acostumbrado y a la que no se opuso el Capitán Calero. Aquel buque era una especie de correos que, tenia por norma tocar ese puerto antes de continuar con destino a Europa. Las islas no eran económicamente importantes y exportaba muy poca mercancía, nos tocaba transportar un poco de masa de coco en sacos con destino a Rotterdam. Creo que el interés de otras naciones presentes en aquellas islas, destacándose una fuerte presencia china, se deba principalmente a su posición geográfica con fines militares. Están enclavadas en medio del Golfo de Guinea, otra explicación no le encuentro.
 
 
-Tengo algo de plata todavía, ¿por qué me lo preguntas?
 
-Porque esos vendedores tienen mercancías que podemos vender en Europa. 
 
-¿Te refieres a los trabajos de artesanía?
 
-Yo no compro esas mierdas, me refiero a los “passarinhos”, tienen buena demanda y se sale rápido de ellos. Yo le había pasado al lado a varios de aquellos vendedores que tenían jaulas con periquitos del amor y algunos papagayos sin darle importancia.
 
-¿Cómo los transportamos? ¿Dónde conseguimos los alimentos para llevarlos hasta allá? No me respondió y me tomó de la mano, se detuvo frente a la puerta de un pañol y la abrió para mostrarme algo.
 
-Los llevaremos en estas jaulas y no te preocupes por la comida, ellos los venden con sus alimentos. Así que deja de estar comiendo mierda y ponte a comprar. 
 
-¿A cuánto lo venden? No recuerdo bien el precio que me dijo y partí rumbo al camarote por mi dinero.
 
-¡Oye! Si te dicen un precio alto no te apenes en regatear, ellos están acostumbrados y al final ceden porque no hacen nada con regresar a tierra cargando sus “passarinhos”.
 
 
Partimos de Sao Tomé con la enorme jaula repleta de periquitos, creo que en total viajaban unos 250 de ellos. En otra jaula un poco más pequeña, compartían cautiverio unos seis papagayos, tres de ellos eran míos, uno fue adquirido con el cambio de un par de botas casi antes de terminar las operaciones de carga. Diariamente pasaba por el alcázar a conversar con Pedro y a entretenerme con la presencia de aquellos bellos animalitos. Hacíamos planes sobre su venta y llegamos a las conclusiones de que los periquitos debían desembarcar en Canarias. No era recomendable llevarlos mas al norte, comenzaba el otoño y corríamos el riesgo de perderlos por el cambio de las temperaturas. Los papagayos continuarían hasta Holanda, me dijo Pedro que pagaban bien por ellos, su precio fluctuaba entre $400 y $350 dólares, bastante plata para esa época. En la medida que transcurría la navegación, aprendí mucho mas de aquel hombre que, se empeñaba en trasmitirme toda su experiencia en cuanto a contrabando se trataba. Nos fuimos haciendo grandes amigos y creo que llegué a encontrar protección y seguridad con su amistad.
 
 
-Casañas, mira a ver que quiere ese hombre. Me dijo un día atracados en el rompeolas de Las Palmas. Tenía la costumbre de hablarme siempre en portugués y yo le respondía como se me antojara ese momento. Me dejó solo con él y se apartó unos metros para continuar un trabajo que estaba realizando.
 
-Buenos días, ¿qué desea? Le pregunté a un tipo joven, no superaría los treinta años. Cuando le hice la pregunta en español noté que se sorprendió un poco.
 
-Que bueno que habla español, así nos comprenderemos mejor. ¡Mire! Estoy interesado en comprarle los periquitos a ese hombre, pero parece que no me entiende muy bien.
 
-Y ¿cuánto estas dispuesto a pagar por cada uno de ellos?
 
-Yo le ofrecí 500 pesetas y no me entendió nada.
 
-¿Sabes una cosa? Yo te entiendo menos que él, así que desembarca inmediatamente del buque. Al escuchar mi respuesta no se orinó los pantalones de milagro, no estaba preparado para recibirla.
 
-Pero, mire, señor Oficial, yo….
 
-¡Yo, nada! Desembarca inmediatamente antes de que llame al guardia de portalón y te saque a trompadas. Así que 500 pesetas, cabrón. Tal fue el susto por aquella reacción que no insistió y lo vi descender por la escala real.
 
-Si tratas así a los compradores tendremos que irnos con los bichos para Holanda. Me dijo Pedro algo preocupado. El buque no permanecería allí por mucho tiempo, solo el necesario para avituallarnos y realizar algunas reparaciones menores.
 
-No te preocupes, ya veras que los venderemos. Tampoco se lo vamos a regalar a un cabrón cualquiera a menor precio del que invertimos en ellos. Sonrió un poco y nos separamos, yo continué un recorrido por la cubierta.
 
-Casañas, este señor quiere conversar contigo. Me dijo pedro esa misma tarde, esta vez permaneció a mi lado.
 
-Buenas tardes, ¿en que puedo servirle? Era un hombre muy próximo a los cincuenta años, ya lo había visto descender de un minivan muy nuevo que dejara estacionado cerca de la escala real.
 
-Me alegra que hable español, el asunto es que estoy interesado en comprarle los periquitos. ¿Cuántos tiene a bordo?
 
-En total tenemos 250 de ellos. ¿Cuánto piensa pagar?
 
-Yo creo que lo correcto es preguntarle en cuanto los piensa vender, todo producto tiene anunciado su precio. Al vuelo comprendí que este no era un comemierda cualquiera y por su interés se comprendía que estaba acostumbrado a este tipo de negocios.
 
-Digamos que los vendemos por 1500 pesetas.
 
-Mi amigo, creo que el precio es demasiado elevado, yo acostumbro a pagar unas 1000 pesetas por cada animalito.
 
-Es muy poco, ustedes los venden en el mercado a unas 2500 pesetas. 
 
-Es lo normal en el mercado, todos tienen que ganar, desde el mayorista hasta el minorista. Solo puedo asegurarte una cosa, nadie te pagará una cantidad superior por esos animales. Se corren riesgos en este mercado, debes imaginar que no todos llegan al final de su destino y mueren, es muy común. Vi que Pedro me hizo una señal de aceptación con los ojos y no quise presionar más.
 
-Pues no hay nada mas que hablar, traes las 250,000 pesetas y son todos tuyos. Le dije a modo de conclusión y el hombre se mostró muy sereno, razones para deducir que manejaba plata en serio.
 
-¿No estás interesado en vender los papagayos?
 
-¡Realmente, no! Aquí no pagarán el precio que nos ofrecen en Holanda por ellos.
 
-¿De cuánto estás hablando?
 
-De $450 dólares.
 
-Realmente es muy alto para este mercado. El hombre fue hasta el auto donde lo esperaba una mujer y extrajo de la parte posterior dos jaulas, ella le entregó una especie de cartera donde supuse venia la plata. Una vez en el alcázar contamos la plata que nos entregó en billetes de mil pesetas y el hombre partió con su carga después de verificar la cantidad. Nos entregó una tarjetica de negocios y nos pidió que en caso de regresar nuevamente con alguna mercancía no dejáramos de llamarlo.
 
 
Pedro me entregó mi parte, muy inferior a la suya por la cantidad de pajaritos que eran de su propiedad. No puedo negar que me puse muy contento, nunca en mi vida había amasado esa cantidad de dinero y aun no habíamos terminado el negocio.
 
 
En Ámsterdam y antes de comenzar las reparaciones en el dique de la ADM, Calero liberó a una mitad de la tripulación. Unos se dirigirían a Portugal donde contaban con residencia y los otros a las islas de Cabo Verde. Debian estar atentos al aviso que recibirían cuando las reparaciones estuvieran finalizando. Llegado el momento, algunos de ellos no regresaron y se produjo de esa manera las primeras deserciones en la marina mercante angolana, no fueron muchos.
 
Antes de iniciar aquellas reparaciones, se decide fumigar al buque por la plaga tan grande de ratas que tenía a bordo y constituían un verdadero peligro. La compañía nos entregó unos ciento y tantos dólares de dieta además del hospedaje pagado. Pero se presentó una dificultad, Pedro y yo no podíamos salir del dique con aquellos papagayos. En el mismo astillero se encontraban reparando el buque cubano “Opal Islands” y el “Agate Islands”. En el Opal se encontraba de Capitán Garrido y en el Agate, Panchín Otero. Como el Opal se encontraba mas cerca de nosotros, decidí pedirle albergue a Garrido y le expliqué las razones. Pedro y yo llevamos la jaula con los papagayos y la colocamos en una torreta con una lampara encendida para mantener el calor. Solo era necesario cubrirla en la tarde para que los animales durmieran. Entre todos aquellos pájaros había uno muy manso que ya me conocía y yo lo sacaba de la jaula de vez en cuando, nunca hizo nada por escapar. Al segundo día faltaba aquella ave, me robaron la cantidad de dinero mencionada. Yo asumí la perdida, me consideré responsable por haber sido el de la idea de llevarlo para ese buque.
 
 
No tuvimos que salir del barco para venderlos, una vez atracados y en operaciones de carga, unos conocidos de Pedro vinieron por ellos. Eran contrabandistas que tenían sus contactos en las aduanas y extraían sin dificultad todo tipo de mercancías. Ese viaje las autoridades holandesas realizaron un sondeo profundo a la nave y encontraron contrabando que correspondía a la época en la que el barco fuera operado por los portugueses, lástima que no las vi antes.



Motonave "N´Gola".

 
El tiempo restante entre Holanda y Bélgica, yo salía con Pedro a la calle y él me iba presentando al reducido grupo de contrabandistas a los que les vendía sus mercancías, todos eran de origen caboverdianos. Solo un trio de ellos me llamó mucho la atención y los conocí en el puerto de Amberes, no eran simples contrabandistas de baratijas y pajaritos. Aquellos vestían trajes muy caros y actuaban como verdaderos mafiosos. Eran de ese tipo de gente que te lee el pensamiento con sus miradas, como los presidiarios. Mostraron mucha desconfianza cuando vieron llegar a Pedro al restaurante acordado para la cita acompañado de mí.
 
-Pedro, ¿qué significa esto?, ¿quién es este blanquito? El tipo, al parecer el jefe o cabecilla, lo dijo con tanto desprecio que me dieron deseos de cagarme en su madre. Solo me contuvo la idea de pensar que, se trataban de verdaderos mafiosos y que ellos no hablan mucho, tampoco recuerdo haber sentido miedo y no les esquivé las miradas. Se experimentaron varios segundos de silencio que tuvieron la duración de un siglo.
 
-Este blanquito que ustedes acaban de conocer es mi hermano, la única persona en la que puedo confiar en ese buque. ¡Mírenle bien la cara! Él es quien va a traer la mercancía el próximo viaje, yo me quedaré de vacaciones por problemas familiares y esto es lo que hay. Hubo otro supuesto prolongado silencio y los tres rostros se dirigieron hacia mí. Yo continué en silencio y evaluaba cada una de las palabras expresadas por Pedro, me sentía verdaderamente sorprendido y trataba de comprender. Hasta esos instantes estaba jugando en las ligas menores y aquella presentación sin preámbulos significaba un salto a las grandes ligas. Tampoco quise preguntarle a Pedro sobre la calidad y cantidad de la mercancía a la que se hizo referencia.
 
-¡Bienvenido al equipo! Dijo el que se presentaba como jefe mientras me extendió la mano, sentí un fuerte apretón cuando les decía mi nombre y cargo a bordo.
 
-Ya saben, todo debe funcionar como hasta ahora, ustedes suben al buque por la mercancía y le entregan el dinero acordado con antelación. Dijo Pedro a modo de conclusión y después de concluir la cerveza servida nos retiramos.
 
-Pedro, ¿de cuál mercancía estamos hablando? Espero que no se trate de drogas. Le dije sin apenas descargar el nerviosismo que me acompañaba.
 
-¡No, hombre! ¡Que drogas, ni ocho cuartos! Vas a traer un bultico muy pequeñito que lo puedes esconder en cualquier parte del camarote sin riesgo alguno. Vas a ver como corre la plata de ahora en adelante sin mucho riesgo. Me dijo sonriendo.
 
-¡Si! Pero no me has contestado la pregunta.
 
-Se trata de diamantes, ya sabes que se producen en Angola y lo están sacando de diferentes maneras, sobre todo, tu gente.
 
-¡Coñó! Ahora caigo.
 
-¿Qué quieres decir?
 
-Nada, que por eso tanto misterio, se trata de una mercancía de mucho valor y es lógico que se tomen esas medidas. No quise contarle la verdad, hacia solo unos días había acompañado a un tripulante muy vinculado a altos oficiales del ejercito cubano en Angola, quiso hacer unas compras en el Duty Free Shop de Ámsterdam y viajamos en un taxi que solicitó. Delante de mí compró tres relojes marca Rolex que llevaría como encomienda, ya deben imaginar la plata que manejaba. Tampoco comprendí mucho aquella invitación suya, ni cuál era el mensaje que deseaba trasmitirme. Si comprendí al vuelo que había gente nuestra jugando en las grandes ligas.
 
Suspendieron el viaje a Europa y nos asignaron tomar carga en Buenos Aires para Angola, se trataba de un cargamento de frijoles blancos (judías). Estando atracados en ese puerto, apareció un charter con destino a Cuba, se trataba de un cargamento de camiones Ford y trenes de pasaje marca Fiat. Pedro pudo solucionar su problema familiar y continuó a viaje.
 
-No confiaste en mí. Me dijo como un reclamo Pedro una de aquellas mañanas antes de salir a viaje.
 
-No sé a que te refieres, nunca te he ocultado nada.
 
-No me contaste que Freixas había matado a Collazo y me enteré por boca de su abogado.
 
-¡Coño, Pedro! Cuando eso sucedió no éramos grandes amigos y ya lo había olvidado. Creo que se sintió complacido con mi respuesta, no le mentía. 
 
Cuando arribamos a La Habana lo invité junto a Webber a mi casa, no exactamente la mía, yo vivía agregado con mi suegra y compartimos aquella vivienda veintiuna personas. Deben imaginar las condiciones infrahumanas en las que compartíamos techo. Ambos se quedaron petrificados y me comieron a preguntas que nunca tuvieron respuestas. De La Habana partimos para Santiago de Cuba y antes de hacerlo pedí mi relevo en la empresa. Estaba obligado a resolver aquella larga y angustiosa situación por el bien de mis hijos. Me despedí de ellos y uno que otro tripulante no pudo contener sus lágrimas cuando se despedían de mí, Pedro y el camarero José fueron dos de ellos, es que aquella tripulación me quería muchísimo. Unas semanas mas tarde me incorporaba a las microbrigadas de Alamar, donde permanecí dos años y medio hasta resolver mi situación de vivienda.
 
Pasaron muchos años, más de una década y nunca pude olvidar a aquellos hombres que formaron la tripulación del buque “N'Gola”, mucho menos a mis dos grandes amigos y hermanos, Pedro y Webber. Regresé a bordo del buque “Bahía de Cienfuegos” cuando la retirada de las tropas cubanas de aquel país. Con mucha tristeza vi a mi vieja nave varada en una playa sufriendo una lenta e inmerecida muerte. Le pedí de favor al Práctico que localizara a Pedro y le dijera que yo deseaba verlo.
 
 A la mañana siguiente por poco muero asfixiado por el abrazo mas sincero que haya recibido en mi vida. Aquel hombre iba acompañado de un amigo y al presentarme solo alcanzaba a decir que yo era su hermano. No pude salir a compartir con él y estuvimos unas dos horas hablando de nuestro pasado en mi oficina. Luego vino otra despedida humedecida por lágrimas, las del hermano que no volví a ver y ya ha muerto.
 
Ya corrían otros tiempos en nuestra flota y se impuso una larga carrera en el juego del contrabando. Hubo equipos de las ligas menores que se dedicaron a chucherías y otro que jugaban en las grandes ligas. Un día me propusieron sacar dos kilos de coca para venderlas en el extranjero, si no llegué a integrar ese equipo fuerte, fue porque deserté en Canadá con las manos vacías, me alegro en el alma.
 
 
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2018-10-25
 
 


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