sábado, 2 de septiembre de 2017

POR LA SAGA DE LOS MARINOS CUBANO (4). Caso: Espías, chivatientes, ladrones.



POR LA SAGA DE LOS MARINOS CUBANO (4). 
Caso: Espías, chivatientes, ladrones. 






-A Rafael Goicoechea lo enviaron a vigilarme cuando me encontraba de supervisor en España. Ha pasado mucho tiempo y no puedo recordar si aquella conversación se produjo vía telefónica o cuando finalmente nos conocimos en persona durante uno de nuestros viajes a Miami. 
Indudablemente me encontraba ante uno de los capitanes más nombrados y conocidos de la flota. Juarrero era uno de nuestros decanos, hombre de vasta preparación técnica, muy reconocido en nuestro mundo. -Yo sabía de quién se trataba y estuve en Cuba cuando regresó de su “histórica misión” donde por poco te mata, era un ser despreciable al que me vi obligado a torear. Un día y como queriendo hacer alarde de aquel encuentro contigo, su enemigo, me contó que Cuba lo había designado para neutralizarte. Indudablemente que no es Cuba quien designa a sus hombres para realizar estos trabajos tan sucios, es la Seguridad del Estado. No sé si dominas o interpretas bien el lenguaje usado en ese ambiente, “neutralizar” es el equivalente de asesinar.


- ¡Si! Ya sé lo que significa, sin embargo, no pudo cumplir su misión por falta de cojones. Bien cobarde el tipo, no sé cómo rayos pudieron presentarlo al pueblo como un héroe. No ha sido el único conocido con idénticas características, al menos, los de esta última generación de “chivatientes”, porque espías no son. 




Rafael Goicoechea: Un héroe a la medida de su revolución.

-¿Dónde parqueaste? Me sorprendió con su pregunta cuando subía la escalera exterior de su apartamento, no me había percatado de su presencia. Extrañé como nunca aquel refinado bonjour de mi querido Montreal, sin embargo, no lo tomé a mal, Miami es así.

-En la acera del frente, debajo de aquella matica. Ella dirigió la mirada hacia el auto mientras lograba ascender a su altura, me dio un beso y me quedé con la mejilla lista para el segundo, siempre me pasa eso en La Florida, aquí son dos y la costumbre crea un reflejo condicionado.        -¿Debo quitarme los zapatos? Le pregunté al percatarme de que su apartamento estaba alfombrado.

-¡Pasa y déjate de boberías! Lo dijo con ese tono campechano de los nuestros y con la seguridad de conocernos de años aunque fuera el primer encuentro. En la sala se encontraba sentado su esposo, ido quizás con las noticias que trasmitían en esos instantes por en canal 51. -¡Viejo, te presento a Casañas! Se enderezó con dificultad o vagancia y me extendió la mano con desgana, creo haberle roto un sagrado ritual.

-¡Mucho gusto! Lo expresó sin decirme su nombre, así son los nuestros, piensan que somos adivinos.

-¡Encantado, me llamo Esteban! Le resultó indiferente y a pocas fracciones de segundos su rostro se encontraba en franca enfilación con la pantalla del televisor. No me molesté o sentí ofendido, yo sé el daño que produce romper una rutina.

-¿Quieres un poco de vino? Preguntó ella tratando de salvar la situación y cumpliendo tal vez una costumbre de nuestra gente. Ofrecer una copa de alcohol es tan religioso como la ostia ofrecida por cualquier sacerdote. 

-No te preocupes, no consumo alcohol cuando estoy conduciendo y menos en esta ciudad. 

-¡No te hagas! Aquellas palabras escaparon de su boca con toda la ironía del mundo.

-No, no me hago. Miami es locura, he visto cada animaladas en la calle que me tienen disparadas las alarmas. No tengo miedo, pero debo ser precavido. Viajo diariamente por esta ciudad y no ha faltado el día que no disfrute de un estúpido y espectacular accidente.

-¿Quieres café, entonces?

-Eso sí te lo agradezco, es lo mejor que ofrece Miami a los visitantes.

-¡Vamos mejor para el comedor! Indudablemente no deseaba interrumpir esos minutos de éxtasis al viejo.

-¡Claro! Las visitas de los cubanos son en la cocina o el comedor. Ella extrajo de uno de los estantes un pomo con el polvo adorado y desarmó la cafetera para lavarla.

-¿Para dónde vas cuando salga de aquí?

-A ti qué te importa, voy a moverme. Ya estaba advertido, era una vieja muy familiar que no se detenía ante nada.

-No es por nada. Contestó sorprendida por mi respuesta.

-Entonces, no estés preguntando tanto. Se sentó a la mesa después de colocar la cafetera en la hornilla.

-¿Tienes idea de quién soy yo? Aquella pregunta no logró sobresaltarla como yo esperaba.

-¡Coño, compadre! Eso se cae de la mata, eres el hombre al que quiso joder Rafael y después se arrodilló llorando para pedirte perdón. Estaba muy bien informada, se detuvo para apagar el fogón y retirar la cafetera de la hornilla. -¿Te gusta dulce?

-¿Has sabido algo de ese personaje? Pregunté con fingida indiferencia.

-Está comiendo sogas, lo han expulsado de todos lados y vive de la caridad, o sea, de lo que puedan mandarle sus parientes del lado de acá.

-¡No joooodas! Enseguida me vino a la mente todas las depuraciones realizadas en nuestro giro por corrupción a la caída de los hermanos Romay, uno como Ministro de Transporte y el otro al frente de una corporación de barcos. ¿Así que se escachó?

-¡Mira, muchacho! Me sorprendió mucho la noticia de su regreso a Cuba, llamó una hermana mía para decirme que lo habían presentado en la televisión con todos los honores de un héroe. 

-¡Sí!, yo me enteré de eso y que luego fue asignado como secretario del sindicato de la marina. Por cierto, me dijeron que andaba armado, no cabe la menor duda de que era un miembro de la seguridad del estado.

-Así mismo es.

-Pero era pariente tuyo.

-No lo creas, cuando mi hermano se empató con su madre, ella estaba embarazada y él le donó nuestro apellido. Un poco más tarde apareció su verdadero padre y fue el que le metió todas esas ideas descabelladas en la cabeza a Rafaelito. Si no me equivoco, el verdadero padre de Rafael era Coronel o General de la seguridad del estado. ¿Y cómo tú te empataste con él?

-Es una larga historia que pertenece a esa etapa de inocencia de nuestras vidas, indudablemente llegó a Canadá con mi perfil muy bien estudiado. Esa gente se la saben todas, gustos, relaciones, debilidades, aficiones, etc. Rafael arribó con pleno conocimientos de ellas y recomendado (solo en apariencias que no pude descubrir) por unas estrechas relaciones con uno de mis hermanos que era Capitán de la flota pesquera, él se llama Carlos Casañas. No solo traía como aval el conocimiento de la vida de mi hermano, le sumó la de un alumno y luego subordinado mío llamado Jorge O’Farrill, al que pronto me presentó como babalao que se relacionaba a sus prácticas religiosas. Hablamos de una época donde eso era prácticamente prohibido en la marina mercante cubana y pudo ser utilizado como una carta de presentación muy bien aceptada por mí. Rafael conocía el nombre de varias mujeres que mantuvieron lazos sentimentales conmigo y aquel conocimiento no logró activar mis alarmas, ya te dije, vivía en una época de profunda inocencia. Hice una pequeña pausa para cargar las baterías, sabía que la jornada sería intensa en el rescate de recuerdos casi desaparecidos.

-¿Tú sabes que Rafael echó palante a mi hijo en una visita que hizo a Cuba? Estuvo preso varios días hasta que lo deportaron.

-Sí, me enteré. Si eso lo hizo con un primo de él, ¿Qué podía esperar yo?

-¿Y por qué te quiso joder? Siempre me he preguntado eso, Rafaelito no era segurozo ni la cabeza de un guanajo, era un comemierda.

-No era tan comemierda que digamos, muy cobarde, de eso no tengo la menor duda. ¿Por qué me quiso joder? Ya te mencioné una época muy cándida de mi vida, yo era extremadamente muy buen samaritano. Ni te imaginas la cantidad de gente a la que ayudé cuando desertaron en Montreal. Es mejor ni acordarme de eso porque en definitiva, cuando se ofrece cualquier tipo de ayuda ésta debe ser desinteresada y no se debe esperar nada a cambio. ¿Qué sucedió? Organicé una especie de cofradía o hermandad entre marinos donde nos comprometimos a ayudar a los recién llegados. ¡Claro! En apariencias no tenía ningún significado o connotación política, pero búscame algo creado por cubanos que se encuentre inmunizado a esa bacteria. No éramos una organización política y menos aún, no nos encontrábamos subordinados a ellas. Pero ni te imaginas el costo y daño político que estábamos causándole al régimen de Castro. Cuando yo deserté en Canadá, los marinos que se habían quedado antes de mí, cruzaron la frontera americana y marcharon al sur. Es decir, no encontré a ninguno de mis antiguos compañeros de profesión en estas tierras. ¿Qué pasó después? Mi deserción fue todo un evento y novedad que iluminó a otras personas. Estamos hablando de un ser que llevaba más de veinticuatro años de servicio en la Empresa de Navegación Mambisa y al que hasta esos instantes consideraban “confiable”. Después de quedarme en Canadá, se produce una silenciosa avalancha de estudiantes que se encontraban en los países socialistas y volaban de regreso a Cuba. El segundo contingente de cubanos arribados a estas frías tierras, estaba compuesto por marinos de las flotas mercantes y de pesca. Todos se encontraban atravesando difíciles momentos, los mismos que pasé yo. Entonces, se me ocurrió la idea de agruparlos en una organización que sirviera para prestar los primeros auxilios a los recién llegados. La idea prendió y su noticia no se detuvo hasta que fue escuchada en La Habana. Por supuesto que aumentó el número de deserciones, los marinos estaban convencidos de que serían bien recibidos en estas tierras por sus hermanos o compañeros. Fue en esos instantes donde aparece la figura de Rafael Goicoechea González, lo hace en calidad de desertor de la marina mercante cubana y se presenta con amplio conocimiento de mi historia, incluyendo amoríos extra matrimoniales.

-Todo lo que me explicas está muy claro, aún así, no encuentro razones por las cuales hayan querido privarte de la vida. 

-¿Puedo fumar aquí o debo salir al exterior?

-No te muevas, te traigo un cenicero. No ocurre lo mismo de Montreal, aquí, cuando no tienes el aire acondicionado conectado, las ventanas permanecen abiertas y facilitan la circulación del aire. No estoy muy clara aún con la explicación que me das.

-Ni lo estarás nunca si no me dejas concluir.

-Es que no creo que por la existencia de una puta organización, que no era tan numerosa tampoco, imagino, alguien intente privarte de la vida.

-No es así, ese maricón no quiso privarme de la vida. Partamos de que no era una puta organización, como te explicaba, no era política y tampoco se encontraba subordinada a otras aunque existieron propuestas. La razón fundamental de nuestra existencia, consistía en la seguridad que le ofrecíamos a los marinos que desertaban o tenían en mente o planes hacerlo. Pero no era solamente eso, estábamos golpeando muy duro al régimen de Castro económicamente. Imagínate que por cada marino desertor, el gobierno de Cuba debía pagar la cifra de $7 000 dólares al de Canadá por conceptos de gastos jurídicos, etc. Puede que esa cifra sea superior, pero han pasado muchos años y no puedo recordarla con exactitud. ¿Ya tienes una idea de lo que estoy diciendo? Pues bien, multiplica esa cantidad por más de cuarenta marinos desertores en los momentos que aparecimos en el escenario de Montreal, nuestra organización era conocida como “Hermanos del Mar”. Para serte sincero, Rafael ya había regresado a Cuba antes de la existencia de “Hermanos del Mar”, pero definitivamente veníamos realizando esa labor encontrándose presente, y ahora que recuerdo con exactitud, el primer grupo que organicé tuvo un enfoque político con inclinación a la defensa de los derechos humanos. ¡Claro! Ya recuerdo aquella entrevista publicada en el diario “El Popular” donde nos dimos a conocer, es lógico que disparara las alarmas del régimen en una plaza habitada por latinoamericanos izquierdistas que la utilizaban como un paraíso de su cochina política.
¿Por qué te aseguro de que no tuvo intenciones de matarme? Muy sencillo, por la localización final de los golpes recibidos. Si Rafael, por error, me hubiera golpeado un centímetro por encima de donde lo hizo, yo no estuviera conversando contigo a estas alturas. Yo me encontraba sentado en la mesa del comedor cuando de repente perdí el conocimiento sin saber lo que ocurría. Puedo afirmarte que no sentí absolutamente nada, solo un choque eléctrico muy tenue. Mi rostro permaneció en contacto directo con la superficie de la mesa hasta que desperté por golpes que recibía en la espalda. No veía nada, absolutamente nada, sí puedo afirmar que a partir de unos instantes sentí un dolor en la espalda que me devolvían a la realidad, me despertaron esos golpes. En esos momentos tan confusos, no pensé, nunca hubiera imaginado haber sido agredido por la espalda por la única persona con la que compartía el apartamento. Siendo de una nomenclatura corporal superior a la mía y superándome también por su juventud, puedo afirmar sin temor a equivocarme de que el individuo era o es bien cobarde.
Me levanté casi ciego, no veía nada y menos podía comprender lo que me estaba sucediendo mientras la avalancha de tubazos por la espalda no se detenía. Fui recobrando la vista y logré girar en mi posición, recuerdo haber empujado la silla a un lado y que solo distinguía un bulto delante de mí, hacia él me dirigí. Ese no era mi día, hoy estoy convencido de eso. Logré aferrarme a su cuerpo y detenerle la mano que me golpeaba. En medio de aquel forcejeo y con fuerzas que me llegaron quién sabe de dónde, le quité el tubo de la mano y en ese instante la situación cambió radicalmente, yo era el que estaba armado y había recuperado la visión.
El héroe que presentaron por la televisión cubana cayó arrodillado ante mí, lloraba como una puta y me pedía perdón. Pude matarlo en ese instante, lo deseaba, pero una fuerza superior a mí pudo contener mis instintos, hoy estoy agradecido de no haberlo privado de su asquerosa vida, me hubiera embarrado por muy poca cosa. Ella permanecía en silencio mientras el humo de varias bocanadas continuas invadió toda la cocina.

-Me has dejado fría, nunca llegué a imaginar que Rafaelito fuera tan miserable. 

-Eres demasiado misericordiosa con él, yo creo que la palabra maricón le viene de perilla.

-Sigo sin comprender mucho, ¿insistes en manifestar que no quiso matarte?

-No lo creo, tampoco considero haya sido en cumplimiento de una orden recibida. Aunque bueno, de esa gente se puede esperar cualquier cosa. Ya te digo, si hubiera deseado hacerlo solo tenía que dirigir bien su golpe y fracturarme el cráneo. A estas alturas y regresando a los años noventa, solo caben dos posibilidades, que él haya querido anotarse un mérito de más cuando le ordenaron retirarse o, que las intenciones hayan sido las de secuestrarme.

-¿Secuestrarte en Canadá? Casi lo gritó.

-Sí, era muy sencillo de hacer, recuerdo que secuestraron a un desertor de Cubana de Aviación y se lo llevaron de regreso a Cuba. Cuando el avión está siendo avituallado para su retorno, es asistido por supuestos empleados de esa compañía de aviación, es de imaginar o sospechar que todos son agentones que trabajan para la inteligencia cubana. Olvida la posibilidad de utilizar un avión si quieres, entraban al puerto de Montreal uno o dos barcos semanales. ¿Imaginas lo fácil que es esconder a una persona a bordo de un buque? Ya sé que no tienes idea, pero eso ha sucedido. Le pedí que me sirviera un poco más de café y encendí otro cigarrillo.

-Me has dejado fría, y después, ¿qué hiciste?, ¿por qué lo dejaste escapar?

-Salí del apartamento para coordinar mis ideas, precisamente en la acera había estacionado un carro de la policía, pero preferí caminar un poco y llamé a mi cuñado en New Jersey. Tenía dos opciones, lo prendía y de paso bloqueaba la salida de mi familia o, lo dejaba escapar. Creo que finalmente valió la pena dejarlo partir, mi familia logró salir de Cuba varios años más tarde. En caso contrario, todavía estuvieran trancadas allá y no valía la pena tal sacrificio por semejante porquería, porque si se tratara de una persona importante, tal vez.

-Nunca imaginé que Rafaelito cayera tan bajo, esa es la influencia de su verdadero padre.

-¿Su hijo es como él?

-Por supuesto que no, vive en Estados Unidos y no tiene nada que ver con Rafael.

-Entonces no puedes asegurar lo que dices, yo tampoco pude ser influenciado por mi padre y era más comunista que Lenin, irónicamente el hijoputa murió aquí en Miami.

-Puede que tengas razón.

-Y su mujer, ¿qué es de la vida de Tania?

-Está por acá, haciendo su vida tranquila.

-Entonces ese perro se ha quedado solo y escachado.

-Así mismo es, yo creo que debe estar pagando por todo el daño que ha hecho en su vida.

-Pero eso no es lo peor, que le ruegue a Dios porque nunca haya un cambio en la isla. Si eso sucediera, voy a regresar para sacarle del culo la deuda en la que me dejó sumido.

-¿De qué me hablas, Esteban?

-Yo tengo memoria de elefante, imagínate una cuenta de teléfono cercana a los dos mil quinientos dólares, esa es solo una de las facturas que le voy a cobrar, entre todas suman unos cinco mil dólares. Lo dejé escapar por las razones que te expliqué, pero no pienses que le voy a condenar esta deuda, del culo se la saco. Ella se echó a reír.

-Esteban, ¿cómo lo descubriste?

-Esa historia no cabe aquí, tú sabes que las mujeres tienen un sexto sentido. Yo vivía en aquellos tiempos con una centroamericana que, diariamente me manifestaba no gustarle ese tipo, por supuesto, nunca le presté atención, hasta un día.

-Ustedes los hombres son tercos y pocas veces nos escuchan.

-Es cierto, no recuerdo el instante donde me vi obligado a prestarle atención a sus palabras y cuando estuve a punto de darle la razón, ya conoces el desenlace, eso pudo evitarse. El asunto es que por donde quiera que yo pasara con él, iba sembrando minas y creándome dificultades. Muchos de los que mantenían excelentes relaciones conmigo desaparecían inexplicablemente y no fueron pocos los que llegaron a transformarse en verdaderos enemigos. 
Muchas de estas cosas que te cuento pude averiguarlas varios años después, por ejemplo, me invitó en unas cuantas oportunidades a asesinar a Máximo Morales en Montreal.

-¿Quién es él?

-No te preocupes, el asunto es que mientras me hacía ese tipo de proposiciones, Rafael los visitaba a espaldas mías. Esto que te cuento fue narrado por esa persona hace apenas unos dos años en ocasión de yo trabajar en la redacción de un periódico suyo. Era un verdadero artista del enredo, intriga, chisme, brete, desconfianzas, en ese terreno puedo asegurarte que era muy bueno. Tan así, que de la noche a la mañana me vi convertido en enemigo de personas con las que regularmente mantenía buenas relaciones. También me propuso asesinar a un individuo llamado Iván Méndez, ¡claro!, sus argumentos eran de que esas personas trabajaban para la inteligencia cubana, pero yo estaba claro de que en el fondo siempre se escondía una trampa. Un día y cuando ya no me quedaban dudas de su verdadero rol en Montreal, hizo una llamada desde un teléfono público a uno de los buques cubanos atracados en el puerto. Todo resultó muy infantil y desde ese instante dudé de la profesionalidad de los espías cubanos después de los cambios producidos en las filas del MININT posterior a la Causa Nr. 2.

-Pero Rafaelito no era espía, ni la cabeza de un guanajo. Me interrumpió ella.

-No hace falta que me lo digas, ese tipo era un vulgar chivato, bien cobarde como te manifesté, nada profesional y muy preocupado, yo diría que demasiado, en hacer pacotilla que mandaba en los vuelos de Cubana de Aviación.

-Me has dejado pasmada.

-¿Has sabido algo de su ex mujer?

-¿Hablas de Tania? Pero él no vivía con ella cuando se encontraba en Montreal.

-¡Te equivocas, querida! Él vivía con ella en Alamar y uno de los detalles que me ayudó a descubrirlo fue el televisor que le mandó desde Canadá.

-¿Cómo es eso?

-Muy simple, tenía un televisor en la sala de nuestro apartamento que de la noche a la mañana desconectó alegando se encontraba roto. Unas semanas después, Tania le manda un video filmado en su casa donde aparecía el dichoso televisor encendido. Por eso te digo que era muy poco profesional, en aquellos tiempos no existían agencias para enviar paquetes a Cuba, ni mulas y menos aún permitían la entrada de equipos electrodomésticos, ¿te das cuenta ahora?

-¿Y cómo llegaste a convencerte definitivamente que vivías con un enemigo?

-Muy sencillo, por métodos aprendidos de ellos mismos, muchas trampitas y minas antipersonales donde caía con extremada facilidad. Todo parece indicar que sus asesores del consulado cubano en Montreal se percataron de la situación y le aceleraron la salida de este país.

-¿Cómo salió de allá?

-Unos días antes de partir, Rafael se afeitó el bigote. Indudablemente lo hizo para fotografiarse y obtener un pasaporte falso extendido por el consulado. El suyo se encontraba en poder de Inmigración Canadá. Del asunto del pasaporte me enteré un día después de desaparecer con unas amistades suyas, donde tenía guardada las maletas y documentos. Él había sido rechazado por la corte de refugiado y no tenía posibilidades de salir de este país. Sin embargo, por esos salvadoreños me enteré que Rafael había sido apadrinado por un latino casado con una canadiense. En fin, la red de operaciones de ellos es muy amplia y cuentan con el apoyo incondicional de centenares de latinos con ideas izquierdistas. Siempre que me presentó a un supuesto amigo, su origen era de esas tierras y en sus rostros solo veía un cartel que decía: “En caso de que me suceda algo, debes eliminar a este individuo.” Rafael no tuvo un solo amigo de la comunidad cubana y para colmar la copa, este tipo de individuos siempre te anuncia tener vínculos con mafiosos, narcotraficantes, etc., o sea, te envían un mensaje subliminal de amenaza o intimidación constante.

-¿Y después de eso, no sentiste miedo?

-¿Quiere que te sea sincero? Después de aquel golpe en la cabeza y mi cercanía con la muerte, le perdí no solo el miedo, creo que también el respeto. Me volví más rebelde, agresivo y anticomunista. Mis actividades se multiplicaron y no se han detenido hasta el día de hoy. Te cuento que mi familia se encontraba aún en la isla, por eso no creo esos argumentos esgrimidos como justificación para no vincularse a actividades en contra del régimen. El asunto es que a los cobardes no los respeta nadie, es verdad que se me dificultaron las comunicaciones y me cortaban las llamadas telefónicas. Es cierto que cada carta enviada por mí con personas de confianza iba a parar a las arcas de la seguridad del estado y sometieron a varios amigos míos a interrogatorio. Pero no deja de ser cierto que la necesidad me obligó a aprender y burlar todas esas medidas. Los teléfonos donde frecuentemente yo llamaba fueron tomados y cuando se cumplió el plazo de castigo para un desertor, cuatro años en aquellos tiempos, al menor síntoma de demora manifesté en una llamada que iría a las Naciones Unidas para formar un escándalo y no dudaron en liberarlas. Con los cobardes el comportamiento es diferente y ellos gozan dándole por el culo, conmigo no fue así.

-Debe haber sido terrible la que pasaste, ¿no sientes miedo en Miami?, este es un territorio minado de espías.

-¿Qué pudiera decirte? No imaginas la cantidad de trampitas que me han tendido aquí, hablemos de invitaciones para volar en avionetas, salidas a pesquerías, fiestas, reuniones, etc. ¡Contigo va a volar y pescar la puta de tu madre! Siempre les respondí en silencio y sin mostrar nada de preocupación. Aquel golpe en la cabeza y cercanía con la muerte me hizo despertar, soy un poco menos comemierda, pero no deseo manifestar que he sentido miedo, solo soy precavido y no pondré voluntariamente mi cabeza en la guillotina. Nadie se muere la víspera, es cierto, pero todo puede evitarse. Recuerdo la existencia de un agentón en un foro cubano, como era bien parecido las mujeres que participaban en él se deslumbraban con su figura y alegaban, aún hoy alegan, no participan en nada que esté relacionado con la política. Aquel cabrón, que luego ha aparecido en fotos con Abel Prieto, Edmundo García y comparsa en La Habana, se envalentonó y me retó a raíz de una fiesta a celebrar en Miami, yo le acepté el duelo. Como es de suponer, no iría solo y menos desarmado. Convoqué a un amigo de toda mi confianza y le pedí que no bebiera, que solo se dedicara a observar el rostro de la gente, él no faltó y estaba advertido de la situación. Yo tenía un arma escondida y créeme, estaba dispuesto a volarle la tapa de los sesos. Afortunadamente el pendejo no asistió a la fiesta, yo sabía que no iba a ir, son unos cobardes, no te quepa la menor duda.

-¿Para dónde vas ahora?

-¡A ti que te importa! Le respondí así para molestarla, ya sabía de la pata que cojeaba.

-Te lo pregunto por las direcciones.

-No te preocupes por eso, voy conociendo a Miami. ¿Dónde están las cosas que ibas a mandarle a tu nieta?

-¿Cómo las vas a empacar en la maleta?

-Como me de la gana, ¿a ti que te importa?

-Eres insoportable.

-Y tú también, muy preguntona. Me voy pal carajo, tengo que recoger a mi novia.

-¿Tienes novia en Miami?

-¿Qué te interesa? ¡Dame el paquete de mierda! ¿Puedo hacer izquierda cuando llegue a la 37?

-Sí, hay izquierda.

-Entonces me largo, ha sido un placer. Ella me dio un solo beso y me quedé con la mejilla lista para el segundo, es la costumbre de Montreal. Su marido se molestó en apartarse del televisor para despedirse de mí.

-¿Quedó café en la cafetera?

-¿Quieres que lo caliente?

-No, yo me lo tomo frío. Encendí otro cigarrillo mientras bajaba la escalera.


Solo unas notas para concluir este trabajo.


Querida Martha.-

Aquí encontrarás muchas cosas que no conversamos, quedan detalles importantes en el tintero. No se puede sintetizar un año viviendo con tu enemigo en cinco páginas, como te dije, no había escrito nada sobre este acontecimiento ocurrido en 1993. 

Dile al hijo de Rafael que él era un niño cuando esto ocurrió y por supuesto, no debe pagar por los errores de su padre. 

Dile a Tania que una vez sospeché de ella y pensé que era una estrecha colaboradora de su marido, esas dudas las tuvo mi mujer por sus frecuentes visitas y constantes preguntas.

Dile a Rafael si tienes contacto con él, que no lo odio, más bien siento lástima. No debe ser fácil perderlo todo, mujer, hijo y trabajo. Es lo que se merece por todo el daño que causó, por perro y chivato. Le perdono los golpes que me dio a traición, así actúan los cobardes como él, sin embargo, dile que le rece mucho a Dios y a Orula. Si algún día hay un cambio en Cuba, ese día regresaré a sacarle los cinco mil dólares de deudas del culo. 

Querida Martha, se me olvidaba decirte que Rafaelito, como la mayoría de los chivatos de su tiempo, tenía la mano de Orula. Parece que el santo se cansó de tanta mariconería.


Un abrazo..

Esteban







Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá.
2011-01-18


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