POR LA SAGA DE LOS MARINOS CUBANOS (14). Caso: Representantes y agentes en el exterior.
Chimenea del buque escuela "José Martí" antes de ser hundido.
-Ustedes van a tener el honor de transportar la fuente donada por el gobierno coreano al camarada Juantorena, ella se instalará en el estadio Panamericano. Aquella mujer pensó darnos una noticia agradable, cuando lo cierto era que llevábamos más de un mes atracados en ese país sin esperanzas de salir. Más de treinta días comiendo muy mal y agotándose nuestras provisiones. El desayuno era un vasito de leche condensada con un café elaborado a base de chícharos tostados, no existía la posibilidad de avituallarnos en un país donde la gente moría de hambre y pocos en el mundo lo sabían. Me cayó mal de gratis, era la primera vez que la veía, me dejé llevar por una prejuiciada intuición.
-¡Así que vamos a tener el honor de transportar esa fuente! Le dejé caer la pregunta no exenta de malicia y ella se la llevó al vuelo.
-Bueno, ha sido un gesto muy noble del gobierno coreano.
-¿Sabe cuántos días llevamos atracados en este puerto?
-No tengo ideas, hace solo una semana que llegué de Cuba.
-¿Y usted es?
-Yo soy la agente que representa a Navegación Mambisa.
-Supongo que al menos debió trabajar en nuestro giro, por ejemplo; digamos que laboró en el Ministerio de Transporte, Mambisa, Cabotaje, Lonja del Comercio, etc.
-No acertó, hace solo un mes que me desmovilicé del Ministerio del Interior.
-Pero imagino que tenga una idea aproximada de todo lo relacionado a la explotación del transporte marítimo. O sea, debe saber lo que es un contrato de fletamento, estadía, pronto despacho, etc.
-Imagina mal, ya lo aprenderé en el camino.
-Es decir, usted no sabe absolutamente nada de este giro y manifiesta que lo aprenderá en el camino. ¿Sabe una cosa? Todos esos libros que usted observa en ese librero son relacionados a esta profesión y hablan mucho del trabajo que usted debe desarrollar. Ella se paró del asiento y fue leyendo el lomo de cada uno.
-Usted pudiera prestarme alguno de ellos para tomarle fotocopias en la embajada.
-¡Absolutamente, no! Ya he perdido varios y no voy a correr el riesgo, los necesito en mi trabajo.
-¡Yo le prometo!...
-No se moleste en prometer nada, no se los daré. ¿Puedo preguntarte una cosita?
-¡Dime!
-¿Cómo te empataste con este trabajo sin conocer nada de nuestra profesión?
-¡Oh, te preocupa eso! Debí suponerlo, mi esposo es el attaché militar de la embajada. Respondió luego de varios largos segundos.
-No me equivoqué, no sabes dónde estás parada, tampoco te preocupes, no es una novedad. Si quiero decirte algo para que estés clara, hubiera salido mucho más barato comprar esa fuente enchapada en oro en Las Vegas que venir a buscarla en Corea.
-Compañero, ¿por qué dice eso?
-Porque usted no tiene remota idea de lo que significa el ¨costo armador¨, o sea, lo que cuesta diariamente tener a este buque detenido en este puerto.
-¡Oh, compañero! Pero usted se está refiriendo a una prioridad del "Estado".
-No necesita que me lo recuerde, ya conozco perfectamente esas palabras.
No le caí muy bien a aquella mujercita bendecida por las relaciones con su marido y puesto que ocupaba, poseía de paso un historial que también la ayudaba en algo, era un ex miembro del Ministerio del Interior. Mientras esto ocurría, decenas de jóvenes de ambos sexos trabajaban a lo largo de la isla como "tajadores" y se habían graduado en el campo socialista como ingenieros en la explotación del transporte marítimo.
Desde siempre tuvimos agentes que nos atendieran en el extranjero, le llamábamos "representantes" y nunca llegaron a desarrollar las labores de un agente consignatario en todo el sentido de la palabra. Los representantes de Mambisa podían abarcar un área geográfica algo extensa, uno solo de ellos podía cubrir una parte de Asia, otro cubriría una extensión de Europa y en América solo teníamos comercio con Canadá y México, no recuerdo si nos atendían directamente el personal de los consulados.
¿Quién no recuerda al viejo Torrecillas? Radicaba en España y además de moverse por toda la península, volaba a países cercanos donde se demandara su presencia. Era una persona eficiente y conocedora de su trabajo, sin embargo, dependía de agentes consignatarios españoles para atender las operaciones del buque en puerto.
En Varna teníamos a "Julio Suárez", dicen que ese era su nombre de guerra, lo conocí y visité en varios de mis viajes a Bulgaria. Su hijo había estudiado conmigo en el curso de oficiales de Jaimanitas, me refiero al falso disidente llamado Yndamiro Restano. Como puedan suponer, Julio Suárez era un cero a la izquierda en todo lo relacionado a nuestro giro y sería de los pioneros en ocupar esos cargos por su incondicionalidad al régimen.
Por Japón teníamos en la década de los setenta a Mister Poveda, un mulato Jefe de Máquinas. Se desplazaba hasta los astilleros de Hong Kong para supervisar nuestras reparaciones y dominaba nuestro negocio. El apellido les puede resultar familiar y no se equivocan, se trata del padre del cantante Donato Poveda.
Durante esos años ellos vivían y dejaban vivir, eran tiburones que salpicaban. Solo que el mundo continuó su loca carrera y nos trajo la época donde esos representantes fueron sustituidos por verdaderos depredadores. El toque o comisión no llegaba hasta los barcos y se quedaba en sus oficinas, uno de sus más relevantes exponentes lo constituyó el camarada Meléndez, conocido en la flota como "El Gallego Meléndez". Vivía y no dejaba vivir, dando origen a nuevos estilos de robo y una creciente corrupción sin límites. Se quedan en el tintero algunos de esos personajes que solo lograrían extender el presente trabajo, todos con un denominador común, lucrar con el sacrificio de nuestros marinos y desviar aquellas "comisiones" tan naturales en este mundo hacia sus bolsillos.
Años posteriores aparecieron otros personajillos con idénticas características y desconocimientos. Esos disputados puestos en el exterior caerían en manos de los hijitos de papá, todos con normas y leyes que los protegían, era de suponer. Encontraremos entonces a individuos de esa especie representándonos en Holanda y otros lugares del mundo con oficinas creadas exclusivamente para ellos.
Recuerdo aquella amenaza que colgaba como una guillotina sobre los primeros oficiales de cubierta en Amsterdam, si el oficial se equivocaba en la distribución y rotación de los contenedores, razones por la cual fuera necesario realizar alguna remoción de los mismos, el mencionado oficial pagaría como castigo con su democión. Sin embargo y durante uno de mis viajes a ese puerto, la oficina se equivocó en la rotación de unos cien contenedores, lo que como es de suponer, trajo perdidas económicas desconocidas por nosotros y no se tomaron medidas administrativas alguna.
-Sabes, me han propuesto para relevar al Gallego en Japón. Me dijo aquella tarde mi primo mientras disfrutábamos de un mojito en el bar de El Patio.
-¡Olvídalo, tú no vas a Japón!
-¡No jodas, chico! Que pesimista eres.
-¡Pesimista, no! Yo soy realista, ¿cuáles son tus apellidos?
-¡No jodas! Somos familia y lo sabes.
-¡Dímelos! Quiero escucharlos.
-Sardiñas Lostal, ¿complacido?
-Tú no vas a Japón, no eres hijito de mamá o papá. Los tiempos de Arencibia, Manolito Huevo de Toro y toda esa gente nuestra que nos representaba en el exterior, ya no existe.
La tierra continuó su eterno giro y llegaron tiempos peores, los hijitos de papá fueron tomando las riendas de sus padres. No solo proliferaron como representantes en el exterior, dentro de las fronteras de aquella isla supieron imponerse. Nacieron muchos capitancitos sin cumplir el tiempo y exigencias de la Academia. Muchos de esos personajes salieron de la isla y cayeron parados en el extranjero, manejan plata de la que nadie conoce su origen, se imagina, pero todos guardan silencio.
¡Oh, se me olvidaba! Mi primo nunca llegó a Japón.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2016-12-27
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De Meléndez te puedo hacer un libro de lo más negativo que conocí y lo hicieron hasta héroe
ResponderEliminarDe la Seguridad del estado
La verdad
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