jueves, 14 de septiembre de 2017

POR LA SAGA DE LOS MARINOS CUBANOS (10). Caso: Evaluaciones.


POR LA SAGA DE LOS MARINOS CUBANOS (10). Caso: Evaluaciones.


Motonave "Aracelio Iglesias"

En la marina mercante cubana existían tres tipos de evaluaciones a saber, las técnicas, las laborales y las políticas. En la medida que se satisficieron las demandas de oficiales y técnicos de diferentes categorías, aumentaron las evaluaciones técnicas y sus complejidades. Fueron más frecuentes y exigentes, no había plazas para todos los graduados. 

De la noche a la mañana, nuestra marina se convirtió en el más fiel cumplidor de las regulaciones establecidas por la OMI (Organización Marítima Intergubernamental). Se impusieron las evaluaciones de "Recalificación" de acuerdo al cargo ocupado y las que realizaba el Departamento de Seguridad para la Navegación. Situación que obligaba a todos los oficiales a mantenerse constantemente actualizados en las asignaturas sometidas a exámenes. 

Tal fue el caso, que llegaron a viajar capitanes inspectores en nuestras naves para evaluar la preparación de sus oficiales. Desaprobar alguna de aquellas evaluaciones solo podía repercutir en una democión de cargo, es lógico que sus efectos se sintieran en el salario, pero nunca tendrían consecuencias negativas en la vida laboral, continuabas navegando. 

Otra evaluación importante era la laboral, la realizaba el Primer Oficial a todos sus oficiales subordinados, sobrecargo, telegrafista, enfermero, doctores y oficiales de cubierta. Esa evaluación debía ser firmada por el Capitán e imagino tendría como destino el expediente del tripulante. 


La evaluación política era aquella realizada por el núcleo del partido comunista a bordo, se realizaba cada viaje y contaba con el apoyo de los miembros de esa organización. En reuniones con sus militantes se daba lectura al contenido de la misma para su aprobación e incluir algún dato que se propusiera. Puede considerarse la más peligrosa de todas las evaluaciones, porque ella sí podía repercutir en la vida laboral de cualquier evaluado. O sea, el partido no tenía en cuenta la preparación técnica del hombre para nada, podías ser considerado la persona mejor preparada técnicamente de toda la flota, pero si ellos te consideraban políticamente incorrecto, muy bien podían solicitar tu separación de la flota como me sucedió a mí.


 Era peligrosa, porque podía ocurrir que un buen Capitán u Oficial fuera una persona exigente en su trabajo, cayera mal ante los ojos de sus subordinados y por último, se encontrara a merced de una proposición y aprobación en una de sus secretas asambleas. Vale recordar que, en esas reuniones, eran muy pocos los que se oponían a las propuestas de un militante. Todos levantaban sumisamente sus manos para aprobar lo que podía tratarse de una infamia, sin pensar en el daño que le producirían al hombre y su familia. De ahí se desprende el miedo y falta de pantalones de muchos capitanes para enfrentar al núcleo del partido a bordo de los barcos. Como puede observarse, un elemento cualquiera de aquella tripulación, podía ejercer su influencia sobre el destino de muchos hombres que quemaron pestañas para alcanzar un cargo cualquiera en la nave. Macabra y diabólica esa maquinaria siempre lista para triturar hombres.

La situación empeoró con la aparición en escena del "ilustrísimo" Comisario Político, podía decirse que ese personaje era la culminación de toda una obra o el último modelo de esa maquinaria moledora de hombres. Este parásito individuo investido con poderes divinos, poseía la potestad de evaluar a todo el mundo a bordo y no escapaba ni el secretario de su partido. Individuo a temer, logró en muchos casos doblegar a capitanes y primeros oficiales para vergüenza de nuestra profesión.


La UJC (Unión de Jóvenes Comunistas) realizaba sus particulares evaluaciones a cada uno de sus militantes, siempre bajo la aguda observación del secretario del partido, pero los poderes de esa organización estaban limitados a sus miembros. 


Como puede observarse, el control sobre los hombres que formaban parte de cualquier tripulación era férreo. Colgaban sobre sus cabezas una guillotina invisible y bien engrasada lista para mutilar a cualquier individuo considerado "políticamente incorrecto". Si tenemos en cuenta que una tripulación de aquellos tiempos podía comprender a unos treinta y cinco marinos, muy bien puede comprenderse la presión a la que eran sometidos con este tipo de evaluaciones realizadas cada viaje. 

¿Cuál fue el papel desempeñado por el hombre? Si como he mencionado con anterioridad, la casi totalidad de la militancia estaba siempre dispuesta a levantar su mano para condenarte, existieron individuos tan o más detestables que uno de aquellos núcleos del partido.

-Cuando le hagas la evaluación a la doctora, ya sabes, escribe lo peor sobre ella. Que sea bien mala esa evaluación para que se acuerde de nosotros. Me dijo una mañana el Capitán Miguel Haidar durante un viaje de regreso al Japón. Ya lo he mencionado en otro escrito, pero vale la pena recordarlo.


-Capitán, creo que se ha equivocado conmigo, yo no participo en este tipo de mariconerías. No estaba listo para recibir una respuesta como aquella, manipulaba a la tripulación a su antojo y todos lo complacían. No insistió y me alegró mucho, se esfumaba la posibilidad de un gran problema, solo en apariencias, no era fácil compartir el mando con él. Aquella solicitud suya tenía sus orígenes en la pretensión de poseer a la doctora como mujer y yo estaba al corriente de la situación. Ella viajaba de pareja con un maquinista, compañero mío de estudios y ambos, además de ser excelentes personas, eran muy buenos trabajadores.

-Aquí tienes mi evaluación sobre tu trabajo a bordo, no aceptes otra diferente. Le dije una mañana a la doctora, no le di más explicaciones y supuse que ella comprendió.

El papel desarrollado por el hombre en esos casos era detestable, individual o colectivamente, lo demostró los años compartiendo tantos oprobios como este. No se podía confiar en nadie, esa actitud de andar siempre a la defensiva y en espera de una posible traición, me ayudó a sobrevivir en un medio hostil, donde de muy poco servía la pasión, amor y entrega por una profesión a la que dedicara veinticuatro años de mi vida. 


Ha pasado mucho tiempo desde entonces y muchos guardan silencio, menos yo. Nunca acepté firmar ninguna de aquellas evaluaciones que, acumuladas en mi expediente, llegaron a tener el mismo grueso de una biblia. Recuerdo en cada visita al Departamento de Cuadros, Fidelito me suplicaba que las firmara de una vez y nunca lo acepté, allá quedaron como testimonio de una etapa difícil de mi vida.


Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2016-11-26

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