miércoles, 9 de agosto de 2017

EL IMPERIO DE REMIGIO ARAS JINALTE.


EL IMPERIO DE REMIGIO ARAS JINALTE.




Motonave "Otto Parellada"


Me enrolaron en su barco cuando se impuso la orden del partido para arrancarme la cabeza, todo parece indicar que mi estela de problemas nunca tendría fin. Por suerte, ya había sido alertado de aquella meta partidista y me encontraba preparado para enfrentarla. Iniciaba así una campaña o desafío por tratar de sobrevivir y Remigio sería el primer verdugo.


Cuando me enrolaban en cualquier barco, tenía la costumbre de buscar información antes de poner un pie en su escala real. Las que obtuve con los conocidos a los que acudí no eran nada halagadoras, la peor de todas, me enfrentaría a un ambiente dominado en su totalidad por tripulantes "negros" que lo adoraban como a cualquier Emperador. Si piensan no existía racismo a bordo de nuestras naves, se equivocaron. No lo practicaban en todas y se aplicaba de una manera muy silenciosa. Hubo racismo de ambos colores, navegué en buques donde los capitanes preferían mantener alejado a los negros y viceversa. Acciones en las que por supuesto, estaba involucrado el partido del buque.


En la motonave "Otto Parellada" éramos contadísimos los tripulantes blancos, no creo que superaran los siete en total, quizás la memoria me traicione. El Tercer Oficial era de apellido Maqueira, un blanco de espejuelos que había estudiado conmigo. No cumplía aquellos cánones impuestos por el populacho, donde se calificaba como “inteligentes" a los blancos de espejuelitos. Todo lo contrario, era la antítesis de aquella expresión folclórica, no lo digo yo, lo demostraba el tiempo que llevaba ocupando la plaza de Tercer Oficial. Viajábamos en el año 1989 y nos habíamos graduado en el 1973. Creo que dieciséis años no es poco tiempo sin ascender en una plaza y hablan por sí solos de tu preparación técnica. En estos casos de incompetencia, esos oficiales suelen ser muy complacientes y sumisos, el temor a una democión del cargo por incapacidad, se convierte en un yugo para ellos. Sintetizando, Maqueira era un perrito que militaba en el partido y debía cuidarme de él. 


El Segundo Oficial era un mulato de la misma promoción, una bella persona de la que he olvidado el nombre. Apenas hablaba y trataba en todo momento de mantenerse al margen del ambiente reinante. Era militante del partido y la experiencia me había enseñado a desconfiar de personas como esta, casi siempre alzaban la mano aprobando las propuestas que se hacían en las reuniones de su partido. No olviden que dentro de la militancia solo tenían dos opciones a la hora de emitir cualquier voto, a favor o en contra. Las abstenciones no se llevaban a las propuestas y eran muy pocos, escasos, los valientes que se atreverían a levantar su mano en contra de cualquier proposición. En ese caso las relaciones se limitaban a los saludos cruzados durante los cambios de guardia, no existía margen para otras. 


El Telegrafista era uno de los perros más rabiosos que perteneciera a la manada de Remigio, un joven militante de la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas) quien, por azares del destino y la complicidad del partido junto al sindicato de la Empresa, cabildeado en aquel tiempo por un elemento conocido como "El Niño" y ex tripulante de ese barco, elevaron a este telegrafista a la estatura de "vanguardia nacional" y lo hicieron merecedor de un auto Fiat polaco. El Niño no solo participó en ese fraude, peor aún, fue nombrar al buque "Otto Parellada" vanguardia nacional sin contar con méritos para ello. ¡Pero, bueno! Fue una moda que se impuso en la Empresa, cada vez que ocurría un cambio de secretario del sindicato. ¿Qué fines perseguían? Uno muy importante, tener derecho a un viaje de "estímulo" al exterior acompañado de la esposa. Yo mismo fui beneficiado por uno de esos fraudes, cuando la secretaría del sindicato fue ocupada por el negro Julián, ex tripulante del buque "Aracelio Iglesias". En fin, ese perruno telegrafista con poca trayectoria laboral, fue premiado por esta semi mafia militante de color negro, su nombre es Sixto Polo.


Como Sobrecargo viajaba una mulata llamada Gladys, la existencia de lunares y pequeñas verrugas, hablaban por si solas de la edad del portador. Aún algo mayor, su cuerpo conservaba huellas de la juventud, tuvo quinces y muy bien podría constituir un manjar en un viaje como ese, donde la longitud era siempre indefinida. Se subordinó enseguida al clan y su principal función a principios de viaje fue el de colchonera. Ejecutó cuanta desagradable maniobra fue posible, tratando de acomodar una de las vaginas disponibles a bordo al pene de su Capitán. Era de suponer que yo fuera uno de sus primeros enemigos, establecí relaciones con una de las camareras a bordo desde antes de partir el buque. Gladys acudió entonces a cuanta maniobra sucia se ha inventado con el propósito de deslastrar los testículos a Remigio. No solo le hacía difícil la existencia a mi pareja, lo intentó también con otra camarera que viajaba de pareja formal con un cuarto maquinista. En total viajaban cuatro mujeres a bordo, Gladys, la que iba de pareja mía, la negra Walkiria y otra blanquita algo obesa que vivía en el poblado de Regla con su actual marido. A Walkiria deben recordarla muchos de los que leen estas líneas, ella trabajó varios años en el Departamento de Capacitación en nuestra Empresa. 


Una de aquellas tardes y cuando la situación resultaba insoportable para mi pareja y la gordita mencionada, le pedí a Gladys que acudiera al puente durante el horario de comida.


-Este viaje va a ser muy largo y considero que debes medir tus acciones en contra de las camareras. Le dije tranquilamente aquella tarde y noté como esquivaba mirarme a los ojos. Tenía la costumbre de suavizar en lo posible cualquier encontronazo con mujeres subordinadas, sabia de la pata que cojeaban nuestros hombres y que ellas tomarían ventaja de la solidaridad que ellos les brindarían.


- Primero, ¿qué desea decirme? Lo expresó con esa ingenuidad y dulzura que no le creí.


-Que las dejes trabajar tranquilas, mientras no cometan indisciplinas, no existen razones para molestarlas. El viaje será muy largo y apenas lo estamos comenzando.


-No se preocupe, ¿algo más?


-No, eso era todo. No medió palabra alguna como despedida y desapareció a los pocos segundos del puente.


Esa noche fui citado al camarote del Capitán sin que mediara explicación alguna sobre los motivos, el mensajero me dijo solamente que había una reunión. Al entrar me di cuenta de que todos esperaban por mí y habían acudido a la cita con anterioridad, quizás para ultimar detalles. 


Allí estaba el Comisario Político, un viejo mulato jabao que llegó a la flota beneficiado por el partido comunista, creo que era su primer viaje. Nunca había navegado y ostentaba las mismas charreteras de Primer Oficial, yo lo aventajaba en el salario por mi antigüedad. No necesité estar mucho tiempo en aquella nave para comprender que era un incondicional de Remigio, solo que esta vez y debido a su inexperiencia, no se le habían desarrollado las espuelas y resultaba ser un vulgar títere. La mayoría de sus homólogos trataban en todo momento de arrebatarle el mando del buque, este no era así. Sentada a su lado se encontraba Gladys y supuse que la citaran para analizar cualquier asunto de trabajo. 


Le seguía en orden el negro Scull, era gruero y viajaba como secretario del partido, deben imaginar el grado de simpatías y subordinación al Capitán. Era un tipo taimado, silencioso, vago e hipócrita al que mantuve todo el tiempo a raya. Tuve un encuentro con Scull en Montreal unos tres años después de mi deserción, coincidimos en el apartamento donde vivían varios marinos de la flota pesquera y no lo conocían. Llegó a esa casa acompañando a un grupo de marinos jóvenes recién graduados de la academia, entre ellos el hijo de un amigo mío.


-Tu padre era loco, bandolero, contrabandista, todo lo que puedan decirte de él es aceptable. Pero nunca podrán decir que tu padre era comemierda como tú. Le dije a Alexander mientras nos dirigíamos a buscar una caja de cerveza, pretexto usado para poder conversar en privado con él.


-¿Por qué me dices eso?


-Porque cuando uno va a salir a la calle con la intención de hacer cualquier tipo de negocios o encontrarte con cubanos que vivan en el extranjero, no puede confiar en nadie. ¿Qué haces saliendo con Scull? Ese negro es chivato.


-De verdad que yo no lo sabía, acabo de enrolarme en ese barco. Me respondió algo asustado y le creí.


-Es que en una situación como esa debes redoblar las precauciones. ¿Sabes que puede suceder ahora?


-No tengo idea.


-Pues si no es el negro el que los echa palante, puede suceder de parte de alguno de los integrantes de ese grupo, tú no sabes quién coño es el chivato. Después, van a acusar a cualquiera de los que se encuentran en Montreal como autor de la delación. 


No conformes con las acusaciones realizadas en contra de algunos de nosotros y que nos llegaran por medio de marinos que visitaban frecuentemente esta ciudad, trataron de embarrar también a un músico llamado Lázaro Leiva, el hijo de Carmelina Barbieri. Vivía compartiendo apartamento con unos marinos y se reunía frecuentemente con nosotros. Mis predicciones se cumplieron, el muchacho y no sé si alguno más, estuvieron apartados de la flota por un largo tiempo. Antes de despedirse ese día, Scull se ofreció a llevarme cartas para Cuba, dijo saber que mi esposa trabajaba de recepcionista en el consultorio dental del policlínico. Se la dejé pasar y no me cagué en su madre.


Casi frente a Scull y sentado en su trono se hallaba Remigio. Siempre mostrando desprecio en su rostro y considerándose superior a los demás. Poseía un leve tic nervioso que le obligaba mover la cabeza hacia uno u otro lado, trataba de disimularlo, pero sus esfuerzos no podían imponer su voluntad. Lo conocí cuando era Sobrecargo y viajaba junto a otro del mismo rango, de apellido Cabrera a bordo del buque escuela ¨Viet Nam Heroico¨. Ambos eran miembros de la seguridad del estado en esas fechas y entre sus misiones aquel viaje, estaban las de vigilarme y sacar las asignaturas de Piloto de Altura. ¿Vigilarme? Yo había sido enrolado por el MININT y serviría de guía a unos individuos que infiltrarían en Venezuela durante el primer mandato de Carlos Andrés Pérez. Finalmente, mis servicios fueron transferidos a un supuesto periodista de Prensa Latina radicado en Caracas. ¡Claro está! Como conocía los detalles de aquella operación, me prohibieron bajar solo a tierra y me vi obligado a usar a Cabrera como escolta. El segundo objetivo lo cumplieron sin dificultad, le regalaron las asignaturas necesarias para obtener el título de Piloto a ambos. No solo eso, sus ascensos fueron vertiginosos, sin cumplir con los requerimientos a los que se veían obligados los demás oficiales. Creo que Remigio fue la más infame selección de todos mis verdugos y lo demostró durante aquel viaje. Era uno de los peores, técnicamente hablando, con los que compartí mando a lo largo de mi vida como oficial. Sus lagunas técnicas se correspondían con las de cualquier recién graduado.


Al lado derecho de Scull se hallaba sentado el cojo Regino, viajaba como secretario del sindicato. Ya le dediqué algunas líneas en otro trabajo, donde destaqué mi intervención a favor de su impedimento físico. Viajó conmigo como timonel a bordo del buque ¨Bahía de Cienfuegos¨, donde era odiado por todo el personal de cubierta. En este buque se desempeñaba como pañolero y no creo que gozara de las simpatías de la marinería. Aquí se comportaba como uno de los perros más fieles de Remigio y su actitud era radicalmente opuesta a la mantenida en el anterior buque. Allá, inspiraba lástima su soledad e impopularidad. Aquí, destilaba odio por cada uno de sus poros y se sentía con poderes sobre los demás. Tuve un buen encontronazo con este individuo a mitad del viaje.


Al lado de Regino estaba el telegrafista como representante de la UJC y al final del saloncito había un asiento vacío que supuse era el destinado para mí. Pude deducir en segundos que, si se tratara de una reunión de trabajo, estaría dedicada exclusivamente al departamento de cubierta, no se encontraban presentes el Jefe de Máquinas, ni el Segundo Maquinista.


-¡Bueno, compañeros! Una vez presentes todos los ¨factores¨ convocados para esta reunión, se procede a cederle la palabra al camarada comisario político. Fue Remigio quien decidió abrir aquella reunión de carácter relámpago.


-¡Compañeros! Hemos solicitado esta reunión para atender el caso de la acusación de la compañera sobrecargo Gladys en contra del Primer Oficial… Comenzó diciendo el comisario y no demoré un segundo en interrumpirlo.


-¡Espérate, espérate! ¿Acusación de qué? He sido citado sin decirme el contenido de esta supuesta reunión y ahora me sorprenden con una acusación. ¿De qué se trata, político?


-¡No vuelvas a interrumpir! Ya te diré de lo que se trata.


-¡Oye, interrumpo y bien! Se me cita para una reunión y veo que estoy en una encerrona donde no me he enterado de nada.


-¡Compañero, no se altere! El caso es que la compañera Gladys lo acusa de haberla ofendido y amenazado hoy en el puente. Todos permanecían en silencio y Gladys mantenía su vista fija al suelo.


-¡Na, yo no puedo creer eso! ¡Gladys, levante la cabeza y repita su acusación mirándome a los ojos!


-No creo que se deba presionar a la compañera. Dijo Scull tratando de lanzarle el aro salvavidas cuando ella no respondía mi solicitud.


-¡Aquí nadie está presionando a nadie! Ella me está haciendo una falsa acusación y le estoy pidiendo que la haga mirándome a los ojos. ¿O debo pensar que ustedes habían planificado con anterioridad tener a una víctima? ¡Gladys, repíteme la acusación mirándome a los ojos! Ella fingió comenzar a llorar y yo me levanté en el acto. -¿Saben una cosa? Yo hago guardia de madrugada y no voy a dedicarles mi tiempo de descanso. ¡Hagan lo que les dé la gana, no estoy para esta comedia! Tranquilamente me dirigí hacia la puerta y dejé aquella reunión que solo olía a hijos de putas.


-¿Qué te pasó? Preguntó Dulce al ver que daba muchas vueltas en la cama y no lograba conciliar el sueño.


-Esa vieja hija de puta me acusó de haberla amenazado en el puente y por eso convocaron la reunión esos cabrones. Es una lástima que no sea hombre para descojonarla, las peleas con las mujeres son muy delicadas y siempre se van a perder. La apoyarán porque desean agarrarle el culo.


-Pero conmigo la cosa es distinta.


-¿Qué quieres decir?


-Yo la agarro en un pasillo donde no haya testigos y la descojono. El asunto es entre mujeres y palabra contra palabra. ¿Qué te parece?


-No es mala idea, creo que es la única manera de poder quitárnosla de encima, pero debes velar que no existan testigos. Un rato más tarde volvía a sonar el teléfono, hacía más de una semana que estaba sucediendo. Cuando lo descolgaba decían alguna estupidez fingiendo otra voz, no tenían horario fijo, podía suceder a la una, dos o tres de la madrugada, no podía dormir.


Esa tarde antes de bañarme para entrar de guardia, Dulce entró muy contenta al camarote, también tenía un tic nervioso algo simpático y nada grave. Movía con cierta gracia sus labios hacia uno de los lados, no recuerdo exactamente cuál.


-¡La despingué! Le he dado un pase de golpes que no te imaginas, va a tener que pasarse varios días encerrada en su camarote.


-¿Cómo fue eso?


-¡Ay, muchacho! Quien te dice que la vieja y yo coincidimos en el pasillo donde se encuentra mi camarote. ¿Qué te cuento? La recosté contra el mamparo y le he dado una entrada de trompadas que ni te imaginas. Mientras la golpeaba le dije varias veces; ¨Aquí tienes puta, pa'que respetes a mi marido y a mí. Si me vuelvo a enterar de alguna hijaputada tuya, te voy a desfigurar el rostro, vieja maricona¨. Vi la satisfacción que sentía al comentarme aquella aventura suya y la trasladé inmediatamente a su barrio, era una digna representante de Jesús María.


-¿Cómo respondió ella?


-Como lo que es, una cobarde, como son todos ellos, solo lloraba y me pedía que la soltara. Le di golpes para ella y el ángel de su guardia.


-¿Te vio alguien?


-Apareció el maricón cocinero y quiso intervenir, pero lo paré en seco, ya sabes como soy. Le dije que había para él también y se apendejó, luego fui a verlo y lo amenacé. Ya sabes lo cobarde que es y no creo se atreva a hablar del asunto. La escuchaba sin sorprenderme, sabía las agallas que Dulce portaba y no dudaba sobre la veracidad de lo que me contaba. Lo cierto es que la Sobrecargo se pasó unos tres o cuatro días sin salir del camarote y fui a averiguar con el enfermero de a bordo.


-¡Asere, dile a tu jeva que otro día le dé más suave! Sonrió mientras hablaba, era un negro retinto que no militaba en el partido y sentía apatía por toda la tropa de Remigio. No nos llevábamos mal, pero tampoco era una persona que me brindara confianza. Unas semanas antes de finalizar el viaje vino a verme muy preocupado, me dijo que alguien había entrado a su camarote y le había robado un resguardo de santería que tenía debajo de su almohada. Estaba cagado, todavía en esos años era mal visto cualquier tipo de afiliación religiosa, aunque las medidas represivas habían disminuido.


-Dulce, hoy por la tarde, cuando pasemos a los puntos de asuntos generales en la asamblea, plantea que te están haciendo llamadas telefónicas de madrugada y no te dejan dormir. No digas más nada y déjame el resto a mí.


-¡Compañeros! Yo quisiera plantear que durante las madrugadas me están llamando por teléfono y apenas puedo dormir. Cumplió cabalmente lo que le había indicado y no agregó una palabra a su planteamiento.


-¡Camaradas! Parece mentira que existan hombres dedicados a esos menesteres. No es correcto que alguien se entretenga molestando durante las madrugadas a sus compañeros de trabajo. ¿Pasamos a otro punto en asuntos generales? ¿Alguien tiene otro planteamiento?


-¡Un momento! Creo que no hemos terminado con el punto planteado por Dulce y yo quiero agregar algo más. Reinó el silencio y Remigio dirigió su mirada hacia mi asiento. 


La distribución de los asientos en aquel salón era similar a la de cualquier senado, una gran parte de los puestos y agrupados por sus simpatías hacia el Emperador, estaban ocupados por la mayoría de sus seguidores. En un rincón aparte, aislados y como evitando cualquier tipo de contaminación, nos encontrábamos los independientes, los que no militábamos en el partido y no formamos parte del piquete de Remigio. En ese pequeño grupito se hallaba el negro Macías, uno de mis mejores amigos en Cuba. Viajaba como marinero de cubierta y de muy poco le sirvió ser de esa raza, sufrió cuanto atropello fuera posible por el único motivo de ser amigo mío. Nada podía hacer por él que no fuera aconsejarlo, conocía de cerca su temperamento sanguíneo y reacciones violentas. Sabía que solo resistiría hasta un límite y estuvieron a punto de agotarlo.


-¿Tenía algo más que agregar, Primer Oficial? El silencio que acompañaba aquella pregunta era rotundo.


-¡Por supuesto que sí! Es de suponer que, si llaman a Dulce y la molestan, me están molestando a mí. ¿Nadie sabe que ella vive conmigo? ¡Claro que todos lo saben! Somos mayores de edad y hacemos con nuestras vidas lo que nos da la gana, pero al parecer hay un grupito que no lo acepta y se dedican a este tipo de mariconerías. Porque vamos a estar claros, los que se dedican a esas faenas son unos maricones. Yo pensé que este buque estaba tripulado por hombres y he comprobado haber estado equivocado, veo que esta tripulado por maricones. Es todo lo que deseaba decir.


-¡Primero, después hablamos! Intervino el comisario tratando de suavizar el ambiente.


-Conmigo no tiene nada que hablar cuando salgamos de esta asamblea. No hubo más planteamientos y cada cual se retiró a su camarote. Me mantuve vestido unas tres horas más tarde esperando me tocaran a la puerta para el desquite, pero ese nunca llegó. Como tampoco me dieron conclusiones sobre aquella emboscada que prepararon con la vieja Sobrecargo. Ya nos conocíamos mejor y sabia de la pata que cojeaban todos esos pendejos.


El viaje transcurrió cargado de todas las inmoralidades habidas y por inventar. Recuerdo las acciones emprendidas en contra del cuarto maquinista que viajaba con su mujer y que fueran el comentario de toda la tripulación. El Jefe de Máquinas de acuerdo con el Segundo Maquinista, le asignaban exceso de trabajo al hombre para mantenerlo ocupado en el departamento el mayor tiempo posible. Mientras eso sucedía, ellos acosaban a su mujer. No tengo pruebas para afirmar si se produjo algún patinazo de su parte, era algo resbaladiza y él era el típico militante que lo aceptaba todo sin protestar. Si llegaron a templársela no era problema mío y algo merecido lo tenía por pendejo.


Estando atracados en Shanghai hubo una celebración en la cubierta de los engrasadores y de acuerdo a los comentarios filtrados, emborracharon a Gladys y le pasaron la cuenta unos siete tripulantes de ambos departamentos. Se mantuvo oculta durante una semana, no puedo asegurar si lo hizo por vergüenza o ardentía entre las piernas. 


En Japón Remigio me invitó a que le pidiera dinero o un reloj al proveedor, ya escribí sobre este asunto en otro tema, no tuvo éxito. Creo que el colmo de su desesperación por cumplir la misión otorgada por su partido, ocurrió en el puerto de Shanghai al pedirme que embarcara productos químicos con harina de soya para alimentar ganado. Mucho que insistió ante mi negativa alegando que era un asunto de estado, pero nunca imaginó que yo confeccionaría un acta de entrega del cargo para que fuera él quien contaminara unas dos mil toneladas de aquel alimento. 


Durante todo el viaje de subida y bajada, Remigio era quien impartía las ordenes a su perruno contramaestre sobre las labores de mantenimiento en cubierta. Nunca había enfrentado tan alta manifestación de falta de ética y poco me importaba. ¡Eso, si! No dejé de llevar un control riguroso de los materiales y pinturas consumidas. Sabia de la pata que cojeaban esos traidores y debía protegerme a toda costa. Por tal razón hice un inventario de pinturas antes de arribar a Panamá de regreso a casa. Uno de aquellos días antes de la llegada al Canal y con vista a realizar la reunión de arribada junto a la de selección del departamento vanguardia, reúnen al departamento de cámaras y no me invitan. Yo asistí y tuve un encontronazo con Regino antes de iniciar aquella comedia.


- ¡Primero, no es necesario que asista a la reunión del departamento de cámara! Me dijo aquel estúpido con autoridad.


-¡Te recomiendo que le des un repaso al Reglamento de la Marina Mercante! En los barcos solo existen dos departamentos, el de cubierta y el de máquinas. Cámara forma parte del departamento de cubierta y yo soy su jefe con Sobrecargo, cocineros y camareros incluidos, voy a participar como está establecido. Se tuvo que meter la lengua en el culo y sentarme en la mesa que presidia aquella reunión. Después de hablar todas las tonterías aburridas y comunes al caso, se pasó al punto de asuntos generales. Pude observar que cuando Dulce o la mujer del Cuarto Maquinista pedían la palabra para plantear algo, Regino les contestaba de forma descompuesta y las maltrataba. 


-No creo necesario responderles en mala forma a las compañeras y menos aún gritarle. Le dije la primera vez muy calmado. Se repitió la situación a los pocos minutos e insistí. – No creo necesario gritarles y maltratar a las compañeras. 


-¿Quién eres tú, esto es una reunión del sindicato? No necesitó hablar mucho, solo tuve que girar en mi posición para agarrarlo por el cuello y cuando iba a dispararle un puñetazo en pleno rostro, lo salvó Scull al aguantarme el brazo. La reunión quedó suspendida y minutos más tarde vino el comisario a reclamarme, él se encontraba presente en aquella reunión. 


-¡Coño, parece mentira que el Primer Oficial trate de agredir al secretario del sindicato en una asamblea!


-¡Mira, político! A ese maricón le doy en la asamblea, en el comedor, salón, cubierta. Lo descojono en la calle aunque tenga que hacerlo delante de su mujer. No vengas haciéndote el verraco, tú estabas allí y sabes que tengo toda la razón. Ahora, si quieren hacer algún informe contra mí, eso es asunto de ustedes. Yo también haré el mío explicando todo lo que ocurre en este barco.


-Nadie ha hablado de informe, solo venía a decirte que lo que hiciste no es correcto. Indudablemente que aquella repentina marcha atrás tenía sus justificaciones, ninguno de ellos era comemierda y conocían mis antecedentes. Se despidió y marchó del camarote sin otra exigencia, como el tío bueno que solo vino a regañarme. El resto del viaje transcurrió con relativa tranquilidad, aun así. Dulce debía encerrarse con llaves en el pantry para poder fregar los trastos con tranquilidad, el desespero de machos sedientos de carne no había cesado y las posibilidades de acoso aumentaron con la extensión de aquel viaje.


Una vez pasado el canal de Panamá, el Capitán me llama por teléfono para pedirme los informes de viaje, solicitud de reparaciones, etc. Cuando entré a su oficina me encontré con el secretario del partido y el comisario político. Mis alarmas volvieron a dispararse ante lo que suponía fuera una nueva emboscada. Le fui entregando cada uno de los informes y me dispuse a regresar de nuevo al camarote.


-¡Primero! Yo que usted estuviera un poco preocupado, me refiero a esas relaciones que mantiene con la camarera. Dijo Remigio cuando apenas intentaba girar en dirección a la puerta y sentí que la sangre comenzaba a hervir en mis venas.


-Yo no tengo que preocuparme por nada, soy mayor de edad y dueño de mis actos.


-Se lo digo porque como usted es casado…


-Soy casado y eso no es asunto tuyo, ni del partido, ni del comisario. ¿Tiene la lista de enrolo a mano?


-¡Si, la tengo en la gaveta!


-¡Sáquela, por favor!


-¿Qué desea saber?


-¡Lea la línea número dos de esa lista! ¿Qué dice?


-Usted lo sabe, no creo sea necesario.


-Yo lo sé, pero al parecer ustedes no lo han comprendido. Ahí dice mi nombre y que fui enrolado de Primer Oficial, ¿No es cierto?


-¡Si! Pero no comprendo que desea decirnos.


-Algo que debí aclararles desde que me enrolaron en este buque y que ustedes tratan de ignorar. Dice perfectamente mi nombre y cargo. Remigio, me conoces muy bien y has estado equivocado. Si en esa lista de enrolo dijera que yo embarqué para ocupar el cargo de maricón, puedes estar convencido de que hubiera aceptado todo lo que ustedes han hecho en mi contra durante todo el viaje. Resulta que no formo parte de la manada de maricones subordinados a ustedes, vine como Primer Oficial. Así que pueden hacer los papeles que les salgan de los cojones, solo les recomiendo que los argumenten muy bien. No tengo más nada que decirles y me retiro a descansar.


-Primero, tengo las evaluaciones para que me las firmes. Dijo Scull y me sorprendió, entró como Pedro por su casa, sin tocar la puerta.


-¡Un momento, un momento! ¡Sale de mi camarote y mira el letrero que tiene en el marco superior! Verás que dice Primer Oficial, entonces, debes tocar la puerta y si yo te autorizo puedes entrar. Con sus casi seis pies de estatura pude observar en su rostro el susto recibido con aquella inesperada reacción mía.


-¡Solo fírmame la evaluación! Lo dijo con voz temblorosa.


-¡Te dije que salieras inmediatamente de mi camarote! Y para adelantarte algo, no te molestes en tocar, yo no voy a firmar ningún papel de pinga.


-¡No, pero habla bien!


-¡Hablo como me salga de los cojones, sal inmediatamente de aquí!


-Esto lo veremos luego.


-Donde quieras, si es en la calle es mucho mejor, vamos a resolver las cosas de hombre a hombre, como hacen los verdaderos hombres y no con puterías de informitos. El tipo se marchó y me preparé para lo peor cuando arribara a La Habana, al parecer se aconsejó o era demasiado pendejo. Creo que ambas cosas a la vez.


-Redacten un acta de entrega y cuando lo tengan listo vienen a verme para que lo firmen en mi presencia. No era normal proceder de esa manera en el cambio de los pañoleros o contramaestres, me encontraba listo para un desquite con el cojo Regino. Iba a desenrolarse por vacaciones. Una hora más tarde se aparecieron nuevamente en mi camarote, lo relevaría un negro algo obeso de apellido Echevarría, un tipo bastante noble y carente de criterios. Desafortunadamente pertenecía a la tropa de Remigio, pero era de los más inofensivos.


-Así que ya tienen lista el acta, entonces, procedan a firmarla. El papelito escrito a mano corrió de una a otra dirección y ambos firmaron.


-¿Ya podemos retirarnos? Preguntó Regino.


-¡No, no pueden retirarse! Con toda la paciencia del mundo saqué de una de las gavetas del buró un file y lo abrí en sus presencias. El contenido era conocido por Regino y vi muy pronto un cambio en la coloración de su rostro. -Como pueden ver, estos son todos los reportes de pintura consumida que, me entregó el pañolero saliente durante todo el viaje. Aquí se encuentra el resultado del inventario realizado por mí y les comunico que no coinciden las existencias. Falta una cubeta de veinte litros de barniz exterior. ¿Quién de los dos se la ha robado?


-¡Primero, yo acabo de recibir el cargo! Dijo Echevarría con mucho nerviosismo, él sabía lo que podía suceder.


-Mi amigo, cuando firmaste ese papel asumiste todas las responsabilidades y desafortunadamente se han robado esa cubeta de pintura. Ahora el problema es tuyo por confiar en este secretario del sindicato y militante de tu partido. Yo voy a solicitar una auditoria por parte de la policía económica y créanme, los resultados no les favorecerán mucho. ¿Qué puedes alegar, Regino?


-Yo rechazo esa acusación, esa pintura estaba en existencia antes de llegar a puerto.


-O sea, yo miento y la cantidad existente actualmente es falsa o, me la pude robar yo. ¿Es lo que pretendes insinuar? ¡Mira, pedazo de hijoputa y maricón! Aprovecha y vete del buque antes de que me arrepienta, deseos no me faltan para descojonarte, miserable de mierda. No voy a llamar a la policía porque tu familia no es culpable de tener a un arrastrado como pariente suyo. ¡Y tú, Echevarría! Eres más tonto o idiota que cuando entramos a la empresa. Voy a conservar estos documentos hasta que el buque salga de viaje nuevamente. Hoy mismo sacas todas tus pertenencias del barco y no quiero verte nunca más a bordo. ¡Pueden retirarse!


-Mi hermano, contrata a dos o tres delincuentes del barrio. Quiero que, si me sucede algo en estos días, le den una buena golpeadura a esta vieja y le quemen su auto. Le entregué un papel con la dirección de Gladys y el número de placa de su auto. -Averigua cuánto cobran por este trabajo y no creas ninguna versión de que pude caerme de una guagua, yo te voy a dejar la plata guardada con la vieja. Creerán que exagero o que se trata simplemente de una película de ficción, nada de eso. Uno de los amigos de la vieja Gladys que mantenía buenas relaciones conmigo, me alertó sobre las intenciones de ella. Al final no sucedió nada y pudo tratarse de un alarde de poder por su parte, pero tampoco me encontraba en condiciones de regalarme y anduve un tiempo cuidándome muy bien la espalda.


-Antes de que vayas a firmar el acta de entrega, quiero que pases por mi camarote para ponerte al corriente de la situación en este buque. Habíamos navegado juntos en el buque angolano y siempre nos llevamos bien. Se mantuvo escuchando durante una media hora y luego subió al camarote de Remigio. Hora y media más tarde regresaría nuevamente por mi camarote.


-Ya he firmado el acta de entrega y soy oficialmente el Capitán de este buque. No es necesario que te lo ordene, comienza a darle latigazos a estos hijos de puta desde ahora hasta el mismo día que nos desenrolemos. Si no lo haces, te prometo que los latigazos te los daré yo por pendejo. No debí esforzarme mucho, siempre viajé con el reglamento de la marina mercante conmigo, era mi biblia. Si les garantizo una cosa, sufrieron mucho aquellos hijos de puta, pero el resto pertenece a otra historia.









Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2016-11-10



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