miércoles, 2 de agosto de 2017

EL BROTHER


EL BROTHER
(Cuento infantil para tiempos de guerra)






-¡Coño, Brother, mira que jodiste!

-¡Atiendan acá, compañeros! Fue una de aquellas tantas asambleas convocadas con carácter "relámpago", y cuando eso sucedía, nos tomábamos muy en serio la reunión. Nadie hablaba, nadie bromeaba, todos permanecíamos en silencio. -Hemos recibido un mensaje de nuestra embajada con información muy valiosa sobre los movimientos de nuestros enemigos. Como ustedes saben, hace un tiempo, la C.I.A. reclutó a uno de nuestros marinos. Ahora el traidor se dedica a labores de captación y cualquiera de nosotros puede encontrarse entre sus objetivos. Se detuvo y le pidió un vaso de agua al camarero.

-¡Coño, Brother, mira que jodiste! Volví a manifestar o maldecir para mis adentros y miré a quienes me rodeaban, deseaba saber si podían escuchar mis pensamientos.

-¡Como les decía, compañeros! El Brother no descansa y se lanza nuevamente a la ofensiva en contra de la revolución cubana. Lo han visto aquí en Rotterdam, pero hace solo una semana, fue reportado por nuestros servicios de inteligencia en la zona rosa de Ámsterdam. Se detuvo nuevamente a beber agua y el camarero salió disparado a llenarle el vaso. ¿En el barrio de las putas de Ámsterdam? Que poco profesional este agente secreto, debió tomar sus medidas de precaución. Pensé, mientras el gordo se empinaba nuevamente el vaso e intercambiaba palabras con el Capitán del barco. ¿Cómo lo supo el tipo del G2 que trabajaba en la embajada? Seguro que también andaba de putas. Pensé y apagué mis pensamientos, miré a mi alrededor muy desconfiado.

-¡Compañeros! El partido ha orientado al sindicato de a bordo, la Unión de Jóvenes Comunistas, el comité de protección física y al mando de este buque, redoblar la vigilancia durante las guardias de portalón. Volvió a detenerse para cambiar algunas palabras con el Capitán del buque.

-¡Coño, Brother, mira que jodiste!

-Si el Brother se les acercara y les hiciera alguna proposición de traición a la revolución o la patria. ¡Ustedes! Como hijos dignos de los mambises y los rebeldes, deben estar listos para responder a esa provocación… Deben tener listas mentalmente cualquier tipo de informes que, despisten al enemigo de los planes de nuestra revolución… Se tomó otra pausa para intercambiar palabras con el secretario de la juventud. 

-O sea, viene el Brother, el puto Brother, el traidor Brother y le digo… ¿Qué coño le digo? Después lo pensaré, vamos a ver qué se me ocurre, realmente yo no sé nada.

-¡Compañeros! Las guardias se harán por parejas a partir de esta noche. Informó el secretario del partido y me puse a sacar cuentas inmediatamente, algo no cuadraba la caja. Éramos veinticinco tripulantes y descontando los que no podían hacer guardias de portalón, nos toca hacer guardias diariamente. Ya no me cae bien El Brother.


Motonave Habana, escenario de esta historia.

-¡Compañero secretario del partido! ¡Compañero secretario del partido!

-¡Ya, ya, ya! Que tampoco es necesario andar gritando por los pasillos. ¿Qué le sucede?

-¡Tengo una información muy importante! ¡He visto al Brother en la placita!

-¿Estaba comprando algo?

-No lo sé, estuvo parado a mi lado y sacó un fajo de dólares bien grueso.

-¡Compañero secretario del partido! ¡Compañero secretario del partido!

-¡Ya, ya, ya! Que tampoco es necesario andar gritando por los pasillos. ¿Qué le sucede?

-¡He visto al Brother en el barrio rosa!

-¿Qué hacía usted en ese barrio, camarada?

-Bueno, yo, yo, yo. ¡Mire, usted! Yo me encontraba hablando con una de las compañeras que allí trabajan.

-¿Y que hablaba con esa compañera?

-Pues, trataba de convencerla para que abandonara ese trabajo y se sumara a la revolución mundial que se está cocinando.

-¡Compañero secretario del partido! ¡Compañero secretario del partido!

-¡Ya, ya, ya! Que tampoco es necesario andar gritando por los pasillos. ¿Qué le sucede?

-¡He visto al Brother en la calle St. Pauli!

-¿En la calle St. Pauli? ¿Qué hacía?

-¡Miraba a las putas igual que yo¡ Sacó un fajo gordo de dólares y entró con una de ellas.

-¡Coño, tenemos al enemigo en Hamburgo! ¡Convoquen a una reunión relámpago! Tenemos que redoblar la vigilancia.

-¡Compañero secretario del partido! ¡Compañero secretario del partido!

-¡Ya, ya, ya! Que tampoco es necesario andar gritando por los pasillos. ¿Qué le sucede?

-¡He visto al Brother en la Vía Pre!

-¿En la Vía Pre? ¿Qué hacia ese traidor?

-No sé, parece que andaba de putas.

-Y usted, ¿Qué hacía en ese lugar?

-¡Nada, compañero secretario del partido! Trataba de recordar ese flagelo eliminado por la revolución.

-¡Tenemos al enemigo en Génova! Convoquen a una reunión relámpago, debemos reforzar la vigilancia.

-¡Compañero secretario del partido! ¡Compañero secretario del partido!

-¡Ya, ya, ya! Que tampoco es necesario andar gritando por los pasillos. ¿Qué le sucede?

-¡He visto al Brother caminando por Las Cortes!

-¿Por Las Cortes? ¿Esa no es la calle de las putas? ¿Qué hacías allí?

-Compañero secretario del partido, buscaba un blumersito para mi hija y me perdí.

-Bueno, convoquen a una reunión relámpago, tenemos al enemigo más activo de la historia en Bilbao y debemos redoblar la vigilancia.


El tiempo pasaba mientras El Brother era avistado en todos los puertos de Europa, no cabía dudas sobre el poder económico de la C.I.A., trataban de debilitarnos. Como me sentí perseguido por ese peligroso enemigo de la revolución, preferí cambiar de barco y me enrolé en uno que realizaba viajes para el Asia. Pude descansar de la constante amenaza de aquel caprichoso enemigo que, no nos dejaba visitar tranquilos aquellos famosos burdeles de Europa. Total, solo íbamos a mirar, no podíamos hacer otra cosa ganando cinco dólares a la semana. De la noche a la mañana, El Brother desapareció como un fantasma de nuestra historia y nos obligó a fabricar otros enemigos.


Dos décadas después, sin comerla ni beberla, me convertí en El Brother de los años noventa en Montreal. Yo era mucho más peligroso que aquel puto agente de la C.I.A. que nos condenaba a constante desvelos. Las guardias se reforzaron mucho más que las de aquellos años y la gente me temía. Yo creo que se cagaban cuando se cruzaban conmigo en la ciudad, huían despavoridos, gente que había navegado conmigo.


Bueno, aquel miedo no ha desaparecido aun, muchos de los que me conocieron, trabajaron conmigo y hasta quienes comieron de mi mano, tratan por todos los medios de mantenerse alejados de mí. ¡Que pendejos!








Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2017-02-19


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