El norteamericano Jesse
Shwayder -fundador de Samsonite en 1910- nunca imaginaria que en una isla
distante de Denver-Colorado, y gobernada teóricamente por comunistas, sus
portafolios fueran tan aceptados y exitosos. Creo que sus descendientes
deban estar aun buscando una explicación y con mucho gusto se las daré.
El “Portafachos” creado por este abuelito, llega a
manos tropicales mas de medio siglo después y lo hace andando por una alfombra
roja. Inspirado su nombre en el personaje bíblico de Sansón (Samson en inglés),
fue en aquella pequeña isla donde ciertamente fueran sometidos estos pequeños
maletines a esfuerzos titánicos, demostrando después de continuas pruebas su
resistencia y durabilidad.
Diseñados originalmente para trasladar documentos o
artículos ligeros para el uso diario, la facultad o la oficina. En Cuba,
especialmente en la Marina Mercante Cubana, y luego por vicio propio de la mercancía,
se contagiaran a la Flota Cubana de Pesca y en menor cuantía a la Empresa Nacional
de Cabotaje. Se les dio un uso muy diferente a los propósitos de sus creadores,
donde el peso de sus contenidos se multiplicaran por diez, cifra muy
conservadora, demostrando la resistencia y calidad de estos productos.
Pronto se convirtieron en artículos de gran demanda
entre los Capitanes, Jefes de Maquinas, Sobrecargos y uno que otro Primer Oficial.
Yo mismo tuve uno que solo utilicé para cargar mis libros en períodos de estudios
en la Academia Naval de Baracoa. Como no poseía “Inmunidad Aduanal”, mis usos
de este pequeño maletín fueron muy limitados.
En nuestras flotas existieron de varios colores,
tamaños y materiales de fabricación. ¡Eso, sí!, debían ser de la marca
Samsonite para que fueras considerado una persona importante. Poseer uno de
marca diferente no constituía una atracción, eras uno mas de la tonga. ¡Ojo! El
tamaño de ellos debía servir para identificar al hombre o profesional muy
ocupado en su trabajo y con la imperiosa necesidad de llevar algunas tareas a
su casa para concluirlos. Sin embargo, esa suposición o teoría no se cumplía en
nuestras flotas.
No puede negarse que las Samsonites dotaban al
portador de una personalidad a veces inmerecidas, eran muy elegantes y cuando
los inocentes habitantes de la isla veían a uno de sus hombres andando sus
calles con uno de esos “Portafachos” en las manos, muchas debieron ser las
expresiones de admiración escapadas involuntariamente. Quizás algunas personas
no comprendan o se hagan las desentendidas. Se trataba de algo así como comprar
un producto seducidos por la calidad en la presentación del envase y luego
descubrir que el contenido era una mierda, “osease”, una perfecta estafa.
Las reacciones de nuestros Capitanes, Jefes de
Maquinas y Sobrecargos no se hizo esperar. Casi todos los que poseyeron estas
Samsonites se las solicitaron a los proveedores de buques, agentes, dirigentes
al frente de reparaciones en diques extranjeros, etc. Lo hicieron al costo que
fuera necesario pagar, firmas de facturas alteradas, robos, sacrificios de
comisiones por recibir, etc. ¡Y de pronto! Nuestras flotas se inundaron de “Portafachos”
y era extraño no ver entrar en Navegacion Mambisa a uno de nuestros Capitanes
sin portar uno de ellos. (¡Ojo! Siempre hay excepciones a la regla y aunque no lo
crean, existieron algunas personas honradas)
Ya les dije que Samsonite creó estos “Portafachos” de
diferentes tamaños, calidades de los materiales y resistencias y colores, todos
sin alejarse un milímetro de la elegancia de su diseño, trasladada inmediatamente
a su portador. Los había pequeños, medianos y grandecitos, ¿si o no? Muy bien,
ninguna de nuestra gente los portó pequeños. Las preferencias se dividieron
fifty-fifty entre medianos y grandes. Ahora pregunto, ¿Cuántos documentos tenía
que trasladar el Capitán, Jefe de Máquinas y Sobrecargo a la Empresa? ¡Curioso
na'ma! ¿Era diario ese traslado de documentos a la Empresa, incluyendo sábados y
domingos?
¡Vamos, queridos amiguitos! Bandoleros con
charreteras y militantes del partido que piden me acoja a la “ética profesional”.
¡Vamos, cabrones! Nunca les habían escrito estas cosas y hoy descansan muy
tranquilitos en Miami u otros países recibiendo una pensión pagada por los
contribuyentes sin que ustedes aportaran nada.
En esos “Portafachos” cabía de todo, dentro de los
medianos vi cargar hasta cinco botellas de ron, las mismas que les daban a
estos representantes de la moralidad como gasto de representación. Vi cargar
ruedas de cigarros, jamones picados en trozos, carne de res y cuanto fuera
humanamente posible robar. Todo eso era posible por la “Inmunidad Aduanal” que poseían
los Capitanes, desconozco si era extensiva a los Jefes de Maquinas. Los
Sobrecargos no la poseían, pero disponían del material necesario para sobornar
a los aduaneros, individuos corrompidos por las mismas necesidades sufridas por
el pueblo. En los “Portafachos” grandecitos casi se duplicaban las cantidades
transportadas en los medianos. Era muy fácil distinguir cuando iban cargados de
fachos, las tensiones de los músculos y tendones de los brazos los delataban.
Mister Jesse Shwayder -fundador de Samsonite en 1910-
nunca imaginaria que en una isla distante de Denver-Colorado, y gobernada
teóricamente por comunistas, sus portafolios fueran tan aceptados y exitosos.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2021-10-08
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