viernes, 3 de enero de 2025

FALLECE YNDAMIRO RESTANO. “OMISIONES”



 

FALLECE YNDAMIRO RESTANO.

“OMISIONES”





…Hola Esteban. Esta noticia se publicó hoy, y anuncia el fallecimiento de una persona nombrada en algunos de tus escritos. Un abrazo. P.S.: Feliz Año Nuevo!...

 

https://www.14ymedio.com/cuba/muere-miami-yndamiro-restano-pionero_1_1109829.html

 

 

Le agradezco a mi amigo Plimsoll por el envío de esta nota, si no hubiera sido por él, este obituario pasaría inadvertido, hace muchos años que yo había sepultado a este individuo.  Cuando me detengo a leer lo publicado en el periodiquito digital "14.5", autorizado por el régimen cubano y propiedad de la "Señora de las Y griegas", veo que pretenden vender a toda costa a un traidor de su pueblo como un héroe.

 

Se repite la historia de Dimas Juantorena, su obituario estuvo preñado también de omisiones y manipulaciones. En ambos casos ocultan que ellos pertenecieron a la Marina Mercante Cubana y razones sobran, las del tenebroso yudoka ya son de dominio público, no así las del disidente, periodista, escritor, poeta, marino, historiador, etc. les anticipo que líneas muy parecidas a estas que leerán, yo se las publiqué en un foro, donde participaba Yndamiro, no recuerdo si en el de “El Nuevo Herald”, “Univisión” o “Cubaencuentro”. En esos sitios destilaba demasiado odio en contra del exilio cubano, el mismo que se solidarizó con aquella campaña internacional dirigida a lograr su liberación. Su reacción fue la de abandonar el espacio al saberse descubierto.

 

Yndamiro estudió en el Curso Básico para Oficiales que se inicio en la Playa de Jaimanitas y culminó a bordo del buque “Viet Nam Heroico”. Perteneció al Grupo Nr.1 de la Especialidad de Cubierta del que fueron algunos integrantes, Cebolla (Jorge Marcos Joan) Eduardo Ríos Pérez, Luis Rocha Hurtado, Hiram Labrada, Eloy Paneque Blanco, Esteban Casañas Lostal, otros amigos y algunos innombrables. Yndamiro y Paneque formaron una yunta perfecta desde que se encontraron, quizás se conocían de antes porque Eloy fue conocido como el “Capitán Bayamo” y como verán mas adelante, el padre de Yndamiro es mencionado en su obituario como Capitán del Ejército Rebelde.


En el año 1972-73 todos los estudiantes de aquel curso fuimos enrolados en el buque escuela “Viet Nam Heroico” estando atracado en el muelle “Margarito Iglesias” del puerto habanero. Unos dos o tres días antes de partir rumbo a Europa y minutos antes de zarpar, fueron desenrolados sorpresivamente por la Seguridad del Estado, Eloy Paneque Blanco, Yndamiro Restano y el secretario del Comité de Dirección de la UJC, un joven muy inteligente de apellido Cuevas. No se ofrecieron explicaciones y como es de suponer, nadie las solicitó, era mejor mantenerse al margen de acontecimientos donde intervenía la inteligencia Cubana y era muy simple suponer que se trataba de un asunto con trasfondo político. Además, ya en esas fechas cuando alguien caía en desgracia, era muy normal apartarlo como si se tratara de un apestado o infectado, nadie deseaba ensuciarse, aunque se tratara de amigos o parientes.

 

No fue hasta el año 1983-85 cuando me encontré nuevamente con Yndamiro mientras yo salía de la casa de un médico amigo mío que vivía en la misma esquina de las calles 21 y G en el Vedado.

 

-¿Qué estás haciendo ahora? Le pregunté después del saludo normal que se cruza entre dos conocidos.

 

-Bueno, después que dejé la Marina Mercante matriculé Periodismo en la Universidad y ahora tengo una columna en el periódico “Trabajadores”. No necesitó agregar nada más, al instante comprendí encontrarme ante un agente de la Seguridad del Estado Cubano. Ya he escrito que estas cosas yo se las manifesté a él en ese encontronazo que tuvimos en uno de los foros mencionados. Nadie tenía que aclararme si estaba equivocado, llegar a ese convencimiento me resultó muy sencillo. En el año 1979 mi amigo Eduardo Ríos Pérez y yo matriculamos en el Curso Externo de Derecho en la Universidad de La Habana. Para ser aceptado me exigieron una carta del Sindicato por no ser militante del partido y como todo cubano conoce, ese Sindicato es operado y manipulado por el partido comunista hasta convertirlo en otro aparato represivo más del régimen. La mencionada carta tenía validez por unos seis meses solamente, tiempo en el cual tuve problemas con el núcleo del partido en las Microbrigadas de Alamar y se negaron a extenderme la segunda carta. O sea, causé inmediatamente baja del Curso de Derechos y se cumplía de esa manera ese lema aun vigente que dice: “La Universidad es para los revolucionarios”. Una vez que nos despedimos y en la primera oportunidad que tuve, compré en diferentes días ejemplares del mencionado periódico para comprobar que no mentía.

 

Surgen inmediatamente dudas que nunca pudieron disiparse y que surgían por la lógica de los tiempos que se vivían. Cuando alguien era expulsado de la Marina Mercante Cubana, considerada un sitio especial donde cada individuo debía mantener una actitud limpia e inmaculada, resultaba imposible para la mayoria de esas personas integrarse nuevamente a la sociedad. Arrastrabas contigo aquel pesado expediente que te perseguía implacablemente desde la educación primaria. ¿Cómo pudo Yndamiro matricular periodismo en la Universidad, graduarse y obtener ese empleo en un órgano de prensa oficialista? Eso solo lo sabia él, su padre y los oficiales de la seguridad a los que estaba subordinado.

 

Luego mencionan y quizás yo me encuentre equivocado, este individuo tuvo su espacio en Radio Rebelde de donde fuera expulsado, fue a parar a una emisora en Santi Spíritus y regresó a otra en la Ciudad de La Habana. ¡Contra! ¿Así de jamón? Todos saben los procedimientos y manera de actuar de ese régimen, no creo una sola línea de esa estrofa. Cuando se toma una medida disciplinaria o punitiva contra un individuo con síntomas de desafecto o disidente, ellos se encargarán de hacer cumplir la condena, asfixiarlo y convertir su vida en un verdadero infierno. Dice ese obituario que fue expulsado en 1985 de Radio Rebelde y no mencionan nada del periódico Trabajadores. Ya en esa fecha había estado trabajando 10 años en esa emisora, o sea, estamos regresando al 1975. Algo no anda bien entonces, no fue posible que se graduara de periodista en solo dos o tres años. En fin, no creo nada de lo publicado en el periodiquito “14.5” autorizado por el régimen.

 

Omiten de paso la verdadera personalidad de su padre, creo mas bien que le rinden un inmerecido homenaje. Este otro individuo de igual nombre, utilizó el seudónimo de guerra “Julio Suarez” y fue representante de Navegación Mambisa en el puerto de Varna-Bulgaria. Todo el que tuvo la oportunidad de visitar ese puerto, conoce de las pérdidas económicas producidas por este individuo debido a su total desconocimiento de la explotación del transporte marítimo, operaciones portuarias, comercio marítimo, etc. Agrego y no es de mi autoría, fue algo muy comentado en esos tiempos. En ese obituario se menciona “padres integrados a la revolución”, “familia con prestigio revolucionario”, etc. y no se dice nada de que el tal Yndamiro Restano, alias Julio Suarez, formó parte de los tribunales revolucionarios que llevó a la muerte a decenas de cubanos.

 

…“Voz polémica dentro y fuera de la Isla, y siempre en la mira de la Seguridad del Estado”…

 

Así reza en su obituario con el claro intento de justificarlo y convertirlo en el héroe que nunca fue, ni será para el pueblo cubano. Yndamiro Restano junto a Max Lesnik y al periodista Luís Ortega fueron unos verdaderos verdugos del exilio cubano en Miami, quienes se dedicaron a defender al régimen de los Castros y difamar de sus líderes. En el caso de Yndamiro constituye un acto verdaderamente despreciable contra un exilio que, se sumó a la campaña internacional por su liberación.

 

Pese a venir de una familia con prestigio revolucionario –sus padres habían sido también luchadores contra el régimen de Fulgencio Batista–, Restano fue sometido a una vigilancia que no culminó hasta que marchó al exilio. ¿YYYYYYYYYYYY?

 

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá

2025-01-03

 

 

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domingo, 29 de diciembre de 2024

MOTONAVE “BAHÍA DE PUERTO PADRE” . “EL CARAMELO GIGANTE”

MOTONAVE “BAHÍA DE PUERTO PADRE”

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“EL CARAMELO GIGANTE”




 

No quería despedir este año sin dedicarle unas líneas a este “desafortunado” buque que perteneció a la Empresa de Navegación Mambisa y logró extender la vida de sus cuadernas varios años más, gracias a su decomiso por parte del propietario debido a impago. No olvidemos que este y otros barcos de su especie o no, fueron adquiridos en contratos de arrendamiento con opción de compra y todos se perdieron por el mismo motivo.


Cuando fue adquirido nuevo en España su Capitán era Alfredo Vázquez Borrego y su Primer Oficial Marcelo Canela. Al primero lo mencioné en un trabajo titulado “Los fantasmas del Hotel Casa Granda”, nos encontrábamos en el buque “Jade Islands” después que arribó con tres cadáveres de marinos fallecidos por ingerir alcohol metílico, Vázquez era el Primer Oficial y yo el Segundo Oficial. A Canela lo conocí en un viaje que dimos a Venezuela en el buque escuela “Viet Nam Heroico”, perteneció al piquete integrado también por Silvio y Gary (El niño mimado del Capitán Medina) Creo que todos ellos iban impartiendo clases a los guardiamarinas y, tuvieron un ascenso vertiginoso en la flota mientras me mantuvieron sembrado de Segundo Oficial durante unos ocho años. Luego coincidí con Canela en la microbrigada de Alamar y ambos pintamos cuatro edificios exteriormente. El perteneció al núcleo del partido dirigido por Eduardo Bartrel, Rubén Graupier e Idelfonso un enfermero bien chivatón que me enteré tuvo problemas con su mujer por estar manoseando a la hija de esta o algo así. Graupier falleció hace unos años y de Bartrel no tengo noticias, ni me interesa, Graupier y yo navegamos juntos en el buque angolano “N'Gola” y recuerdo haberlo ayudado de diferentes maneras, estando en la microbrigada dejó de tratarme. Ellos elevaron un informe en mi contra a la dirección del partido en la Empresa donde por poco pierdo el apartamento y el trabajo. Ese informe estuvo firmado por “unanimidad” y el único que se opuso ese vil acto fue el Capitán Osvaldo Castillo. Sus hijos no deben cargar con los errores de sus padres, pero los hijos de sus víctimas tienen el derecho a conocerlos. A ninguno de los miembros del núcleo les guardé rencor por tan cobarde acto, no así a los que dirigían el núcleo y manipularon a su militancia sin encontrar resistencia. Una muestra de lo que manifiesto lo es que, mis relaciones con Canela continuaron con normalidad.

 

Toda la flota se enteró de aquella gran avería producida a bordo del buque “Bahía de Puerto Padre” donde se perdieron casi cuatro mil toneladas de azúcar a granel. Antes de continuar permítanme adelantarles que yo trabajé como Primer Oficial en los buques “Bahía de Cienfuegos”, “Bahía de La Habana” y “Bahía de Nuevitas”. También pude visitar al “Bahía de Cárdenas” y al “Bahía de Puerto Padre”. Pienso que a todos los que no movimos en el giro de los buques San Mamés y haya visitado a varios de ellos como yo, llegarían a la misma conclusión; “Ese buque estaba hecho mierdas” y su estado calamitoso no fue defecto de su construcción o el “bloqueo norteamericano”, era simplemente por la mala explotación y operación de su oficialidad. La noticia del desorden y desinterés por la nave en plena construcción llegó a la Habana, se habló de la ausencia o llegada tarde de su Capitán a la prueba de mar que se realiza una vez terminada su construcción, etc. No sumemos a sus desgracias los robos producidos por firmas de facturas falsas, etc. La tripulación se encargaría del desquite con el hurto de propiedades del buque como serían sábanas, toallas, comida, efectos electrónicos, etc. (algo así sucedió en el “Bahía de Cienfuegos”).

 

-¡Tremenda candela en la que andas metido con esa señora avería! Le dije una mañana tomándonos un café en la sala de mi apartamento, habíamos coincidido en el puerto de La Habana.


-Bueno, ahora todo depende de las decisiones que tome Justicia Laboral. ¡Nada, tuve mala suerte, eso fue una paja de uno de los maquinistas! Respondió con algo de vagancia mientras apartaba la taza de café y la soplaba para que se enfriara.


-¡Déjame hacerte unas preguntas antes de que te llamen a declarar! ¿Por una casualidad de la vida hiciste el Acta de Sentinas como está establecido? Alzó la vista y me la dirigió algo preocupado, indudablemente no era bruto y sabia por dónde vendrían los tiros.


-¡Claro, brother! No podía faltar, eso lo hago siempre antes de declarar a las bodegas listas para recibir cargamento.


-¿Y esa acta fue firmada por el Contramaestre y el Segundo Maquinista. (No recuerdo si debía participar también el Ayudante de Máquinas)


-¡Claro, mi hermano! Una copia de ella se la entregué a Justicia Laboral y otra al Departamento de Seguridad para la Navegación. Me dijo tratando de ocultar esa sonrisa nerviosa que se nos escapa cuando hemos cometido un delito o error.


-O sea, podemos afirmar entonces que ellos participaron contigo en la inspección de las bodegas y sentinas antes de firmar. Esta vez se distrajo algo para responder, gracias a Dios cuando aquello no existían los celulares o Internet para justificar una salida de emergencia ante la situación que se le avecinaba conversando conmigo.


-¡Eso ni se pregunta, mi hermano! Claro que participaron en la inspección. Me respondió con un volumen muy bajo de la voz, como tratando de evitar fuera descubierto.


-Déjame decirte que si te pregunto estas cosas es porque tengo dominio del tema, no olvides que estoy en un barco gemelo al tuyo. O sea, ese grupo pasó por las sentinas de esa bodega y no detectó que no estaba colocado el platillo ciego en la tubería con la que se inunda la bodega. ¿No es así?


-De verdad que no puedo responderte esa pregunta.


-¿Tú viste colocado el platillo ciego?


-Han pasado varios meses y no puedo recordarlo.


-¡Mira, si yo me encontrara en una candela como esa, averiguaría hasta el nombre de la madre del soldador que colocó ese tubo en el astillero! ¿Quieres que te dé mi opinión?


-¡Por supuesto! Me interesaría mucho.


-¡Mira! Yo sé que te interesa tres pitos escucharla, pero te la diré; Ninguno de ustedes se preocupó en bajar a la bodega para realizar la inspección y el acta fue confeccionada después de descubrir la avería por alguna sonda tomada por el pañolero. ¿Quieres que te diga lo peor?


-¿Hay algo peor aún?


-¡Por supuesto!


-Indudablemente no te va a gustar. ¡Mira, Canela! Toda esa avería es de tu entera responsabilidad, no tuviste la curiosidad de observar desde la escotilla de la bodega el registro del tubo usado para lastrarla, desde esa altura se ve perfectamente esa sentina, el tuvo y el platillo ciego si hubiera estado colocado. En resumen y tú sabes que es cierto todo lo que te he dicho, cada uno de sus argumentos expresados son falsos y como es de suponer, es más fácil culpar a un maquinista alegando que se hizo una paja, ¿No sería por casualidad uno de los Cuartos Maquinistas?


-…Silencio como respuesta.


-…


-…


-… Pasaron los meses.

 


 

-Ya te celebraron el juicio. Le pregunté en otro de nuestros encuentros.


-No hubo tal juicio, solo me comunicaron la decisión final que fuera tomada.


-¿Y cuál fue esa decisión?


-Me impusieron una multa de $400.00 pesos cubanos, no consideraron que yo haya actuado con negligencia.


-¡Felicidades! Dale gracias a la revolución, al partido y a la justicia revolucionaria. Si ese error lo hubiera cometido yo y en el caso de tratarse de un oficial sin afiliación política alguna, estoy convencido de que me hubieran reservado una suite en el Combinado del Este. Fin de la novela.

 

 

-¡Ohhhh, se me olvidaba! Al Capitán Alfredo Vázquez Borrego lo sancionaron en el año 1991 por diferentes causas y lo separaron de los barcos donde tantos daños causó. Pero ya saben, los militantes no cometen delitos, solo errores, y el partido es inmortal, yo digo que es inmoral. El viaje de mi deserción a bordo del buque “Viñales”, me encontré a este tipo en el puerto de St. Stephen-Canadá acompañando a un individuo de la Inteligencia cubana con el pretexto de supervisar un embarque de semillas de papas. Buscaban a papas que fueran agentes de la CIA.

 


 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá

2024-12-29

 

 

 

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sábado, 30 de noviembre de 2024

MIGUEL RAMOS BRINGUEZ IN MEMORIAM . (ALIAS “EL GUAJIRITO”, ALIAS “PACHIRO”)

MIGUEL RAMOS BRINGUEZ IN MEMORIAM

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(ALIAS “EL GUAJIRITO”, ALIAS “PACHIRO”)


Motonave "Habana", escenario de esta historia.


 

Hace solo dos días intercambié unos mensajes con el cuñado de Pachiro, aquel guajirito pañolero del buque “Habana” quien un día se desprendió de los arneses con las que dominara a las bestias allá en su lejano Bayamo y las sustituyera por las jarcias de un barco, esta vez sin poder dominarlos. Recuerdo que en mi búsqueda de los buenos amigos, yo le envié una nota a su cuñado por el Messenger el 10 de Dic. del 2018 y me respondió el 02 de Abril del 2019. Luego continuó una pausa algo prolongada por culpa mía, soy algo abandonado para revisar el Messenger y no vi que Ricardo, el cuñado de Pachiro, me había contestado.

 

Hace dos días que me volvió a escribir y esta vez no lo dejé escapar, le pregunté por parte de su familia y de paso le dije que yo lo había cargado cuando era un bebé. Me dijo que su padre había fallecido en el 2020 y no quise entrar en detalles, yo lo conocía muy bien porque navegamos en dos buques diferentes. Me alegró el día saber que su mamá se encontraba viva con 92 años, solo que algo alejada del mundo lúcido en el que nos movemos. Agregó que vivía con él y ese dato me sirvió para valorar que estaba tratando con un buen hijo. Ya corren tiempos modernos donde el arraigo familiar se ha destruido mucho y el peso de los abuelos o padres resulta a veces insoportable y todos conocemos el doloroso final de esta triste obra teatral. En Cuba las condiciones aceleran ese deseo por poner el punto final y se impone el olvido como nueva disciplina donde antes existió la unión familiar, el respeto o agradecimiento por nuestros antecesores y ese amor profundo de los hijos y nietos. A veces se exige de cierto esfuerzo por comprender que allí no hay vida y que aquella ópera triste no es mas que una lucha por la supervivencia. Debes elegir entre dos opciones, sobrevive tu descendencia o elijes a tus padres o abuelos. Con dolor debes aceptar que los viejos han vivido algo y no te detienes a averiguar si fue una existencia feliz o colmada de sufrimientos.

 

Con pocas líneas responde a mi pregunta sobre la vida de aquel guajirito amigo de la juventud y me dice que falleció en el 2015 en condiciones muy tristes, tanto, que me partieron el alma.

 

-¿Qué es de la vida de tu hermana? Esta vez le pregunté por la esposa de Pachiro, quien fuera gran amiga mía y de quien sería la madre de mis hijos.

 

-Ella esta viviendo en Estados Unidos, allá vive también el hijo que tuvo con Pachiro. ¡Llámala sin problemas! Estoy en la calle y las conexiones en este pais son muy malas, conversaremos en otra oportunidad. Me despedí de aquel niño al que cargara en Santos Suárez hacía más de 50 años.

 

Esa misma tarde recibí una nota del hijo de Pachiro, deduzco que Ricardito, su cuñado, se encargara lo escribirle y ponerlo al corriente de mi existencia. Así mismo fue y opté por llamarlo, más tarde lo haría con su madre. Con Miguelito, que así se llama el hijo de Pachiro a quien también cargué cuando era un bebé, me sentí muy cómodo al hablar. No sé, le encontré mucho parecido al carácter de su padre, era muy sencillo. Con el obtuve más información sobre el triste final de su padre durante la larga conversación sostenida, como se encontraba conduciendo en horario pico, dejamos inconclusa la conversación y llamé a su mamá. Ella se encontraba trabajando y acordamos conversar al día siguiente, ayer sábado. Creo haya recibido uno de esos momentos muy felices de este año que casi culmina. Habían transcurrido unos 50 años desde nuestra última conversación y la mitad de nuestra conferencia transcurrió entre aquellas carcajadas que compartimos cuando éramos unos muchachos. Verania tiene 71 años y yo cuento con 75, ellos se habían mudado de Santos Suarez y yo no dejé de navegar hasta el viaje de mi deserción en 1991. No coincidí con ellos y otros grandes amigos de mis inicios en esta vida de marino colmada de aventuras. Algo les dije antes de colgar el teléfono, necesito que me envíen alguna foto de Pachiro. Yo tengo un blog con una parte de la historia de nuestras flotas y siempre que se marcha algún marino les rendimos un pequeño homenaje. Yo no quiero que “El Guajirito” sea olvidado, no se lo merece y aunque lo menciono en algunos trabajos míos, quiero regalarle este homenaje que les menciono.

 

IN MEMORIAM


Miguelito a la derecha en faenas de engrase de un cable que por su grosor puede tratarse de un cable de remolque. Posiblemente en su etapa de Pañolero o Contramaestre.


 

El guajirito y yo nos conocimos en la motonave “Habana” en una época donde no existía a bordo la televisión, se asignaba a cada buque unas cuatro películas de celuloide casi siempre quemada en algunas de sus partes por aquellos terribles proyectores rusos que producían más ruido que el molinete cuando fondeaban el ancla. En el saloncito de tripulantes contábamos con un radiecito que poseía “onda corta”, pero eran tan cortas las ondas que alejados un día de la tierra más cercana nos aislábamos del mundo. Teníamos muy pocas opciones de entretenimiento y el preferido de la tripulación era las tertulias que se formaban a popa de la cocina. Este improvisado teatro solo funcionaba cuando la marejada o las temperaturas lo permitían y su director general era el electricista Murillo. Para participar en cualquiera de sus funciones había que ser bien valiente y bueno en la exposición de cuentos humorísticos. El Guajirito era valiente, pero no era bueno haciendo cuentos y solo recuerdo que en cada viaje o bebedera trataba de espantarnos los únicos dos que mantenía grabados en su repertorio. Uno de ellos era el de Manuelita -que él en su condición de guajirito oriental- no tenía que esforzarse mucho para imitar a un mejicano. Una de sus partes decía más o menos así:

-Patrón, vengo a pedirle la mano de Manuelita.

-¿Cuánto ganas, Pedrito?

-Pos, Patrón, yo gano $100 pesos al mes.

-Pos, Pedrito, eso no le alcanza a Manuelita para comprar papel sanitario. Pedrito se retiraba bien frustrado y buscaba un empleo donde ganara un poco más y regresó a las dos semanas con la misma respuesta de su Patrón y así, despues de lograr otros empleos con más entradas, Pedrito volvía a su encuentro con el padre de Manuelita obteniendo las mismas respuestas. Así se cansó de insistir y no regresó a verla. Un día se cruzaron por la calle y Manuelita lo saludó con el mismo amor de siempre.

-¡Adiós, Pedrito!

-¡Adiós, cagona! Le respondió Pedrito no recuerdo cuantas veces mientras navegamos juntos.

 

Inmediatamente trataba de continuar con aquel cuento de su amigo que llevaba 30 años de marinero y caminaba dando bandazos. Mientras otro le decía que tenía un amigo que llevaba 30 años de casado y caminaba, así como ustedes se imaginan, pero nunca lo dejaban llegar hasta el final. Cuando se trataba de historias reales contadas entre tragos, Miguelito repetía sin cansancio aquella que ya he contado varias veces cuando lo menciono. Muy serio nos decía que había llegado a La Habana en una caravana de jinetes imitando a los mambises y que una vez desfilado frente al monumento de Jose Martí en la plaza cívica, se bajó del caballo y le dio un planazo con su machete. Imagino las penurias que debió haber pasado en esa aventura, luego repetida por miles de orientales en sus invasiones a occidente.

 

Durante nuestras salidas en cualquier puerto cubano el Guajirito se iba en blanco, no ligaba nada, ni a una mosca. Es que tenía poca labia y era muy parco al hablar, no convencía a ninguna muchacha y regresaba al buque algo frustrado. Es de suponer que la gente al darse cuenta se burlara de él en medio de las bromas; Que, si no se le paraba. Que, si la tenía muy chiquita, etc. Luego lo dejaban respirar hasta la próxima aventura.

 

Ya conté por otro lado y lo repito porque sé que muchos no lo han leído. En uno de los viajes a La Coruña o Santander, Miguelito y yo fuimos a comprarnos zapatos y qué les cuento. Una vez en el barco y después de la maniobra de salida, Miguelito descubre que le habían vendido dos zapatos del mismo pie. Para calmarlo y en jodedera le dije que se cortara un pie, no imaginan su encabronamiento. Luego le dije que guardara la factura por si acaso esa tienda tenía sucursales en otros puertos españoles y tuvo la suerte de que así fuera, se los cambiaron.

Miguelito de joven en su etapa de "Guajiro Natural", fotos cortesía de su hijo Miguel Ramos.

Creo que Miguelito haya sido uno de los hombres mas nobles que he conocido en mi vida. Noble, pero no pendejo como pudieran interpretar algunos tontos. Ya conté de aquella vez que pasamos mucho trabajo para disuadirlo de los propósitos perseguidos una vez que lo encontramos bien enojado en el portalón del buque “Habana”. El Guajirito estaba con un tubo en la mano esperando al Primer Oficial “El Gallego” Meléndez y no precisamente para que le diera clases de plomería.

 

Nuestras relaciones amistosas fueron excelentes y llegue a conocer a una buena parte de su familia, varios de los cuales lograron emigrar a Corralillo, un sitio cercano al pueblo de Bauta. En esos escapes por Santiago de Cuba también me presento a varios parientes suyos con los cuales pude compartir en mis arribadas a ese puerto durante muchos años. Una vez que deje el buque “Habana” para enrolarme en el “Jiguani”, no volvimos a encontrarnos durante el resto de mis años como marino y solo tenia noticias de el por medio de amigos comunes. Tampoco volví a encontrar tripulaciones como aquella, luego destruida con la presencia del despreciable Roberto Arche Flores, creo que ya le he dedicado varias páginas.

 

Me contaron su cuñado, hijo y quien fuera su esposa que, Miguelito había muerto en unas condiciones muy penosas, luego de dos isquemias cerebrales, además de los padecimientos propios de la enfermedad, Miguelito perdió la memoria, anduvo en estado calamitoso, muy pobre, sucio y abandonado. Para esas fechas su hijo junto a su madre se había mudado a Bayamo. Mientras me narraban todas las calamidades vividas por aquel excelente amigo y ser humano, el alma se me iba consumiendo de tristeza. En el año 2015 y sin precisar la fecha exacta, partió envuelto en sus miserias aquel amigo que compartiera conmigo sus ropas, su alegría y una amistad que solo he conocido en pocas personas.

 

Le prometí a ellos que escribiría unas líneas que sirvieran de homenaje a este gran hombre y de paso, sacarlo para siempre de ese olvido inmerecido con el que han condenado a tantos de los nuestros.

 

Lo veo pasar a mi lado y lo saludo con todo el cariño del mundo:

-¡Adiós, Guajirito!

-¡Adiós, cagón! No cambia, anda despistado como siempre.


Miguelito es el segundo de izquierda a derecha, foto de parte de los integrantes del buque South Islands cuando fueron a buscarlo junto al Capitán Osvaldo Blanco.



Boda de Pachiro con su primera esposa Verania Ramos Ortiz, puede observarse en el extremo izquierdo de la foto a Ricardo Puig Alcalde cuando era el Tercer Oficial del buque "Habana" donde Pachiro era su Pañolero.




 

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá

2024-11-30

 

 

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domingo, 17 de noviembre de 2024

NUNCA MIRES HACIA ATRÁS.

NUNCA MIRES HACIA ATRÁS.




 

La primera pitada producida en el eje del canal de salida de aquella bahía, se recuerda como aquella primera sensación que sientes cuando pruebas el gusto de otros labios, es tu primer beso también. Junto al malecón habanero se encontrarán sentadas algunas parejas prometiéndose algo. Unos metros separados de ellas, un trasnochado pescador que vara en mano rogaba por la picada de algún bicho que sirviera para calentar el sartén de su casa. Continuarán por el mismo muro, sentados quizás en orden alfabético, tal vez por su estatura o color de su piel, decenas o cientos de infelices tratando de atrapar la brisa marina a deshora para aliviar la angustia que produce un bochornoso calor de verano.

 

Escucharás una pitada larga que te eriza hasta los pelos del culo, te provoca el primer orgasmo, esa es la primera que te vienes o te orinas en medio del nerviosismo que experimentas. Viajas en medio de un canal prohibido para los demás, eres un afortunado o premiado por esa lotería que es la vida en sí. Tus ojos devoran ese panorama que se presenta a espaldas de ellos, formando de paso parte de su escenografía. Es la primera vez que lo disfrutas y no sabes si la experiencia pueda repetirse, esa tierra cambia de opinión constantemente y nunca estarás seguro.

 

Hermosa, bella, majestuosa, descomunal, bohemia, romántica, poética, hija de puta que se oculta a nuestras miradas, escurridiza, traicionera, hipócrita, elegante, zalamera, coqueta, prostituta que le abre las piernas a cualquier cabrón. Todos los epítetos que pasen por la mente son acertados, esa es La Habana que disfrutas a pocos cables de distancia, los suficientes para ser condenado como desertor o que pese sobre tu alma una acusación de “intento de salida ilegal”. Solo unos pocos estábamos autorizados a mirarla así, con esa vista lasciva y maliciosa, solo unos cuantos podían penetrar los ojos entre sus piernas para descifrar su clítoris. La mirada es distinta cuando te sientas en el malecón, sueñas descubrir algún día lo que existe más allá del horizonte prohibido y le das la espalda a tu tierra.

 

Si un día logras escapar de su hechizo, no mires hacia atrás, corres el riesgo de que pueda cautivarte nuevamente y te atrape. No olvides que ella es muy traicionera y una vez tu alma entre sus garras, te irá devorando como la mas despiadada prostituta que te sabe carente de amor o valor para resistirse. Si un día cedieras, volverás a perder la vista y el olfato, regresarás a vivir entre la mierda como les ha sucedido a muchos imbéciles. La Patria no es el Sinsonte ni el Colibrí, mucho menos el Tocororo que pocos han visto. La Patria con la que tratan de endulzarte no es la Palma Real ni la Mariposa, tampoco es el Himno Nacional, el Escudo o la Bandera, esas son las Patrias de los pícaros o patrioteros. La Patria eres tú, la que alimenta a tus hijos y no necesita mendigar para vivir. Si algún día logras escapar de esa trampa no mires hacia atrás como otros idiotas.

 

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Esteban Casañas Lostal

Montreal..Canadá

2024-11-17

 

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lunes, 9 de septiembre de 2024

APRIETA EL CULO Y DALE A LOS PEDALES


APRIETA EL CULO Y DALE A LOS PEDALES








-¿Te enteraste que hay un marino preso en la cárcel de máxima seguridad situada en la calle Saint Jacques? Me disparó sin dar tiempo a quitarme el abrigo, el frío reinante era polar, se mantenía durante días por debajo de los treinta grados centígrados sin darnos esperanzas de alivio. Cuando el viento soplaba no sabías donde meterte en lo que esperabas el autobús, rachas de cincuenta bajo cero obligaban a esconder toda la cara y dejar solamente los ojos a merced de aquellas temperaturas. Su apartamento se encontraba a varias cuadras de la parada del metro y yo lo frecuentaba dos o tres veces a la semana. Siempre iba cargado con algo de comida y dinero para pagar entre otras cosas las llamadas que hacían los recién llegados para decirle a su familia que se encontraban bien. Les advertíamos que solo podían hablar tres minutos, pero siempre fue imposible cumplir esa norma. Orlando “El Viejo”, como era conocido por todos, era uno de aquellos buenos samaritanos que ofrecía su apartamento para recibir a marinos desertores. Fue enfermero de la Flota Cubana de Pesca, un tipo muy original, algo alocado, simpático y muy buen bailador. Estoy convencido de que son muy pocos, escasos, los que hoy levantan el teléfono para preguntarle cómo se encuentra.


-¿Un marino preso? ¡Hummm! Está muy raro eso, es el primer caso del que tengo noticias hayan detenido y mira que somos bastante. Le respondí mientras entraba al baño para orinar, tenía el rostro bien rojo, la gente en Cuba pensaban que era por la buena alimentación cuando observaban fotos de estos blancos rojizos. No podían imaginar que era debido al frío, la comida era una obsesión que limitaba cualquier otra interpretación.


-¿Qué te parece si vamos a verlo? Me preguntó en el comedor mientras preparaba un poco de café.



-¡Hoy, no! Ya me he soplado un frío del coño de su madre para llegar hasta aquí. ¿Te hace falta algo? ¿Ya la gente fue a consultar con algún agente que atienda sus casos? Los recién llegados permanecían en silencio y solo se limitaban al intercambio de palabras producido entre nosotros, estaban francamente asustados y yo los comprendía.


-Estamos algo flojos de jama y el Puri cayó con gripe, no tengo nada para darle, solo limonadas calientes.


-No te preocupes, dentro de un rato vamos hasta el mercado por alguna facturita y de paso compramos algo para la gripe. No lo hacía con mi dinero, hacía algo de tiempo que había perdido el trabajo. Muchos lugares cerraban las puertas en invierno y te mandaban al paro, por fortuna no quedabas desamparado. Disponía sin embargo de una pequeña cantidad, era el aporte de los miembros de la organización “Hermanos del Mar”. Nos agrupamos con la finalidad de ayudar a esos antiguos compañeros nuestros y aportábamos cinco dólares mensuales. No era tanto, diría que insuficiente, pero un granito de arena muy importante en aquellos tiempos y aliviaba un poco la situación. Durante el trayecto hacia el mercado acordamos ir a visitar a ese marino que se encontraba preso, no teníamos su nombre u otra información que nos ayudara. La prisión se encontraba algo apartada, aún así, decidimos asistirlo.


-No es fácil llegar a un país donde no conoces a nadie y que te metan en el tanque. ¡El pobre, vamos a tirarle un cabo! 


Esa mañana nos encontramos en la estación de Metro “Frontenac”, era la más próxima a su casa. Orlando era un tipo estrafalario a la hora de vestirse y en invierno se extremaba, sacaba de sus baúles todos esos trapos ya pasados de moda y que usaran quién sabe cuántos muertos de esta ciudad. Parecía un verdadero payaso, chorizo, pingüino, cualquier cosa menos un ser humano. Todo se le perdonaba por aquel carácter tan agradable que poseía y esa alma de ángel guardián con la que enfrentaba la vida, era muy querido por todos. La temperatura neta para esa mañana era de treinta y seis grados Celsius bajo cero, con el factor viento andaba muy cerca de los cincuenta.


Después del Metro tomamos un autobús y le pedimos al chofer que nos avisara en la parada de la prisión, antes de descender nos enroscamos la bufanda alrededor del rostro. A solo pocos metros de estar caminando, el vapor de nuestras respiraciones formó una capa de hielo sobre ella. Un cartel anunciaba la existencia de ese centro penitenciario y nos dirigimos hacia su puerta, tocamos el timbre y luego de varios segundos escuchamos una voz en francés por un pequeño intercomunicador.


-Sí, buenos días. Le respondí en su lengua. -¡Mire! El asunto es que deseamos visitar a un marino cubano que se encuentra detenido aquí.


-Lo lamento, hoy no es día de visitas.


-¿Y cuando hay visitas?


-Deben regresar mañana después de las dos de la tarde. No recuerdo exactamente el horario, sí que nuestro regreso se produjo en horas de la tarde porque al salir ya era de noche y en invierno oscurece a las cuatro de la tarde.


Toqué el timbre nuevamente, esta vez más confiado, solo que ese día se demoraron algo en responder y el frío pelaba. Orlando se mantenía callado, no hablaba nada de francés y menos aún inglés.


-Sí, buenas tardes, el asunto es que deseamos visitar a un cubano que se encuentra detenido en este centro. Le dije a esa voz que salía por una bocinita.


-¿Cómo se llama?


-Realmente no tengo idea.


-El problema es que hay dos cubanos detenidos en estos momentos.


-Entonces deseamos verlos a los dos.


-No se permite visitar a dos reclusos al mismo tiempo.


-Bueno, yo visitaré a uno y mi amigo lo hará con el otro. Se escuchó el sonido de una chicharra y la puerta se abrió. Nos esperaba una mujer vestida de policía que nos condujo por un pasillo hasta lo que sería la oficina de recepción, allí nos pidieron que sacáramos todo el contenido de los bolsillos y lo depositáramos en una pequeña bandeja plástica. Luego, nos pasó un detector de metales por todo el cuerpo y cuando la pesquisa hubo concluido, nos llenaron un formulario con todos los santos y señas, donde por supuesto, se incluía el número de seguro social, dirección, teléfono y razones de la visita. Afortunadamente yo había registrado la organización “Hermanos del Mar” en el Palacio de Justicia y nuestra historia fue aceptada, solo nos motivaba los deseos de ayudar a esos cubanos en desgracia.


El salón de las visitas se encontraba en otro piso y fuimos conducidos por otro agente. El saloncito estaba bastante limpio y el ambiente resultaba familiar. Detrás de unos cristales, se podía observar a uno de los guardias controlando diferentes áreas de la prisión por medio de pantallas. Un poco más allá, los reos jugaban ping pong o simplemente veían la televisión. Escuchamos cuando mencionaron dos nombres con apellidos en español muy mal pronunciados, minutos después aparecían por la puerta del saloncito. Uno de los cubanos era blanco y el otro negro, el blanco era bien flaco y tenía algunas caries, se estaba riendo y las mostraba sin complejos, se estuvo riendo durante esa y las posteriores visitas. El negro era bastante oscuro y bien fornido, su dentadura era excelentemente pareja y blanca. Su rostro me resultaba demasiado familiar, había sido alumno mío en la Academia Naval del Mariel. Uno y otro se sentaron en diferentes mesas, el blanquito en la de Orlando “El Viejo” y el negro conmigo. Aunque nos mantuvieran separados nada podía impedir una conversación entre los cuatro, por lo que las reglas establecidas eran para cumplir un puro formulismo.


-¡Vaya sorpresa! No podía imaginar que fueras tú el detenido llegamos hasta aquí sin saber de quién se trataba. Nos dimos las manos y observé que tenía un pulso y collar de Orula. ¡Qué casualidad!, pensé. Tampoco me apretó la mano en su saludo, ni el flaquito tampoco. No era la primera vez que eso me ocurría, así saludan las mujeres, los maricones, la mayoría de la gente del “ambiente” o guapos y casi todos los segurosos. No le puse mucha atención a ese detalle, pero de algo estaba convencido, solo trasmiten energía negativa. Lo normal entre los hombres es que se saluden efusivamente, más aún cuando se conocen y llevan tiempo sin verse, es solo un detalle de apreciación muy particular.


-¡Sí, compadre! Estos hijoputas me han metido en el tanque. Fue su primera manifestación.


-¡Ten cuidado como hablas! Hay cámaras y micrófonos que nos están grabando. Se supone que llegas a este país en busca de refugio y no debes expresarte de esa manera, ellos no son hijos de puta, sencillamente no te conocen ni saben quién eres tú. ¿Dónde fue que caíste preso?


-Desde que deserté en Saint John.


-Alguna caca debes tener encima para que procedan así, yo te recomiendo una cosa, si fuiste “clavista” o miembro de la seguridad, es mejor que lo declares en tus alegatos. Posiblemente te ayude a conseguir “refugio político”. Si lo ocultas, no dudes tú que ellos están enterados de quién eres. No olvides que la seguridad de Canadá está estrechamente conectada a la CIA y el FBI, así que te recomiendo seas diáfano en tus declaraciones. Lo tomas o lo dejas, ese es tu problema. Orlando era enfermero de la Flota Cubana, él y yo tenemos una organización integrada por marineros y dedicada a ayudar a los recién llegados, si necesitas algo nos lo dejas saber. Le extendió la mano para cumplir con la presentación. ¿Y tú, de dónde vienes? Le dije al flaquito que no dejaba de sonreír, aunque no hablaba. Tenía una gorra con el logo de la organización anticastrista “Alpha 66”.


-¿Yo? Quiero aplicar para el “refugio político”, estuve preso en La Habana por pertenecer a esa organización. Me respondió sin dejar de sonreír, lo hizo rápido, casi cumpliendo rigurosamente un libreto muy bien aprendido. Su rostro era el de un fiñe y me llamó la atención sus palabras, le calculé menos de veinte años y pronto dudé que una organización como “Alpha”, que contaba con escasos miembros dentro de la isla, depositara su confianza en un niño.


-¿Sabes una cosa? Te haces muy poco favor con estar usando esa gorra aquí, desafortunadamente acabas de arribar a un país con una sociedad habitada por personas con ideas izquierdistas. ¿Trabajabas o estudiabas en Cuba? Creo que lo sorprendí con aquella inesperada pregunta y detuvo su sonrisa.


-¡Trabajaba!


-¿Y que edad tienes? Se la hice a propósito, de su respuesta dependía que le creyera, pero su rostro era infantil y de acuerdo a las leyes cubanas no podía obtener un empleo si era menor de 18 años.


-En realidad yo llegué a Miami en una balsa donde murió mi abuelo. Me contestó y evadió la pregunta realizada.


-¿Cuándo fue eso?


-¡Coño, compadre! Te hablo del Mariel. Con aquella respuesta se tiró un poco más de mierda encima, corría el año 93 y el Mariel sucedió en el 80, hablamos de trece años atrás que si se le restaba a la apariencia de ese muchacho, arribaríamos a la imagen de un niño.


-Así que se murió tu abuelo en la balsa y estuviste preso por problemas políticos en Cuba. ¿Cómo llegaste hasta aquí? No te asustes por las pregunta que te haga, esas mismas deben realizarte las autoridades de Canadá, tómalas como un ensayo.


-¡Vine en bicicleta!


-En bicicleta, ¿desde dónde?


-¡En bicicleta desde Miami!


-¿Y para dónde ibas? Sonrió esta vez, pero no pudo ocultar su nerviosismo, él solo había caído en su propia trampa.


-¡Para Alaska! ¿Es territorio americano, no?


-Yo no tengo la menor duda de eso, Alaska es territorio norteamericano. Sí te digo una cosa, estás muy jodido en geografía. No tienes la más remota puta idea de los kilómetros que nos separan de Miami, tampoco sabes los que existen desde Montreal hasta Alaska, y lo peor, allá afuera está soplando casi cincuenta grados bajo cero y no creo que puedas convencer a las autoridades de este país sobre tus intenciones. ¡Ven acá, men! ¿Cómo te llamas? El negro permanecía en silencio, quizás más sorprendido que nosotros con aquel intercambio de palabras.


-Yo me llamo Roberto.


-Vamos a hacer una cosa, se nos está venciendo el tiempo de la visita, aquí les dejo mi número telefónico y cualquier cosa que necesiten nos pueden llamar. ¿Necesitan algo?


-¡Mira! No he podido contactar con mi esposa, hace falta que le des un timbrazo y le digas que estoy bien, que no se preocupe. Me dijo el negro.


-¿Dónde vive ella?


-En Alamar.


-¡Coño, mi mujer trabaja en el policlínico de la zona 5!


-La mía también, es probable que la conozca.


-No te preocupes, luego le sueno un timbrazo.


-¿Tú necesitas algo? Le pregunté al blanquito de la eterna sonrisa.


-¡Asere, necesito unas pilas para esta walkman!


-No te preocupes, te las traigo en la próxima visita. Nos despedimos cuando casi entra el guardia a anunciarnos el final de la visita. Bajamos acompañados hasta la oficinita donde nos devolvieron todas las pertenencias y al salir del centro penitenciario era de noche. El viento soplaba con fuerza y la cumulación de nieve en la acera dificultaba nuestra marcha, estuvimos largos minutos esperando a que pasara el próximo autobús. 


Regresamos varios días después y le llevamos una cajita con una docena de pilas doble “A” al muchachito sonriente para su walkman. Ese día, el negro me pidió que le enviara una carta a su esposa y me dijo que en el sobre abierto que me entregaba, había cien dólares para que se los hiciera llegar. Ya yo había hablado con su esposa y por medio del servicio three-way call, le había facilitado una llamada con su marido. Efectivamente, ella trabajaba en el policlínico con mi esposa y vivía cerca de la casa en Alamar. Al entrar a la oficinita de la prisión no nos permitieron entregarles algunos productos alimenticios y los retuvieron hasta nuestra salida.


-¿Cómo te llamas? Le pregunté a secas al muchachito que vino en bicicleta desde Miami y arribó a la frontera canadiense en short con treinta grados bajo cero.


-¡Me llamo Roberto! Respondió muy contento cuando le entregaba las baterías, no agregó apellidos. El negro habló muy poco, no le hacía muy feliz nuestra visita y tampoco me propuse obligarlo a que fuera sincero, no me importaba. Sí recuerdo que la tarde donde lo conecté con La Habana por teléfono, repitió el mismo “hijoputa” para referirse a las autoridades de Canadá.


-¡Compadre! Estás hablando a mi número telefónico y es de suponer que todos los teléfonos de esa prisión estén pinchados. Yo no tengo necesidad de buscarme problemas con las autoridades de este país, soy un refugiado político y no los considero “hijoputas”, te sugiero que moderes el vocabulario cuando vayas a referirte a ellos y hables conmigo utilizando mi número telefónico. Esa tarde, cuando nos disponíamos a retirarnos después de consumir el tiempo asignado, el negro recibió la visita de un latinoamericano que no le agradó encontrarnos allí.


Un día después, recibí la llamada de una abogada. Esa llamada fue recibida precisamente por Rafael Goicoechea, ayer escribí sobre él y manifesté que no se encontraba presente cuando la creación de la organización “Hermanos del Mar”. Todo parece indicar que voy recobrando la memoria, si yo visitaba la prisión con Orlando Martínez, alias “El Viejo”, y además de eso, vivía con Rafael Goicoechea, la organización “Hermanos del Mar” existía y no lo puse en conocimiento suyo porque ya lo tenía descubierto como posible agente de la inteligencia cubana y por su participación directa en la destrucción de la anterior organización creada por mí.


Se interesó en ese caso al escuchar mi conversación con la abogada y le dí como detalle “accidental” que, el negro usaba una pulsera y collar de “Orula”. La gente que ha escuchado o leído este detalle en varios de mis escritos, opinan, algunos de ellos, que es simple paranoia mía. Sin embargo, me aferro a la idea de que si los masones tenían una contraseña para comunicarse en caso de apuros, ¿por qué no podían tenerla los agentones de la seguridad cubana en el exterior? No ha sido un caso accidental que varios de esos chivatos conocidos en Montreal, coincidieran con las mismas prendas y santos. Inmediatamente se ofreció para visitar la prisión conmigo, ¡qué raro!, Rafael Goicoechea no mantenía relaciones con personas de la comunidad cubana en esta ciudad, todos eran de origen latinoamericano.


Una tarde fue conmigo a la prisión y su presencia fue dedicada por entero al negro “Cristóbal”, porque finalmente me enteré de su nombre. De reojo y como el que no quiere las cosas, seguí de muy cerca aquel contacto. Puedo asegurar que mucho más familiar que el establecido conmigo, persona que lo conocía desde su etapa estudiantil. Hablaron en un lenguaje casi Morse, donde las precauciones fueron extremas y opté por hacerme el desentendido, hubo mucha química entre ellos. Aquel encuentro sirvió para profundizar la desconfianza que sentí por el negro desde los instantes que me diera la mano.


Esa noche, la abogada repitió la llamada y me solicitó una entrevista. Ella tenía sus oficinas muy cerca del Palacio de Justicia, era de origen chileno y como es de suponer, fue suficiente razón para desconfiar de ella. El encuentro fue muy profesional y nos condujo inmediatamente al grano o núcleo de la situación.


-Si de verdad deseas ayudar a esos cubanos, solo se necesita tu firma para sacarlos de prisión. Dijo ella sin preámbulos.


-¿Cómo es eso?


-Muy sencillo, tú firmas y te haces responsable de las dos personas. Inmediatamente le dan la liberación y salen a vivir a tu casa o apartamento.


-¿Así de fácil?


-Así funcionan las leyes en este país.


-No, no me importa la parte jurídica. El asunto es que yo no sé quién es uno y no me explico por cuál motivo se encuentra detenido el otro.


-Es lógico que desconfíes, Robertico no desea colaborar con las autoridades. Sin embargo, he presentado un recurso para sacarlo de las rejas donde por supuesto, apareces tú. Yo creo que sería muy beneficioso si tratas de sacarle alguna información, nadie sabe quién es y mientras no desee decirlo, no se tendrá acceso a su pasado en los archivos existentes para cada ciudadano que ingresa a este país o a los Estados Unidos.


-¡Muy curioso! Si la libertad de ellos depende exclusivamente de mi firma, puede estar convencida de que la daría por verlos en la calle. ¡Ojo! Necesito conversar con él para leerle las reglas del juego.


-Mañana tiene visita y considero que sería una magnífica oportunidad para que trates de aclarar algunas cosas.


-Mañana paso por la prisión.


-¡Escucha bien, chamaco! Le tienes rota la computadora a la policía, inmigración, la CIA, el FBI, hasta tu abogada se encuentra media loca con tus mentiras. ¿Sabes una cosa? Con mi firma puedes salir de esta prisión inmediatamente, irías para mi casa hasta que se resuelva tu situación. Ya le manifesté a tu abogada mi disposición a colaborar, solo exigen a cambio saber quién carajo eres. Si así lo deseas, me haces una nota con la dirección de tu casa para mandar a pedir tu inscripción de nacimiento y otros documentos exigidos en este país. Hazle una nota a tu familia autorizando a mi hijo solicitar o portar esos documentos. ¿Qué te parece? El tipo no dejaba de sonreír y ya comenzaba a caerme mal, lo interpretaba como un gesto o acto de cinismo, pero no podía dar muestras de desesperación, tenía que mantenerme más sereno que él. Eso sí, no daría mi firma hasta saber en presencia de quién carajo estaba. Tomó un papel y bolígrafo que le ofrecí y escribió algo, luego me lo regresó y partí.
Aquel mediodía asistí a la oficina de Inmigración que funcionaba como Corte, no recuerdo exactamente si se encontraba al final de la avenida Papineau y muy cerca de Saint Catherine, por allí andaba.


-¿Qué haces aquí? Le pregunté a Pedro Martori, un viejo conocido que habían logrado convertir en enemigo mío. Martori, como todos lo conocen, pertenece a ese grupo de buenos samaritanos que ayudó a mucha gente en Montreal, entre ellos me encuentro yo. No eran muchos los que ayudaban en esa época, fueron contados con los dedos dentro de una comunidad que no lograba sobrepasar las dos centenas. Hablemos de Máximo Morales, El Viejo Orlando, Pedro Martori y el homosexual Manuel. Cada uno de ellos merece el privilegio de un monumento moral, estoy convencido de que serán muy pocos los que recordarán la ayuda recibida de esas personas.


-¡Vine a firmar para sacar en libertad a unos cubanos que están presos! No me sorprendió su respuesta, lo conocía perfectamente y teníamos las mismas debilidades, ayudar al prójimo.


-Martori, ¡no firmes ni pinga! He llegado hasta aquí por la misma razón, también iba a firmar, pero me cansé de ser comemierda.


-¡Coño! ¿Qué me quieres decir con eso?


-¡Qué no firmes, mi hermano! He mandado a investigar a ese chamaco en La Habana y resulta que es un delincuente. Anoche mismo me llamó mi hijo para advertirme que no lo hiciera a solicitud de su hermana y cuñada. Resulta que el chamaco es delincuente y estuvo preso en el Combinado del Este por delitos comunes, nunca ha estado vinculado a problemas políticos, todo eso que cuenta es mentira.


-¿Y el negro, qué me cuentas del negro?


-¡Martori! Ese negro no es sincero, apesta, me huele mal, creo que es chiva.


-¿Tú crees?


-¡Compadre! En esta ciudad al último que le mentiría es a ti. ¡Mira! Por ahí viene su abogada.


-Entonces, ¿van a firmar por la liberación de esos muchachos? Preguntó ella cuando se acercó a nosotros.


-¿Sabe una cosa, abogada? Que aprieten el culo y le den a los pedales.


-¿Qué dijo?


-No me haga caso, es un refrán cubano.


-¿No va a firmar?


-Por supuesto que no, pregúntele a Martori. ¡Voy quemando!


Varios años después, encontré a Cristóbal en la cola de los vuelos a Cuba del aeropuerto Mirabel. No me saludó, al salir de la prisión se borró, tampoco me asombró, no era el primero que asumía esa posición, así somos los cubanos. Estoy convencido de que muy pocos levantan el teléfono para llamar a Orlando “El Viejo”, cuando menos para preguntar por su salud.









  Esteban Casañas Lostal.
  Montreal..Canadá.                            
  2011-01-19





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