miércoles, 25 de octubre de 2017

ANDAR DE PUTAS POR CANARIAS. Trabajadora Social Nr.3


ANDAR DE PUTAS POR CANARIAS. 

Trabajadora Social Nr.3



Motonave "N'Gola", escenario de esta historia.


-Te digo que esa mujer está puesta para ti. Me dijo Pedro esa noche cuando regresábamos al barco en una lancha alquilada. Ocupaba la plaza de pañolero y carpintero a bordo, era un mulato de origen caboverdiano en el que confiaba mucho más que en cualquier cubano a bordo.

-¡Compadre! Yo no sé a qué te refieres, no me percaté de nada.

-¡Claro! No conoces a la gente y sus costumbres, pero yo viví muchos años en este país.

-Tú sabrás. Se refería a una mulata que nos había atendido en un restaurante de Sao Tomé, ella andaría por los cuarenta y dos años. Era bastante clara y hablaba perfectamente el español, me dijo haber vivido varios años en las islas Canarias.

Sao Tomé y Príncipe, son dos maravillosas islas enclavadas en medio del Golfo de Guinea, un paraíso disputado por la influencia de China y su enemigo de entonces, la Unión Soviética. ¡Claro! No se observaba la presencia rusa en aquella hermosa islita, no era necesario, allí estábamos nosotros, su satélite. He manifestado varias veces que allí encontré a los negros más limpios y educados del mundo. Daba gusto andar por su capital, una ciudad extremadamente limpia y donde al cruzarte con sus habitantes, eras premiado con un saludo, podía ser expresado por mayores o niños, eran muy educados en ese aspecto. Arribamos una noche y al despertar quedé maravillado por la transparencia de sus aguas. Seguí con la vista el recorrido de la cadena de nuestra ancla y pude observarla con nitidez prendida de su fondo, peces que pasaban. La isla era pequeña y elevada, una vez recorriendo con Pedro una parte de ella en un taxi, podías llegar a la conclusión de encontrarte en ese paraíso tantas veces mencionado en las iglesias. Al mediodía nos llegamos a un restaurante conocido por él, donde encargó arroz con pollo para las cinco de la tarde, estuvo listo cuando llegamos. Mientras comíamos, conversábamos sobre los negocios que podíamos hacer en aquella isla. Acordamos comprar periquitos y papagayos, los pequeñitos trataríamos de venderlos en Canarias, no soportarían las bajas temperaturas que nos esperaban en Europa. Los papagayos los llevaríamos para Róterdam, vendrían a comprarlos al barco y su precio era de unos $360.00 dólares cada uno. 

-¿Estás de luto? Le pregunté a la mulata una de esas tardes que bajamos a tierra.

-Estoy de luto, pero tú puedes ocupar el lugar de mi marido. Respondió ella con bastante descaro y sin cohibirse por la presencia de Pedro.

-¿Qué más quieres que te diga esa mujer? Me dijo Pedro en un instante que ella fue a atender a otro cliente.

-¡No sé, Pedro! No está fea la mujer, pero veo todo tan fácil que me asusta. 

-¡Tú sabrás! Yo me pongo un condón y estoy con ella. No le hice caso, siempre tengo un ángel de la guardia que me alerta cuando debo o no meter mi pene. 

-¿Tú pudieras llevarle una encomienda a una amiga de Las Palmas de Gran Canaria? Ya le habíamos dicho cuál sería nuestro próximo destino, fue cuando me dijo haber vivido allí.

-Depende de lo que quieras enviar, debes tener presente que a veces las aduanas son algo majaderas.

-No es nada que resulte peligroso, algunos dulces típicos de acá y unas frutas exóticas que tal vez resistan y puedan llegar sin echarse a perder.

-El barco sale mañana, debes darme ese encargo hoy antes de que vayamos a tomar la lancha de regreso.

-Yo vivo al lado de este negocio, toca en el número 67 y es en el segundo piso, pasen a tomar un poquito de café.

-¡Vale! Iremos por allí a eso de las nueve de la noche. El Capitán me preguntó uno de aquellos días si estaba dispuesto a vivir con la familia en esa isla y le respondí que sí. No tenía dudas, me había enamorado de ella. Mi respuesta no fue igual cuando me hicieron esa proposición en Angola, era muy arriesgado someter a mis hijos a ese sacrificio.

-¡Mira! Quiero que te lleves este regalito para que me recuerdes en tu camino. Me dio una jaulita con un avecita parecida a un azulejo, me entregó también una bolsita con algo de comida para el camino. –Esto otro es lo que deseo le lleves a mi amiga, aquí tienes una carta con su dirección. El paquete no llegaba a las tres libras de peso y no me interesó revisar su contenido. 

-Ella es una negra guineana y es propietaria de un bar donde trabajé muchos años. Luego del café nos despedimos y apuramos el paso hasta el muellecito donde tomamos la lancha de regreso. Al mediodía siguiente continuamos nuestro viaje hacia Canarias y entre mis nuevos deberes se encontraba ponerle alimento y agua al pajarito. En el alcázar de popa viajaban en una enorme jaula unos doscientos periquitos del amor comprados por Pedro y por mí. Separados en otra jaula, viajaban con destino a Róterdam tres papagayos míos y unos cinco de mi amigo, todos los animales fueron adquiridos con sus alimentos.

Tomé un taxi y le di la dirección anotada en la carta de la mulata, no llevaba la encomienda conmigo. Se trataba de un bar como ella me dijo, pero a esa hora no se encontraba la dueña y me senté en la barra a beber una cerveza mientras la esperaba. Entraría pasadas unas dos horas de encontrarme en su local, ya había bebido unas cuantas cervezas, ella llegó acompañada de un mariconcito y minutos después salíamos en dirección a mi buque. Le entregué su paquetico y no me dio las gracias, otra vez en su auto lo tiró en el asiento trasero con algo de desprecio y me enojó ese gesto, me cayó sumamente mal aquella negra. Otra vez en la barra, pedí una cerveza que siempre venía acompañada de algún platillo con tapas.

-¿Me invitas a un trago? Preguntó una camarera que recién había comenzado a trabajar.

-Depende, ¿Qué deseas beber, mujer? Era hermosa y andaba por los cuarenta años, su pelo era lacio y de color castaño. 

-¡Lo mismo que tú! Respondió con aquella siempre obligada sonrisa de quienes trabajan con público, no me robaría como esas mujeres que se sirven tragos ligados con agua, pensé.

-Pues te invitaría si de vez en cuando intercambias una palabra conmigo y me regalas una de tus hermosas sonrisas. Llevaba dinero y no sentía temor alguno en invitarla, necesitaba también despejar un poco la mente.

-¡Salud! Me dijo mientras elevaba su vaso para chocarlo con el mío y brindar.

-¡Por la mujer más hermosa de Canarias! Dije, cuando se escuchaba el ligero choque de ambas copas.

-Esa galantería es propia de los cubanos. 

-Lo adivinaste por mi acento, pero sí, nosotros somos muy galantes con las mujeres.

-¿Y qué te trae por aquí? 

-Ando de pasada en un barco rumbo a Holanda. Pero necesitaba detenerme a refrescar un poco la mente y sentir la presencia de una bella mujer, hoy es mi día de suerte. Como no había mucho movimiento de parroquianos esa tarde, ella acomodó una butaca frente a la mía en el lado opuesto del mostrador y se dispuso a escucharme.

Me encantaba hablar con las putas y las queridas, son las mujeres más comprensivas y complacientes del mundo. Las putas eran unas aventajadas por sus experiencias y constantes contactos con los hombres. Acudir a ellas era como asistir al médico, sólo que no necesitaban ordenarte análisis de nada. Requerían de una buena mirada y algunas palabras con el paciente para diagnosticarte inmediatamente la enfermedad. Sabían que no por gusto o casualidad los hombres acudían a sus honorables servicios. Cargas de incomprensiones, insatisfacciones y frustraciones, conducían los pasos hasta su presencia. En el aspecto sexual eran capaces de lograr mucho en solamente unos minutos, no era el lado que me gustaba de ellas, era muy limitado por razones conocidas. Las putas nunca se enojan, no tienen motivos, sus sonrisas son casi eternas y se pagan con monedas. 


Foto correspondiente a ese viaje, mi amigo Pedro es el mulato a mi derecha en esta fotografía.

Las “queridas” eran también muy complacientes y comprensivas, pacientes, ante todo, siempre escuchando, esperando por su presa. Son mujeres sumamente inteligentes y conocen muy pronto cuáles son tus carencias. Trabajan duro, son amables y se dirigen con exactitud hacia los puntos donde se encuentran tus debilidades. En las queridas encuentras todo lo que te falta y llegas a considerarlas superiores a tu pareja. Se esmeran muchísimo para satisfacer tus demandas sexuales, culinarias y espirituales. Se diferencian mucho de las putas y no se pueden establecer comparaciones entre ellas. Las queridas no buscan beneficios económicos y en muchos casos son ellas quienes realizan inversiones. Todo funciona como una máquina perfecta mientras la “querida” no ha logrado su objetivo, atraparte. Una vez bajo sus dominios, la querida supera esa posición social y pasa a presentarse como “esposa”, no importa si no median papeles firmados en esa relación. Ya formas parte de su propiedad y sus esfuerzos experimentan una progresiva decadencia, se siente segura y asume el rol de tu antigua pareja, todo vuelve a ser monótono y sales en busca de una nueva amante. Cada vez que tengo a una amiga con problemas en su matrimonio y me solicita consejos, le repito a cada una de ellas el mismo. ¡Mujeres, sean putas con sus maridos! Si ustedes no lo son, ya vendrán otras pícaras que asumirán sus papeles.

-¿Llevas tiempo fuera de casa?

-Más de seis meses y creo que no regresaré hasta cumplir un año de servicio.

-Demasiado tiempo si eres casado y ustedes… Se detuvo para saber si me gustaría lo que diría después.

-Ustedes, ¿quiénes?

-Los hombres, los marinos, ¡eso es!, ustedes los marinos son un peligro.

-No lo creo mucho, ustedes las mujeres también han provocado guerras.

-¡Ohhh, si! ¿Vas a venirme con esas? Ustedes con hambre son capaces de todo.

-¡Dímelo a mí! Condenado a muerte por inanición.

-¿Pretendes que te crea? ¿A que no has estado con una mujer en todos estos meses?

-¡Déjame sacar cuentas!... Creo que no, que tampoco ando de loco por ahí y menos en el país donde estoy radicando.

-¿Por dónde andas ahora?

-Estoy prestando servicios en Angola y allí no se puede estar metiendo el pito en cualquier huequito.

-¿Qué te lo impide, tienen que haber lindas mulatas?

-Las hay preciosas, pero nunca sabes dónde anda escondido el premio. ¡Mira! Hay algunas enfermedades para las que no estamos preparados, no tenemos los anticuerpos. Resulta que existe una enfermedad de trasmisión sexual que es muy resistente a los antibióticos, los cubanos la llaman “el boniato”. ¿Sabes lo que es un boniato?

-No tengo remota idea de lo que significa ese nombre.

-En algunos países la llaman “papa o patata dulce”.

-¡Oh, sí! Pero no veo la relación con el sexo.

-El asunto es que el glande, la cabeza del pene, se te pone de ese tamaño y la única cura es la amputación del órgano. Ya les ha sucedido a varios cubanos y algunos de ellos se han suicidado. Conclusión, no he tenido, ni tendré relaciones sexuales en ese país. ¿Me comprendes ahora?

-¡Fatal! No puedo decirte otra cosa. La conversación giró hacia un rumbo más agradable para ambos, era una mujer con la que se podía conversar, tenía temas interesantes y daba muestras de poseer educación. Una cerveza sucedía a la otra sin preocuparme, podía darme ese lujo y otros caprichos más. No pude evitar tocarle las manos y ella se dejó, creo que disfrutaba compartir conmigo. Siempre he tenido presente que una prostituta es también una mujer con corazón y sentimientos. Las respeto, admiro y trato como si estuviera presente ante una dama de cualquier casta social. Ellas me han premiado con sus sonrisas y en algunos casos me han tratado como un viejo conocido y no un cliente, nuestras relaciones han sido dentro del marco propio entre seres humanos.

-Disculpa mi curiosidad y si quieres no me respondas. ¿Por qué siendo tan hermosa vives de esto?

-Me quedé sola con un hijo hace muchos años y ahora le estoy pagando los estudios universitarios. No sé si me dijo la verdad o mentía, yo quise creerle, lo necesitaba. Tampoco me consideraba con derecho a juzgarla y acepté como justa su causa. Terminé enamorándola como si se tratara de una jovencita, no escatimé palabra o frase bella, prosa hermosa y esos halagos que hacen feliz a cualquier mujer. Las horas pasaban sin que me diera cuenta y nos sorprendió la noche, ella atendía su trabajo y regresaba conmigo, tenía necesidad de escuchar esas palabras y sentirse mujer.

-¿A qué hora terminas?

-A las doce de la noche, ¿por qué lo preguntas?

-Porque me gustas muchísimo y quisiera pasar la noche contigo.

-Pero la dueña te obligará a comprar una botella de champán.

-¿Qué precio tiene esa botella? Por cierto, he llegado hasta este bar porque le traje una pequeña encomienda a esa negra y no me ha dado las gracias.

-No sabía eso, ella es así de ruin y tacaña, pero no tengo otro sitio para trabajar. Vale unas mil doscientas pesetas.

-No te preocupes, ve a buscar tu abrigo y la cartera. ¡Llámala para decirle que te vas conmigo! La negra vino a los dos minutos y ordenó a otra camarera que nos pusiera la botella de champán. La mujer cumplió la orden inmediatamente, puso la botella dentro de un cubito con hielo y buscó dos copas.

-Elije uno de los pullmans para que lo bebas tranquilo. Me dijo la negra en lo que la mujer que se iba conmigo se puso a mi lado. Saqué de mi bolsillo un bulto de billetes y pagué el total de lo consumido más la botella.

-No es necesario, la voy a consumir aquí mismo. La camarera abrió la botella y se produjo aquel sonido característico, luego brotó por su boca un poco de espuma y líquido que se derramó sobre el mostrador. Tomé la botella y delante de la dueña la vertí totalmente dentro del cubito con hielo. –Esto es Sidra El Gaitero, no es champán. Le dije a la negra propietaria del bar. ¡Vámonos! La tomé de la mano y partimos ante la mirada sorprendida de la camarera. A media calle del bar tomamos un taxi con destino al rompeolas de Las Palmas.


Motonave "N'Gola"

Mi camarote estaba ordenado, además de pasar con una frecuencia semanal el camarotero, tenía el hábito de mantenerlo arreglado. Del pequeño refrigerador extraje una botella de champán francés y puse dos copas sobre la mesita. Saqué también una botella de Chivas y me di un pequeño trago, ella se bañaba y luego lo haría yo. En aquel buque teníamos una cuota semanal de bebidas alcohólicas, nos daban una caja de cerveza y una botella de bebida fuerte con una amplia selección de marcas para escoger, esa asignación venía acompañada de una caja de refrescos y dos cartones de cigarrillos. Gozábamos también de una cuota diaria de un litro de vino en las comidas, medio litro en el almuerzo y otro en la cena. Como no bebía navegando, toda esa bebida la iba acumulando en mi camarote para el momento oportuno. Generalmente les regalaba el vino a los amigos que me encontraba en los buques surtos en puertos angolanos.

La noche fue maravillosa, no se puede decir otra cosa cuando disfrutas el sexo con una mujer experimentada. No hubo posición que se nos escapara y la cama personal nos resultó pequeña. Para almacenar recuerdos, lo hicimos encima del sofá y la mesita. Fue una noche de lujuria, locuras y tragos, no carentes de sus momentos de humor. Yo me enamoré de su pelo y se lo celebré en distintos momentos de nuestras conversaciones en el bar. La coloqué agachada de espaldas como si se tratara de una potranca, no con el propósito de penetrarla por el ano, ¿o tal vez sí? no puedo recordar tanto en medio de aquella embriaguez. 

Su pelo caía maravilloso sobre su espalda y quise prenderme de él para atraerla en un arranque de locura. Fue una acción verdaderamente inoportuna, me quedé con una peluca en la mano. Me sentí muy impresionado y con un sentimiento de culpabilidad terrible. ¡Coño! Le he arrancado el cabello a esta mujer, creo que debo ser menos violento cuando me encuentre templando, trataba de consolar a mi conciencia. Lo tomé con ambas manos y me detuve a observarlo, creo que lo olí también. No se me ocurrió observar su cabeza hasta pasados unos segundos interminables y cuando finalmente lo hice, observé que su verdadero cabello estaba contenido cuidadosamente por una especie de mallita. 

-¡Joder! No me dijiste que usabas peluca y yo tan comemierda, como te dije cosas lindas sobre tu cabello. Ella no contestó y siguió moviéndose frenéticamente hasta que logramos el orgasmo, quizás lo logré yo solo, es lo más probable. Caímos desfallecidos en un profundo sueño entre vapores de ambos cuerpos con los aromas mezclados de mi semen y los efluvios que emanaban de entre sus piernas.

Sentí vibrar la cama y no le hice caso, el subconsciente, borracho aún, me dijo que no sucedía nada. Como buen cómplice de mis aventuras, colocó tapones en mis oídos para que no escuchara las pitadas del buque y remolcadores, tuvo que tapárselos a ella también. Pero aquellas vibraciones insistieron y lograron que me levantara, conocía su origen. Fui hasta la portilla de mi camarote y el rompeolas había desaparecido, dirigí la mirada hacia la popa del barco y lo vi alejándose de nosotros, se marchaba sin decirme nada, desperté.

-¡Oye! ¡Vístete urgentemente! Tuve que zarandearla varias veces y darle una nalgada.

-¿Qué pasó, qué pasó? Insistió en preguntar cuando al fin despertó.

-¡Joder! Que el barco ha partido. ¿Quieres irte para Holanda?

-¡Madre mía, esto es una locura! ¿Cómo regreso ahora?

-No te preocupes, voy hasta el puente para hablar con el Capitán. No me di cuenta que había salido del camarote en calzoncillo y por la escala de acceso a la cubierta de botes subí hasta el alerón del puente.

-¡Capitán! ¿Cómo no me avisaron para la maniobra? Se echó a reír cuando me vio y los que lo acompañaban también.

-¿Qué tú haces así? Nos cansamos de tumbarte la puerta y no contestabas, pensé que habías desertado. ¡Dale a vestirte!

-El problema no es la ropa, hay algo más grave.

-¿Qué sucedió ahora?

-Que tengo a una jeva en el camarote.

-¡Compadre! Tú no sales de un lío para meterte en otro. ¡Dile que se vista! Voy a pedir una lancha para que regrese a tierra. ¡Todo a estribor! Ordenó al timonel y no me detuve a observar la maniobra de regreso a la entrada del rompeolas.

-¿Dime si te debo algo? Le pregunté con dulzura, no deseaba que se sintiera como una prostituta.

-¡No me debes nada! Yo gano un porcentaje de todo lo que gastaste ayer y creo que fue mucho.

-De todas maneras toma esto, no olvides que estás pagando la carrera de tu hijo en la universidad y no todos los días son buenos. Le entregué tres mil pesetas, había ganado bastante dinero con la venta de los periquitos y faltaba vender los papagayos en Holanda.

-Si el barco regresa por Canarias no dejes de venir a verme. 

Terminó de vestirse y la acompañe hasta el portalón. Había un poco de marejada y titubeó mucho para descender a la lancha, fueron unos minutos de tensión, se fue entre bandazos y cabezadas.



Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2017-10-25


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