sábado, 16 de septiembre de 2017

TIEMPOS DE GLORIA.


TIEMPOS DE GLORIA.

Motonave "Bahía de Cienfuegos"



-¡Oye!, esas chalupas que se encuentran abarloadas a nosotros están cargadas de comida. El Capitán no me prestó mucha atención y se mantuvo jugueteando con su perro. En realidad no era suyo tampoco, pertenecía a la camarera que viajaba sustituyendo a su esposa, era en ese caso la primera dama de abordo. Rinti me conocía y salía conmigo de vez en cuando por cubierta, pero esa mañana quiso dar muestras de lealtad a su nuevo amo y me enseñó los colmillos.


–¡Dile que no joda y se calme! Él le pasó la mano sobre la cabeza y el perro se echó a sus pies.


- ¡Pelitooooo! Gritó ella desde el interior del dormitorio, el perro salió disparado cuando escuchó la voz de aquella mujer.


No sé por qué, pero era algo que me caía mal, me refiero a eso de llamarle pelito, le daba cierto aire de maricón, creo que lo era, le gustaba y movía el rabo con más velocidad que un ventilador.


–Te dije que esas chalupas están a punto de hundirse con la cantidad de comida que llevan a bordo. Insistí en llamarle la atención.


-¿Qué insinúas? Me respondió con cierto desinterés y mucha indiferencia. Tuve deseos de cagarme en su madre y olvidarme de todos los años que lo conocía. Habíamos coincidido durante el primer llamado del servicio militar obligatorio, él era sargento en el ejército, nada que ver con la marina, pertenecíamos a la artillería antiaérea. Me sorprendí cuando nos cruzamos en el lobby de la empresa, no recuerdo si años posteriores a mi entrada.


-No insinúo nada, ellos tienen la comida que nos hace falta. ¿Te olvidas que debemos darle la vuelta a la tierra? El perro regresó nuevamente y se echó sobre el sofá, todo el damasco del forro se encontraba cargado de sus pelos, me vino a la mente la imagen del Capitán anterior y su psicosis por la limpieza. ¿Qué diría si se encuentra al camarote lleno de pelos por todos lados? Regresé nuevamente y evité distraerme con pensamientos vagos. –Yo no sé si comprenderás nuestra situación, pero llevamos pasando hambre más de dos meses y nos queda un largo camino por recorrer.


-¿Qué quieres que haga? La Habana no manda dinero para la comida y yo no soy mago. Otra vez volví a sentir esos deseos casi enfermizos de mentarle la madre y tratar de esa manera regresarlo a la realidad. ¡Pelitoooo! Se oyó desde el interior del dormitorio y el animal salió disparado nuevamente hacia aquel lugar, lo seguí con la vista hasta que desapareció por la puerta. Seguro que duermen juntos, pensé.


-Yo sé que no eres mago, pero te recuerdo que eres el capitán de un barco con más de treinta tripulantes a bordo.


-¿Y qué quieres que haga? No hay dinero y no hay dinero.


-Eso no tienes que recordármelo, pero tengo a una pila de subordinados a los que no se les paga desde hace más de dos meses, gente a la que debo poner a trabajar en cubierta y cuando menos, se merecen un plato de comida decente cuando llegan al comedor. Trataba por todos los medios de mantener la ecuanimidad y le rogaba a alguien que me dotara de toda la paciencia existente en la tierra. –Estuve hablando con los dueños de esas embarcaciones y me piden un cable viejo o cualquier cabo a cambio de todo lo que llevan a bordo.


-¡Eso es una candela! La orientación que tenemos de La Habana es vender esos cabos y cables y llevar el dinero.


-La Habana pudo haber dado todas las orientaciones que les salió de los cojones, pero los que estamos del lado de acá somos nosotros. ¿Tienes ideas de dónde carajo nos encontramos? Todo parecía indicar que no, el capitán viajaba muy feliz mientras comandaba una tripulación hambreada. Ella salió del dormitorio y le dijo que había hecho la cama. No era mala gente tampoco, un poco temida a bordo por su condición de hijita de papá. Su padre era uno de aquellos viejos comandantes de la revolución que, cuando el barco se encontraba en puerto la visitaba con frecuencia. Siempre lo hacía acompañado de una comitiva integrada por sus guatacas, gente muy sonriente que celebraba cada palabra del viejo, poco importaba que no tuviera gracia al hablar. Los tripulantes la mantenían a distancia aunque no fuera mala gente, solo por prudencia. –Estamos en Bangladesh y debemos darle la vuelta al mundo por Sudáfrica, ¿estás enterado?


-¿Y qué quieres que haga? ¿No conseguí un préstamo en Singapur para comprar comida?


-¡Despierta! Lo que te prestaron solo alcanzó para comprar víveres que alcanzan para una semana, nos queda más de un mes de viaje para regresar a Cuba.


-En Angola podemos reabastecer el buque.


-¡Mentira! Tú no sabes nada de ese país, yo estuve un año y medio allá y desde ahora te digo que no conseguiremos nada para avituallar al buque.


-Bueno, y toda esta trova a qué viene, parece que estás de mal humor. Con razón debía estarlo, yo era quien le daba el rostro a la tripulación y debía escucharlos diariamente en ese desfile de lamentos infinitos. Muchos de ellos protestaban cuando veían a la primera dama deshuesando un pollo hervido para darlo de comida a su pelito lindo, pero todo no pasaba de allí, simples murmullos intrascendentes.


-¿Debo estar contento? Un mes y medio en Corea del Norte con la calefacción rota y dieciocho grados bajo cero. Quince días en Singapur con cuarenta grados sobre cero y el aire acondicionado roto. Dos meses y medio sin apenas comida en la gambuza y me dices que ando de mal humor.


-¡No cojas lucha! Trata de relajarte un poco, tú sabes cómo es esta rumba. ¡Claro que lo sabía! Veía a su mujercita y al sobrecargo subir por la escalera cargado de víveres para el refrigerador de su camarote mientras se le exigía sacrificio a la tripulación.


-¡Oye! Yo si cojo luchas, ¿sabes por qué?, por una simple razón, yo soy el jefe de todos esos hombres a los que debo mandar a trabajar en cámara y cubierta. Y aunque no lo creas, les debo un poco de respeto por todo lo que hacen.


-¡Sí, está bien! Muy buena toda tu muela, pero yo no me la voy a jugar por nadie. Mi hermano, que se alcen y protesten, ese no es mi asunto.


-No será el tuyo, pero sabes una cosa, yo voy a resolver el asunto de la comida.


-¡Allá, tú! Cualquiera de esa gente te puede traicionar y vas a cumplir por tu libretazo.


-¡Compadre! En la vida no se puede ser tan pendejo y en nuestro caso nos encontramos a miles de millas de la isla. Hay que cambiar esos cabos y cables por comida, no tenemos otra salida.


-Si te vas a meter en esa candela, yo te recomiendo que hables con el secretario del partido.


-Con el que sea, yo voy a hablar con quien sea, pero este buque no puede salir de puerto sin un mínimo de comida que garantice la navegación aunque sea hasta Angola. Salí de su camarote sintiendo desprecio por una persona a la que había admirado durante muchos años, lo hice dispuesto a resolver aquel grave problema y debo confesar que nunca pretendí asumir el papel de héroe, actuaba como un verdadero jefe.


-Julián, nos quedan unos dos meses de viaje y la gambuza está casi en cero. No podemos esperar que llegue dinero a este país cuando no llegó a Singapur, necesitamos comida para continuar y yo tengo la solución.


-De verdad que el asunto es bastante grave, ¿qué propones?


-Muy sencillo, yo cambio todos los cables viejos de las grúas y los cabos que se encuentran fuera de servicio por comida y lleno la gambuza.


-¡Oye! Eso es una candela, la orientación que tenemos es de venderlos y llevar la plata para la isla. Me repitió todo lo manifestado por el capitán minutos antes.


-Muy bien, vendemos todas esas mierdas y guardamos la plata en la caja fuerte del barco. ¿Qué cojones comemos desde aquí hasta Angola? No solo eso, en ese país tampoco vamos a encontrar comida, las tropas se encuentran en retirada y no debe existir un servicio de abastecimiento que nos garantice avituallarnos.


-¡Imagínate tú! ¿Y si alguien pita cuando lleguemos a La Habana? ¿Sabes la candela que nos buscamos?


-¡Olvídate de la candela! ¡Mira! Reúne a todos tus militantes y diles que yo voy a cometer ese libretazo para resolver el lío que tenemos con los víveres. Supongamos que haya un chivatazo y pidan cabezas en La Habana, ¿quién es el responsable de todo, no fui yo? No hay razones para preocuparse, la única cabeza que rodará es la mía. Se mantuvo pensativo durante varios minutos, luego escuché por el sistema de comunicación interna del buque que convocaban a una reunión de urgencia de todos los militantes.


-¡Mete caña! Me dijo Julián mientras yo le confeccionaba una lista con los productos que necesitaba a los propietarios de aquellas embarcaciones.


- ¡Contramaestre! Dale un cabo viejo a este bicho y arría una red para subir todo lo que tiene a bordo.


-¿Cuántos cabos vamos a cambiar por comida? Me preguntó Medina, viejo lobo de mar.


-Saca todo lo que tengas guardado en las torretas de las grúas y en los pañoles de proa y popa. ¡Vamos a cambiarlos todos!


-¡Coño! Al fin vamos a limpiar un poco los pañoles.


-¡Medina! Dale un cable viejo a este chino, ya sabes, sube todo lo que tiene en la lancha. ¡Medina! ¡Medina! ¡Medina! Ese nombre lo fui repitiendo durante los dos días que duraron aquellos trueques. Hubo que construir una jaula en la popa para guardar todas las gallinas obtenidas en los cambios, sobre cubierta deambulaban unas ocho chivas que fueron sacrificadas el día de la salida.


-¿Qué hago con esa oca? Me preguntó una tarde el cocinero, aquel animal se comportaba como un perro rabioso que trataba de picar a todos los tripulantes cuando pasaban a popa de la superestructura.


-¡Conviértela en croquetas pa’que no joda! La gambuza se llenó de comida y nadie habló cuando llegamos a La Habana. En Angola se cumplieron mis pronósticos, el ejército solo pudo brindarnos unas cuantas cajas de alimentos en conserva, insuficientes para garantizar la navegación hasta la isla.


Gloria continuó hirviéndole un pollo diario a su pelito lindo ante la pasividad de los hombres que se encontraban a bordo. Cuando entramos por el Mariel su papá la estaba esperando con dos o tres Ladas, todos le reían sus gracias aunque no fuera simpático. Me contó ella en una de aquellas guardias, su padre había transformado un cuarto de la casa en una nevera más grande que la del barco. Allí, guardaba terneras enteras, puercos, venados, emperadores, cajas de langostas y camarones, guanajos, pollos. ¡Fibra! Aquella nevera se encontraba repleta de ellas y no te cuento, me dijo, los asados que se hacían en el patio y la gente que asistía a sus fiestas. Me dijo también en otro capítulo, el número uno enviaba todas los fines de año un camión repartiendo regalos a su élite, incondicionales, perros rabiosos y fieles y su papá se encontraba en aquella lista. Efectos electrodomésticos de todo tipo se descargaban en cada casa, aparatos caros, por supuesto. Yo la escuchaba sin asombro, sin sustos, sin sorpresas, ya tenía conocimiento de aquellas majestuosas celebraciones.


Me enteré que Gloria andaba en uno de esos barcos que arribaban a Montreal cada quincena, nunca supe si lo hizo acompañada del ex sargento de artillería, lo dudo. Me dijeron que en el último viaje la enviaron de regreso por avión, su padre había muerto, una noticia mala, no es lo mismo, nadie celebrará los pujos del viejo. ¡Pelito lindo! Se produce ese eco en mi mente y veo al cabrón perro devorando un pollo hervido y la gente guardando silencio.










Esteban Casañas Lostal. 
Montreal..Canadá. 
2008-08-24


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